14 de Julio de 2015
El
resultado del fin de semana más largo en la política europea en los últimos
años deja ya una serie de lecciones provisionales, a falta de que se sustancien
y apliquen las medidas adoptadas y se dejen sentir las consecuencias políticas y sociales
correspondientes.
1.- En la fórmula adoptada para seguir encarando la deuda
griega, vuelve a imponerse la lógica de la austeridad, en la que la Unión Europea
sigue atrapada desde hace siete años, pese al palmario fracaso cosechado en la
mayor parte de los países donde se ha aplicado.
2.- El esfuerzo francés exhibido en esta cumbre ha estado
centrado en evitar un 'Grexit' y, por tanto, un fracaso conceptual de la unidad
europea. Ha quedado marginada, una vez más, la visión socialdemócrata de sustituir,
o al menos equilibrar, la austeridad con
el crecimiento, para salir de la crisis. Aunque el presidente Hollande pueda
presumir, de haber evitado la salida griega del euro, sigue sin percibirse un
giro significativo en la política económica europea. La crisis griega ha sido,
en este aspecto, otra oportunidad perdida.
3.- La Unión Europea ha impuesto una lógica implacable de
cumplimiento de las normas sin concesiones particulares... sobre todo si el que
ha evadido sus responsabilidades es un miembro menor o de peso político y
económico más reducido. Esta severidad no fué aplicada con motivo del déficit
francés, por ejemplo. O el alemán, durante los años más complicados de la
unificación.
4.- El primer ministro Tsipras has pecado de ingenuo...o de
temerario al pretender que con una consulta al pueblo podía condicionar la
postura del Club, o más bien, de sus vigilantes más aguerridos. Al contrario,
si acaso, ha provocado una reacción de firmeza reforzada. No tanto, por
'venganza', como se ha comentado con cierta ligereza, sino por la autoimpuesta
obligación de no sembrar dudas sobre la seriedad en la exigencia de cumplir las
normas. Lo más reprochable del primer ministro griego no es haber cedido este
fin de semana brutal en Bruselas. No tenía opciones. Desafió a un rival mucho
más fuerte, le arrojó a la cara el referéndum, como un guante cargado de
democracia. La respuesta ha sido la única posible. Contundente y definitiva.
5.- Si Tsipras se ha equivocado en la estrategia (jugar a que
una salida de Grecia del euro le blindaba de un tercera ronda de 'reformas' y
recortes' o le propiciaba una oportunidad de revisar la deuda) la táctica empleada
ha resultado desastrosa. El tiempo no corría a favor de Atenas, con sus bancos
al borde de la quiebra y los ciudadanos asfixiados por el 'corralito'. Ni
siquiera ha habido juego de póker al borde del precipicio. No es la resistencia
de Tsipras lo que se iba debilitando en Bruselas, porque la 'rendición' ya
estaba anunciada prácticamente al día siguiente del referéndum. Lo que se iba
ventilado durante este fin de semana interminable era la fórmula de la
capitulación griega. Francia y Alemania, como no podía ser de otra forma,
consiguieron pactar una solución que cada cual pudiera presentarlos como un éxito conjunto9 y venderlo
sin esfuerzo a sus parlamentos y ciudadanos.
6.- La 'decadencia' de Tsipras como alternativa de izquierda
radical en Grecia ha comenzado. Es difícil aventurar si es irreversible, o
cuánto va a durar el gobierno. O si éste va a tener que cambiar de socios para
sostenerse. Es previsible que la división en Syriza, ya visible, se profundice
en las próximas semanas y se perfile un acercamiento de la facción de Tsipras a
otras opciones de centro izquierda, como el PASOK o TO POTAMI, para garantizar
un apoyo parlamentario en las medidas de adopción de la medicina prescrita en
Bruselas.
7.- Las invocaciones de la izquierda europea más rebelde (incluida
la griega) al 'diktat' alemán o al 'golpe de Estado' pueden servir para
mantener un caldo de cultivo contestatario, pero al fallarles el soporte de un
gobierno capaz de desafiar a los poderes, por el fiasco de Tsipras, perderá
fuerza real. El fracaso de la 'Grecia rebelde' puede perjudicar, a la postre, a
otras opciones del mismo signo en el resto de Europa. El correctivo impuesto a
Grecia puede ser interpretado por buena parte del electorado contestatario como
un 'escarmiento' y reducir el apetito de la rebeldía.
8.- El recurso a las consultas populares, es decir, la
derivación hacia la ciudadanía de la responsabilidad de un gobierno de tomar
decisiones y adoptar medidas para ponerlas en práctica, ha sufrido un importante correctivo. Los referéndums no sólo se convocan para
ganarlos, sino para ejecutar la política que se ha decidido legitimamente.
Tsipras hizo todo lo contrario: obligó a la mayoría del pueblo a que dijera
'no' a unas condiciones de un tercer 'salvamento' financiero, para luego
aceptarlo en todos sus términos, incluso endurecidos. Algunos gobiernos acreedores
desmontaron de inmediato el 'argumento' de la democracia directa griega,
replicando que podían replicar con hipotéticas consultas similares que
arrojarían, con toda seguridad, resultados contrarios al griego.
9.- Si la política deja poco espacio al idealismo, su
derivada, las relaciones exteriores, resulta aún mucho más inclemente. Las
negociaciones entre Estados siguen una lógica contundente casi siempre vinculada
a la preservación o imposición de intereses y pocas veces fiel a ideales.
10.- Grecia pierde, por supuesto, pero la UE también, porque
la humillación de uno de sus miembros es una lección malísima de cara al
futuro. La percepción positiva de pertenencia se ha debilitado durante la
crisis griega. Con razón o sin ella, la impresión que se abre paso es que
existe poca sensibilidad por los problemas agónicos de los ciudadanos más
desfavorecidos, en este caso los griegos. O para decirlo más exactamente, la
solidaridad europea no ha salido reforzada de la 'solución' con la que se ha
pretendido cerrar la crisis griega.
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