OBAMA: EL FINAL DEL FLECHAZO

14 Marzo 2008

El triunfo de Obama en Missisipi, con la consecuente ampliación de la diferencia a su favor en el número de delegados asignados en las elecciones primarias, no ha despejado las dudas que en las últimas semanas han desinflado las expectativas del candidato revelación en los comicios norteamericanos.

En varias publicaciones han ido apareciendo historias, análisis, valoraciones y comentarios que han logrado apagar la euforia de su entorno y conjurar lo que después del supermartes se había convertido en una sensación de irresistible ascensión, de inevitable victoria.

A Obama, los medios le empezaron a sacar no sólo los defectos más abiertamente puestos en evidencia por su rival demócrata. Resentidos por las acusaciones de parcialidad a favor del candidato negro, algunas publicaciones se sintieron obligados a distanciarse del “front runner”, del favorito, y comenzaron a hurgar en eso que los anglosajones llaman el “record”; es decir, en su trayectoria.

En su última edición dominical, THE NEW YORK TIMES reservaba una sección de su portada a poner de manifiesto el incómodo contraste entre la personalidad estelar de Obama y su modesta contribución a la tarea legislativa en sus tres años como senador por Illinois.

El articulo es poco favorable para Obama, porque se recrea en los aspectos menos convincentes del candidato. Los “asuntos de personalidad” (character issues) sobre los que el articulo pone el foco nos muestran a un Obama mucho más calculador que idealista, con menos convicciones que oportunismo cortoplacista, con más interés por figurar que por trabajar duro.

Se pone claramente en entredicho algunos de los activos sobre los que cimenta sus posibilidades de unir a América en un proyecto de cohesión y conciliación entre las dos grandes familias políticas norteamericanas. En particular, el articulista señala que en la actuación de Obama en el Senado “hay pocos ejemplos del trabajo bipartidista por el que aboga durante su campaña electoral”.

También se resaltan sus contradicciones e inconsecuencias sobre la guerra de Irak. “Ha decepcionado a muchos demócratas por no adoptar un papel más prominente en la oposición a la guerra”. Y se recuerda que Obama votó en contra de la propuesta de retirada de tropas presentadas sus colegas demócratas Kerry –el candidato derrotado por Bush en 2004- o Feingold.

Especialmente ácido se muestra el articulista sobre la tarea de Obama en el trabajo legislativo que pretendía la reforma de la política sobre inmigración. Se pinta al candidato como “diletante”. O como “evasivo”, cuando llegó el momento de defender posiciones finales firmes.

Por lo demás, se citan opiniones y ejemploS de su carisma, de su encanto y, no menos importante, de su habilidad para recaudar fondos, tanto para pavimentar su carrera política y fortalecer su imagen, como para financiar las aspiraciones políticas de sus compañeros de partido. Y otra cualidad le reconoce el diario neoyorquino a Obama: su capacidad para acercarse a los que en el Partido Demócrata conservan influencia y atesoran experiencia, de las que él se ha aprovechado fehacientemente.

En el FINANCIAL TIMES, un artículo del polémico comentarista Gideon Rachman resalta la poca consistencia de una de sus principales asesoras (en este caso, la de política exterior), precisamente por uno de los aspectos que más denuncia Hillary Clinton en su rival: el exceso de retórica.

Hace apenas quince días, en THE OBSERVER se publicó un trabajo titulado “La semana en que comenzó el retroceso de Obama”, en el que se documentaba y analizaba el final del flechazo entre el candidato y la prensa norteamericana. Después de semanas de encantamiento mediático, los diarios y revistas comenzaban a publicar lo que Hillary venía reclamando desde los primeros caucuses: las fragilidades, contradicciones y sombras de Obama. Y lo que resultaba más preocupante, surgieron las denuncias de “culto a la personalidad”, de maquillaje de algunas de sus actuaciones políticas más discutibles, de ocultación de algunos de sus errores.

Desde publicaciones de izquierda, como THE NEW STATESMAN, se han podido leer comentarios poco amables con Obama y referencias muy críticas al favoritismo de los medios hacia su candidatura.

Una cosa parece segura, cuando estamos ante la recta final de la campaña de las primarias: Obama ha perdido la virginidad que lo convertía en imbatible. Conserva un enorme caudal de encanto y atracción, pero ha regresado del olimpo mediático y se ha convertido en terrenal, en humano, en vencible.

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