EE.UU.:LA HERENCIA DEL ODIO

30 de marzo de 2012

Lo único que le faltaba al enrarecido panorama social en Estados Unidos es que se desataran casos de odio racial, de racismo salvaje. Dos casos recientes ponen los pelos de punta y hacen temer un desbordamiento, una polarización, una proyección mediática inadecuada –a la vez tardía y oportunista- y un efecto político confuso y perverso.
Una mujer iraquí fue salvajemente asesinada en el extrarradio de San Diego. Su asesino dejó una nota junto a su cadáver acusándola de ser terrorista. Por ser iraquí, simplemente. Se trataba de una mujer perteneciente de confesión chií, que había colaborado con los norteamericanos después de la guerra del Golfo, por su rechazo a Saddam Hussein. La lógica del asesino, además de criminal, no podía ser más absurda y desnortada. La localidad donde ocurrieron los hechos es una especia de Little Iraq, por la cantidad de personas procedentes de allí y de otros países de Oriente Medio. En un reportaje ‘sobre el terreno’ el NEW YORK TIMES documentaba esta semana varios ejemplos de rechazo racista.
El otro caso ha tenido una repercusión mayor, aunque tardó semanas en conocerse públicamente. El 26 de febrero un joven afroamericano de 17 años, llamado Trayvon Martin, fue muerto por impacto en su pecho de una bala de 9mm, disparada por George Zimmermann, de 28 años, ‘capitán’ de una patrulla civil de vigilante. Las versiones de las defensas legales de ambos difieren radicalmente.
El abogado del autor de los disparos asegura que su cliente recibió del afroamericano un puñetazo en la nariz y, al hacer el gesto de llevarse la mano a la cintura, temió que fuera a sacar un arma y se limitó a defenderse. Por el contrario, el abogado de la victima asegura que Trayvon, que estaba desarmado, había salido a comprar una bolsa de gominolas y un lata de té frio cuando tropezó con el vigilante y, sin que él hiciera nada agresivo o ilegal, recibió el balazo.
POLICIA BAJO SOSPECHA
La actitud de la fuerza pública ha sido objeto de sospecha. Durante semanas se ha resistido a entregar las grabaciones de la conversación mantenida con el vigilante en los minutos anteriores a la muerte del joven negro. Los policías recomendaron al patrullero que no interviniera.
A pesar de ello, cuando se presentaron en el lugar de los hechos, los policías no hicieron que un médico reconociera a Zimmerman y creyeron su versión. La policía de la localidad donde ocurrieron los hechos, Sanford, presenta un historial un tanto polémico, con sospechosos comportamientos racistas, reconocidos incluso por las propias autoridades municipales. De hecho, el jefe de policía ha sido reemplazado por ‘falta de confianza’. El sucesor es negro. El asunto se encuentra ya bajo investigación y competencia federal, una vez que el caso ha adquirido dimensión nacional.
UNA LEY PERVERSA
El caso es que Trayvon está muerto y Zimmerman en libertad. El vigilante actuó bajo el amparo de la Ley “Stand your Ground”. Algo así como: ‘defiende tu terreno’. Es un concepto que conecta con uno de los principios más arraigados del conservadurismo norteamericano: el derecho a tomarse la justicia por su mano. Un arcaísmo que proviene de la colonización salvaje.
La controvertida ley rige en una veintena de estados de la Unión. En Florida fue promovida en su momento por el entonces gobernador Jebb Bush, el tercer miembro de la estirpe familiar. Pero a pesar de todo, este Bush se desmarcaba de la aplicabilidad de la ley en este caso y consideraba que nadie podía ampararse en ella para “cazar a cualquiera que nos vuelva la espalda”.
El diario LOS ANGELES TIMES ofrece algunos otros casos recientes de actuaciones individuales de defensa propia con resultado de muerte. En muchos de ellos, el agresor, o ‘vengador’, salió bien parado; o sea, en libertad, sin cargos. Algunos resultan sangrantes.
CRIMINALIZACIÓN DE LA VICTIMA
En declaraciones al diario CHRISTIAN SCIENCE MONITOR, Donald Tibb, un profesor de leyes de la Universidad de Drexel, especialista en procedimientos relacionados con delitos raciales o conculcación de derechos civiles, se inclina por considerar el caso como un ‘crimen de odio’; es decir, un crimen racista, y señala indicios de premeditación. Otros activistas que han apoyado a la familia en la movilización social postrera, sostienen argumentos similares que incriminan al agresor como un racista violento.
El asunto tiene su importancia, porque, de ser acusado de delito por motivo racial, la pena es cadena perpetua. Lo chocante del caso es que el abuso que podría haber cometido Zimmerman tiene menos castigo que si lo hubiera cometido un policía o un funcionario. Ser una patrullero civil lo exonera del delito por violación de los derechos civiles de Martin.
Estos embrollos legales crean una sensación de frustración en la población negra. Miles de afroamericanos se han echado a las calles para protestar no sólo por la muerte de su ‘hermano de color’, sino por la injusta arquitectura legal que, pese a las sucesivas conquistas desde los años sesenta, aún persiste en los Estados Unidos.
Cuando la indignación alcanzó un nivel imposible de escamotear por los medios de comunicación estatales, tras una tímida reacción inicial, el propio Presidente Obama se comprometió con un comentario que, a buen seguro, será utilizado torticeramente por sus rivales políticos y, más aún, por los voceros de la derecha norteamericana más recalcitrante. Dijo Obama que si él tuviera un hijo “sería como Trayvon Martin”.
El comentario presidencial va más allá de una muestra más o menos afortunada de simpatía con la víctima y sus allegados. Obama tuvo que demostrar que no tenía intención de reivindicar su raza si conquistaba la Casa Blanca, para merecer el apoyo o al menos la neutralidad de ciertos sectores sociales y políticos. Con él no fueron tan correctos sus enemigos. Recuérdese que le exigieron pruebas de su ciudadanía y otras vilezas semejantes.
Ahora, en un contexto de combate político agudizado contra la derecha más militante, Obama ha optado por no dar un paso atrás. Mientras su reforma del sistema sanitario se ve sometida a una inquietante revisión por el Tribunal Supremo, con argumentos que resultan incomprensibles en Europa, el conflicto racial puede convertirse en un nuevo frente electoral.
Los que creían que este problema ya estaba superado en América quizás han pecado de optimistas. En un agudo análisis para THE NATION, Melissa Harris-Perry, politóloga y experta en cuestiones de discriminación racial, afirma provocadoramente que “Trayvon Martin no es inocente. Es culpable de ser negro en un espacio público presumiblemente restringido”. Más aún, asevera: “a menudo es imposible para un cuerpo negro ser inocente”. Basta la indumentaria habitual de miles de jóvenes negros para que resulten sospechosos. Uno de los comentaristas conservadores más repelentes de la FOX, el latino Geraldo Rivera, no tuvo empacho en decir en su programa que si Trayvon no hubiera llevado la capucha de la sudadera cubriéndole la cabeza, Zimmerman no lo hubiera atacado. Lo que lleva a la profesora Harris-Perry a comentar que el joven afroamericano es considerado culpable no por cometer un acto agresivo o ilegal sino por su presencia física. Esta criminalización de la forma de presentarse en público puede justificar al hombre que lo disparó y dejar la conciencia tranquila a muchos norteamericanos, pero violentara aún más la convivencia democrática en Estados Unidos.

FRANCIA: TRAGEDIA TERRORISTA Y FARSA ELECTORALISTA

22 de marzo de 2012

FRANCIA: TRAGEDIA TERRORISTA Y FARSA ELECTORALISTA
El terrorismo ha irrumpido en la campaña electoral francesa, a pesar de que sus principales protagonistas –y desde luego, el más relevante, el propio Presidente-candidato- aparentaran lo contrario durante los días que mediaron entre el atentado de Montauban y el trágico desenlace final de Toulouse.
Después de que el joven de origen argelino Mohamed Merah asesinara a sangre fría a seis personas en un colegio judío, pareció imponerse una pausa en declaraciones que pudieran interpretarse como políticamente oportunistas. La localización del asesino en su domicilio y las horas que transcurrieron hasta su liquidación prolongaron la ‘tregua’. Pero, como algunos temían, el Presidente tardó apenas unos minutos en anunciar nuevas medidas para prevenir y perseguir a los ‘jihadistas’.
La breve intervención televisiva de Sarkozy estuvo cuidadosamente medida. Después de advertir contra el riesgo de confundir a “nuestros compatriotas musulmanes” con las “locas motivaciones de un terrorista”, el Presidente avanzó que el Gobierno promoverá una ley que castigará penalmente a las personas que “consulten de manera habitual sitios de Internet que hagan apología o que convoquen al odio y a la violencia” y/o a las que “viajen al extranjero para seguir trabajos de adoctrinamiento en ideologías que conduzcan al terrorismo”.
A falta de concreción definitiva, pueden avanzarse dos observaciones. En primer lugar, la precipitación de la actuación política. ¿No hubiera sido más lógico esperar a que se concluyera el proceso electoral? Por otro lado, resulta dudoso que consultar una página de Internet sea sinónimo de simpatías terroristas. ¿Los analistas, estudiosos o incluso los investigadores, policiales o no, se convierten en sospechosos?
UNA PRUDENCIA FICTICIA
La reacción inicial del entorno presidencial desde el atentado de Montauban hasta los días posteriores a la matanza de Toulouse había sido muy contenida, por temor a que cualquier agitación pudiera ser aprovechada por el extremista Frente Nacional, que tiene una expectativa de voto del 15%, según los últimos sondeos. Decía un comentarista estos días que Sarkozy y los suyos tenían muy presente el patinazo del gobierno Aznar después de los atentado del 11 de marzo de 2004, de ahí su cautela.
Sin embargo, esta fulminante presentación pública de nuevas medidas hace sospechar que la supuesta prudencia mantenida en días anteriores era ficticia y que sólo se estaba esperando a una resolución “positiva” del drama para extraer el consiguiente rédito político.
En las semanas previas a los atentados, Sarkozy había vuelto a sintonizar con argumentos propios del Frente Nacional referentes a la emigración. El presidente-candidato sabe que sólo atrayéndose parte de ese electorado puede mejorar sus perspectivas de triunfo. Su aparente remontada en los sondeos debió alentarle en ese sentido. Los últimos datos indican que se ha colocado escasamente a un punto del candidato socialista, François Hollande, en la primera vuelta, aunque sigue muy lejos de su oponente en el mano a mano final (la segunda vuelta).
Hollande se había cuidado muy mucho de no parecer agresivo, de no cometer un tropiezo, y sabe que los atentados, el terrorismo, la confusión entre la violencia y el islamismo y otras consideraciones relacionadas con la convivencia interracial constituyen un terreno tremendamente resbaladizo. Por eso, ante los crímenes de estos días ha mostrado una actitud cautelosa y exenta de polémica, invocando la unidad y otros llamamientos de una corrección política casi de manual.
El contrapunto crítico, en cambio, lo había puesto el candidato centrista, François Bayrou, quién no se privó de reprochar a Sarkozy de aprovecharse de “un creciente clima de intolerancia”, por motivos electoralistas. Bayrou aparece por detrás de Marine Le Pen en los sondeos sobre perspectivas de voto en la primera vuelta y es un hecho que le disputa caladeros electorales al actual inquilino del Eliseo. Los votos de Bayrou son claves para la decisión final, tanto o más que los de la candidata del Frente Nacional. De momento, las previsiones no son favorables para Sarkozy, porque son más los votantes de Bayrou que declaran preferir a Hollande en la segunda vuelta.
Como era lógico, Sarkozy se cuidó de no intervenir en la polémica y dejó o instruyó a sus principales colaboradores para que se encargaran de las réplicas correspondientes. El candidato prefirió blindarse en su otro papel, el presidencial, de más altura, ‘au dessus de la melée”, por encima de los acontecimientos, especialmente los desagradables. LE MONDE lo codificaba brillantemente hace unos días: el candidato Sarkozy se dispone a recoger el éxito del Presidente Sarkozy. Da la impresión de que así ha terminado ocurriendo.
EL DISCURSO DEL CANDIDATO-PRESIDENTE
El asunto del terrorismo, en cierto modo, mancha, es cierto. Y, sin embargo, presenta ventanas de oportunidad, si se considera fríamente, más allá de las solemnes declaraciones institucionales. Habrá que estar atentos a si, aparte de las medidas anunciadas, los estrategas de la UMP hacen una utilización más extensa de los recientes acontecimientos en el debate electoral durante este mes que falta para las elecciones.
Si deciden hacerlo, no tendrán que forzar mucho las cosas o parecer demasiado obvios. Les bastará con dar continuidad al relato sarkoziano, no ya desde que ocupa el sillón del Eliseo, sino antes, cuando era responsable del Ministerio del Interior. Desde entonces, son incesables las actuaciones y los discursos de Sarkozy sobre inmigración, seguridad e identidad nacional, hasta el punto de convertir la confluencia de estas tres categorías en la sustancia de su pensamiento y su actuación política.
En el discurso de Sarkozy se basa en dos premisas: 1) no se puede negar ni minimizar el asunto de la inmigración ni desvincularlo de las preocupaciones de seguridad ciudadana; y 2) sólo un gobierno con la firme voluntad de combatir la delincuencia en todas sus formas (común o terrorista) puede afrontar sus consecuencias.
El objetivo es que el electorado más conservador (xenófobo o no) otorgue al candidato-presidente el 6 de mayo la confianza de conveniencia que le negará el 22 de abril, para depositarla de corazón al Frente Nacional de Marine Le Pen. Los sondeos indican que la mayoría de estos votantes prefieren que su vota ‘se pierda’. Algunos, los menos, incluso parecen optar por apoyar a Hollande. De éstos, sólo unos pocos por convencimiento de que es el mal menor: la mayoría tan sólo por privar a Sarkozy de la posibilidad de seguir en el puesto. Curiosamente, el discreto cortejo de Sarkozy hacia el ‘votante del orden’ provoca tanto rechazo como simpatía potencial, pero comporta el daño colateral del alejarle del electorado centrista o más templado. Es obvio que los estrategas de la UMP consideran más recuperables los primeros que los segundos. Y, desde luego, acontecimientos dramáticos como los de los últimos días son susceptibles de ser utilizados, de una u otra forma, para desnivelar la balanza y activar el mecanismo del voto útil. De esta forma, teñida por las exigencias electorales, la tragedia podría devenir en farsa.

AFGANISTAN: ASESINOS SOLITARIOS, DAÑOS MULTIPLES

15 de marzo de 2012

No está claro del todo que la horrible matanza en la pequeña aldea afgana de Panjwai haya sido obra de un sólo hombre, un sargento, como sostiene, hasta ahora, la versión oficial. Es el relato conveniente, por supuesto, y sería el deseable, por muchas razones.
Lo que sabe de lo ocurrido pone los pelos de punta. Que se trate de la actuación de un enajenado no alivia demasiado, porque refleja el síntoma de extrema tensión, desesperación, desasosiego e incomprensión ya habitual en 'guerras exteriores como ésta. En todo caso, aunque se haya tratado de un hecho aislado, lo que está claro es que la acumulación de 'desafortunados incidentes' empieza a complicar estrategia y calendario de la administración Obama en Afganistán.
Dice Fred Kaplan, poco sospechoso de ser 'paloma' en estos asuntos, que la operación debe concluir. "Game over", asegura en un análisis para SLATE, esta misma semana. Por una cuestión de confianza, argumenta. O de falta generalizada de confianza, más bien. Se agota el crédito de la misión internacional entre los afganos, incluso los más favorables o los que sienten más repugnancia por los taliban. Pero resulta más inquietante que aumenten las razones para que Estados Unidos siga confiando en Hamid Karzai, sostiene Kaplan. Al analista no le gusta la forma ladina con la que el presidente afgano interpretó y condenó la última matanza: empleando inicialmente el plural. Más allá de las motivaciones oportunistas de Karzai, o de las presiones que comprensiblemente tuviera que soportar, lo cierto es que en su mesa debían ya haber llegado los testimonios que ponían en duda la versión oficial provisional.
Vejaciones de cadáveres afganos cometidas por algunos soldados, quema no intencionada pero torpe de 'coranes', repetidos errores en bombardeos de limpieza y otras operaciones fallidas de contrainsurgencia, represalias contra soldados ISAF... Y ahora esta matanza. La revisión del calendario se antoja inexcusable. El debate viene de largo, pero estos días ha escalado al puesto de prioridad en la agenda.
LAS OPCIONES DE SALIDA
En la actualidad, hay 90.000 soldados norteamericanos desplegados en Afganistán, lo que supone casi un noventa por ciento del total de tropas internacionales. Según THE NEW YORK TIMES, en la actualidad se dibujan sumariamente tres posturas. El Consejero de Seguridad Nacional defiende que, a la retirada de 22.000 hombres prevista para dentro de medio año (septiembre) se añadan otras dos anticipadas de 10.000 unidades en diciembre y otros tantos, o incluso el doble, seis meses después. Eso dejaría el número de efectivos norteamericanos entre 38.000 y 48.000 hombres justo en el ecuador del año que viene. En 2014 debe estar completada la retirada, con un remanente de tropas para asesoramiento e inspección.
El Vicepresidente Biden, conocido abogado de liquidar esta guerra, se encuentra cada día con más razones para acelerar la transformación de la operación en una misión de contrainsurgencia y entrenamiento, sin más. Poca gente y muy especializada.
El problema es que los militares no lo ven claro. Piensan que una desescalada muy rápida pondría precisamente en peligro la salida, no la facilitaría. La obsesión militar por la 'exitr strategy' no es puramente corporativa, aunque algunos expertos creen que los altos mandos exageran los riesgos. Es un debate para especialistas.
LAS CONSIDERACIONES POLÍTICAS
En el plano político, a Obama se le nota que está deseando liquidar la guerra, que él quiso hacer 'suya', entre otras cosas para poder liquidar la de Irak y otras acciones de la lamentable 'guerra contra el terror', con más apoyo entre 'halcones' y conservadores. Como otras tentativas centristas del presidente, la jugada le ha salida medianamente mal. O casi mal de todo, si contamos en su haber, al menos para el público norteamericano, la liquidación de Bin Laden en Pakistán.
El dilema es claro. Año electoral es año de peligros. Y Afganistán es un campo minado. Tanto si se mantiene el calendario como si se acelera. La hostilidad hacia Occidente crece a medida que se amontonan los errores, torpezas y locuras. Pero el regreso de los talibán sigue siendo una opción intolerable para los líderes occidentales.
Hay otras presiones laterales que empujan a la salida. Las organizaciones humanitarias contemplan con preocupación que se les prive de seguridad privada. Es una decisión del gobierno afgano, que Washington puede a duras penas evitar. Sin ese apoyo, resulta imposible mantener algunas misiones, con lo que la estrategia de Obama quebraría estrepitosamente. Ya hay algunas organizaciones que, aún en privado o confidencialmente, han advertido que se su tarea está tocando a su fin.
Por otro lado, presiona también que el estómago de los aliados occidentales se reduce día a día. Sarkozy, en campaña más que ningún otro, ya avanzó la anticipación de la retirada francesa. Otros desean hacer lo mismo y apenas lo disimulan.
Obama trata de detener la estampida y llegar a la cumbre de Chicago de la OTAN, en mayo, con las filas prietas. Para esa fecha, sostiene, se habrá ajustado la transformación ordenada de la misión y el calendario correspondiente. "Que la transición no sea un despeñadero", ha dicho hace poco el Presidente. Es un cálculo quizás optimista, sobre todo si continúan ocurriendo acontecimientos 'desagradables'.
¿Y LOS AFGANOS?
Para los afganos, para la mayoría al menos, parece ser una opción más, en un país desprovisto de esperanza. Los más señalados como pro-occidentales están haciendo las maletas. Literalmente. Y se llevan sus cajas fuertes. Informaciones recientes indican que la salida de capitales por el aeropuerto de Kabul ha aumentado espectacularmente este último año. Se calcula que 4 mil millones de dólares (3 mil millones de euros) han 'huido' del país. Para comprender la magnitud del problema, sólo téngase en cuenta otra cifra: el presupuesto de Afganistán es de 15 mil millones de dólares.
Por tanto, indignación de muchos, miedo de algunos, preocupación de todos. Panorama sombrío donde los haya. Irak puede resultar un caso moderado en comparación con lo que habrá que abordar (o contemplar) en Afganistán. Como se suele decir, siempre es más fácil empezar una guerra que terminarla.

INVIERNO DE PUTIN, PRIMAVERA LEJANA

8 de marzo de 2012

La oposición rusa –la liberal, la que se declara en sintonía con valores y estilos de corte occidental- parece decidida a no resignarse a muchos más años con Putin. Ya antes de que los resultados oficiales confirmaran la victoria del astuto e implacable dirigente ruso, la amalgama de portavoces políticos descontentos y portavoces sociales críticos se preparaban para un largo combate. En mente tienen, y no lo esconden, la llamada ‘primavera árabe’, por mucho que la desilusión se vaya abriendo paso en calles y cafés cibernéticos de Oriente Medio.
La protesta por el esperado y casi inevitable triunfo de Putin se basa en dos pilares: la falta de juego limpio durante la campaña, la precampaña (y antes incluso: el turbio panorama político ruso) y las reiteradas denuncias de fraude, quizás menores que en las legislativas de diciembre, pero persistentes aún (admitidas por Putin, en el colmo de un cinismo confiado).
Es pronto para decir si esta ‘oposición congelada’ (por las temperaturas que deberá seguir soportando para mantener en alto sus voces en las calles de Moscú o San Petersburgo consigue erosionar la ya deteriorada legitimidad del jerarca ruso, como presumen los medios europeos y norteamericanos.
Las capitales occidentales, muy discretas, apuestan por lo contrario, por hacerse a la idea de trabajar durante todo lo que queda de década con el mismo inquilino del Kremlin que los últimos años (ya fuera Presidente, luego Primer Ministro y, a partir de ahora, Jefe del Estado, de nuevo). Por eso, frente a la ‘Rusia sin Putin’ que proclama esa oposición romántica, o ilusa (depende cómo se mire), se va imponiendo la percepción de una ‘Rusia con Putin’, como sostiene el analista Stanislav Kouvaldine en EXPERT. Las alusiones occidentales al fraude o a la falta de claridad en el juego político son tan suaves que habrán caído en el olvido cuando el hombre fuerte de Moscú tome posesión nuevamente de su cargo.
UN PADRE SIN RESQUICIOS
La oleada de protestas contra el ‘reinado’ de Putin se limita a Moscú, espacio sin duda privilegiado pero muy reducido de un país tan extenso como Rusia. ¿Por qué la mayoría de los rusos acepta a Putin tan resignadamente? Porque lo que molesta al ruso ilustrado, occidentalizado, educado en la ideas de libertad de opinión, de pluralismo, etc., etc., le importa poco o nada al ruso medio, agobiado porque se mantengan –o al menos no se deterioren más- sus condiciones de vida. No se trata de insensibilidad democrática de la mayoría de la población, sino del efecto prolongado de una transición a la democracia y-sobre todo, y más especialmente- a la economía de mercado completamente tramposa y fraudulenta. Putin es un contraejemplo de virtud, por supuesto. Pero ha puesto orden, ha sabido imponer la visión de haberse atrevido a reducir a los que se enriquecieron de forma salvaje y descarada durante los lamentables años de Yeltsin, cuando él mismo hizo carrera, para luego terminar ‘matando al padre’, errado, errático, extraviado e incapaz.
Después de las contestadas elecciones legislativas que diciembre, que evidenciaron un cierto desgaste de su partido, Rusia Unida, Putin construyó una campaña más personal, sabedor de que buena parte de sus conciudadanos gustan de un liderazgo fuerte, personal, presencial y paternal. Un hombre para todas las estaciones, al que no le tiemble el pulso frente a las presiones exteriores, que no se deja seducir por valores políticos y sociales ajenos a Rusia.
Todo un ejército de intelectuales apañados para la causa se ha dedicado en estas semanas a contrarrestar el discurso deslegitimador –si bien enmarañado y contradictorio- de sus rivales. Consciente de su fortaleza básica, los directores de la campaña de Putin no han eludido la batalla en el terreno aparentemente más propicio para la oposición: la calle. Aunque los opositores han reunido más gente bajo el frío, los seguidores del aspirante a la reválida presidencial también se han paseado al aire y gritado eslóganes y proclamas sin complejos.
Al final, con el 64% de los votos obtenidos –casi dos de cada tres rusos votantes-, Putin reúne el doble de apoyo electoral que los demás candidatos juntos. Pero, sobre todo, deja en mal lugar las consultas y encuestas que predecían un deterioro del respaldo popular por debajo del 50%. Aún descontando los fraudes y corruptelas electorales, los observadores más independientes admiten que Putin sigue siendo una opción preferible a cualquiera de las demás, por mucho que eso repugne adentro y fuera del país a los que aspiran a un sistema más justo y más limpio.
UNA OPOSICIÓN DESORIENTADA
La oposición, entretanto, no ha encontrado el mensaje adecuado, ni ha sabido neutralizar la abrumadora maquinaria del Kremlin. La mayoría no ha conectado con la gente, y sólo los que parecen fieles a posturas tradicionales por fracasadas e inconvenientes que se juzguen por acá, han conseguido mantener cierta presencia electoral. Es el caso claro y persistente de los comunistas, que confirman su condición de segunda fuerza política del país. Hace unos años, algunos analistas occidentales consideraban que el apoyo al PC de Rusia era residual y se centraba en la franja más mayor de la población. Pero muchos de esos nostálgicos ya han desaparecido y los comunistas mantienen el apoyo de una sexta parte de la población, en condiciones verdaderamente hostiles. Es una realidad que no se acepta fácilmente.
En cuanto a los liberales, la confusión reina en sus filas. Los grupos claramente de derechas son sañudamente odiados por la mayoría de la población, que los juzga como aprovechados sin escrúpulos, oportunistas, extraños a las tradiciones rusas, ladrones o anti-patriotas. Los mejor intencionados, que aspiran a una mejor distribución de la riqueza, a la disolución del aparato burocrático y seguridad de Putin y sus colegas de la antigua KGB, sólo encuentran audiencia en los sectores juveniles, en una clase media alta que ha gozado de oportunidades de viajar y formarse en el extranjero o que tiene acceso a los medios y mensajes del exterior. Viven en zonas muy escogidas de las ciudades de la Rusia europea y no son vistos con simpatía por la mayoría de las clases populares.
La erosión del jerarca ruso, si se produce, no será electoral, sin duda. En eso acierta la oposición más consciente y articulada. Pero no está claro que disponga de medios y de lucidez para encontrar la forma de conectar con las amplias capas de la población que necesitan algo más que discursos abstractos e idealistas para volverle la espalda al régimen. Su profundo escepticismo, le hace al ruso refractario a las grandes palabras, a las ‘primaveras’ convocadas desde Facebook. A cinco años del centenario de la gran revolución que prometió la liberación definitiva del esclavizado pueblo ruso, la justicia social parece muy lejana.

DEL USO (TORPE, OPORTUNISTA Y EXPLOSIVO) DE LA RELIGIÓN

1 de marzo de 2012

En los últimos días, la utilización de la religión como arma política (arrojadiza o preventiva) se ha hecho especialmente visible en varios de los conflictos y escenarios políticos de mayor atracción mediática del momento.
QUEMA DE CORANES Y SECTARISMOS
Sin duda, el más llamativo y aparente, la irresponsable, torpe e incomprensible quema de 'coranes' por parte de un grupo de soldados norteamericanos en Afganistán. Las circunstancias de esta nueva exhibición de estupidez están aún por esclarecerse por completo, aunque está demostrado y admitido por el propio mando militar estadounidense la 'incorrección' de los militares. Como ha dicho un analista, "Estados Unidos se ha quedado sin margen de error en Afganistán".
La reacción ha sido violenta y el precio ya pagado -y seguramente por pagar todavía- no ha cogido a nadie desprevenido: dos muertos, al menos media docena de heridos, deterioro aún más pronunciado de la seguridad de los efectivos ISAF y un desprestigio creciente de las tropas norteamericanas (y occidentales, en general).
La respuesta del Gobierno de Estados Unidos ha sido equilibrada y adecuada. Aparte de poner en marcha el mecanismo de investigación, sanción y reparación moral y política, se ha redoblado la intención de prevenir nuevas insensateces de este calibre.
A los talibanes, pero también a amplios sectores conservadores afganos (y no sólo necesariamente fanatizados), las excusas y protestas de castigo les ha sabido a poco. Al propio Gobierno afgano, siempre tan escurridizo en estas lides, la incomodidad se sobrepone a la responsabilidad de no atizar más el fuego, hasta el punto de suspender visitas de altos cargos a Washington y dejarse seducir por el tono victimista de las protestas.
EL NEOFUNDAMENTALISMO REPUBLICANO
Pero lo más lamentable ha sido la reacción de algunos de los candidatos republicanos, en especial del desprestigiado Gingrich, que censuró a Obama la oferta de disculpas y le instó a exigir él mismo disculpas del gobierno afgano por no haber colaborado en la prevención de los actos de represalia.
En el fondo de la actitud del descarriado aspirante late no sólo el oportunismo, sino otra suerte de fanatismo (también religioso, aunque fundamentalmente moral y político) basado en la aplicabilidad selectiva de la ley de talión.
La religión se ha convertido en un arma irracional y confusa de la campaña electoral en Estados Unidos. Más allá del manido y tramposo debate sobre los values (o valores, tanto en el sentido ético como el religioso o basado en creencias sobrenaturales), los republicanos parecen empeñados en que estos asuntos relacionados con la fe impregnen toda la propuesta de oposición a la continuidad de Obama.
Es lo que ha impulsado otro candidato, el ultraconservador Rick Santorum, lanzado a tumba abierta en la revisión de medio siglo de costosos avances laicos en el país más poderoso de la tierra (y más religioso, aunque a algunos le cueste aceptar esta afirmación).
El candidato preferido de los ultras criticó hace poco en una entrevista por televisión el famoso discurso de Kennedy en 1960 sobre libertad religiosa y estricta separación de la Iglesia y el Estado. Santorum no reparó en exageraciones y sonoras manifestaciones para expresar su rechazo ("me produce vómito recordarlo", dijo).
En un oportuno comentario para SLATE, David Greenberg desmenuza el sentido de la propuesta kennediana. Un presidente debe ser responsable ante todos los grupos pero no estar obligado por ninguno, y sus decisiones políticas, incluso si están basadas en valores de inspiración religiosa, tienen que resultar potencialmente aceptables por cualquiera, con independencia de sus creencias doctrinales. Este tipo de supuestos son los que revuelven las tripas de Santorum y ameritan el temor a la amenaza de un 'neofundamentalismo' en el horizonte de la vida política de EE.UU.
Lo peor del asunto es que el candidato radical conservador no se distinguió mucho del dubitativo y moderado, Mitt Romney. El 'front runner' ya se había distanciado años antes, en una campaña anterior, de aquella 'doctrina Kennedy', aunque a medias, como viene haciendo con cualquier planteamiento que pueda ocasionarle problemas con los conservadores. Romney puso en su día 'una vela a Dios y otro al diablo', por así decirlo: es decir, una a la religión y otra a la libertad de elección y a la neutralidad religiosa del cargo público. Ahora, ha evitado cuidadosamente pronunciarse, para no desacreditar su perfil moderado y preservar sus opciones de competir con Obama por el electorado más neutro. Su triunfo en Michigan y Arizona refuerza su candidatura, pero persisten demasiadas dudas sobre su triunfo final.
EL MIEDO AL BAÑO DE SANGRE EN SIRIA
En el otro frente donde el arma religiosa está adquiriendo importancia inquietante es Siria. Vaya por delante que la represión del régimen de Assad no puede ser justificada en modo alguno. Pero conviene no olvidar que la violencia empleada por los distintos agentes de la 'camarilla' en el poder (militares, policiales y paramilitares) responde también al apoyo que implícita o explícitamente le están brindando las minorías cuya representación se arroga el clan gobernante.
En un estupendo artículo de Tim Arango, corresponsal del NYT en Irak, se narra con cruda agudeza el miedo de los chiíes al triunfo de la rebelión, que ellos ven como una conjura de los sunníes sirios, con el respaldo de los wahabíes saudíes y otros rigoristas. El escenario de otro Irak, corroído por la violencia sectaria, provoca escalofríos entre los chiíes de Homs, la ciudad más atormentada de la revuelta. Muchos han huido con el convencimiento de que la probable caída del lugar en manos rebeldes desatará una matanza.
La dimensión religiosa del conflicto en Siria ocupa menos espacio del conveniente en los análisis occidentales. Por supuesto que a Washington y al resto de capitales occidentales les preocupa este asunto, y resulta clave en la resistencia a aventurarse en una operación militar según el modelo libio. Pero a los aliados árabes de Occidente, en su mayoría dominados por el sunnismo, esta consideración tiene el fundamento contrario. Durante demasiado tiempo se ha 'soportado' el control de la minoría alauí (una secta cercana al chiísmo, aunque diferente).
Esta situación altera ciertas percepciones clásicas en la región. Que los ayatollahs (chiíes) de Irak temen la caída del régimen baasista de Damasco es una paradoja, a la luz de la historia. Pero esta inversión de lealtades y percepciones de protección se ha alterado con las revueltas árabes. Las rivalidades religiosas se superponen sobre los intereses estratégicos de las potencias occidentales y las cuentas pendientes de los distintos estados de la región. Aunque no resulte el factor clave para determinar el resultado final, los conflictos religiosos y las manipulaciones de que son objeto representan el elemento más emocional, entre otras cosas por ser potencialmente el más sangriento y, en cierto modo, el más desestabilizador.