GOODBYE MRS. CLINTON… ¿HELLO MRS. CLINTON?

6 de junio de 2008

Los medios norteamericano lo proclaman: se acabó el drama de los demócratas norteamericanos. Hillary ha concedido la victoria de Obama en las primarias.

Pero ahora, cerrado el drama, los dos candidatos demócratas tendrán que interpretar una cierta comedia. La comedia política de deshacer los reproches y convertirlos en argumentos definitivos contra el rival republicano. Y no será una comedia menor, si Obama decide escoger a la senadora Clinton como compañera de candidatura.

Habrá que afinar bien el discurso, engrasar los motores y reparar los baches para que la segunda campaña no termine en tragedia. Porque, para el electorado más liberal, más progresista del espectro político norteamericano, una derrota demócrata en noviembre, después de estos ocho años terribles, sería lo más parecido a una tragedia política.

En un artículo reciente (“Balada para dos gladiadores”, 25 de abril), comentaba las posibilidades y la conveniencia de un ticket Obama-Clinton. Muchos lo descartaron, ahora se ve que prematuramente. El asunto está de nuevo en la agenda. Más claro: es el asunto del momento en la agenda del candidato Obama, por mucho que en su círculo se intente negar la urgencia de la decisión.

Algunos comentaristas anglosajones vuelven sobre sus pasos, se corrigen y rectifican y lo que consideraban inviable o inconveniente se percibe ahora incluso como saludable.

Uno de los cronistas políticos del NYT resaltaba los riesgos que entrañaba para Obama escoger a Hillary como compañera de candidatura. Pero también las ventajas.

Los riesgos: se evaporaría el mensaje de renovación, porque Clinton representa una mirada atrás; se podría dar la impresión de que se ha cedido a las presiones de los seguidores de la senadora, algunos implacables con Obama en las primarias; y, de ganar, habría que encajar la influencia del llamado efecto Billary ( o sea, la combinación de Hillary y de su marido ).

Las ventajas: se sumarían fuerzas (obvio); se anestesiarían las rencillas (por la perspectiva de tocar poder desde 2009); se multiplicaría el carácter histórico de la propuesta demócrata (negro+mujer); se acumularían garantías en estados donde Hillary ha sido muy fuerte (los de mayor peso electoral) y Obama mucho más débil y vulnerable al mensaje de Mc Cain.

Otros comentaristas y bloggers cabalgan sobre la hillaryfobia tan activa en Washington para recomendar a Obama que se abstenga de caer en la tentación de calcular los réditos políticos de contar con su rival interna.

Recientemente, el corresponsal en Washington de NEW STATESMAN, el periódico de la izquierda laborista, criticaba duramente a medios y comentaristas políticos por practicar el “odio a Hillary”. Sostenía Andrew Stephen que ningún dirigente político había sido tan violentamente –y muchas veces, injustificadamente- atacado como la el matrimonio Clinton.
Más que Obama, Hillary ha sido derrotada por la obamanía (aunque este fenómeno, como los ciclones, se debilita a medida que avanza). Por esa razón, el animal político que Hillary ha cultivado en su interior (probablemente, hasta poseerla) optará ahora por hacer virtud de la necesidad. De lo que se trata en este momento es de no perder la otra batalla, esa que ella siempre libra con más ferocidad, la de la supervivencia política.

Lo cierto es que ese espíritu guerrero y resistente de la tenaz abogada procedente de una familia de clase media de Chicago se ha revalidado. Si la senadora Clinton consigue que ahora Obama asuma que la necesita, habrán tenido sentido todos estos meses de agónica resistencia. Habrá unido su destino al de su partido al reconocerla Obama como decisiva para la victoria en noviembre.

Habrá ganado después de haber perdido: el sueño de cualquier político de cualquier parte.

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