26 de Julio de 2017
El
nuevo curso se anticipa agitado. Se da por descontado en los escenarios de crisis,
en los que, por supuesto, ni siquiera puede hablarse de pausa estival (Siria,
Venezuela, Yemen, Libia, Turquía, Corea del Norte, Irak, Palestina, Afganistán,
etc.). Pero el panorama se antoja también inquietante en otros lugares por lo
general considerados estables, como Europa y, singularmente Estados Unidos.
EL
DESGOBIERNO DE TRUMP
En
los mencionados escenarios internacionales incide de manera especialmente
negativa el descontrol cada día más evidente en la única superpotencia mundial.
Washington ha pasado a ser, en sí mismo, un factor de preocupación y no un
elemento de estabilidad.
La
deriva caótica del mandato Trump debilita también la gobernabilidad interna del
país. Las relaciones entre el Capitolio y la Casa Blanca son cada día más
disfuncionales: ahí están la ácida polémica sobre la ley sanitaria o las
sanciones del Congreso a Rusia frente a los deseos del Presidente de una
normalización con el Kremlin (ensayada en el escenario sirio).
Trump
desconfía de quienes él mismo ha nombrado, como acredita el desencuentro casi
obsceno con el Fiscal General (y Ministro de Justicia) o el destemplado despido
del portavoz presidencial (al que nadie echará de menos).
Circulan
ahora rumores sobre la dimisión del Secretario de Estado, Rex Tillerson. La
diplomacia norteamericana se encuentra bajo asedio. Cientos de puestos sin
cubrir. Políticas básicas pendientes de definir. Recortes de fondos sin
precedentes. Desconcierto general. Descontento masivo. Y lo que faltaba: nula
sintonía con el Presidente. Lo único que funciona es aquello en lo que él no
mete mano.
Resulta
sintomático que, entre los continuos debates que genera el actual desgobierno
en Washington, se haya colado también el de auto
perdón. Es decir, el perdón de Trump a sí mismo, en caso de que se
confirmaran faltas, delitos o crímenes (según calificación) del inquilino mayor
que impulsaran el impeachment. A
falta de precedentes y de prescripciones constitucionales claras, el debate
jurídico está servido.
Como
ya han señalado algunos analistas, aunque finalmente Trump no pudiera ser
destituido por falta de pruebas en la trama rusa, o por cualquier otra razón
relacionada con sus prácticas ilegales como candidato, no debe descartarse otra
vía para desalojarlo de la Casa Blanca: la incompetencia probada. Esta última
imputación más complicada de acreditar en términos jurídicos, pero muy
transparente en su dimensión política y mediática.
A
la vuelta del receso estival, empezará la campaña de las legislativas de mitad
de mandato (noviembre de 2018). Es más que probable que los republicanos
quieran marcar distancias con un ejecutivo que desacredita y mancha. Pero su
división más profunda de las dos últimas décadas es un factor adicional de
debilidad.
El
estrepitoso fracaso continuado de acabar con la reforma sanitaria de Obama es
un ejemplo cruel de la duplicidad del Great
Old Party (GOP). El revanchismo de sus líderes legislativos se ha
estrellado con la sensatez o simplemente el pragmatismo de algunos de sus
colegas más moderados, y sobre todo de los gobernadores que atisban, sin
grandes dificultades, el enorme daño que provocará el desmantelamiento de un ya
de por si modesto sistema de protección sanitaria.
MAY:
LA PESADILLA DEL BREXIT
El
Brexit será otro asunto que, tras el receso, tomará fuerza imparable será el Brexit. Aunque se ignora en qué
dirección. En Europa se tiene la sensación de que Londres no negocia con
seriedad. O porque no sabe lo que quiere o porque no puede, debido a las
contradicciones internas, a la debilidad políticas o al agarrotamiento que
produce un futuro muy plagado de incertidumbres. El caso es que el gobierno
británico no enseña papeles no presenta propuestas. Se limita a perder un
tiempo del que, paradójicamente, carece.
El
acuerdo poselectoral con los unionistas del Ulster, que la Premier May creyó suficiente
para salvar los muebles del desastroso resultado del 8 de junio, se ha revelado
muy alicorto. Las aguas bajas muy turbias en el Partido Conservador. Se habla
de luchas internas y de candidatos para dar el golpe de gracia a una jefa de
gobierno que ha resultado menos competente de lo que parecía. La sombra del
ocaso Thatcher planea sobre Downing Street.
Esta
crisis interna en el campo euroescéptico alienta a quienes reclaman otra
consulta, pero esta vez sin mentiras, sin propaganda engañosa. Del Brexit means Brexit se puede pasar al Brexit not anymore.
MACRON: SE ACABA LA LUNA DE MIEL
Tampoco
es que el otoño se anuncie muy prometedor en aquellos lugares o para aquellos
dirigentes que han concluido el presente curso político como vencedores natos.
Son los casos del flamante Presidente de Francia, Emmanuel Macron, o la
Canciller de Alemania, Ángela Merkel.
Macron
ha tenido su primera crisis con la sorprendente (por inhabitual) dimisión del
Jefe del Estado Mayor, debido a desavenencias por los recortes presupuestarios.
El episodio no debe tener mayores consecuencias en sí mismo. Pero anticipa las
dificultades que el nuevo gobierno puede encontrarse a la hora de alinear sus
optimistas discursos con las exigencias de la realidad.
Una
inesperada, abrumadora (y quizá irreal) mayoría parlamentaria no es garantía
suficiente de gobernabilidad, por cómodo que le resulte al Ejecutivo. Las
frustraciones sociales persisten. El trámite rápido de la nueva contrarreforma
laboral será un elemento de malestar cuyo alcance está por ver. El tiempo de
los discursos ha expirado. También el de los gestos, cerrado con el
estrambótico e innecesario show
compartido con el contaminante Trump. La rentreé
marcará el ingreso del joven presidente francés en la usura imparable de
gobernar.
MERKEL:
VIENTOS FAVORABLES, PERO...
En
el caso de la Canciller Merkel, no habrá apenas vacaciones, técnicamente
hablando. Se someterá al juicio de las urnas el 24 de septiembre. Las últimas encuestas
le predicen una victoria numérica incontestable (unos 15 puntos de ventaja). La
rectificación de las políticas migratorias ha frenado a los nacionalistas
xenófobos de Alternativa por Alemania (AfD) y ha propiciado la recuperación
democristiana (CDU/CSU). El auge de los socialdemócratas (SPD) parece haber
tocado techo, al caducar el efecto novedoso del candidato Shulz.
La
repetición de la gross coalition
parece descartada. Los liberales, de vuelta en el Bundestag, podrían
proporcionarle la estabilidad que ella persigue y alejar el fantasma de una mayoría
tripartita alternativa (SPD, Grünen, Die Linke). Pero en las semanas restantes puede
haber alteraciones o sorpresas. De ahí la proverbial cautela de la Mutti (Madre) Merkel.