CARRUSEL DE PANTOMIMAS EN EL CIRCO ROMANO

5 de Junio de 2008

La cumbre de la FAO consagrada a la actual crisis alimentaria se ha celebrado frente al Circo Máximo de Roma. Un escenario apropiado para el carrusel de intervenciones, propuestas, debates y discusiones de dudosa efectividad. Al final, documento con mas vaguedades y escapismos que soluciones. No se esperaba otra cosa.

Y es que los problemas estructurales no lo resuelven los discursos, las “bonitas palabras”, que dijo el presidente español en su intervención. Pero tampoco las aportaciones de urgencia, como la anunciada por el mismo Zapatero. La FAO estima en 30 mil millones de dólares la cuantía de los fondos para superar esta crisis. Pero la revisión de los análisis de los especialistas indica que el esfuerzo deberá ser mayor. En realidad, el problema no se resolverá añadiendo ceros a las “donaciones”. Todo el mundo coincide en la necesidad imperativa de cambios estructurales. En lo que no hay acuerdo es en las fórmulas más adecuadas para conseguirlo.

Lo que la prensa internacional ha venido publicando estos días ha puesto de manifiesto algo que muchos sospechábamos: que el problema del hambre –o mejor, de la seguridad alimentaria- es un gran asunto de economía política que trasciende las medidas técnicas.

El FINANCIAL TIMES ha consagrado dos grandes artículos de fondo al tema de la semana. En el dedicado a África, la región más afectada por la escasez, se concluye enfrentando el recetario que neoliberales y progresistas plantean. Algunos elementos son especialmente polémicos. Citemos los más sensibles.

Los neoliberales defienden la creación de grandes extensiones productivas para favorecer la rentabilidad; los progresistas creen que hay que fortalecer la pequeña propiedad para garantizar que todas las familias garanticen sus alimentos.

Los neoliberales defienden la introducción generalizada de los productos genéticamente modificados, por entender que mejorarán la productividad ; los progresistas desconfían profundamente, porque aseguran que el beneficio se lo llevarán las multinacionales que controlan ese mercado y, además, alterarán la cultura laboral agrícola con inquietantes consecuencias.

Los neoliberales proclaman la desaparición de tarifas y aranceles para ampliar la libertad de intercambio y favorecer el descenso de los precios; los progresistas replican que esa postura es hipócrita porque el desarme arancelario ha sido mucho mayor en los países subdesarrollados que en las grandes potencias exportadoras de alimentos.

Los neoliberales aceptan mecanismos puntuales y temporales de ayuda para corregir desajustes del mercado y situaciones de emergencia climática; los progresistas no se oponen, pero denuncian que esas prácticas asistenciales contribuyen a incrementar la dependencia y retrasan la adopción de las medidas de cambio estructural.

A estas polémicas conceptuales y de modelo se suman otras rivalidades de coyuntura no identificadas en las tradicionales fracturas Norte-Sur. Singularmente la relacionada con el auge de los biocombustibles.

Uno de los países líderes del Tercer Mundo, Brasil, defiende con pasión esta iniciativa estratégica y rechaza que la producción de este tipo de energía haya contribuido a agravar la escasez de alimentos. El presidente Lula ha vuelto a explicar en Roma que el etanol brasileño se extrae de la caña de azúcar y no priva de comestibles a sus ciudadanos. Pero lo cierto es que el hambre no ha sido erradicada en Brasil, como denuncian muchas organizaciones sociales. Lula argumentó que las grandes economías mundiales debían revisar sus modelos de crecimiento y consumo, reducir la factura energética y no culpabilizar a los las potencias medias que emplean sus recursos para asegurar su desarrollo.

Otro de los debates apasionados gira en torno al proteccionismo. Mientras Estados Unidos interpreta su papel en el Circo Romano, su aparato legislativo aprueba una ley agraria que refuerza los subsidios a los productores norteamericanos. Una “vergüenza internacional” asevera en el diario EL NUEVO HERALD un comentarista de conocidas credenciales liberales, Andrés Oppenheimer. No es casualidad que esta noticia haya tenido un eco nulo en la agenda informativa de los Estados Unidos.

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