9 Noviembre 2007
A la administración Bush se le rebelan sus propios aliados, que tal vez evaluando la debilidad del liderazgo norteamericano, han decidido poner por delante sus agendas nacionales.
Lo ha hecho el presidente-general de Pakistán, Pervez Musharraf, al declarar el estado de emergencia, según para afrontar con más dureza el desafío del terrorismo islámico interno. Y lo ha hecho el primer ministro turco, en esta ocasión en consonancia con sus militares, siempre inequívocamente pro-norteamericanos, al dejar claro que perseguirán en Irak a los milicianos kurdos que combaten contra Turquía.
La prensa internacional trata de comprender estos revolcones a la credibilidad de un presidente que pretendía liderar el mundo occidental y va camino de terminar su mandato sin el apoyo de sus ciudadanos y sin la habitual obediencia de sus aliados más seguros.
El malestar norteamericano por la declaración del estado de emergencia en Pakistán, sin embargo, suena sospechoso. Poco antes de que decretara el estado de emergencia, Musharraf se había entrevistado con el Jefe militar norteamericano en la zona, el Almirante Fallen. El FINANCIAL TIMES, habitualmente poco crítico con Estados Unidos, sugería que esta circunstancia hacía pensar que “Washington podría haberle dado a Musharraf la luz verde”. THE GUARDIAN, de centro-izquierda, afirmaba que el General calculó “que la amenaza de la ira occidental sería menos inmediata que el desafío político a su autoridad”.
Quizás Musharraf no haya arriesgado tanto. Estados Unidos se ha gastado 10 mil millones de dólares en Pakistán desde los atentados del 11 de septiembre, el 90% en asistencia militar directa o indirecta, recuerda el NEW YORK TIMES. El diario liberal neoyorquino pone de manifiesto la “falta de alternativas” de Washington en Pakistán. Y se apoya en un hecho contundente: el régimen militar seguirá recibiendo ayuda financiera de Estados Unidos.
Después de haber convertido al régimen militar en baluarte imprescindible para combatir el terrorismo internacional y, en particular, el resurgimiento de los talibanes en el vecino Afganistán, ¿qué se puede hacer? El magazín TIME se pregunta ¿puede Estados Unidos presionar a Musharraf? Y la respuesta es muy parecida a la del resto de medios consultados: no demasiado.
Son varios los diarios que citan a los analistas del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, para apuntar que no hay alternativa sólida a Musharraf. Muchos de ellos mencionan que Washington podría estar barajando la posibilidad de favorecer un recambio en la cúspide del ejército, como piensa Farzana Shaikh, analista de la prestigiosa Chatham House, de Londres. Pero sin demasiada convicción.
A la Casa Blanca parece bastarle con que Musharraf garantice que las elecciones se celebrarán en enero, como estaba previsto. Washington seguiría jugando la carta Bhutto, sugiere LE MONDE. Su corresponsal jefe en la zona, la veterana Françoise Chipaux, se preguntaba si la carismática Benazzir seguirá dialogando con el régimen militar y si se beneficiará del estado de emergencia para presentarse alejada del general-presidente con quien pactó su polémico regreso al país para aspirar a ganar las próximas elecciones.
Días después, en un vibrante artículo publicado por el NEW YORK TIMES, la exprimera ministra pakistaní parece haberse decidido por una línea clara de confrontación con Musharraf, al que califica, sin ambages, de “dictador ilégitimo”. Hace un llamamiento de rebeldía frente al régimen militar, pero lo más relevante es el emplazamiento a Occidente. “Ha llegado el momento de que las democracias occidentales no demuestren con acciones, y no solo con retórica, de qué lado están”.
En el caso del enfrentamiento turco-kurdo, el embarazo norteamericano no es menor, aunque la gestión de la crisis se presente menos dramática. En todo caso, el diagnóstico de medios internacionales tampoco es benevolente.
Ni siquiera la prensa anglosajona se muestra convencida de que Bush haya conseguido convencer al primer ministro Erdogan de que no será necesaria la intervención militar turca para detener el hostigamiento de las milicias kurdas desde el norte de Irak. Especialmente amarga resulta la conclusión del editorial de THE GUARDIAN titulado ‘Días sombríos para la influencia norteamericana’: los dirigentes estadounidenses “están pagando el precio de largos años de juicios errados y negligencias”.
Menos mal que en una semana de tanto sobresalto para la diplomacia norteamericana, ha llegado Sarkozy al rescate. Dice LE MONDE en su editorial del jueves, que el presidente francés ha pretendido, con su discurso ante el Congreso norteamericano, ”agradar a un público norteamericano consciente de la impopularidad de su país en el mundo entero”.
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