UN FANTASMA RECORRE EL MUNDO: EL HAMBRE

18 Abril 2008


El asunto no ha ocupado las primeras páginas de los diarios españoles, más atentos siempre a asuntos domésticos incluso de segundo orden que a grandes problemas internacionales. Pero lo cierto es que pocas veces se han dado voces de alarma tan contundentes, plurales y fundamentadas como en este ocasión. Lo que aquí, en los países llamados ricos o desarrollados constituye una preocupación para las economías más modestas y un grave riesgo de inflación, para los países pobres o subdesarrollados la amenaza se expresa en términos de tragedia.

El hambre es un peligro real. Es más, ya se ha cobrado vidas de los que no se resignan a ser devorados por él. Los disturbios del pan han provocado ya una fuerte ansiedad en muchos gobiernos de África, en algunos de Asia y en los del Caribe.

Los precios de los productos básicos alimentarios están por las nubes. En su conjunto, según el Banco Mundial, han aumentado un 83% en los últimos tres años. Sólo en lo que va de año, el arroz se ha elevado un 141%. Algunas variedades del trigo han superado esa tasa.

Los consumidores de más baja renta, los que dedican la mitad o más de sus ingresos a la cesta de la compra no han podido aguantar. El director del Banco Mundial ha cifrado en 100 millones las personas amenazadas directamente, si no hay respuestas rápidas y contundentes.

Como dice THE ECONOMIST en su dossier principal de la semana: “Esta crisis es diferente. Esta ocurriendo en muchos países simultáneamente, la primera vez que ocurre desde comienzos de los 70”.

¿Qué esta pasando?

No estamos hablando de un desastre natural, de epidemias, ni siquiera de una crisis de oferta. Lo que ha ocurrido en los últimos dos años y ahora se presenta en términos de emergencia es un incremento brutal de la demanda y una serie de factores de diferente índole que coadyuvan a proclamar la voz de alarma. Veamos algunos.

China e India, con más de un tercio de la población mundial, pide más de comer, y lo empieza a obtener. También su ganado, sus animales de labranza y labor. La demanda ha superado las expectativas más altas.

Ante el pánico de las últimas semanas, tradicionales países exportadores han mantenido reservas para prevenir de cualquier emergencia alimentaria, contribuyendo a reducir la oferta.

La explosión de los biocombustibles, por el afán de reducir la dependencia y de achicar la factura del petróleo han agravado las cosas, porque cada vez es más el grano que dedica a producir energía y menos a alimentar a la gente.

El relator de las Naciones Unidas para el derecho a la alimentación, el siempre crítico socialista suizo Jean Ziegler, dice en una entrevista publicada por LIBERATION que “la fabricación de biocarburantes es hoy un crimen contra la humanidad”. Y señala el caso emblemático del maíz norteamericano: el gobierno Bush ha dedicado –asegura- “seis millones de dólares en promover una política que ha drenado 138 millones de toneladas de maíz fuera del mercado alimentario”.

En los medios que estos días se han ocupado del problema, se han presentado y analizado estas y otras causas, imposible de citar aquí. Pero también han planteado ciertas posibles vías de amortiguación, que no de resolución, de la crisis. Comentaristas de orientación liberal como Victor Mallet en el FINANCIAL TIMES propone liberalización del comercio, cambio de políticas nacionales en la prioridad de colectivos sociales o control de la población en el Tercer Mundo. Las ONG, por supuesto, proponen recetas diferentes como colocar la “seguridad alimentaria” en las políticas de desarrollo, constituir reservas de cereales o invertir en innovación agrícolas( ver documente de Acción contra el Hambre).

En todo caso, hay una coincidencia general en que las grandes potencias internacionales tienen que tomarse este asunto muy en serio y hacer un esfuerzo por consensuar soluciones y no profundizar diferencias, como desgraciadamente han evidenciado estos días el gobierno francés y el británico. Las peticiones del Banco Mundial, más contingentes que estratégicas, no resolverán el problema a largo plazo pero salvará miles de vida. Algo es algo.

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