PORTUGAL Y EL VENTILADOR POLÍTICO ASISTIDO DE LOS SOCIALISTAS EUROPEOS

 2 de febrero de 2022

El triunfo por mayoría absoluta de los socialistas en Portugal (42% de los votos) constituye un rara avis en Europa por su contundencia: sólo en los países con sistema electoral mayoritario se han dado márgenes similares. Pero no se trata de una primicia política: las últimas citas con las urnas han sido benignas con los partidos de centro-izquierda.

Un competente proceso de vacunación (90% de la población, inmunizada) y esa perspectiva de alivio económico (18.000 millones de euros) han favorecido el triunfo tan claro (no tan inesperado como indicaban engañosamente los sondeos) de los socialistas portugueses. Cuatro de cada diez votantes han decidido que no era momento de riñas ideológicas o de radicalismos sobre la profundidad del empeño, sino de gestión estable de los fondos europeos.

La izquierda radical negó al socialista Costa el apoyo a los presupuestos por entender que no era suficientemente ambicioso en la lucha contra los desequilibrios sociales, y podía tener base material para el reproche. Pero es muy dudoso que la alternativa (derechista, fragmentada y atosigada por el crecimiento de una ultraderecha hasta ahora testimonial) fuera a ser más beneficiosa para los desfavorecidos. En tiempos de crisis, el miedo a lo desconocido o el riesgo de empeorar alienta a las opciones continuistas. El líder socialista portugués lo supo ver con claridad y prefirió aceptar el reto electoral que enredarse en discusiones desgastadoras.

Los resultados en Portugal han disparado los análisis y comparaciones, interesadas u honestas, con las perspectivas en España, donde una coalición de izquierdas renquea pero se mantiene. Pese a la cercanía geográfica y cultural, las diferencias políticas entre los dos estados ibéricos son profundas y los factores que operan en los equilibrios electorales resultan muy dispares. Las disputas nacionalistas y autonómicas en España no existen en Portugal. Allí, la tensión territorial es más social que ideológica. En el centro, los partidos minoritarios de izquierda tienen menos capacidad de presión, aunque les alcanzara durante los últimos años para forzar un acuerdo parlamentario con los socialistas.

LIDERAZGO EUROPEO

Portugal ha sido uno de los principales territorios reserva del socialismo democrático durante la terrible década anterior. De los países continentales con una población superior a los 10 millones, Portugal es el que cuenta con el Partido Socialista continental más robusto en las urnas, con una media del 32,2 % entre 2009 y 2020. Después del domingo, esa cifra se eleva casi dos puntos y medio. El PSOE presenta una media del 26% en el periodo señalado.

No debe olvidarse al PS rumano, que atesora casi tres puntos y medio más que el portugués (35,6%), pero sus pobres resultados en 2020, los peores en el siglo XXI, tras unos escándalos de corrupción, auguran una etapa de debilidad.

Si consideramos al resto de la UE (hasta 2020), el PSP sólo fue superado por el Labour británico (33,2%), favorecido por un rígido bipartidismo, y más claramente por los laboristas malteses, con un porcentaje medio de votos del 56%, pero Malta tiene medio millón de habitantes y las opciones izquierdistas son casi inexistentes.

En comparación con los feudos históricos de la socialdemocracia en el norte y centro de Europa, el rendimiento electoral del PSP cobra más valor aún. Los socialdemócratas de Islandia gozan de una media casi idéntica (32,1%) a la de sus colegas lusos, pero los potentes vecinos laboristas noruegos están un punto por debajo, y seis los socialdemócratas suecos (números idénticos a los españoles). Los daneses atravesaron por dos décadas sombrías, en especial la última, con un resultado medio inferior al 18% (catorce puntos menos que los lusitanos).

En Alemania, país más poblado y más rico de la UE, el SPD experimentó un largo y sostenido declive desde el 40% de 1998 hasta el 20,5% de 2017, su suelo posterior a la II guerra mundial. En otros países centroeuropeos con fuerte implantación del puño y la rosa, hubo significativos retrocesos (Austria) o incluso derrumbes (Holanda).

UN RESCATE KEYNESIANO

El socialismo democrático como opción de gobierno estaba anémico antes de la pandemia, cuando la doctrina neoliberal, pese a los calamitosos efectos sociales, aún dominaba los criterios de la economía política en el continente. El hundimiento de los laboristas británicos, de los socialdemócratas alemanes y de los socialistas franceses así lo atestiguaba. En el feudo nórdico, los partidos promotores del estado providencia se encontraban en su peor momento. Sólo en el sur de Europa, especialmente castigada por la depresión de la década anterior, el desgaste de los partidos de la derecha, les había permitido una nueva oportunidad.

El destrozo económico de la Covid y sus terribles efectos sociales (que sólo han empezado) obligó a modificar la ortodoxia europea y acudir a un keynesianismo en forma de fondos de reconstrucción, aunque condicionado y temporalizado. La socialdemocracia se ha encontrado con un ventilador político asistido, inesperado hace dos años, que aliviará ligeramente la catástrofe social. Eso le permite recuperar un discurso de vuelta a los principios y a la gestión de políticas públicas que ya no sean sinónimas de burocratismo, estancamiento y corrupción, como fustigaban los mandarines neoliberales, sino motor de una recuperación productiva y de corrección tibia de la desigualdad social. El socialismo democrático que se dejó arrastrar por la marea neoliberal se engancha ahora al oxígeno dulce de los fondos europeos para sanear sus pulmones políticos y recobrar espacio vital.

Los partidos socialistas han vuelto al poder en Alemania, Escandinavia y Dinamarca. Pero los tiempos no han cambiado en balde. Aquel modelo social nórdico o ese capitalismo renano pactista que fungió el SPD son hoy muy distintos. En los países nórdicos, los partidos socialistas democráticos han endurecido sus políticas de inmigración, según dicen para hacer viable el estado del bienestar (1).

Este nuevo escenario estará plagado de paradojas. No menor es la de Suecia, donde se produjo una situación con cierto paralelismo al caso de Portugal, aunque con resultado diferente. La primera ministra socialdemócrata, Magdalena Andersson, perteneciente al ala derecha del partido, tuvo que dimitir al negarle sus socios de izquierda el apoyo al presupuesto. Recuperó el cargo al cabo de una semana, pero el proyecto de cuentas públicas que salió adelante en el Parlamento fue el defendido por los partidos de la oposición-liberal.

En Alemania, el desgaste político de Angela Merkel, la gran dama de la euroausteridad, y de sus mediocres herederos y la necesidad de dinero público para reflotar el crecimiento han acelerado el ventilador de respiración asistida. El SPD ha pasado de ser un enfermo crónico a dirigir de nuevo la Cancillería, 16 años después, aunque en frágil y precario equilibrio con liberales y ecologistas. En otros lugares del centro y oeste de Europa, los partidos socialdemócratas confían en que les llegará pronto el tiempo de salir del purgatorio.

Francia es la gran excepción. El PSF está en coma, rodeado de otros antiguos compañeros/ rivales de viaje con no mejores condiciones de salud. Incluso los intentos supuestamente novedosos de participación popular, como la Primaria de este pasado fin de semana, parecen condenados de antemano por una suicida aversión a la unidad. Parte del caudal de voto socialista, comunista o izquierdista francés se canalizará hacia la extrema derecha nacionalista (el RN, de Marine Le Pen), ahora amenazada por una deriva populista-libertaria-trumpiana, personalizada en Éric Zemmour.

Los próximos años serán decisivos para comprobar si hay un cambio de rumbo en Europa. La normalidad pospandemia y, en particular, la recuperación de los parámetros económicos obligará a los partidos socialistas democráticos a definir sus políticas. Sin ventiladores.

 

NOTAS

(1) “Les habits neufs de la social-democracie escandinave”. ANNE-FRANÇOISE HIVERT (corresponsal en Suecia). LE MONDE, 21 de enero; “Nordic countries aren’t actually socialists”. NIMA SANANDAJI. FOREIGN POLICY, 27 de octubre; ( ) “Au Danemark, le dur combat des opposants à la politique migratoire”. LE MONDE, 28 de enero.

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