TIEMPO DE ALARMAS

26 de junio de 2024

El sistema de alarma de los responsables políticos occidentales y sus intérpretes mediáticos se ha visto especialmente saturado estos últimos días, por cuestiones externas e internas, por maniobras geoestratégicas y desestabilizaciones políticas nacionales.

El desbloqueo del nuevo y más grande paquete de ayuda militar norteamericana a Ucrania y la ampliación de los permisos de uso del armamento occidental por el gobierno de Kiev generó un cierto alivio en la OTAN, tras una primavera sombría. Sin embargo, la constatación de que Moscú resiste la presión sancionadora sin apuros terminales y cuenta con el apoyo activo o pasivo de Pekín han disuelto este frágil optimismo de las últimas semanas. La artillería rusa sigue machacando centros vitales de la infraestructura ucraniana. El final de la guerra no está a la vista y, en todo caso, no parece alineado con los intereses del protegido occidental.

ALIANZAS PERTURBADORAS EN ASIA

Pero el elemento reciente más inquietante ha sido la visita de Putin a Pyongyang. Según la visión occidental, no puede haber mayor amenaza para el mundo que la cooperación entre dos “delincuentes”: la potencia revanchista por excelencia (la agresora y desestabilizadora Rusia) y el estado más gamberro e irresponsable del planeta (Corea del Norte), cuyos ciudadanos muertos de hambre y privaciones son rehenes de la febril aspiración de potencia nuclear de la primera dinastía comunista de la Historia (1).

Todos los elementos del desastre augurado están reunidos: la voluntad criminal, los medios de destrucción y la complementariedad de las ambiciones. Rusia se habría asegurado una nueva fuente de suministro de municiones y misiles para completar su agresión contra Ucrania. Corea del Norte tendría pronto acceso a la tecnología atómica y a los satélites de comunicaciones que necesita para intentar un jaque mate a su vecino coreano y amenazar a Estados Unidos con un nivel de destrucción intolerable si se le ocurre intervenir en defensa de su aliado. Que las intenciones de Putin y Kim sean agresivas no se discuten por evidentes (2).

El único elemento de duda estos días ha sido si China avala o se resiente de este acuerdo ruso-norcoreano. Los analistas más pesimistas creen que Pekín consiente, para tener una baza más de negociación con Occidente, cuando llegue el momento; los más optimistas confían en que el pragmatismo de los chinos les empuje a desentenderse de ese pacto diabólico (3).

Pero en las informaciones de estos días sobre la cumbre de Pyongyang no se ha recordado que, en abril, Estados Unidos renovó y amplió sus alianzas con Japón y Corea del Sur. En apenas unos días, Biden invitó a la Casa Blanca al Primer ministro Fumio Kishida y al Presidente Yoon Suk-yeol. Con los japoneses se acordó la sepultura definitiva de la política “pacifista” nipona tras la derrota en 194. Tras la brecha abierta por el fallecido Shinto Abe, Japón ha disparado sus presupuestos anuales de Defensa (han pasado del 1% al 2% del PIB: cerca de 50 mil millones de euros) y se prepara para la guerra (con China, se entiende).  Con los surcoreanos, se convino en que, en caso de que el “belicoso” vecino del norte se dote de armas nucleares, Washington consultaría con Seúl la respuesta adecuada en cada momento de la potencial crisis (4).

Se ha consolidado así lo que ya venía siendo una realidad: una alianza triangular prioritaria en Asia. Que se complementa con la arquitectura multilateral construida en los últimos años para “contener” a China: el AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos) y la dimensión militar del Quad, foro de coordinación multisectorial entre Estados Unidos, Australia, India y Japón. 

Además, Washington ha renovado y potenciado sus acuerdos bilaterales con Filipinas, tras un periodo de zozobra por los coqueteos del expresidente Duarte con Pekín. Ahora, con el regreso al poder de la dinastía Marcos, Filipinas ha recuperado su condición de gendarme predilecto de Estados Unidos en esa zona del mundo. 

No debemos olvidarnos de otro instrumento heredero de la guerra fría, la ASEAN, que operó como un agente regional contra el comunismo y que ahora se ha desideologizado para acoger a potencias que se pretenden neutrales, como Laos, Camboya y, sobre todo, Vietnam. En Hanoi están orgullosos de su “diplomacia del bambú”; es decir, de la autonomía y flexibilidad de su política exterior, que les permite mantener sus lazos tradicionales con Moscú (finalizado su viaje a Corea del Norte, Putin hizo escala en Vietnam antes de regresar a Moscú), sin que ello le prive de hacer negocios con EE.UU y sin irritar a la desconfiada China (5).

Por tanto, ni el acercamiento ruso-chino ni las maniobras tácticas de Putin en Asia surgen de puras necesidades militares urgentes por la guerra en Ucrania. Todas las potencias están reconfigurando, retocando y actualizando sus alianzas ante un conflicto potencial que puede convertirse e inevitable de tanto invocarlo. Según la perspectiva occidental, China ya ha decidido la ocupación por la fuerza de Taiwán para lograr la unificación nacional pendiente desde la segunda guerra mundial. En Pekín, se considera la hostilidad de Estados Unidos hacia esa aspiración histórica del pueblo chino es una manifestación más del intento por impedir el crecimiento del poderío chino. Rusia sigue la misma vía argumental, al presentar el conflicto de Ucrania como una muestra más del acoso occidental a cualquier país que no acepte sus imposiciones. Si Occidente se empeña en defender a toda costa el Orden liberal internacional, no hay más remedio, se sostiene oficialmente en Pekín y Moscú, que construir una nueva arquitectura de convivencia internacional basada en el respeto de cada sistema social y político y en la no injerencia en las respectivas cuestiones nacionales.

LA UTILIDAD DE LA EXTREMA DERECHA

La otra alarma activada del momento está relacionada con una suerte de enemigo interior y lleva la etiqueta de “extrema derecha”. En Washington, Paris, Berlín, Bruselas y un buen número de capitales europeas, el nacionalismo identitario se considera un peligro creciente para el sistema liberal. El posible triunfo del partido de la persistente Marine Le Pen en Francia en las elecciones legislativas anticipadas de los dos domingos siguientes ha incrementado el nivel de alarma, existente desde hace años. Nunca como ahora ha estado el Reagrupamiento Nacional tan cerca de tocar poder, aunque el sistema electoral de la V República haya servido hasta ahora de obstáculo no menor.

Lo más interesante, sin embargo, es que el principal exponente del orden liberal en Francia, el Presidente Macron, no sólo ha sido el responsable inmediato de esta situación de urgencia al disolver la Asamblea y convocar comicios anticipadas, sino que se ha apresurado a hacer disparar la alarma por el inesperado crecimiento de la izquierda. Macron alerta del “peligro de los dos extremos”, presentado al Nuevo Frente Popular (la coalición entre socialistas, ecologistas, comunistas e insumisos) como una amenaza de “ruina nacional” (6). 

La izquierda ha cifrado el coste de su programa de gobierno en unos 100 mil millones de euros y contempla la subida del salario mínimo, la revisión de la reciente ley de jubilación y del nuevo sistema de subsidio de desempleo, la fijación de precios máximos de los productos de primera necesidad y otras medidas sociales. Este esfuerzo se financiaría con una mayor presión fiscal sobre los más ricos (7).

Para los economistas liberales como Olivier Blanchard (exFMI), el programa de la izquierda es “confiscatorio” y aún más “peligroso” que el de RN. Un diagnóstico similar hace THE ECONOMIST, biblia mediática liberal, que no sólo alerta del peligro en materia económica, sino también cuando se trata de analizar las perspectivas de un gobierno nacionalista o izquierdista en política exterior (8).

El doble o nada del “imaginativo” Presidente francés ha desconcertado a muchos de sus colaboradores y aliados en ese centrismo difuso que nunca ha terminado de cuajar en el país, emparedado entre la derecha conservadora y una izquierda casi siempre confinada en las grandes ciudades. A Macron le dio resultado la ecuación en 2017 y logró el triunfo por mayoría absoluta, superando el éxito del liberal Giscard, que ganó las presidenciales hace cincuenta años, pero tuvo que compartir el poder con una derecha gaullista resentida y en declive. 

En 2022, tras verificarse que el modelo reformista de Macron no era nada más que la preservación del orden social con otra retórica, sólo pudo renovar a medias su mandato. Este segundo triunfo nunca lo fue, en realidad. Sin mayoría y con una derecha destruida por rivalidades personales y enfermizamente hostil hacia el inquilino del Eliseo, el Presidente ha gobernado por decreto para sacar adelante leyes impopulares. Los más favorecidos nada tienen que reprochar a Macron, que les ha regalado 50 mil millones de euros con su política fiscal. Izquierda y extrema derecha se han opuesto al proyecto supuestamente centrista desde trincheras distintas e impermeables, lo que le ha servido al Presidente para insertarlos conjuntamente en el panel de las alarmas. 

La estrategia macronista, cada vez más personal y demasiado arriesgada para una base social que teme más al Nuevo Frente Nacional que al RN, pone al descubierto la verdadera orientación del programa reformista liberal. En nombre de la “resistencia republicana” frente al peligro de la extrema derecha, se profundizan las políticas económicas y sociales antiigualitarias y se descalifica a la izquierda en todas sus expresiones. No está claro que si por desesperación o por otro alarde de audacia de los suyos, Macron ha elevado la apuesta y optado por combatir a los dos adversarios con un mismo tiro.

En el peor de los casos, sostienen sottovoce los colaboradores más leales del Presidente, no habrá una retirada deshonrosa y desordenada. Macron no dimitirá. Desde el fortín del Eliseo defenderá los valores republicanos, liberales y democráticos, se proclama. La cohabitación con el nacionalismo identitario o con el “izquierdismo populista” no será -se asegura- una batalla perdida, sino una lucha encarnizada hasta 2027, año de las próximas presidenciales.

Esta lógica del salvamento también está operando al otro lado del Atlántico, lógicamente con sus características propias. Si en París, muchos portavoces del sistema se han resignado al triunfo de Le Pen-Bardella, qué decir en Washington. Aunque las encuestas indican empates técnicos o cifras demasiado apretadas como para dar por resuelto el partido, lo cierto es que el temor al regreso de Trump domina el clima político. Se espera al debate de este jueves para testar las aguas, comprobar la tan cuestionada agilidad mental de Biden y la capacidad de Trump para convertir sus causas judiciales en aliento revanchista de sus adeptos.

Con una cohabitación en ciernes en el Eliseo y un nacionalismo instrumental, sin ideología sólida, en la Casa Blanca, las alarmas quedarán definitivamente prendidas, sin reposo y atentas al desarrollo de estos factores de desestabilización del orden liberal, a saber:  

1) la política exterior de Trump hacia o frente a Rusia y su guerra en Ucrania; hacia o frente Europa, por el reparto de la cargas militares en la OTAN; hacia o frente a China, por el recurrente dilema entre el decoupling y el derisking, es decir, entre la ruptura total y un compromiso pactado en materia comercial y tecnológica, sin olvidar la sombra de Taiwán o el pulso por la hegemonía en el Pacífico.

2) la creciente fortaleza de la extrema derecha en casi toda Europa, donde puede confirmarse como la ideología con más diputados en la Eurocámara, aunque su división en dos o tres grupos les haya privado del reparto de cargos, que se han vuelto a repartir los partidos del consenso centrista. El coqueteo del PPE con los ultras volverá cuando lo necesite.

3) Si la izquierda unificada obtuviera un buen resultado en Francia, podría generarse un ambiente de superación de ese estado de anestesia ideológica y programática con la que se ha autocastigado durante medio siglo por la inventada superioridad del capitalismo liberal.

El tiempo de alarmas se intuye duradero, intenso y pasto de manipulaciones constantes. 


NOTAS

(1) “Putin and Kim have joined forces as global delinquents”. ANDREW ROTH. THE GUARDIAN, 23 de junio.

(2) “Putin and Kim’s new friendship shouldn’t be a surprise”. EUGENE RUMER. CARNEGIE ENDOWMENT FOR INTERNATIONAL PEACE, 20 de junio.

(3) “The next Tripartite Pact? China, Rusia and North Korea’s team is not built to last. ORIANA SKYLAR MASTRO. FOREIGN AFFAIRS, 19 de febrero.

(4) “Biden and Kishida agree to tighten military and economic ties to counter China”. THE NEW YORK TIMES, 10 de abril.

(5) “Why is Putin travelling to Vietnam”. SUI-LEE WEE. THE NEW YORK TIMES, 19 de junio.

(6) “Contre les ‘deux extrêmes’, Emmanuel Macron appelle au ‘rassemblement des modérés’”. LE MONDE, 13 de junio.

(7) “La gauche veut rassurer sur le sérieux de son programme économique”. ELSA CONESA. LE MONDE, 21 de junio.

(8) “The economic recklessness of  both France’s hard left and hard right”; “The alarming foreign policies of France’s hard right and hard left”. THE ECONOMIST, 23 y 24 de junio.


LA MALA DIGESTIÓN ELECTORAL EN EL NORTE Y EN EL SUR

19 de junio de 2024      

El intenso ciclo electoral de 2024 está resultando una pesadilla política para la práctica totalidad de los gobiernos, en el Norte y en el Sur (con la excepción de México). Y lo que queda. En menos de un mes se tiene que dilucidar el futuro inmediato en Francia y Gran Bretaña y en otoño el de Estados Unidos, sin olvidar las elecciones regionales en el Este de Alemania, que pueden confirmar el declive de la actual coalición en el poder y la confirmación del nacionalismo xenófobo como la segunda fuerza política del país.

Las cuatro potencias aludidas dirigen el mundo, en sus distintas aspectos. Pero a otras que aspiran a tener una voz más fuerte en el concierto internacional  no les ha ido mejor. En India, el nacionalismo ha revalidado su triunfo, pero ha perdido gas y tendrá que coaligarse para seguir gobernando y renunciar a sus planes de reforma constitucional para profundizar en la hinduización del país. En Suráfrica, el Congreso Nacional Africano ha sufrido algo similar: por primera vez desde el final del apartheid, tendrá que apoyarse en otras fuerzas para gobernar, lo que ya está generando polémica y división en sus filas.

OCCIDENTE: URNAS AMARGAS

La reciente cumbre del G-7 (un directorio mundial cada vez menos informal) nos ha dejado una foto de perdedores “in pectore”. Salvo la anfitriona italiana, los líderes pasan apuros mayores.  El más poderoso de ellos, Biden, afronta una agónica recta final de una larga campaña contra un rival que es ya formalmente un felón, a pesar de lo cual cada día que pasa parece más cerca de regresar a la Casa Blanca para dinamitar la decadente democracia americana. Trump saca rédito de sus pleitos judiciales (aunque le estén costando mucho dinero) y de un establishment liberal que lo hace más poderoso cuanto más lo critica. A sólo unos días del primer debate electoral, el nerviosismo es palpable en Washington y en los canales atlánticos.

El más audaz, Macron, ha respondido al varapalo de las europeas con una apuesta a doble o nada en la peligrosa ruleta de la política francesa. En su propio campo no están convencidos del riesgo contraído. Los creyentes en su audacia confían en que el “encanto” del Presidente pueda revertir un estado de opinión desfavorable. Los cínicos consideran que Macron quiere forzar el acceso de los ultraderechistas al gobierno para quemarlos y hacer inviable su triunfo en las presidenciales de 2027. Pero el cálculo temerario del Presidente ha dado vida a  un tercer agente en esta carrera al sprint: una izquierda unida (o reunida), bajo la inesperada fórmula de un “Nuevo Frente Popular”, que aspira a discutirle la victoria al partido Reagrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen. Por lo pronto, el partido exgaullista ha quedado triturado, con una división de opereta entre resistentes y entreguistas al cambio de ciclo histórico en la derecha.

Macron hace virtud de la necesidad y presenta al partido presidencial como la única opción para frenar a los dos extremismos, “que arruinarían a Francia”. Ha encontrado un aliado en la estrella futbolística del país, el joven multimillonario Kilyan Mbappé, a quien no pudo convencer para que se quedara en el club del petrodólar qatarí y olvidara su compromiso con el Real Madrid. El astro del balompié ha entrado en campaña, sin una petición expresa de apoyo a Macron, pero con una clara alusión crítica a los “extremos”. El Presidente necesitará de mucho más para dar la vuelta al marcador. La bolsa ha caído ya un 5%. Los analistas anticipan las claves de una nueva cohabitación entre Eliseo y Matignon. Pero en este dilema corneliano en que Macron ha puesto a millones de franceses todo puede ocurrir.

Otros protagonistas de la foto de Apulia esperan su momento sacrificial. Sobre el canadiense Trudeau pesan malos augurios electorales y el japonés Fuchida afronta una rebelión interna en su partido. En fase terminal está el Premier británico Sunak, al que las encuestas le sitúan no ya en línea de salida, sino al borde de un cataclismo histórico. Ni supo, ni pudo, ni quiso amortiguar los efectos del Brexit. Ha encabezado un gobierno roto, sin la confianza de sus propias bases y ferozmente antisocial, con una política económica ultraliberal que casi nadie defiende ya en Europa y una política migratoria que firmaría cualquier formación xenófoba.

También al canciller alemán Scholz, se le resquebraja su gobierno. Las europeas han sido crueles; las regionales de otoño pueden ser fatales. Juegan a aprendices de brujo sus rivales democristianos, ganadores de las europeas. Con evidente hipocresía proclaman el cordón sanitario a la ultraderecha en casa mientras favorecen una alianza con ella en Europa. El líder del PPE, el socialcristiano bávaro Manfred Weber, coquetea políticamente con la italiana Meloni como fuerza de reserva si la “gran eurocoalición” con los socialdemócratas y liberales deja de ser rentable. En este empeño participa la Presidenta de la Comisión, la democristiana (CDU) Úrsula Von der Leyen, que quiere repetir en el cargo a toda costa. Estos días se habla más de nombres que de programas, principios o valores en Europa.

Giorgia Meloni es la única jefa de gobierno de la foto de Apulia que pudo sonreír sin forzar el gesto. Incluso se apuntó el triunfo de sacar el derecho al aborto del comunicado final del G7. Le ha ido bien en las europeas. Pero tiene sombras que disipar. Sobre ella recae gran parte de la responsabilidad de la unificación de las derechas nacionalistas duras en Europa. Ella es ahora la estrella que más brilla, pero sabe que pronto Marine Le Pen puede privarla del cajón más alto en ese pódium. Ambas lideran las dos formaciones en las que está escindida la extrema derecha europea (ECR e ID). La tercera dama de la política europea es Úrsula. A la dirigente alemana, y a su partido, les viene bien que se mantenga la división ultra. No hay que olvidar que la CDU ha sido superada por el RN como primer partido de la Eurocámara. Úrsula y el PPE pueden negociar con las dos facciones nacionalistas por separado en condiciones ventajosas.

Pero en el Parlamento Europeo no están las cuentas cerradas. Conforme se van completando los resultados, se atisba lo que advertíamos en un comentario anterior. La ultraderecha aún está en condiciones de convertirse en la fuerza política más numerosa. De los 44 flamantes diputados aún por definirse, una mayoría tiene claras simpatías extremistas.

Un triunfo de Le Pen en julio puede precipitar las cosas. O complicarlas. Si el RN gana las legislativas francesas, Le Pen confirmaría su prevalencia sobre Meloni. Pero, en Estrasburgo, la italiana comanda un grupo que supera al de la francesa. Esta rivalidad beneficia al PPE, al que  interesa que Meloni se mantenga como Jefa de un ERC autónomo.

Una de las claves de este equilibrio está en manos del ultra húngaro Orban, cuyos 10 diputados están ahora en el grupo limbo de los No Inscritos. Meloni tiene difícil captarlos para el ECR, porque los polacos del PiS abominan del buen entendimiento del magiar con Putin. Para Le Pen eso no habría sido un problema, hasta hace poco. Pero en ese proceso de “desdiabolización” y “normalización”, los vínculos con el Kremlin se han vuelto demasiado tóxicos.

Hay maniobras paralelas que pueden incidir en la configuración y los equilibrios de las fuerzas nacionalistas identitarias. El neerlandés Rutte, jefe de un gobierno que agoniza, le habría ofrecido un pacto a Orban. A cambio de que éste no lo vete como nuevo Secretario General de la OTAN, los húngaros disfrutarían de una suerte de opt-out en las decisiones sobre Rusia. En lenguaje sencillo, Hungría podría desentenderse de la presión contra Putin. En esto quedan los “principios” o los “valores” que invoca el orden liberal, cuando son confrontados a las lógicas del poder y a las ambiciones personales.

RESULTADOS DESIGUALES EN EL SUR GLOBAL

Las elecciones en tres grandes del Sur Global han arrojado resultados desiguales. Los tres partidos gobernantes han repetido victoria, pero dos de ellos han sufrido un retroceso importante (el CNA, en Suráfrica) o han quedado  muy por debajo de sus expectativas (el BJP, en India). En el tercero (México), la izquierda ha revalidado su victoria en las presidenciales y ha reforzado su dominio en las dos Cámaras legislativas.

En Suráfrica, como se esperaba, el Congreso Nacional Africano, movimiento de liberación y lucha contra el apartheid, ha caído por primera vez desde 1994 por debajo del 50%. Los electores han castigado duramente dos décadas largas de corrupción y mal gobierno, de ineficacia y deslealtad hacia los principios motores de sus fundadores. Suráfrica se ha convertido en el país más desigual del mundo, muchos dirigentes políticos se han hecho millonarios, las infraestructuras básicas son un desastre y la confianza ciudadana está por los suelos. Si el CNA, con el 40% de los votos y 159 escaños, conserva el liderazgo político es, en gran parte, por la inercia de unos simpatizantes que aún en una rectificación.

Ante esta coyuntura de coalición obligada, el CNA ha optado por el “giro al centro”. Alianza Democrática es un partido formalmente interétnico, pero dominado aún por los blancos de clase media. Estas elecciones le han confirmado con el segundo partido del país, con el 22% de los votos y 87 escaños. La coalición se completará con los 17 diputados de Inkhata, partido afincado en Kwazulu-Natal, de orientación liberal-conservadora y viejo rival del CNA en los últimos años del apartheid. La fórmula tripartita asegurará los dos tercios de la Asamblea. En el CNA hay muchos que no se sienten a gusto, pero las otras variantes tampoco entusiasmaban.

El MK, un partido creado por el expresidente Zuma, destituido y procesado hace años por corrupción, ha montado un discurso oportunista, populista y victimista, con el objetivo de cobrarse la revancha frente a sus antiguos camaradas y regresar al poder, del que salió cubierto por la ignominia. Los electores le han respaldado con un 15% de los votos y 58 escaños, insuficiente para dejarse llevar por la euforia, pero sípara evitar la mayoría absoluta del CNA.

El otro socio potencial del partido gobernante era el izquierdista EEF (Luchadores por la Libertad económica), que ha cerca del 10% y 39 escaños. El acuerdo presentaba conflictos programáticos importantes. El EEF quería ampliar las nacionalizaciones y repartir tierras de los blancos entre los negros desposeídos. No es esa la línea actual del CNA.

En India, la sorpresa ha sido notable. El BJP (Bharatiya Janata Party, Partido del Pueblo de la India) disfrutará de un tercer mandato consecutivo, pero tendrá que contar con sus aliados tradicionales para gobernar. Proclamó su aspiración de llegar a los 400 escaños y no ha llegado siquiera a 303 que tenía hasta ahora. Ni siquiera a los 277 que le hubieran dado la mayoría absoluta en la Lok Sabha (Parlamento). Por si solo ha obtenido 240. Sus aliados le aportarán una cincuentena más, lo que le permitirá seguir en el poder.

El Primer Ministro Modi ha sufrido una fuerte decepción. La ciudadanía le ha negado esa mayoría cualificada con la que contaba para profundizar en la hinduización del país. El BJP no ha conseguido penetrar en el sur y sureste del país (su asignatura pendiente) y, además, ha perdido posiciones en el norte. Es significativo es retroceso que ha sufrido en Uttar Pradesh, el más populoso, donde ha perdido casi la mitad de los escaños. Incluso ha sido derrotado en Ayodhya, donde Modi hizo instalar un templo al dios Ram sobre el solar de una ancestral mezquita. Este proyecto ha sido uno de los faros del hinduismo extremista y fuente de conflictos étnicos desde hace décadas.

Por el contrario, el Partido del Congreso, promotor de la independencia, se ha recuperado de forma notable. Duplica su representación en la Asamblea (de 52 a 99). Con el apoyo de numerosos aliados por todo el país liderará un grupo de 234, sesenta menos que los del BJP, pero suficientes para una eficaz labor de oposición. La dinastía Gandhi se ha salvado de nuevo.

Al Primer Ministro Modi le ha terminado pasando factura su arrogancia, la exhibición de fuerza y autoritarismo y la injusticia social que han provocado sus políticas ultraliberales, que ha tratado de compensar inútilmente con programas populistas de apoyo social y grandes obras de infraestructura para dar músculo a su discurso nacionalista. El experimento identitario, que tan buenos resultados está obtenido en Estados Unidos, Europa y otras partes del Sur Global, ha encontrado sus límites en la India. Debe esperarse que Modi sea ahora más prudente en la negociación de alianzas, pero tampoco es descartable que, para conjurar cualquier sensación de debilidad, opte por la huida hacia adelante e intente profundizar en sus políticas radicales.

México ha sido la única excepción en este ciclo electoral desfavorable para los partidos en el poder. La victoria de Claudia Sheinbaum, con el 60% de los votos, mejora el resultado de su antecesor y mentor, Antonio Manuel López Obrador (AMLO), y obtiene un fuerte mandato para profundizar en las políticas progresistas. En su condición de primera Presidenta de la República, es de esperar que acometa medidas más eficaces contra el feminicidio, como las que puso en marcha como alcaldesa del Distro Federal capitalino. Su personalidad es distinta a la de AMLO, menos populista, más tecnocrática.

Los medios del sistema esperan que detenga el debilitamiento de los contrapesos institucionales que atribuyen a su antecesor. En realidad, las élites mejicanas temen que la izquierda intente deshacer el sistema de privilegios que el PRI (y luego el derechista PAN) han construido durante más de cien años.

MORENA (el partido de Sheinbaum y AMLO) y sus aliados comunistas y ecologistas han obtenido 373 diputados y 69 senadores, una fuerza parlamentaria más que suficiente para doblegar la resistencia de los partidos de la derecha y el centro. El PRI y el PAN han visto reducida casi a la mitad su presencia en el Congreso, aunque aguantan en el Senado. Además, MORENA ha ganado la gobernación de siete de los nueve estados en disputa. México está más a la izquierda que nunca. Los progresistas, que siempre han defendido un giro histórico pero recelaban del populismo de AMLO, confían ahora en un cambio de estilo y de sustancia.

Desde el exterior, el primer mensaje no ha sido halagüeño. Biden ha firmado una orden ejecutiva para endurecer el control de la inmigración. La medida es claramente electoralista, pero supone también una advertencia a la nueva Presidenta para que no se aparte de los compromisos de vigilancia de la frontera, contraídos en su día por AMLO con Trump.

EUROPA: LOS ULTRAS AÚN PUEDE SER MÁS FUERTES

11 de junio de 2024

La ultraderecha puede aún disputar a los socialistas la condición de segundo partido más numeroso del Parlamento Europeo. Los primeros análisis realizados por los medios pasaron de puntillas por la composición final de la Eurocámara. El alivio que les produjo a la mayoría el mantenimiento de la dupla del consenso centrista en que se ha venido apoyando la gobernanza de Europa hizo que se obviara con demasiada rapidez un escenario más complicado.

UN PELOTÓN ULTRA POR DEFINIRSE

Según los resultados provisionales, los partidos nacionalistas conservadores, identitarios y populistas sumaban un total de 131 escaños, 73 del Grupo Conservador y Reformista Europeo (CRE-ECR) y 58 de Identidad y Democracia (ID); entre ambos, apenas 4 menos de los que han obtenido los socialdemócratas (135). 

Sin embargo, hay 100 diputados que aún faltan por ubicar. De ellos, 45 figuraban en la legislatura pasada en el Grupo de No adscritos (similar al mixto, en la terminología española); los 55 restantes se estrenan ahora y no han definido su pertenencia, o no lo han cerrado o iniciado las negociaciones con los grupos existentes. En estos dos grupos no cuajados hay partidos que son claramente de extrema derecha y, por tanto, se integren o no en ECR o ID -o en el que resultara de la fusión de ambos, si se solventasen las diferencias- votarán de forma similar a ellos. Veamos los casos.

-AfD (15 diputados, segundo puesto en las elecciones con casi un 16% de los votos). Estos alemanes pertenecían hasta hace sólo unos días a ID, pero fueron expulsados por iniciativa de Marine Le Pen , tras unas declaraciones de su principal candidato en las que afirmó que no todos los SS fueron criminales. La financiación china y rusa de la AfD constituye otro factor de rechazo, en un momento en que la ultraderecha europea quiere dar la impresión de que se aleja del Kremlin.

-FIDESZ (10 diputados). El partido del Primer Ministro húngaro, Víctor Orban, también fue expulsado la legislatura pasada de su grupo original, en este caso el Popular,  tras un pulso muy agrio relacionado con el cumplimiento de las normas del Estado de Derecho. Los alemanes intentaron mantener a Orban embridado, pero finalmente no fue posible. El líder del FIDESZ lleva semanas negociando su futuro en Europa. Su actitud conciliatoria con Putin hace que los polacos e italianos del ECR se opongan a acogerlo. Le Pen es más flexible, aunque tampoco está convencida, sobre todo si eso tensa las relaciones con Meloni y Kaczynski. 

-SMER (5 diputados). Formaba parte hasta hace poco del Grupo Socialista, pero su deriva nacional-populista, le valió la expulsión. Su líder, Robert Fico fue víctima de un atentado fallido en la campaña electoral. Se ignora si esta circunstancia ha tenido alguna influencia en su estupendo resultado. Con casi el 25% de los votos, ha sido el claro ganador. El partido no tiene una clara orientación ultraderechista, pero apoyará los intentos de endurecer las políticas de inmigración y asilo. Comparte con Orban las buenas relaciones con Moscú. 
A estos 30 diputados de partidos veteranos en Europa, coincidentes en el grupo de NA, se unirán ahora otros 17 debutantes. Son los siguientes:

-KONFEDERACJA (6 diputados). Estos polacos son aún más extremistas que el PiS. Se pueden considerar como el resultado de una confluencia de corrientes y pequeños partidos monárquicos y ultraconservadores. En cambio, son neoliberales en materia económica. Han sido muy críticos con el PiS, al que acusan de haberse corrompido en el poder. Tienen un discurso anti-élite, que algunos han reconocido como cercano a los inicios de la Lega Nord, en Italia. No está claro si intentará negociar con ID o preferirá mantener su independencia en el NA.

-AUR (5 diputados). Estos rumanos también son nuevos en el PE. Es muy activo en la defensa de las minorías rumanas desperdigadas por el centro y el sureste de Europa. Xenófobos a machamartillo, pretenden ser acogidos por el Grupo ECR. 

-REVIVAL (3 diputados). Los nacionalistas conservadores búlgaros se encuentran muy divididos en un terreno político muy fragmentado y volátil. Esta formación es la que parece haber salido más reforzada de un ciclo electoral interminable. Está muy por detrás de conservadores y liberales, pero moviliza a un sector ultranacionalista de la sociedad búlgara. Parece más afecto al estilo del ECR. 

-TAL NACIÓN (1 diputado). Esta otra formación búlgara tiene un perfil más populista. Es el resultado de una más de las iniciativas impulsadas por hombres de negocios desde la salida del comunismo, sin una disciplina ideológica definida, pero anclados en la derecha. Podría encontrar mejor acomodo con ID o mantenerse en el NA.

-MY HAZÁNK (1 diputado). Esta formación húngara ultranacionalista parece haber cogido el testigo de JOBBIK, después de que ésta  formación evolucionara hacia posiciones templadas, que le acercaron al Grupo Popular europeo, aunque no haya obtenido la recompensa esperada. El nuevo grupo ultra conecta con la tradición histórica del Almirante Horthy, aliado de los nazis. Podría ser demasiado radical incluso para los dos grupos de extrema derecha del PE.

-DANMARKS DEMOKRATERNE (1 diputado). La “renovación” de las propuestas nacionalistas y xenófobas no sólo ocurren en el Este. En la otrora acogedora Dinamarca, el declive del Partido del Pueblo danés (su representación se ha reducido a un solo asiento en la Eurocámara, en la bancada de ID) ha alentado el nacimiento de otras formaciones como DD. Aunque aún no está cerrada la negociación, ha manifestado su intención de unirse al Grupo ECR.
Con estos 47 diputados adicionales, tanto si se suman a ECR o a ID o si se mantienen en el de NA, la ultraderecha superaría ampliamente a los socialdemócratas y se convertiría, de facto, en la segunda opción política del PE.
El Grupo SD sólo parece estar en condiciones de añadir a su bancada al diputado de HLAS, una pequeña formación eslovaca que rompió con el SMER. El resto de los NA o de los pendientes de ubicar parecen encaminarse hacia otros derroteros. El Movimiento 5 estrellas, (8 diputados), aunque pactó con el PDI antes de la marea derechista en Italia, no parece un socio potencial de los socialistas.
EL DOBLE JUEGO DE VON DER LEYEN

Si se confirmara el reagrupamiento nacionalista conservador, identitario y populista, la denominada ultraderecha tendría apenas media docena de diputados menos que el Grupo Popular. Meloni y Le Pen podrían hacer valer estos números para sembrar dudas en Úrsula Von der Leyen y los populares alemanes acerca de la alianza más conveniente a medio plazo. La Presidenta de la Comisión ha dicho que “los extremos, por la derecha y por la izquierda, han ganado apoyo, pero el centro ha resistido”. 

No se ve bien qué avances ha experimentado lo que ella llama “extrema izquierda". La izquierda crítica cuenta con los mismos diputados que tenía en el Parlamento saliente, pero cinco menos que al principio de la legislatura, tras las elecciones de 2019. Esa pérdida se puede ver compensada por los seis diputados obtenidos por el nuevo partido alemán, escindido de Die Linke y liderado por Sarah Wagenknecht. 

Por otro lado, Von der Leyen no ha tenido reparos en cooperar con una de las dirigentes de esa “extrema derecha”, la italiana Meloni, para exhibir el endurecimiento de la política migratoria. Entre la convergencia con el nacionalismo identitario y la defensa del “centrismo”, la Presidenta no ha dudado en practicar un doble juego. Igual que el jefe del Grupo Popular, el también alemán, rama CSU, Manfred Weber.

¿PIRÓMANO O ESTRATEGA?

No hay que descartar otro giro, si la última jugada de Macron sale mal. La debacle del partido presidencial y sus satélites ha sido de órdago. El Reagrupamiento Nacional (RN) ha duplicado en diputados a la lista gubernamental. La formación de Marine Le Pen cuenta con el mayor número de diputados (30) en la Eurocámara, uno más que la coalición democristiana alemana CDU-CSU (29), seis más que los Fratelli d’Italia (24), diez más que los socialdemócratas italianos y los nacionalistas ultraconservadores polacos del PiS  (20) y diecisiete más que los liberales macronistas (13).

Las elecciones anticipadas en Francia añaden otro factor de incertidumbre. Un político francés ha dicho que Macron se puede convertir en el “pirómano de la República”. Chirac intentó un gambito similar en 1997 para reforzar su mayoría en un momento de crisis y lo que obtuvo fue el triunfo socialista y unos años de cohabitación. En este caso, Macron cree disponer de su encanto persuasivo para hacer valer de nuevo el mantra de la defensa de los valores republicanos, pero ni la derecha conservadora ni los socialistas parecen de momento dispuestos a dejarse engatusar. Serán semanas políticamente intensas, no sólo en Francia, sino en toda Europa.

Por lo demás, la estrategia socialdemócrata de centrarse en “frenar a la ultraderecha” no ha funcionado. El verdadero peligro de estas elecciones era y sigue siendo la convergencia de las derechas, cuyos programas son cada vez más afines. El empeño socialdemócrata de anclarse en el centro para alejar a conservadores y liberales de la atracción ultra ha jugado claramente en contra de sus intereses y de sus votantes tradicionales.


 



HACIA UNA PRONUNCIADA DERECHIZACION EN EUROPA

5 de junio de 2024

Las elecciones europeas constituyen un dolor de cabeza para los partidos que gobiernan en sus estados respectivos. Así ha sido siempre y no parece que, al menos a la vista vaya a cambiar. Ni los políticos ni los medios se han esforzado demasiado por estimular un debate público plurinacional. Prima el oportunismo político y el ajuste de cuentas interno. Lo que estamos viendo en España es replicable en cualquier otro país del continente.

Ni una guerra en Europa, otra (una más) en Oriente Medio y otras muchos conflictos bélicos de esos que en Occidente se denominan de baja intensidad (en realidad, es baja la atención que les prestamos) han conseguido reorientar el debate. Por no hablar del debilitamiento de los servicios públicos o el incremento de la desigualdad social.

La guerra de Ucrania, por importante y trascendente que sea, sólo ha estado presente en la campaña europea como telonera de los discursos y proclamas electorales. Que figure como marco de actuación en los programas sirve de poco: ya sabemos que casi nadie se los lee y que casi nunca se cumplen.

EL FICTICIO MIEDO A LA ULTRADERECHA

Las elecciones europeas de este año vienen marcadas por el “gran miedo” al avance de la ultraderecha, término éste muy resultón, pero poco preciso. Los políticos, sobre todo en la izquierda, no quieren referirse a estas formaciones por su perfil ideológico, sino por su posición en el espectro político, que, como todos sabemos, no deja de ser una convención reduccionista. Esa ultraderecha, escindida en dos grandes bloques en el Parlamento europeo saliente, debería ser denominada “nacionalismo conservador, identitario y populista”. Esos tres rasgos se encuentran en la práctica totalidad de las formaciones.

Según nos dicen las numerosas encuestas y el pulso político en cada uno de los países, los nacionalistas conservadores, identitarios y populistas tienen muchas posibilidades de convertirse, temporalmente, en la primera fuerza política en ocho estados:

- Francia (lo que sería el hecho más relevante de estos comicios).

- Italia (confirmación de su auge de los últimos años).

- Holanda (lo que asentaría su triunfo en las legislativas de noviembre, que le han dado acceso al gobierno, aunque sus socios conservadores y liberales hayan blanqueado esa alianza mediante la constitución de un gobierno “técnico”).

- Bélgica (si sumamos los votos de las dos fuerzas flamencas, contra las que se han unido todos los partidos del consenso centrista en una alianza que esperan revalidar en los comicios legislativos que se celebran juntos a los europeos). 

- Chequia (en coalición con la derecha liberal-conservadora afiliado al PPE, anticipando la más que probable orientación política dominante a partir en los próximos cinco años). 

- Hungría (referencia heterodoxa pero potentísima de esta familia diversa).

- Croacia (aunque formalmente adscrito al PPE, la HDZ es, en todos los aspectos un partido ultranacionalista y ultraconservador fiel a sus postulados fundacionales; y, además, cuenta con el apoyo parlamentario de una formación aún más extrema).

- Eslovaquia (con la peculiaridad de que este nacionalismo es un quiste por fin escindido de la socialdemocracia)

Nótese que cuatro de estos ocho estados (los primeros de la lista) son fundadores del proyecto político europeo (fueron seis), lo que confiere no sólo importancia política, sino también simbólica a la deriva ultra en la UE.

Pero, además, en otros cuatro países, el nacionalismo conservador, identitario y populista será con casi toda probabilidad la segunda fuerza política:

-Alemania (la xenófoba AfD podría desplazar al SPD, actualmente al frente de la cancillería federal, a un humillante tercer puesto).

-Polonia (el PiS de hecho tiene garantizada esa plaza, pero no renuncia a poder recuperar el liderazgo que ha ejercido durante una década larga).

-Finlandia (los Verdaderos finlandeses han sido más exigentes que sus vecinos escandinavos y han conseguido ministerios desde los que imponer su agenda identitaria).

-Estonia (privados del cordón sanitario por una coalición de centroizquierda).

En tercer lugar, aparecen en:

-Suecia (los Demócratas suecos están fuera del gobierno, pero su apoyo parlamentario es lo que garantiza la estabilidad del ejecutivo conservador-liberal).

-España (donde VOX asegura la estabilidad del gobierno del PP en varias comunidades autónomas).

- Portugal, Rumanía, Austria, Bulgaria, Letonia y Estonia (privados de influencia relevante, pero en ascenso o en sólida consistencia).

Este auge se explica por dos factores. El más inmediato es el sistema electoral, que es proporcional y uninominal en las elecciones europeas, lo que priva de las barreras que estas formaciones afrontan en sus países respectivos. El segundo es el beneficio que obtienen del voto protesta o del malestar social, que lleve a numerosos ciudadanos a votar a formaciones hasta hace poco outsiders. Este comportamiento se perfila en los dos grandes países de la UE, Alemania y Francia. En cambio, los nacionalistas conservadores parecen salvarse en sitios donde gobiernan, singularmente Italia y Hungría.

LA RUPTURA DEL CORDÓN SANITARIO

La derecha conservadora ha dejado de demonizar a los nacionalistas hace tiempo. El cordón sanitario ya ha saltado en pedazos y estas elecciones europeas le darán patente continental.

Los partidos del PPE gobiernan, actualmente, en 17 países europeos:

-en solitario, en Grecia, Portugal y Croacia (en éste último con la observación antes reseñada);  

-en coaliciones variadas, pero como fuerza dominante, en Polonia (con liberales y ecologistas), Suecia (con liberales y apoyo exterior de los nacionalistas), Austria (con ecologistas), Finlandia, Bulgaria, Lituania y Luxemburgo (con liberales), Letonia (con ecologistas y social-liberales). 

-en coalición, como fuerza secundaria, en Italia (Forza Italia, en vías de desaparición), Holanda, Bélgica, Chequia, Irlanda, Rumanía

Es un secreto a voces que los líderes más influyentes del PPE (con los alemanes a la cabeza) parecen inclinados, para revalidar su liderazgo en Estrasburgo, a abandonar sus alianzas con liberales y socialdemócratas y forjar un pacto con los nacionalistas conservadores, identitarios y populistas. Lo que está por definir son las concesiones que tendrán que hacerles. Y esto depende, por supuesto, de la fuerza real que tengan estos nacionalistas a partir del lunes en LA Eurocámara, pero, sobre todo, de su capacidad para superar sus divisiones.

En efecto, desde hace meses se están celebrando contactos para fusionar los dos actuales grupos de la denominada ultraderecha: Conservadores y Reformistas Europeos e Identidad y Democracia. El gran escollo es la posición ante Rusia. ID ha mantenido relaciones de mayor o menor profundidad con el Kremlin, mientras CRE son ferozmente antirrusos (como fueron anticomunistas sus integrantes). Lideran el esfuerzo de fusión la francesa Le Pen (ID) y la italiana Meloni (CRE). La ruptura del RN francés y de la Lega Italiana con su hasta ahora aliada AfD, después de pronunciamientos de abierta simpatía nazi, han facilitado el acercamiento. 

Pero esta partida no se juega a dos bandas, sino a tres. La actual presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, perteneciente a la democracia cristiana alemana (CDU) favorece muy activamente la confluencia de estas corrientes ultras con el PPE, con el apoyo del líder del PPE,  el también germano Manfred Weber, miembro del ala bávara (CSU).

Como democristianos alemanes, Von der Leyen y Weber han practicado el cordón sanitario contra la AfD en su país, pero no les hacen en absoluto ascos a coaligarse con sus afines en Europa. No les basta con entenderse con Meloni, que desde el primer minuto de acceder al gobierno en Italia ha ido moderando su discurso, mostrándose cooperadora necesaria en asuntos como el endurecimiento del control migratorio, la consolidación del frente común contra Rusia y el abandono de sus vagas amenazas de Italexit. 

El PPE necesita también a los polacos del PiS, con quien tan agrios debates ha mantenido en esta legislatura que termina por sus ataques al estado de derecho y al orden liberal. E incluso al FIDESZ húngaro de Víctor Orban, al que expulsó de sus filas tras repetidas e infructuosas llamadas al orden y que se encuentran hoy fuera de los dos bloques ultra, en el limbo de los no adscritos. Si el dirigente magiar pasa por el aro, podría aportar votos muy importantes para propiciar la mayoría derechista en la Eurocámara.

EL FINAL DEL CONSENSO CENTRISTA

De cuajar esta operación, socialdemócratas y liberales, segunda y tercera fuerza políticas actualmente y, como tales, integrantes de la coalición de gobierno europeo (Comisión), serían relegadas a la oposición. Es difícil evaluar cuál de las dos resultaría más perjudicada.

Los socialdemócratas están a la baja en toda la Unión. Participan en el poder ejecutivo, aunque con distintos grados de influencia, sólo en 9 estados:

-En solitario, solamente en Malta (el país más pequeño de la Unión).

-Al frente de gobiernos de coalición, en cinco países: Alemania (con liberales y verdes), España (con la izquierda crítica, más el apoyo parlamentario heterogéneo pero imprescindible de izquierdistas, nacionalistas y regionalistas), Bélgica, Dinamarca y Rumania (en estos tres casos, en coalición con liberales y conservadores). 

-Como socio menor, en coaliciones dirigidas por los liberales en Eslovenia, Estonia y Chipre.

Las encuestas predicen que los socialdemócratas podrán a duras penas mantener su segundo puesto en el PE. Pero si los nacionalistas conservadores, identitarios y populistas terminaran por fusionarse, es muy posible que quedaran relegados a la tercera posición, algo que nunca ha ocurrido en Estrasburgo.

El retroceso sería aún mayor en los liberales, arrastrados por la previsible derrota en Franca, único país de la UE donde gobiernan en solitario. Lideran gobiernos de coalición con los socialdemócratas en las mencionadas Eslovenia, Estonia y Chipre y con los conservadores en Irlanda. Son fuerza secundaria de los conservadores en Bulgaria, Luxemburgo y de los socialistas en Alemania y Dinamarca. Las proyecciones demoscópicas atribuyen a los liberales una pérdida de al menos 8 escaños, lo que les relegaría al cuarto lugar incluso sin fusión ultra.

En consecuencia, el consenso centrista en la gobernanza global de la UE parece condenado. El Club gira a la derecha. El nacionalismo tendrá una voz más fuerte e influyente, confirmando su “colonización” de los discursos políticos europeos, principalmente en materia migratoria y de seguridad, clave del futuro inmediato. 

AMARGA CONMEMORACIÓN

Las elecciones tendrán lugar cuando aún resuenen los fastos de la conmemoración del octogésimo aniversario del desembarco de Normandía, principio del fin del dominio nazi en Europa. En esta ocasión, Rusia ha quedado fuera de los festejos, a pesar de que la URSS tuvo un papel decisivo en la derrota del III Reich. Hace diez años, Rusia acababa de anexionarse Crimea y no solo fue invitada, sino que en Normandía se estableció un formato negociador para resolver la crisis ucraniana. La invasión a gran escala de 2022 y la guerra subsiguiente ha colocado a Europa en una posición de confrontación más severa con Rusia. Al suministro de armas cada vez más potentes a Ucrania, se añade ahora el permiso de utilizarlas para atacar posiciones en territorio ruso. La ficción de que Europa no está en guerra con Rusia sólo se sostiene en abstractos fundamentos técnicos y legales. Los partidos de la guerra copan todo el espectro político, salvo la izquierda crítica y algunos grupos marginales.

Rusia ha pasado de ser el obstáculo de la confluencia derechista a catalizador de su unión y paradójico desplazamiento de socialistas y liberales. Quién sabe si dentro de diez años será molesto y hasta imposible evocar Normandía, porque los herederos de los simpatizantes de la gran potencia germana derrotada quizás estuvieran en muchos de los gobiernos europeos de los países entonces vencedores. Amarga evolución histórica que exige una seria y profunda rectificación política.