IRÁN: EL COMIENZO DE UNA INCIERTA TRANSICIÓN

11 de enero de 2017
                
La muerte de Akbar Hachemi Rafsanjani abre un largo periodo de transición y cambio en Irán, según la mayoría de los expertos. El fallecido fue Jefe de Estado, y antes presidente del Parlamento, pero sobre todo el cabeza de fila del sector pragmático del régimen, expreso defensor de una apertura ideológica, de relaciones constructivas con Occidente, y en particular con Estados Unidos. En definitiva, de nuevos horizontes, para salvar la Revolución Islámica.
                
En el momento de su muerte, Rafsanjani era el responsable del llamado Consejo del Discernimiento, uno de los múltiples centros de poder y control del abigarrado entramado constitucional iraní. La misión de este organismo era dirimir los conflictos de competencias y posiciones entre la poderosa Asamblea de Guardianes (una especie de Comité Central de la jerarquía chií) y el Parlamento, para depurar los proyectos legislativos.
                
Pero más allá de sus responsabilidades institucionales, oscuras como casi todas las que conforman el sistema político y jurídico de la República Islámica, la importancia de Rafsanjani estribaba en su fuerte influencia personal, su acreditada experiencia y el intangible que supone en Irán haber sido una persona de confianza del Ayatollah Jomeni, padre del Irán actual.

La desaparición de Rafsanjani debilita a los sectores moderados que se aglutinan en torno al actual Presidente de la República, Hassan Rouhani, un clérigo que estudió en Gran Bretaña y que ha defendido una línea aperturista y conciliadora, empeñado en alcanzar un acuerdo sobre el control del programa nuclear, con el decisivo apoyo del jefe de la diplomacia, Mohammad Javad Zarif, con formado también en Occidente, en su caso, en los EE.UU.

Si Rouhani y Zarif se han podido mantener en sus puestos y sacar adelante el acuerdo nuclear ha sido por el respaldo persistente de Rafsanjani. Contrariamente a otros pragmáticos o moderados, Rafsanjani gozaba de la amistad y el respeto de Alí Jamenei, el Guía Supremo, una figura que está por encima, moral y operativamente, del Ejecutivo y del Legislativo, y que simboliza en su persona la cristalización institucional de la teocracia iraní.

Es sabido en Irán que Jamenei no habría podido alcanzar la cúspide del régimen islámico sin el respaldo, en su momento, de Rafsanjani. Las amplias discrepancias entre los dos veteranos dirigentes eran públicas y notorias. El propio Guía Supremo lo admitía en su mensaje de condolencias, para añadir que esa circunstancia “nunca pudo romper su amistad”.
                
Ahora, sin el poder equilibrador de Rafsanjani, la gran pregunta es si los duros del régimen, entre los que suele posicionarse el propio Jamenei, aprovecharán para derrotar a los moderados. En junio deben celebrarse elecciones presidenciales y los mecanismos de selección de candidatos, un complicado filtro donde cada facción ejerce su influencia real para vetar o habilitar a los aspirantes, puede convertirse en una trampa mortal para las aspiraciones de continuidad de Hassan Rouhani. 

LA SUCESIÓN CLAVE

Sin embargo, con ser importante, la lucha por la Jefatura del Estado no es la batalla principal. El acontecimiento que se contempla con mayor interés en Irán es la sucesión del propio Jamenei, que no puede demorarse mucho, ya que su salud parece precaria (1).

La elección del Guía Supremo corresponde a los 88 miembros de la mencionada Asamblea de Expertos, según un procedimiento establecido en la Constitución, pero no aplicado a rajatabla hasta ahora, ni en la elección del propio Jomeini, ni en la de Jamenei.  En el caso en que el actual Guía muera de forma repentina y los santones chiíes tarden en alcanzar un acuerdo sobre su sucesor, está contemplado que asuma esa suprema responsabilidad una terna o triunvirato compuesto por el Jefe del Estado, el máximo responsable del aparato judicial (una especie de Presidente del Tribunal Supremo) y un miembro del Consejo de Guardianes, un selectivo comité de la Asamblea de Expertos, designado por el Consejo del Discernimiento, el órgano que precisamente dirigía el fallecido Rafsanjani. Algunos expertos creen que la influencia de los Guardianes de la Revolución, la fuerza paramilitar que no sólo asegura la tutela de los intereses exteriores de la República Islámica, (2), sino que atesora un formidable poder económico, con el control de importantes sectores industriales (3).

Este endiablado equilibrio de poderes esconde una lucha mucho más descarnada y en absoluto piadosa por el poder real. Como quiera que no existe un candidato de consenso entre las distintas facciones, ni siquiera uno claro de cada una de ellas, se anticipa un proceso complicado y muy oscuro. Para no dificultar más la comprensión de este artículo, evitamos ofrecer una lista de los principales favoritos. Lo importante para el lector es que Irán se encuentra inmerso en una transición entre la etapa de consolidación de la Revolución y un futuro incierto. Y en esto, llega un cambio, no menor precisamente, en el Gran Satán, como le siguen denominando no pocos provectos exponentes del régimen a Estados Unidos.

LA INFLUENCIA EXTERIOR

¿Cómo puede afectar el mandato de Trump en las relaciones irano-norteamericanas? Como casi todo lo que se refiere al presidente electo, imposible de pronosticar con razonable índice de verosimilitud. Trump insinuó en la campaña electoral que renunciaría al acuerdo nuclear, pero posteriormente, algunos de los miembros más influyente de su equipo de gobierno, en particular el candidato a dirigir el Pentágono, el ex-general de marines, Mattis, ya ha reconocido que “no hay vuelta atrás”, ya que se trata de un acuerdo con Irán sino con los principales aliados de Estados Unidos y también con la Rusia de Putin, con la que el nuevo Presidente quiere mantener una relación constructiva y de cooperación (4)

El factor ruso en la ecuación Estados Unidos-Irán puede ser decisiva, o al menos muy determinante, y de eso se felicitaba recientemente el embajador de Moscú en Teherán. La guerra de Siria ha servido de banco de pruebas del acercamiento entre Rusia e Irán, con todas las reservas y cautelas precisas. A los dos países se ha unido Turquía, en una arriesgada triangulación diplomática, por atrevida que sea, como sostiene el principal analista sobre Irán en el International Crisis Group (5). En todo caso, este escenario va a obligar a la nueva administración a olvidarse de las simplificaciones demagógicas de campaña para poner en manos expertas la gestión de sus intereses en esa convulsa zona del mundo.

Irán, por tanto, empieza a transitar una complicada y peligrosa transición, que será generacional, pero quizás también ideológica y de identidad. No parece inteligente un atrincheramiento doctrinal, como pretenderían los más ortodoxos. Pero el programa de apertura que haga posible una verdadera expansión económica, base de la recuperación social del régimen, no puede darse por garantizada. La acción exterior será fundamental, no sólo de Estados Unidos, sino también del resto de Occidente. Las potencias europeas parecen tenerlo claro y lleva meses intentando forjar nuevos vínculos comerciales y de inversión en el país, aprovechando que el levantamiento de las sanciones puede propiciar una mejora de las condiciones económicas para la población, aunque no inmediata (6). Pero la incertidumbre sobre la futura política de la Casa Blanca está dificultando esos esfuerzos.

NOTAS

(1)    “L’Iran prepare la sucession du Guide suprême”. LE MONDE, 23 de Febrero de 2016.

(2)    “Rafsanjani’s death could increase the IRGC’s Succession role”. MEHDI KHALAJI. THE WASHINGTON INSTITUTE OF THE MIDDLE EAST, 9 de enero de 2017.

(3)    “The Iran industrial complex”. ALEX VATANKA. FOREIGN POLICY, 17 de octubre de 2016

(4)    “Can ‘Mad Dog Mattis temper the impulsive President elect”. DAN DE LUCE Y PAUL MCCLEARY. FOREIGN POLICY, 29 de noviembre de 2016.

(5)    “Turkey and Iran’s dangerous collision course”. ALI VAEZ. NEW YORK TIMES, 18 de diciembre de 2016.

(6)    “Why Iran is finding it hard to create jobs”. THE WASHINGTON POST, 5 de Diciembre de 2016.