UNA LLAMADA DE AUXILIO

23 de noviembre de 2010

Por extravagante que parezca, a eso suena el ataque militar norcoreano contra una isla de Corea del Sur en el Mar Amarillo, a primera hora del martes. De momento, ya se sabe que ha habido al menos un par de soldados surcoreanos muertos y varios heridos.
El ataque se produce en plena transición política. O mejor dicho, en medio de una liturgia sucesoria. El enfermo líder Kim Jong Il, Kim II, para entendernos, ha proclamado ya al benjamín de sus hijos, Kim Jong Un, Kim III, como futuro padre del país. El nuevo príncipe tiene 27 años y, por lo que se sabe, carece de experiencia política. Su impredecible padre le ha colocado una guardia pretoriana estrictamente familiar: un cuñado cumplirá el papel no declarado de regente y una hermana disciplinará cualquier tentativa de disidencia militar.
Con motivo del aniversario del régimen, las autoridades permitieron la visita de la prensa occidental a Pyongyang. Algunos corresponsales extranjeros intentaron atisbar el humor de una población desesperada. Pero hubieran necesitado más tiempo y menos limitaciones para hacerse una idea ajustada de lo que ocurre allí dentro. Después de un mal año, o sea de malas cosechas, habría vuelto la escasez de productos básicos y, en algunas zonas, el hambre. La revalorización propagandística de la moneda ha coadyuvado al desastre.
Este escenario de catástrofes, oscuridad e intrigas convierte a Corea del Norte en un "reino medieval shakespeariano", una ocurrente construcción del diplomático norteamericano Christopher Hill, considerado un experto en Corea del Norte, porque dirigió las negociaciones nucleares con el régimen hace unos años. A Hill lo cita el celebrado analista de NEWSWEEK, Fareed Zakahria, en un reciente artículo sobre la preocupación que debe suscitarnos la inestabilidad crónica de un país en el umbral de convertirse en nueva potencial nuclear.
Asombrosa realidad de un país, que muestra una ineptitud o un desprecio -o ambas cosas a la vez- escandalosos en alimentar y proporcionar una vida decente a sus propios ciudadanos y, por el contrario, exhibe su capacidad para adquirir, desarrollar y mantener una sofisticada tecnología.
Este mismo domingo, THE NEW YORK TIMES publicaba a toda página en su portada que un científico norteamericano, Sigfrid Hecker, acababa informar a la Casa Blanca de que el régimen norcoreano había desarrollado una planta de enriquecimiento de uranio dotada de un millar de centrifugadores de la tecnología más avanzada. Las autoridades norcoreanas habían permitido al científico que visitara ampliamente las negociaciones, lo que indica que estaban mandando un mensaje a Washington y al mundo.
La puja nuclear obedece a la paranoica creencia de que sólo desde mediante la capacidad de amenaza puede lograr restablecer una negociación ventajosa con las grandes potencias internacionales, obtener sustanciosas ayudas económicas y conseguir el avalar para consolidar potencial atómico con el que superar su angustioso déficit energético.
Las provocaciones militares también podrían estar destinadas a reclamar atención preferente en las agendas de los dos grandes polos del actual poder mundial: China y Estados Unidos. En marzo, torpedos norcoreanos hundieron una fragata surcoreana con casi cincuenta marinos a bordo, en otra zona marítima fronteriza. Hace un mes se produjeron de nuevo escaramuzas.
Pero habría un elemento adicional, éste de consumo interno, que explicaría el "gamberrismo" norcoreano. La proximidad de maniobras militares surcoreanas podría explicar esta última bravuconada. Se trataría de demostrar que la sucesión inminente del líder no acarrea debilidad y que las gloriosas fuerzas armadas están dispuestas a golpear primero y todas las veces que sean necesarias. Ejercicio que, por repetido, resulta ineficaz. Pero no por ello menos peligroso. Es de esperar que el gobierno de Seúl atienda las peticiones de contención que le aconseje Estados Unidos y que China atempere a su díscolo protegido.

LOS REPUBLICANOS ABREN FUEGO

18 de noviembre de 2010

La oposición republicana en Estados Unidos parece impaciente en demostrar que no está dispuesta a dar tregua ni cuartel a Obama. El campo de batalla no se limita a los asuntos interiores (economía, fiscalidad, servicios sociales, inmigración, etc.), sino que se extiende también a la política exterior, aún a riesgo de debilitar la capacidad de maniobra diplomática del Presidente.
Esta semana, cuando todavía no se ha despejado completamente la resaca electoral, importantes voces del Partido han cuestionado dos de los principales puntos de la agenda exterior de la Casa Blanca: Afganistán y Rusia.
En una primera reacción al anuncio de retirada de las fuerzas de combate en Afganistán en 2014, John McCain, rival de Obama en las elecciones, se ha apresurado a comentar en televisión que "así no se libran las guerras". Una primera señal de lo que le espera al Presidente, incluso de un moderado como el senador de Arizona.
Más llamativo e inmediato ha sido el anuncio del boicoteo republicano a la ratificación, antes de final de año del renovado Tratado de Reducción de Armas Nucleares Estratégicas. El llamado NUEVO START fue cerrado por Obama y Medvedev el pasado mes de abril, en Praga, y deberá sustituir al anterior, el SORT, que expiró en diciembre del año pasado pero seguirá funcionando provisionalmente hasta que entre en vigor el nuevo.
UN TRATADO MODESTO
Como todos los acuerdos de armamento, El NUEVO START es un logro modesto, pero supone un paso adelante en ese mundo desnuclearizado que Obama prometió en Praga meses después de llegar a la Casa Blanca. Éstas son sus características esenciales:
-reducción de un 30% en las cabezas nucleares, hasta un límite de 1.550, y techo de 700 para cohetes o lanzadores.
-posibilidad de ulteriores reducciones sujetas a diversas condiciones.
-un sistema más preciso y garantista de las inquietantes instalaciones nucleares rusas.
Para despejar las reservas de los más reticentes, los negociadores consiguieron incluir algunos elementos que refuerzan la seguridad de Estados Unidos tal y como se contempla desde Washington. Un intento de compensar los avances con las siguientes cautelas:
-modernización de las armas nucleares que continuarán desplegadas.
-ventanas abiertas al sistema de defensa antimisiles, pese a las reticencias rusas.
-el mantenimiento de las armas nucleares tácticas norteamericanas en Europa.
-garantías de que no habrá más reducciones mientras Moscú no acepte rebajar el número de ingenios nucleares de corto alcance esparcidos frente al perímetro europeo.
REARMADOS CONTRA EL DESARME
A pesar de ello, los republicanos más intransigentes se proponen demorar el proceso hasta que se constituya el Senado salido de las recientes elecciones. El otro senador republicano por Arizona, Jon Kyl, portavoz de su partido en el seguimiento de este asunto, ha aducido falta de tiempo para completar el estudio de una materia tan compleja. Pero el motivo que ha bloqueado realmente el avance del proceso ha sido el desacuerdo presupuestario para esa modernización de los arsenales que prevé el Tratado.
La administración ofreció inicialmente alrededor de 80 mil millones de dólares para un periodo de diez años. Como los republicanos consideraban insuficiente esta cifra y se agotaba el tiempo, el gobierno incrementó la cantidad en 4 mil millones más, a desembolsar de forma inmediata, lo que supone una excepción en las restricciones de gasto que afectan a la gran mayoría de los programas gubernamentales.
La puja por los fondos es claramente una maniobra táctica republicana para hacer imposible la ratificación por el Senado saliente. Daryl Kimball, director ejecutivo de la respetada Asociación para el Control de Armas, ha comentado que el senador Kyl está practicando un descarado juego dilatorio.
En la nueva Cámara, la oposición contará con cinco senadores más, lo que dificultará sensiblemente el propósito de la administración. Para que el Tratado sea ratificado, se precisa una mayoría de dos tercios en el Senado (67 votos). Por lo tanto, Obama necesita que, contando con que todos los miembros de su partido (53) voten a favor, 14 de los 47 senadores republicanos que se sentarán en la Cámara renovada respalden la ratificación.
En otras circunstancias, no sería un objetivo desmedido, teniendo en cuenta sunaturaleza estratégica y la tradición de relativo consenso que suele producirse en materia de política exterior entre los dos partidos. Pero en el clima actual, cualquier asunto es bueno para poner al Presidente contra las cuerdas.
RECURSOS Y LIMITES DE OBAMA
El vicepresidente Biden (a la sazón, presidente del Senado) intentó desactivar la maniobra de Kyl y, en un guiño a los moderados e indecisos, advirtió de los riesgos para la seguridad nacional en caso de que se rechacé el NUEVO START.
La Casa Blanca, en cualquier caso, tiene margen para dar la batalla con perspectivas razonables de éxito. Es significativo que uno de los pesos pesados republicanos, el senador por Indiana Richard Lugar haya defendido públicamente la conveniencia de no demorar la ratificación, desmarcándose así tanto de Kyl como de su propio jefe de filas, el ultra conservador por Kentucky Mitch McConnell, quien ha voceado públicamente que el principal objetivo de los republicanos debe ser impedir la reelección de Obama. Lugar es un republicano moderado, uno de los principales expertos en las relaciones con Moscú y, durante años, sólido aspirante no sólo a las Secretarías de Estado o Defensa, sino a la propia Presidencia. Aunque los vientos de su partido soplan violentamente desde la derecha más intransigente y extremista, es muy probable que Lugar pueda conseguir los catorce votos necesarios.
El ex-candidato presidencial y portavoz demócrata de asuntos exteriores, John Kerry, ha añadido que las relaciones con Rusia están en juego. La Casa Blanca no desea que los enemigos del nuevo Tratado en Rusia aprovechen las maniobras dilatorias o, peor aún, las reservas expresas de los republicanos para bloquearlo. Pero más allá de sus ventajas intrínsecas, la administración confía en que el NUEVO START permitirá consolidar un clima positivo con Moscú para gestionar los dos asuntos más delicados de la política exterior norteamericana: guerra de Afganistán y nuclearización de Irán.
Y existe también un asunto de prestigio, que apunta el WALL STREET JOURNAL. Obama le aseguró a su colega Medvedev, en el encuentro privado que ambos mantuvieron hace unos días en Yokohama (Japón), que la ratificación del NUEVO START sería "su asunto prioritario" para la última sesión de trabajo del actual Senado
Algunos analistas consideran, sin embargo, que la administración no debería empecinarse en una ratificación antes del cambio en el Capitolio. La razón esgrimida es que son mayores los riesgos del fracaso que las ventajas del éxito. Basta que Obama haya hecho saber que le conviene la agilidad, para que los republicanos atasquen el proceso. En este sentido, la Casa Blanca habría servido en bandeja una oportunidad de oro a los republicanos para practicar esa "política de humillaciones en cadena" que se teme desde las elecciones.
Kurt Volcker, ex-embajador norteamericano en la OTAN, en un artículo para CHRISTIAN SCIENCE MONITOR emplea dos argumentos contra el apresuramiento. Por un parte, no debe sobrevalorarse el eventual malestar ruso, ya que las relaciones con Moscú ya han fueron "reseteadas" (sic) con anterioridad. Y, en segundo lugar, que el nuevo Tratado sea ratificado por los senadores que acaban de recibir el respaldo electoral reforzará su crédito político.
En todo caso, estas escaramuzas anticipan un escenario de batalla frontal. Haría bien Obama en reconstruir sus alianzas y esperar poca colaboración de sus adversarios.

SAHARA: EPISODIOS CALIENTES DE UN CONFLICTO ENFRIADO

11 de Noviembre de 2010

Lo que está pasando estos días en el Sahara occidental habrá podido sorprender a muchos, pero no a quienes siguen de cerca la evolución de la última colonia española.Como si se tratara de una novedad, la mayoría de los medios han destacado estos días que, en esta ocasión, la protesta de los saharauis no ha estado relacionada con las reclamaciones de soberanía e independencia del territorio, sino con el deterioro de sus condiciones de vida. Y, sin embargo, hace mucho tiempo que se estaba cociendo a fuego lento una explosión social como ésta, a pesar de que el conflicto político parecía enfriado o relegado a un proceso diplomático fallido y seguramente tramposo.
Más allá del violento levantamiento del campamento de Agdaym Izik y de la represión posterior en diferentes barrios de El Aiún, este episodio caliente de un conflicto que se ha pretendido enfriar pone de manifiesto el fracaso de una estrategia de ocultamiento del problema. Aunque es aún muy pronto para sacar conclusiones, es bastante probable que esta primera gran crisis social en el Sahara con amplia repercusión mediática marque la tendencia de la evolución futura del conflicto y afecte, en distinta medida, a todos sus actores, directos e indirectos, cercanos y lejanos.
EL DESTINO DE LOS SAHARAUIS
Durante muchos años, los saharauis han sido tratados como población de territorio ocupado, aunque el discurso del ocupante haya negado con vehemencia esa realidad y los considerara públicamente como ciudadanos/súbditos meridionales del Rey y Comendador de los Creyentes. Que la retórica oficial era manifiestamente falsa lo evidencia la política de repoblamiento masivo de las "provincias del sur" con marroquíes procedentes de otros lugares del reino, a los que se ofrecía mejores sueldos (si eran funcionarios, en cada uno de los empleos, funciones y categorías) que el resto de sus compatriotas), más infraestructuras (relativamente) y unas condiciones de vida más atractivas (en términos generales). De esta forma, en un par de décadas largas, los saharauis originarios, habitantes de larga data y nómadas sedentarizados ya en proporciones superiores al 80%, se han visto convertidos en minoría dentro de su propio país. En estos momentos, con la prudencia que aconseja el asunto, puede decirse que la población implantada en el Sahara y sus descendientes sobrepasa a la que pudiera considerarse, con todos los matices precisos, como originaria.
La mayoría de esa población originalmente saharaui se siente partícipe de una identidad nacional y mantiene la aspiración de pronunciarse sobre su futuro y sus derechos políticos como pueblo. Y sigue reconociendo a la RASD (la República Árabe Saharaui Democrática) como la expresión política de su estado provisional, aunque puedan detectarse críticas al gobierno saharaui en el exilio y diferentes sensibilidades políticas. En esa mayoría, ahora minoritaria si se toma el conjunto de residentes y nuevos pobladores del Sahara, siguen vivos los lazos de hermandad con la población desplazada que resiste y espera en los campamentos de refugiados de territorio argelino. Residentes y refugiados saharauis mantienen la independencia como aspiración irrenunciable.
Sin embargo, hay que vivir todos los días, y en los últimos años, las reivindicaciones cotidianas, de orden social y económico y de contenido práctico, han pesado mucho más en la definición del malestar frente al poder extranjero que los administra. Esta realidad puede desbordar la capacidad representativa y el poder de interlocución del Frente Polisario o de la propia RASD. El actual ciclo de protestas y otras anteriores menos publicitadas se han realizado sin el liderazgo evidente del movimiento de liberación nacional. Los dirigentes polisarios deben admitirlo y tenerlo en cuenta. La última crisis ha estallado en vísperas de una nueva ronda negociadora, que concluyó con estériles resultados. Ninguna de las dos partes ha demostrado capacidad para controlar los acontecimientos. Las respuestas sociales parecen mostrar amplia autonomía de las estrategias políticas.
LAS CONTRADICCIONES DE MARRUECOS
Para Marruecos, el drama de estos días pasará factura. La estrategia de enfriar el conflicto, eludir y obstaculizar las resoluciones de la ONU, trabar el proceso referendario, jugar con la indiferencia de las potencias influyentes en la zona y manipular o exagerar riesgos para los intereses occidentales presenta límites cada vez más difícil de soslayar.
La respuesta represiva es la peor que podría ofrecer Marruecos, y eso lo saben muy bien en Rabat, desde la Casa Real hasta el responsable gubernamental más básico. Tanto es así, que, durante años, han puesto en la vitrina del Sahara justo lo contrario, aunque en la trastienda no han dejado de existir las prácticas más terribles de represión. La violencia institucional y abierta pone en evidencia el nerviosismo del Majzén, el conglomerado de poder en Marruecos. La realidad social saharaui ya no admite simplemente el método del palo y la zanahoria. Los colonos han dejado de disfrutar de una vida de privilegios. El deterioro de las condiciones de vida también les alcanza. Si Rabat fomenta o consiente el enfrentamiento civil, para enmascarar o justificar la represión oficial, el resultado puede ser mucho más inquietante y más elevado el riesgo de perder el control.
Frente a las potencias extranjeras influyentes, Marruecos ha vendido estos años que su control sobre el Sahara representaba una garantía y un apoyo en la vigilancia y contención de la amenaza islamista, nucleada en torno a las ramas magrebí y saheliana de Al Qaeda. El secuestro de ciudadanos occidentales en regiones próximas le ha proporcionado a Marruecos el discurso sustitutivo de agente occidental local que tuvo en la guerra fría frente a la amenaza soviética. Entonces, su gran rival, Argelia era un aliado de la Unión Soviética, muy sui generis, desde luego, pero útil como referencia de confrontación global. Sin mundo bipolar, la enemistad entre ambos países del Magreb continúa. En Argelia, el desafío integrista ha conocido periodos más terribles, pero sigue vivo. Como lo está en Marruecos, y con más razón para preocuparse, porque el fenómeno no es implantado sino autóctono.
Yolanda Sobero, compañera periodista de Televisión Española, acaba de publicar un libro sobre el conflicto del Sahara en el que analiza todas las claves históricas y presentes del conflicto. Durante el acto de presentación de su obra, celebrado esta misma semana en Madrid, resaltaba, entre otras contradicciones, la paradoja de la estrategia internacional marroquí. El gobernador de El Aiún le justificaba el control del Sahara como esencial para neutralizar los riesgos islamistas que se le presentan a Occidente, cuando, en realidad, como señalaba Yolanda, el peligro islamista en Marruecos no viene del sur, sino que anida en el corazón del reino, en Casablanca, la gran urbe en peligro permanente de explosión.
LA MALA CONCIENCIA ESPAÑOLA
El gobierno español ha escuchado críticas de distinta procedencia y de solvencia desigual por su reacción a los acontecimientos de estos días. Los sectores de apoyo a la causa saharaui le reprochan al gobierno falta de compromiso, ambigüedad, pasividad ante los excesos represivos marroquíes, desinterés por la evolución del conflicto, inhibición y desplazamiento de responsabilidad hacia la ONU. Puede entenderse el desconcierto oficial e incluso el patinazo de algún flamante ministro (Ramón Jáuregui), hablando en términos de "soberanía" de Marruecos marroquí en el pleno del Congreso para luego corregirse acertadamente en los pasillos y afirmar que quiso decir "administración". O puede comprenderse la tibieza de la Ministra de Exteriores, intentando medir sus palabras, desde el otro lado del Atlántico. En realidad, y sin escatimar los errores e insuficiencias del actual gobierno, lo cierto es que es toda trayectoria de la España democrática en el Sahara lo que merece la pena evaluar.
Ninguno de los gobiernos democráticos, desde 1979, parecen haber acertado. Las distintas políticas de apaciguamiento de Marruecos no han dado resultado y, sin embargo, se mantienen, con formas y estilos diferentes. Es cierto que el comportamiento de Rabat hay que medirlo por lo que hace y no por lo que dice que hace o va a hacer. Que en el balance de las relaciones bilaterales, los sucesivos gobiernos españoles han ido preservando mal que bien sus intereses durante estas últimas décadas, ya sea en la explotación del recurso pesquero, en el control del tráfico de droga, en la canalización de las reivindicaciones territoriales, en los flujos migratorios o la vigilancia del fenómeno islamista. Pero es difícil evitar la sensación de que en el asunto del Sahara el resultado es negativo. Puede haber tres razones:
- Una, que ése haya sido el precio de otras concesiones o contenciones o frustraciones marroquíes, y que se haya aceptado el canje como ejercicio de pragmatismo.
- Dos, que los sucesivos gobiernos no hayan sentido verdadera presión de la opinión pública, más allá de una simpatía moral por la causa saharaui y determinadas acciones solidarias, para que realizaran una política más acorde con la responsabilidad histórica y jurídica de España.
- Y tres, que los intereses de los aliados norteamericano y francés haya servido de pantalla o dique a otro comportamiento público español más comprometido, hasta el punto de colaborar en escamoteo de los mandatos internacionales
No se trata de opciones excluyentes, sino todo lo contrario. Con toda seguridad, es la combinación de las tres razones lo que explicaría esta "mala conciencia española", para decirlo en las acertadas palabras de nuestra compañera Yolanda Sobero.

PAREJAS AUSTRALES

6 de noviembre de 2010

Si Néstor Kirchner no hubiera muerto repentinamente, Argentina y Brasil habrían compartido una curiosa característica: ser gobernados por parejas de diferentes naturaleza, pero con una misma vocación, la de afianzar un modelo político y un proyecto de largo alcance, superador de las crisis y limitaciones endémicas que venían arrastrando sus respectivos países durante décadas.
Ahora, con la desaparición del anterior presidente argentino, esa simetría se desbarata, pero permanece de alguna manera su espíritu. Nótese que hablo de simetría y no de alianza. La relación entre Lula-Rousseff y Kirchner-Kirchner era buena, pero representaban estilos ligeramente distintos y, desde luego, consideraciones muy diferentes por parte de los grandes poderes occidentales, singularmente el económico.
DE LULA A DILMA
La victoria de Dilma Rousseff hace justicia al mandato de Lula, lo reivindica, le da profundidad y tiempo de maduración y representa la ruptura definitiva contra el veto fáctico a la izquierda en el gran gigante iberoamericano. Lula no sólo ha permanecido ocho años en Planalto, sino que ha concluido su mandato con el 80 por ciento de popularidad, el grado de aceptación ciudadana más alto en la historia reciente de la República. No sólo el país no ha retrocedido en los sacrosantos indicadores económicos, sino que la prosperidad se ha extendido y ha alcanzado también, aunque menos de lo deseable, a la capas más desfavorecidas. Su peso internacional no ha disminuido, sino, por el contrario, ha aumentado, a pesar de la incomodidad que, de forma puntual, ha provocado en el gran hermano del Norte (en particular su iniciativa para encauzar el conflicto nuclear con Irán).
El balance de Lula, por lo tanto, más que positivo, es notable, o incluso sobresaliente, si se toman en cuenta las difíciles condiciones en que se ha ejercido. No obstante, los medios progresistas brasileños hacen notar elementos criticables del periodo de Lula y aspectos claramente mejorables. Hace unos días, el presidente de la coordinadora de ONG´s de Acción Social de Brasil, Damien Hazard, en un artículo publicado por varios diarios internacionales, admitía los "avances incontestables" logrados durante el gobierno de la izquierda brasileña, , pero señalaba las "dudas y descontentos" que ha dejado la gestión. A saber: la persistencia de las desigualdades, los beneficios descomunales de los bancos y las grandes empresas, la morosidad de la reforma agraria, la banalización de la violencia policial en los suburbios urbanos, la impunidad de los crímenes cometidos contra trabajadores rurales, etc. A juicio de Hazard, una de las causas de estas limitaciones es la debilidad de la democracia participativa brasileña. El gobierno de Lula habría buscado, según muchas ongs, más la legitimación de los movimientos sociales que su "participación crítica y autónoma".
Esos retos pendientes serán traspasados automáticamente a la nueva presidenta, a partir de diciembre. Algunos analistas creen que Dilma Rousseff acentuará el perfil progresista del gobierno y abordará con más ambición el desafío reformista. Pero son especulaciones, recogidas sobre todo en los medios anglosajones y probablemente basadas en su pasado izquierdista. En todo caso, es cierto que algunas observaciones realizadas durante su campaña, apuntan en ese sentido. La candidata prometió esforzarse en la creación de millones de nuevos puestos de trabajo mediante fuertes inversiones públicas en construcción de vivienda social y en la mejora de la infraestructura del país. Las saludables cuentas públicas permitirán a Rousseff favorecer "un mayor papel del estado en la economía", según el NEW YORK TIMES.
Ése será el gran dilema de Dilma Rousseff. Si realizar una política esencialmente continuista o permitirse profundizar, de forma prudente pero firme, en el giro a la izquierda. Va a ser escrutada con lupa. Como, pese a su competencia demostrada y a su fuerte personalidad, no tiene el carisma de Lula y, en ese sentido, se percibe más vulnerable, no debe descartarse que caiga sobre ella la acusación de izquierdista.
COMPAÑERAS DE GÉNERO
Despierta cierta curiosidad las relaciones de presidenta a presidenta entre Dilma Rousseff y Cristina Fernández, aunque ambas de conocen ya muy bien y sus relaciones parecen ser muy buenas. Han compartido estrategias en el desarrollo de Mercosur, en los pasos aún preliminares de la integración política latinoamericana y tienen un proyecto bilateral de gran trascendencia en el plano de la seguridad nuclear.
Los analistas internacionales se han esforzado en agrandar el contraste entre la izquierda moderada que ha representado Lula (con el apoyo de Rousseff) y la radical que ha enarbolado Chávez. Al peronismo de los Kirchner no se la ha encontrado acomodo fácil ni unánime. Unos lo acercan más al líder venezolano, en parte por las evidentes muestras de simpatía mutua, amén de otros casos de respaldo financiero chavista a la campaña del matrimonio. También ha influido la indocilidad de los Kirchner frente al FMI y a sus recetas. Pero el tono izquierdista de los dos últimos gobiernos argentinos, desde el abordaje de la dramática crisis de 2001-2002, no puede desligarse de la retórica peronista, por mucha actualización que la pareja presidencial haya sabido imprimirle en estos últimos años.
Al cabo, son las condiciones de fondo y no las opciones ideológicas lo que permite explicar mejor las diferencias entre las gestiones de ambas parejas australes. La coyuntura ha sido favorable en los dos países. El alto precio de las materias primas ha beneficiado a Brasil y Argentina. Pero hay diferencias de dimensión, de calibre. Más modesta, la economía argentina ha encontrado más dificultades para superar la convalecencia.
También pueden señalarse diferenciaciones políticas. Los Kirchner se han encontrado con una hostilidad creciente, a veces alimentada por ellos mismos, como estrategia de movilización. En cambio, Lula ha ido desactivando la oposición interna, una vez superados los escándalos de corrupción de su primer mandato, mediante una pragmática política de pactos y acuerdos informales y no tan informales. Es cierto que los dos gobiernos han sido sometidos a marcajes inclementes de los medios, pero Lula ha podido contener algo mejor las polémicas.
El futuro seguramente no será muy diferente. Pero ciertas cosas han cambiado. Dilma será ahora la presidenta, pero es previsible que cuente con Lula como respaldo e inspirador, aunque sin limitar su capacidad de maniobra ni sofocar su iniciativa, porque sería fatal para el desarrollo de su mandato. Cristina estrena viudez política, porque su marido es su único aliado real y poderoso. El apoyo de otros sectores peronistas no debe darse por descontado, más allá de las amabilidades y cariños propios exclusivamente del periodo de duelo. Ambas mujeres exhiben un carácter fuerte. Si logran una comunicación intensa y productiva, podrían fortalecer la tendencia progresista en Latinoamérica para muchos años. De momento, ya se ha anunciado que Rousseff visitará Argentina antes de tomar posesión, para participar en la Cumbre Iberoamericana de Mar del Plata. Lo que servirá, también, para ajustar agendas. Cristina felicitó a Dilma en estos términos: "bienvenida al club de las compañeras de género".
Las rivalidades entre ambos países deberían quedar limitadas al terreno futbolístico. En todo lo demás, y aún admitiendo ciertas dificultades objetivas, argentinos y brasileños podrían beneficiarse muy notablemente de una relación positiva entre estas dos parejas australes, aunque una de ellas haya enviudado.

HACIA EL OBAMA 2.0

3 DE NOVIEMBRE DE 2010

El giro a la derecha en Estados Unidos, con el triunfo de los republicanos -o mejor: la derrota demócrata- en las legislativas deja algunas consideraciones de urgencia:
1) Una vez más, las elecciones legislativas de mitad de mandato presidencial castigan al partido gobernante. Es casi una ley de hierro de la política norteamericana, que admite escasas excepciones, y siempre motivadas por climas de emergencia: el más reciente, en 2002, cuando se votó bajo el clima de arropamiento al presidente Bush tras el trauma del 11 de septiembre y el intenso clima prebélico inducido en el país. En esta ocasión, los republicanos podrán presumir de haber obtenido un resultado similar al que comandó Newt Gingrich, en 1994, frente a un debilitado Bill Clinton.
2) El control demócrata del Senado, por los pelos, atenúa la marea conservadora y le proporciona a Obama margen de maniobra. Lo que no está tan claro es cuál será la nueva estrategia de la Casa Blanca, más allá de las obligadas proclamas de mano tendida. No se visualiza muy bien cómo será ese Obama 2.0. Es más que dudoso que tenga capital político para convencer a sus desmoralizados correligionarios de que es preciso rearmarse moral y políticamente para retomar y reorientar el programa de reformas. Ni siquiera es seguro que quiera hacerlo. Más probable se antoja que opte por tomar el camino que le parezca menos peligroso para intentar la reelección.
3) Nuevamente, los demócratas se han mostrado incapaces de mantener una sintonía y una complicidad suficiente como para neutralizar una intensa campaña de intoxicación y manipulación propagada por poderosos medios de comunicación, cada vez más vinculados a los grandes intereses corporativos. El desencuentro entre el presidente Obama y numerosos dirigentes demócratas ha sido casi tan escandaloso como la falta de sintonía de éstos con las bases sociales más interesadas en la profundización de un cambio frustrado.
4) Las grandes operaciones de marketing político se quiebran ante pruebas exigentes de la realidad social y económica. Obama no ha representado revolución alguna, ni un desafío al establishment, ni siquiera una alteración sustancial de la forma de concebir la política en Estados Unidos, como muchos medios e intelectuales europeos proclamaban hace dos años. El actual presidente no es responsable del desaguisado económico que ha tenido que gestionar, pero en el ejercicio del poder no ha demostrado la audacia que le sirvió para conquistarlo. Demasiadas vacilaciones, mucho miedo a ser castigado por quienes lo tenían sentenciado antes de empezar y exhibiciones de unos reflejos políticos en los que resulta difícil rastrear ese nuevo estilo tan publicitado en su campaña.
5) Con el auge un poco artificial Tea Party puede ocurrir algo parecido. La supuesta consagración de este movimiento político ultra no ha sido completa. Los resultados han consagrando a algunas de sus figuras como Rand Paul, en Kentucky, o a Marc Rubio, en Florida; pero han dejado fuera a otras figuras emergentes, con la estridente Christie O´Donnell (Delaware) a la cabeza. Otra prueba de que el éxito no ha sido completo es que algunos objetivos preferentes del Tea Party han salvado la cabeza, como el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, o la derrota conservadora en California o Nueva York, donde aguantas los baluartes liberales. Habrá que ver cómo digiere el Partido Republicano esta presión ultraconservadora. Puede parecer arriesgado decirlo en estos momentos de euforia, pero es muy probable que estos ácratas de derechas se terminen convirtiendo en una pesadilla para el gran partido conservador estadounidense. De momento, su relevancia está siendo magnificada por medios y operadores políticos que han visto en el movimiento un instrumento eficaz de desgaste de la administración Obama.
7) El sistema político norteamericano muestra sus carencias y perversiones, para quien se esfuerce por verlas, naturalmente, más allá de la espuma y la superficialidad proverbial del espectáculo. El despilfarro que se ha producido resulta especialmente escandaloso en estos momentos de desempleo crónico, de estrangulamiento crediticio, de desahucios y pesimismo generalizado. Por no hablar de la las ominosas prácticas de privación de voto y otras artimañas, que siguen sin ser atajadas por falta de una voluntad real de reforma en profundidad del sistema y de sus mecanismos.
8) Una vez más, se corre el peligro de que las anécdotas le roben el foco principal de los análisis a las grandes cuestiones de fondo, que los triunfos o derrotas personales merezcan más atención que las tendencias o movimientos de fondo, que son anteriores y serán posteriores a esta cita electoral. La maquinaria del espectáculo político exige refrescar actores y renovar caras. No sólo para actualizar los repartos, sino también para ir madurando las golden stars del futuro próximo, que tienen cita en las presidenciales de 2012. Pero las elecciones no han resultado determinantes para señalar a los precandidatos republicanos. ¿Surgirán demócratas avispados que estimen no disparatado hacer sombra a Obama?
9) Los dos años que restan hasta las presidenciales serán de gran combatividad conservadora y de perplejidad progresistas. No es descartable, como auguraba Krugman hace unos días, una ofensiva republicana en toda regla, e incluso un repetición del bloqueo del gobierno.
10) Atención a las lecturas interesadas que se harán de estas elecciones en España y en otros países europeos. Ya se han venido escuchando algunas extrapolaciones sonrojantes sobre la significación del Tea Party y los estímulos para demoler lo que queda del Estado y de las políticas públicas. El debate se acentuará en los próximos meses, de forma oportunista y seguramente superficial.