3 de agosto de 2023
El golpe militar en Níger
confirma una tendencia de revuelta en el Sahel, que pone en cuestión el
predominio francés y norteamericano en una de las zonas más pobres e inestables
del mundo. Esta región conecta el África subsahariana con el Magreb y es el epicentro
de los movimientos migratorios hacia Europa.
La respuesta occidental al golpe
en Níger fue rápida: Francia, la UE y EE.UU exigieron el restablecimiento de la normalidad institucional, la liberación
del presidente Mohamed Bazoum (en residencia vigilada pero no incomunicado) y su reposición en el cargo. Casi de
inmediato, se procedió a suspender la ayuda económica y a cortar otros canales
de cooperación. El lenguaje más duro vino de los países africanos de la región
aliados de Occidente (CEAO), que llegaron a amenazar con una “intervención
militar”, si los golpistas no deponían su actitud. La escalada estaba servida
(1).
UN ALIADO QUE SE CREÍA SEGURO
Lo más relevante de lo ocurrido
hasta la fecha en Níger es que resultaba inesperado. O casi. Tras los golpes
antifranceses en los vecinos Mali y Burkina Fasso, Níger se había convertido en
el baluarte de la estrategia de la doble contención occidental: frente al
yihadismo, que tomó aquí el relevo tras la derrota del Daesh y Al Qaeda en
Oriente Medio y el Norte de África; y frente al auge de una influencia rusa
creciente. Se trata de amenazas dispares y opuestas.
El islamismo militante domina en
buena parte de este triángulo de la crisis. Controla o ejerce un poderío
predominante en más de la mitad de Burkina Fasso y en un porcentaje similar en
Mali. En Níger no dejaba de crecer su influencia, pese al esfuerzo occidental
de los últimos años, tras la expulsión de Francia de los otros dos países. La
insurgencia yihadista ha provocado más de cien mil muertos y tres
millones de refugiados en la última década en el Sahel.
Los analistas liberales se
muestran muy elogiosos con el desempeño del depuesto presidente nigerino
Mohamed Bazoum. Le atribuyen un método muy creativo e inteligente para privar
de respaldo social a los yihadistas: mejora de los servicios públicos,
uso eficaz del apoyo militar occidental y apertura de un cauce de diálogo con
los enemigos. Bazoum pasaba por ser el exponente de una nueva clase dirigente
africana: un convencido de la democracia, flexible en las formas y, por
supuesto, exento del resquemor creciente hacia las potencias occidentales, que
se perciben como claramente neocoloniales (2).
Este retrato favorable de Bazoum obedece
también a la necesidad de un discurso justificativo
de la política practicada en los últimos años, tras el fracaso de las intervenciones
militares francesas. La operación Barkhane tuvo que ser cancelada no
solo por haber resultado incapaz de frenar a los islamistas, sino también, y
principalmente, porque había provocado una crisis insalvable de confianza entre
París y las élites gobernantes locales.
Aparte de lo mencionado, Níger
tenía una importancia destacada para Francia por ser uno de sus principales
proveedores de uranio, imprescindible para alimentar sus centrales nucleares,
que se han convertido en una fuente prioritaria de energía, tras las tensiones
sobre el gas, debido a la guerra de Ucrania. Una sociedad francesa semipública
(Orano) posee el control de las tres principales minas de uranio de
Níger. Aunque algunos analistas tienden a relativizar este factor, no se puede
negar el interés francés por mantener el control del país (3). De momento, las
nuevas autoridades han suspendido la venta de uranio a Francia, en represalia
por las sanciones inmediatas adoptadas por Francia y sus aliados europeos y
norteamericano.
VECINOS DÍSCOLOS
Hace año y medio, los militares
tomaban el poder directamente en Malí y, este mismo año, en dos intentos
sucesivos, una nueva generación de uniformados hacían lo propio en Burkina
Fasso. Casi de inmediato se confirmaba un giro en las alianza exteriores de
ambos países: cortaban con Francia. Mali negoció el apoyo de las milicias rusas
Wagner (Burkina Fasso lo está considerando), para combatir la amenaza yihadista.
El resultado en estos últimos meses no ha sido prometedor. La violencia ha
continuado o incluso ha aumentado, debido a las actuaciones de los mercenarios
rusos en la persecución de los islamistas.
Después del revés, Francia concentró
sus fuerzas en Níger (1.500 hombres), donde hay también una base norteamericana
de drones operada por mil soldados. El gobierno de Macron creía tener asegurado
ese último bastión seguro en el Sahel. Pero el general Tchiani, jefe de la
guardia presidencial, no compartía la evaluación francesa y decidió seguir el
ejemplo de sus vecinos. A renglón seguido acusó a París de injerencia (4).
En todo caso, no hay evidencias
de que el golpe en Níger haya sido instigado desde Malí o Burkina Fasso, aunque
estos dos países ya han dicho que responderán a una intervención militar contra
la Junta nigerina. Tampoco se percibe la mano de Moscú, según admite el
Departamento norteamericano de Estado. Algunos medios habían insinuado lo
contrario, apoyándose en las manifestaciones de tono antifrancés y prorruso de
los últimos días. Otras voces regionales impugnan la visión occidental. Un artículo
del diario argelino EL WATAN dice que hay “un viento de emancipación ante el
cual se estrellan las amistades hipócritas (5).
Los golpes militares en Áfrican
han respondido muchas veces a cuestiones internas o incluso personales
(rivalidades, resentimientos, odios), que los agentes externos inducen,
explotan o estimulan. Este podría ser el caso de Níger. El jefe golpista había
sido nombrado por el anterior presidente y Bazoum lo había confirmado. Tampoco
es que la lealtad sea un valor sólido en países como éstos, demasiado
erosionados por una corrupción primaria.
El golpe en Níger coincidió
casualmente con la celebración de un cumbre ruso-africana en Moscú. Putin
aprovechó la ocasión para insistir en un discurso de hermandad con el
continente y deslizar alguna que otra promesa de alto valor propagandístico,
como la donación gratuita de grano a los países más vulnerables afectados por
la guerra de Ucrania. El Kremlin decidió hace unos días no renovar el pacto que
permitía la exportación de grano ucraniano, negociado el año pasado por Turquía
y la ONU. En África, estos gestos tienen cierta repercusión, aunque es
demasiado pronto para medir su efecto real.
UNA TRAYECTORIA INCOHERENTE
La aparición de Rusia en el
escenario africano ha favorecido el relato político y propagandístico
occidental. Esto ya había ocurrido con China, por sus iniciativas comerciales y
sobre todo por sus programas de inversión en infraestructuras, que han generado
inmensas deudas públicas. África, continente depositario de valiosísimas
materias primas para la nueva economía digital, se ha convertido en terreno de
confrontación de las grandes potencias del planeta (6). Un nuevo colonialismo
se abre paso, con rasgos y características distintos según el caso.
Pero más allá de los discursos,
conviene cuestionar la manera en que los gobiernos y medios occidentales
afrontan estas crisis de gobernabilidad en África (y, en general, en el Sur).
La defensa encendida de la democracia encaja` mal con actuaciones occidentales precedentes.
Algunos ejemplos recientes resultan bastante ilustrativos.
En Egipto, hace diez años,
Occidente se conmovió poco o nada cuando el general Al Sisi acabó a sangre y
fuego con el gobierno constitucional de los Hermanos Musulmanes, una formación
islamista moderada que había ganado con claridad las primeras elecciones libres
en muchas décadas. Desde entonces, el gobierno militar egipcio ha sido mucho
más represivo que los precedentes de Mubarak. En este caso, la eliminación del
islamismo, aunque fuera tibio, primó sobre el respeto a los valores y
procedimientos democráticos.
Algo parecido está ocurriendo en
Túnez, donde el Presidente Kaïs Saied ha eliminado o vaciado de sustancia las
instituciones democráticas, a la vez que se manifestaba implacable en la
persecución del partido islamista moderado Ennahda (Renacimiento).
Occidente se ha limitado a protestar verbalmente; en la práctica, ha adoptado
una serie de políticas orientadas a su mantenimiento en el poder: negociación
de un difícil acuerdo con el FMI para estabilizar la maltrecha economía local y
recuperación de un pacto antiinmigración similar al alcanzado con Turquía hace
siete años. El trato infligido a los sahelianos que pretenden llegar a
Europa desde Túnez es inhumano y cruel, según han denunciado las principales ong’s
internacionales. Como ya hizo en Libia, la UE subroga en gobiernos no
democráticos el control migratorio.
Otra crisis reveladora de este
doble rasero apunta en el África Occidental. En Senegal, uno de los países
donde parece anclada más sólidamente la tutela francesa, el actual gobierno del
presidente Macky Sall ha disuelto hace unos días el principal partido de la
oposición y detenido a su carismático dirigente, Ousman Sonko, que contaba con
razonables expectativas de triunfo en las elecciones de febrero de 2014. Sall había
renunciado hace unas semanas a presentarse a una segunda reelección, lo que
hubiera supuesto forzar la Constitución, tras una oleada de protestas que
degeneraron en un clima de gran tensión política y violencias callejeras (7).
Las élites senegalesas saldarán cuentas dentro de unos meses, pero de momento
intentan evitar que el movimiento descontrolado y populista de Sonko pudiera
abrirse paso hacia el poder. De momento, en Paris se guarda un discreto
silencio ante unos acontecimientos poco compatibles con el ejercicio de la
democracia.
NOTAS
(1) “Au Niger, le coup de forçe contre Mohamed Bazoum
désestabilise encore un peu plus le Sahel”. LE MONDE, 27 de julio.
(2) “Chaos in
the Sahel. Fanatics and putschists are creating failed states in west Africa”. THE
ECONOMIST, 1 de agosto.
(3) “The
coup in Niger puts spotlight on nation’s uranium”. ISHAAN THAROOR. THE WASHINGTON
POST, 1 de agosto.
(4) “La France accusée d’ingérence par la junta nigérienne”.
COURRIER INTERNATIONAL, 1 de agosto.
(5) “Au Niger, c’est aussi l’Afrique qui coupe avec la France”.
NOURI NESROUCHE. LE WATAN, 31 de julio.
(6) “The
Global Economy’s future depends on Africa”. JACK A. GOLDSTONE & JOHN F.
MAY. FOREIGN AFFAIRS, 18 de mayo.
(7) “Au
Sénegal, le gouvernement dissout le parti de l’opposant Ousmane Sonko, deux
morts dans des manifestations”. LE MONDE, 1 de agosto.
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