14 de Octubre de 2014
El
tercer triunfo consecutivo de Evo Morales en Bolivia no ha sorprendido a casi
nadie. Pero -algo impensable hasta hace poco- es que ha irritado o molestado a
muy pocos. Con el 60% de los votos, apenas cuatro puntos menos que hace
cinco años, el líder indigenista ha derrotado a una oposición dividida e
incapaz de presentar una alternativa creíble. Su adversario más votado, el
empresario Samuel Doria, apenas ha alcanzado el 25% de los votos.
LA
REIVINDICACIÓN DEL 'INDIO'
Así
se autocalificaba Evo Morales en una entrevista con este comentarista, en una
entrevista realizada para el programa EN PORTADA, de Televisión Española, en
2005, cuando todavía no era ni siquiera candidato. Era entonces parlamentario y
líder del MAS (Movimiento al Socialismo), un bloque político articulado en
torno a la convergencia de organizaciones populares de base. Sólo le acreditaba
su experiencia movilizadora como líder sindical de los pequeños productores de
coca. Para sus enemigos, era un peligro, un "tapado de Chávez", un
"agente de las FARC", un peligro para la convivencia nacional, una
vergüenza mundial teñida de coca. "Etiquetas, descalificaciones para que
no gobierne el indio", respondía Evo Morales.
El
"indio" consiguió armar una candidatura, pergeñar un programa y
construir una mayoría social. Ganó las elecciones. Y gobernó. La élite social y
política nunca aceptó de buen grado que un hombre como Evo Morales ocupara el
Palacio Quemado. Ese lugar, sede de la presidencia boliviana, estaba reservada
al criollo. Oligarca o intelectual, pero criollo. Es decir, a la minoría. Más
que el palacio, los 'quemados' eran sus inquilinos: de los 83
presidentes anteriores a Morales, 36 duraron menos de un año, la mayoría depuestos
por un golpe militar.
Los
"indios" eran considerados incapaces. Literalmente. Hasta la
revolución "nacionalista" de 1952, liderada en por Víctor Paz
Estensoro (otro criollo), a los indios ni siquiera se les permitía entrar en el
centro de La Paz, "porque estaban sucios", como recuerdan a los
periodistas extranjeros que se interesan por la historia boliviana.
Hoy
en día, Evo Morales ha conseguido encarnar la dignidad triunfante de esa
mayoría indígena. Sin violencia, sin dictadura. La clave de este éxito reside
en su habilidad para no dejarse atrapar en un discurso redentor. Contrariamente
a Chávez, ha sido pragmático sin apartarse de sus objetivos de redistribución
de recursos. Algunos datos son ilustrativos. El PIB se ha triplicado en estos
años hasta alcanzar los 30.000 millones de dólares en 2013, según el poco
sospechoso Banco Mundial. En similar proporción ha aumentado la renta per
cápita (de 1.000 a 2.800 dólares) El crecimiento económico ha mantenido una
media del 5% anual (el 6,8% el año pasado). La discutida nacionalización
parcial del sector energético ha proporcionado al Estado el 80 por ciento de
esos recursos naturales, frente al 20 por ciento en las etapas anteriores, lo
que, en términos absolutos ha supuesto quintuplicar los ingresos por
exportaciones (de dos mil a diez millones de dólares). Las reservas del país
alcanzan los 15.000 millones de dólares, una cifra sin precedentes.
Con
este considerable capital (económico y político), Evo Morales y su dupla
asistente (el vicepresidente Garcia Linares y el pragmático Ministro de
Economía, Luis Alberto Arce), han sabido diseñar un ambicioso programa de
redistribución, que presenta datos incontestables. Bolivia disfruta hoy de
pleno empleo y los salarios más bajos se han elevado notablemente (un 20% sólo
en el último año. La pobreza se ha
reducido como en ningún otro país de la región latinoamericana: de un 60% a un
45% (datos de 2011); en el caso de la 'pobreza extrema', el descenso ha sido
del 37 al 18,7 por ciento. El gasto público se ha triplicado para sostener unos
programas sociales de amplio alcance, que han beneficiado a una tercera parte
de la población. La UNESCO acredita que Bolivia ha superado el analfabetismo.
RETOS
PENDIENTES
Los
críticos -rivales políticos, empresa privada, medios dominados por capital
extranjero- sostienen que este balance
innegablemente positivo se ha debido en gran parte a una coyuntura económica
favorable, impulsada por la demanda de materias primas, y también a las
inversiones realizadas en los noventa, que arrojaron frutos en estos últimos
años y, por tanto, no puede atribuirse a un mérito del actual presidente.
Además, advierten de los problemas
estructurales que Morales no ha resuelto y podrían provocar tensiones muy
lesivas en poco tiempo (la llamada "trampa del crecimiento").
Los
escépticos con el 'modelo comunitarista' actual señalan que Bolivia sólo
dispone de diez años de reservas energéticas y el Estado apenas invierte 400
millones de dólares en la exploración de nuevos yacimientos. Necesita, por
tanto, capital extranjero para financiar nuevas exploraciones y el discurso
antiimperialista de Evo Morales no pone fácil su obtención.
También
denuncian los críticos instintos autoritarios del presidente. O su pretendido
proyecto de perpetuarse en el poder, si la mayoría parlamentaria le permite
cambiar la Constitución. De hecho, una interpretación polémica de las leyes le
ha permitido acceder a este mandato por haber adelantado las elecciones en
2009.
Otro
reproche habitual en los primeros años del gobierno del ex-sindicalista
cocalero era el peso de este producto en la economía nacional, debido a la
defensa cultural y emocional que Evo exhibía sin rubor. Cuando el
ex-sindicalista expulsó a las agencias norteamericanas del país, se pronosticó
un incremento incontrolado de la producción de la hoja mágica. En cambio, la
producción de coca se ha reducido en Bolivia en los dos últimos años, según la
ONU, debido a los "esfuerzos del gobierno por erradicar y
racionalizar" el tamaño de las explotaciones, aunque también ha influido el
agotamiento de la fertilidad de las tierras.
Aparte
de las críticas de sectores conservadores o liberales, también se han producido
tensiones en los movimientos populares. Las más ruidosas han sido las protestas
sociales por el aumento del precio de los combustibles (2010) o por el impacto
ecológico de nuevos proyectos industriales. Ante estos desafíos provenientes de
su base social, Morales ha actuado con firmeza, pero también con flexibilidad,
lo que ha desmentido algunos pronósticos de falta de estatura política.
En
definitiva, Morales ha conjurado los augurios y ha conseguido imponerse ahora en
todos los departamentos del este del país (excepto Beni), en esa zona denominada
la "media luna" boliviana, que se resistió a su ascenso hace ocho
años. De ahí que, para celebrar su triunfo este 12 de octubre (fecha
emblemática para un combatiente anticolonialista), Evo proclamara que en
Bolivia "hay luna llena".
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