PARADOJAS DE LA CRISIS TIBETANA

21 Marzo 2008

Paradojas de la crisis del Tibet: la línea moderada del Dalai Lama ha sido fallida, la línea dura del Partido Comunista chino ha resultado también ineficaz. Este doble fracaso, sin embargo, podría abrir la puerta a un principio de resolución, por la falta de alternativas viables por ambas partes.

El actual número uno chino, Hu Jintao, sabe bien lo que ocurre en la región autónoma. Fue jefe del partido allí y cuando saltó hacia responsabilidades mayores en la escala de poder dejó a sus fieles al mando. El actual líder local era el jefe de las juventudes durante el mandato de Hu y sigue siendo un hombre de su entera confianza. Se llama Zhang Qingli y es responsable de una política de máxima dureza hacia los seguidores del Dalai Lama. En un largo y documentado análisis, el NEW YORK TIMES explica cómo en estos últimos años, desde la revuelta de 1989, se ha presionado a los monjes con una campaña de “reeducación ideológica” que tenía un objetivo “intimidatorio” más que “rectificador”. La otra palanca de la política china ha sido el desarrollo de Tibet. Pekín ha invertido muchos fondos en los últimos años. El tren de recorrido más largo y a la altura más elevada del mundo le costó 4 mil millones de dólares al erario chino. Presentado como una herramienta de primer orden para el crecimiento del Tibet, lo cierto es que el tren no ha tenido el efecto deseado por las autoridades.

Aunque el tren ha servido para incrementar espectacularmente la afluencia del turismo extranjero y, por tanto, de las divisas, también ha favorecido otro fenómeno indeseable para la población local: la llegada de inmigrantes de la etnia han, la mayoritaria en China. Pekín no esconde su pretensión de acabar a medio plazo con el dominio demográfico de los tibetanos en la región. “Éste es una de las principales fuentes del resentimiento local”, asegura uno de los analistas mencionados en el artículo del TIMES.

La ausencia de resultados positivos de la estrategia de promoción económica del Tibet se agrava con la política de debilitamiento del Dalai Lama. Hay que recordar que Pekín ha elegido un Panchen Lama –sucesor del líder espiritual y segunda autoridad tibetana- y ha encarcelado al niño designado por el propio Dalai.

El tibetano Tsering Topgyal, que prepara una tesis sobre el conflicto chino-tibetano para la London School of Economics, publica un análisis en el diario británico THE INDEPENDENT, en el que afirma que Pekín “ha debilitado a la única autoridad capaz de frenar a los tibetanos y de persuadirles de que permanecer en la República Popular”. Es decir, los dirigentes chinos han reforzado la línea separatista. Quizás conscientes de ello, estos días no han querido escuchar el mensaje conciliador del Dalai Lama y le han acusado de hipocresía, de pronunciar un discurso moderado, por un lado, y promover las protestas violentas, por otro.

Esta posición china no se corresponde con los reiterados pronunciamientos del líder espiritual tibetano, que ha practicado una moderación tan marcada que sus propios seguidores se han sentido frustrados. Lo que nos lleva a la segunda paradoja. El Dalai tampoco ha conseguido nada de Pekín con su política conciliadora. La frustración ha alcanzado al propio Dalai Lama, quien recientemente admitía la falta de resultados, como recuerda en su artículo Topgyal. No suenan extrañas, por ello, las palabras del primer monje tibetano invocando su dimisión si continuaba la violencia.

Con todo, la conjunción de las dos paradojas lleva a una tercera: el fracaso compartido del PC chino y del Dalai Lama quizás haga obligatorio un esfuerzo de entendimiento entre ambas partes, después de las correcciones necesarias.

Los tibetanos que han dejado de creer en la viabilidad de un régimen autonómico dentro de la República Popular y promueven la independencia saben que los Juegos Olímpicos son su gran oportunidad para presionar a Pekín, de ahí que empujen a los líderes chinos a debatirse en el dilema represión-negociación. Esa línea ha sido defendida en un artículo del disidente chino Wei Jingsheng, publicado por varios diarios del mundo.

Por su parte, los jerarcas chinos saben que será difícil que Occidente les presione con maniobras de boicoteo parcial de actos relacionados con los Juegos (ausencia de la ceremonia inaugural u otras). Pero ¿pueden mantener sin riesgo la política represiva? El corresponsal de THE ECONOMIST estaba en Lhasa cuando estalló la revuelta y hace una interesante observación comparativa entre el comportamiento oficial al producirse las protestas de 1989 y el registrado estos días. Entonces, las autoridades impusieron la ley marcial y se expulsaron a turistas y periodistas. Ahora, las medidas adoptadas se han calificado de “medidas especiales de control del tráfico”, a los turistas se les ha recomendado partir y a los periodistas se les permitió que agotaran el permiso de estancia del que disponían. Sin duda, asegura el informador, esta prudencia china se debe a su “preocupación” por los Juegos Olímpicos.

El analista tibetano Topgyal considera que Pekín intentará evitar concesiones, salvo si la comunidad internacional endurece su respuesta. ¿Lo hará? ¿Podrá hacerlo en la actual coyuntura económica global, que no aconseja precisamente sanciones o medidas que recorten la demanda china? Las presiones occidentales se antojan complicadas. Su capacidad de seducción a favor de una política de moderación es dudosa. Pero, ya se sabe, la tensión es mala para los negocios.

Volvemos y cerramos con el analista tibetano: “la lucha de los tibetanos se mantendrá durante generaciones, a menos que se llegue a una solución con el Dalai-Lama actual”.

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