11 de abril de 2018
El primer ministro de
Hungría, Viktor Orbán, ha reforzado su control casi absoluto del país, con un
tercer triunfo electoral consecutivo. Con el 48% de los votos, dispondrá de mas
de dos tercios del Parlamento. Esta
mayoría le permitirá introducir más cambios en el sistema político y diseñar un
país a su medida (1). Se teme que un aumento del acoso, hostigamiento y hasta
disolución de ongs y medios hostiles,
tibios.
El caso Orban es único en
Europa. Ningún otro dirigente continental atesora tal concentración de poder.
Tal circunstancia ya es de por sí inquietante. Pero lo que verdaderamente
convierte a Hungría en un caso a considerar sin más dilaciones es el modelo nacionalista
autoritario, excluyente, xenófobo y falsario que Orban impulsa.
Este encadenamiento de éxitos
se debe a un conjunto de factores: manipulación de la geografía electoral, uso
de los medios públicos y privados afines como groseros instrumentos de
propaganda, clientelismo social y político, propagación del miedo al inmigrante
y fabricación de enemigo exterior (2). Pero no puede omitirse la división y la
falta de credibilidad del centro y de la izquierda. Es significativo que el
segundo partido de Hungría sea JOBBIK, una formación declarada de ultraderecha,
que ahora quiere moderarse. La esperanza
de la oposición democrática de limitar el poder de Orban se ha desvanecido.
LA LARGA MARCHA
Orban es un caso paradigmático del desencanto
poscomunista. En la Europa central y oriental, no pocos dirigentes querrían ser
como él. De hecho, algunos lo imitan. Más que su estilo personal, su discurso.
Y sus estratagemas (2).
El rápido derrumbamiento del comunismo obligó a
improvisar liderazgos de corte liberal, occidental. Algunos de los viejos apparatchiks se pasaron al socialismo
democrático. Otros se convirtieron en capitalistas conversos. Orban era en 1989
un joven revolucionario que estudió sociología política bajo amparo norteamericano.
Fundó el FIDESZ como organización juvenil liberal, pero los reveses electorales
de los primeros años democráticos le hicieron recapacitar. Poco a poco se fue
haciendo más conservador. Hasta que, en 2011, Orbán cabalgó sobre la ola del
malestar ocasionado por la crisis financiera iniciada en 2008, con un mensaje
identitario, nacionalista, xenófobo. Como otros muchos líderes extremistas
europeos, Orban escarbó en las pulsiones más primarias de un electorado airado
(3)
Las citas electorales se han convertido en
plebiscitos de una gestión tramposa. El gobierno magiar presume de una gestión
económica exitosa. Maquilla cifras macroeconómicas y utiliza el dinero público
para hacer bajar artificialmente el desempleo (4). Utiliza las crisis
migratorias como chivo expiatorio (como en 2015). Apela a oscuras resonancias
medievalistas para proclamar la defensa de la cristiandad frente a la amenaza
islamista. Se inventa enemigos externos y vitupera a prominentes húngaros (como
el judío millonario Soros, que financia actividades de la oposición liberal)
como caballos de Troya de un supuesto
designio extranjero contra el país.
LA DESAVENENCIA EUROPEA
Ante este despliegue de poder autoritario, que sólo
puede compararse a la Rusia de Putin, a quien Orban admira aunque últimamente
haya modulado sus manifestaciones de entusiasmo, ¿qué hace Europa?
Orban se alinea con los
partidos nacionalistas de ultraderecha como el Frente Nacional francés, la Liga
italiana, el UKIP británico o el partido xenófobo holandés de Geert Wilders. De
ellos ha recibido estos días felicitaciones sin cuento. Sin embargo, FIDESZ no
forma parte del grupo que estas formaciones han constituido en el Parlamento
europeo: está adscrito al Grupo Popular Europeo, de centroderecha.
Hay una suerte de doble
discurso entre los conservadores europeos sobre Hungría. Les repugna el despliegue
retórico por su proximidad, cuando no plena coincidencia con las formaciones
extremistas, pero, en privado, o en la práctica, asumen su política. Uno de los principales valedores activos de
Orbán en Europa es Horst Seehofer, líder de la rama bávara de la democracia
cristiana; es decir, el socio por antonomasia de Ángela Merkel. La canciller critica
a su colega húngaro, pero comparte gobierno y estrategia política con el
padrino de Orbán.
Como en “Tenemos que
hablar de Kevin”, la novela de la periodista y escritora norteamericana Lionel
Shriver, la negación de un problema no sólo impide su solución. Lo agrava, lo
prolonga, contribuye a su expansión. La izquierda y los liberales europeos
denuncian esta hipocresía conservadora, pero los rígidos mecanismos del
procedimiento político y parlamentario europeo no permiten avances. Ya se sabe
que expulsar a un miembro de la UE es tan difícil o más que admitirlo. Pero,
aparte de los escollos normativos, hay una complicidad política cada día más
difícil de escamotear.
Dirigentes del Partido Popular europeo minimizan el
riesgo (como hace Franklin con su hijo Kevin, a pesar de las pruebas alarmantes
que le presenta su esposa Eva). Los populares
consideran que Orban es muy ruidoso, pero hace muchos menos destrozos de lo
que proclama. Por supuesto, admiten que la interferencia en la justicia, el
control autoritario de los medios, las manipulaciones del censo y de los
distritos electorales, la utilización propagandista de los fondos europeos y
otras herramientas típicas y tópicas del populismo nacionalista son prácticas
condenables. Pero aseguran que no vulnera principios y leyes europeas. Los
conservadores formulan críticas, pero se niegan a tomar medidas punitivas (5).
El propio jefe del grupo parlamentario popular, el francés Joseph Daul, deseó
el triunfo electoral de Orban, para que “siguiera proporcionando prosperidad y
estabilidad a los ciudadanos húngaros”.
NOTAS
(1) “Hongrie: le nationaliste Viktor Orban triomphe aux législatives”. LE MONDE, 8 de abril.
(2) “How Viktor Orban and central european leaders attack civil society”. MICHAEL
ABRAMOWITZ Y NATE SCHENKKAN. FOREIGN
AFFAIRS, 6 de abril.
(3) “How a liberal dissident became a far-right hero, inMI Hungary and
beyond. THE NEW YOR TIMES, 6 de abril.
(4) “An economic miracle in Hungary, or just a mirage? THE NEW YORK TIMES, 3 de abril.
(5) “EU center-right bloc accussed of sheltering Hungary’s Orbán”. THE
GUARDIAN, 5 de abril.