25 de Agosto de 2015
El
verano termina con presagios oscuros y una extendida sensación de pánico, debido
a la confluencia de crisis internacionales con enorme potencial destructivo. El
encadenamiento de síntomas alarmantes en la salud de la economía china, la
segunda del mundo, ha coincidido con otros elementos de fuerte perturbación que
evidencian la profundización de crisis locales y regionales con efectos
globales.
CHINA:
LA 'TORMENTA PERFECTA'
El
hundimiento del mercado de valores en China es la última manifestación de la
crisis ya inocultable del modelo económico construido tras la muerte de Mao. El
'lunes negro' en las bolsas de todo el mundo capitalista es sólo el primer
efecto visible. Aunque la situación
pueda estabilizarse en los próximos días, parece inevitable un nuevo
empeoramiento de la economía global, porque los problemas China son enormes y
su repercusión mundial es obvia (1).
Los
datos son conocidos. China afronta un "aterrizaje brusco" de su
economía, como consecuencia de la debilidad de la demanda interna y externa. Pero,
además y sobre todo, la deuda del país es pavorosa, por encima del 280% del PIB.
Los especuladores que pidieron prestado para acumular acciones se han visto
obligados a vender sus paquetes aceleradamente. El prestigioso economista de
Harvard Kenneth Rogoff había anticipado
lo que ahora ocurre. En siete años, desde antes de comenzar la actual crisis
mundial al pasado año, la deuda china se ha cuadriplicado, pasando de 7 a 28
billones de dólares (2).
Si
la locomotora china frena, los vagones que arrastra entrarán en
colisión. Los países más perjudicados inicialmente serán los llamados
'emergentes' productores de las materias primas que el gigante asiático
demandaba vorazmente hasta hace poco. Brasil es el ejemplo más dramático. El
coloso suramericano ya está al bordo de la recesión. Las tensiones sociales,
convenientemente manipuladas, ya han alcanzado la calle.
Otras
potencias directamente perjudicadas son las exportadoras de petróleo. El valor
de mercado del crudo se ha depreciado en más de un 65% en sólo un año. El
precio del barril de referencia se fijó el lunes en 42$. Los expertos
consideran que si se mantiene por debajo de 45$ durante algún tiempo (meses),
se encenderán todas las luces rojas. Y los pesimistas predicen un descenso
hasta los 30$, como en 2008, cuando estalló la crisis financiera. Para los
países productores, es la catástrofe. Algunos se verán dolorosamente empujados
a crisis fiscales y sociales: es el caso de Venezuela, Argelia, Ecuador o el
propio Brasil).
Irán,
que confiaba en el levantamiento de las sanciones, tras el acuerdo nuclear,
para reparar su ya tensada economía, puede verse en una disyuntiva perversa. Si
aumenta la producción para hacer caja, puede provocar una depresión aún mayor
del mercado por exceso de oferta en un momento de recesión global de demanda de
energía. Irak puede despedirse de mejorar su producción para favorecer el
despegue económico. Las monarquías
petroleras del Golfo Pérsico, que han mantenido la producción en niveles
artificialmente altos para proteger su mercado de los nuevos competidores
norteamericanos, están sintiendo los estos efectos negativos del mercado y acudiendo
a créditos internacionales para financiar sus gastos corrientes. La depresión
emergente frenaría en seco la recuperación occidental.
EL
(PERSISTENTE) ARCO DE LA CRISIS
A
este panorama depresivo de la economía mundial, se añaden los factores humanos,
sociales y políticos. Una situación económica desfavorable agravará, en ningún
caso, suavizará, los conflictos regionales con capacidad y dimensión para
convertirse en crisis mundiales. ( los mismos que en los setenta Zbigniew
Brzezinsky denominó como "arco de la crisis").
Este
efecto dominó es ya una realidad. Repasemos los acontecimientos:
-
persistencia de los conflictos bélicos en Irak, Siria, Libia, Yemen (corolarios
horribles de la malhadada 'primavera árabe'), sin perspectivas de conclusión a
corto plazo;
-
enquistamiento de la guerra en Afganistán, que la retirada norteamericana, el
conflicto interno en el bando talibán y la emergencia del Daesh pueden agravar
aún más.
-
riesgo de desestabilización creciente en países donde se soportan
conflictos de ésos que impropiamente han
sido caracterizados como de 'baja intensidad' (Egipto, Túnez, Pakistán, Nigeria
y un desigual pero no reducido etcétera).
-
incertidumbre por la suerte del acuerdo nuclear con Irán: de no pasar la prueba
del Congreso norteamericano puede abrir nuevos escenarios bélicos y agravar los
actuales.
La
acumulación de conflictos ha llevado sus consecuencias hasta nuestras propias puertas,
como es bien sabido, con el inevitable efecto multiplicador de pánico. Así es
cómo se está viviendo, en los despachos, en los medios y en la atribulada conciencia
pública la afluencia de refugiados procedentes de aquellas zonas martirizadas.
Se cuenta en la actualidad 60 millones de personas desplazadas de su lugar de
origen, según ACNUR, la cifra más elevada desde el final de la Segunda Guerra
Mundial.
El
análisis de la cifras nos dice mucho sobre el comportamiento de élites y
sociedades. De esos 60 millones, más de la mitad (38) se han quedado en sus
propios países, aunque fuera de sus hogares. Casi otros 20 se encuentran ya
bajo cobertura y protección de las agencias internacionales. La minoría
restante, apenas dos millones, son los errantes, los que cruzan o intentan cruzar
fronteras terrestres y marítimas para rehacer sus vidas.
En
tránsito por el Mediterráneo, bien en dirección a puertos italianos o griegos,
se han acumulado un cuarto de millón de desplazados en lo que va de año. Es una
cantidad "menor" si la comparamos con el millón y medio que se
hacinan en Turquía o el millón largo que acampan en países pequeños y tensionados como Líbano o Jordania.
LA
RESPONSABILIDAD DE EUROPA
Y,
sin embargo, en Europa la llamada de alarma que supone esta tragedia humana, se
está viviendo con aires de pánico. La primera reacción es rechazar (o levantar
vallas, como el xenófobo gobierno húngaro);
luego, justificar las medidas represivas (caso del Canal de La Mancha);
o desviar la responsabilidad hacia terceros
(en el caso de los gobiernos europeos); y, finalmente, hacer grandes
protestas de contrición, sin que terminen de concretarse medidas, por miedo al 'efecto
llamada', pero también a la negativa respuesta de algunos sectores sociales y
de sus altavoces mediáticos y políticos.
La
llamada 'crisis de los refugiados' pone de manifiesto numerosos fracasos europeos, a saber:
1)
El inadecuado tratamiento de los
conflictos en el mundo árabe e islámico, con una preocupación obsesiva por el
fenómeno del terrorismo y una desatención lamentable por las causas últimas que
lo originan, alimentan y contribuyen a su fortalecimiento.
2)
El debilitamiento del proyecto europeo de unión, coordinación y solidaridad,
que la crisis griega ha puesto al descubierto de una manera lacerante. Los
reproches y ataques directos o velados se han convertido en moneda común del diálogo
europeo.
3)
El empobrecimiento del liderazgo político en beneficio de una visión
tecnocrática y reproductora de los intereses exclusivos de las élites. Se
invoca la necesidad de políticas comunes, como si los responsables de llevarlas
a cabo y hacerlas efectivas no fueran los mismos que las proclaman.
4)
La incapacidad para frenar con propuestas positivas e ideología activa el populismo
xenófobo, que, lejos de remitir, se refuerza y amplía.
UNA
CODA NORTEAMERICANA
Este
fenómeno político ya ha encontrado eco y conexión con el otro lado del Atlántico,
en la figura de Donald Trump, ya convertido, por cierto, en otro factor de
pánico. Los sondeos reflejan la consolidación del magnate, pese a su
desagradable, disparatado y hasta ofensivo discurso. Sus rivales conservadores,
paralizados por sus propias contradicciones, se muestran incapaces de
neutralizarlo.
En
el campo demócrata, el Presidente Obama vive bajo la amenaza, todavía no del
todo conjurada, de una revuelta de los "suyos" en el acuerdo nuclear
, mientras Hillary refuerza su histórica guardia pretoriana de abogados y
asesores para protegerse del potencial daño que puede infligirle el asunto de
los correos electrónicos.
Lo
dicho: distintas formas de pánico dominarán la rentrée, el regreso de
vacaciones, después de un cálido y turbulento verano.
(1) "China hits the Wall. Yen devaluation and the end
of the economic miracle". SALVATORE BABONES (Universidad de Sidney). FOREING
AFFAIRS, 16 de Agosto.
(2) "A warning
on China seems prescient". ANDREW ROSS SORKIN. NEW YORK TIMES, 25 de Agosto.
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