26 de julio de 2012
Los
últimos atentados en Irak y Siria se atribuyen a una acción más o menos
coordinada, pero supuestamente inspirada por ramas locales de Al Qaeda, una
organización dúctil y esquiva como pocas.
La
emergencia ‘jihadista’ no ha sido
repentina en Siria, por supuesto. Desde hace unos meses –como poco, desde
finales de año- se venían identificando acciones con la marca de Al Qaeda. Pero
el incremento de atentados con coche bomba y suicidas han clarificado las
sospechas. Eso no quiere decir que todos los de la primera categoría lleven el
sello ‘binladista’. De hecho, los
propios combatientes supuestamente desligados de Al Qaeda han admitido utilizar
este método para desestabilizar posiciones del régimen. Pero fuentes de
inteligencia norteamericanas e institutos de investigación que efectúan un
seguimiento pormenorizado de las operaciones militares aseguran que al menos
tres organizaciones afiliadas a la matriz que ahora dirige el egipcio Al
Zawahiri habrían actuado con cierta regularidad en Siria. A saber: el Frente
por el pueblo de Levante Al Nusra (que sería la más poderosa o numerosa), las Brigadas
Abdullan Azzam y la Brigada del Martirio Al Baraa ibn Malik.
EL
DOBLE FRENTE JIHADISTA
Lo
que ha puesto en alerta a los países árabes vecinos y a las potencias
occidentales ha sido la confluencia de estas actuaciones con el recrudecimiento
de los desafíos terroristas en el vecino Irak. La cadena de una cuarentena de atentados
realizados en varias localidades del país, con más de un centenar de víctimas
en total, ha sido reivindicado por grupos locales de Al Qaeda, que parece tener
un líder respetado, Abu Baker Al Baghdadi, del que poco se sabe, más allá de
sus pretensiones por convertirse en heredero Al Zarquaui, liquidado ya hace
unos años por el ejército norteamericano.
Al
Baghdadi transmitió el pasado fin de semana un mensaje en el que se
congratulaba por el ‘coraje y la paciencia’ de los hermanos combatientes en
Siria. Días después, uno de sus subalternos en Irak, de seudónimo Abu Thuha, en
Kirkuk, proclama el objetivo de crear en
ambos países una especie de ‘Estado islámico unificado’ que declararía la
guerra a Irán e Israel y liberaría Palestina.
Más
allá de la evidente intencionalidad propagandística carente de realismo, esta
proclama puede considerarse un síntoma de la vinculación existente entre las
organizaciones ‘jihadistas’ suníes que
operan en Siria e Irak, según admiten algunos expertos y estudiosos
norteamericanos. Los alauíes sirios, minoría en su país, constituyen una
versión local del chiismo, mayoritario en Irak y detentador del poder después Saddam,
que impuso el dominio de la minoría sunní. Alauíes sirios y chiíes iraquíes
cuenta con la protección más o menos firme de Irán. De ahí que la disputa
interna en ambos países tenga un alcance regional.
La
confirmación independiente de la presencia de Al Qaeda en Siria es y será
aprovechada por el régimen sirio, que pretende presentar la insurgencia como la
acción de células terroristas. Obviamente, se trata de una imputación
interesada con la que se quiere deslegitimar globalmente a la oposición. Pero
la afirmación no es completamente falsa, aunque algunos portavoces del opositor
Congreso Nacional Sirio hayan asegurado no tener evidencia de la presencia de
sucursales de Al Qaeda en Siria.
No es eso lo
que dicen altos funcionarios iraquíes, quienes aseguran, según cita THE NEW
YORK TIMES, que “los extremistas buscados por Irak son los mismos que ahora
está persiguiendo Siria”. Irak no sería el único lugar de procedencia de los ‘binladistas’ que combaten en Siria. Bab
al-Hawa, puesto fronterizo con Turquía, ahora bajo control rebelde, se habría convertido
en “punto de congregación jijadista”, según el diario neoyorquino.
Por otro lado,
los rebeldes sirios que combaten en las calles a los soldados de Assad expresan
cierta indiferencia ante la supuesta presencia de células de Al Qaeda –no desde
luego rechazo- e incluso la dan por bienvenida, si contribuye a derribar el
régimen.
EL OJO Y EL
PUÑO DE ISRAEL
Estas informaciones
de la prensa occidental acerca de la amenaza combinada de Al Qaeda en Siria e
Irak se han sumado a las propagadas sobre el riesgo latente que supone el arsenal
químico del régimen alauí. La confirmación de un portavoz oficial del
Ministerio de Exteriores en Damasco, luego matizada por el propio titular del
departamento, se ha interpretado no tanto como una amenaza sino como un puro
ejercicio disuasorio. Es decir, confirmamos que disponemos de las armas para
hacer más creíble su uso como último recurso, si se produjera una ‘intervención
extranjera’.
En Israel se
dispararon las alarmas. O, más bien, cabe decir que se puso al día el discurso,
porque los planes de contingencia israelí están a punto desde el comienzo de la
crisis. Tanto los servicios de inteligencia como el liderazgo político
contemplan con preocupación la evolución de los acontecimientos.
Lo que más se
teme es que, en una acción desesperada, un sector del Ejército propicie una
transferencia del arsenal militar –y en particular de las armas químicas- a los
milicianos chiíes libaneses de Hezbollah. O que, en caso de derrumbamiento
precipitado del régimen, ese armamento sea capturado por combatientes
indeseados de la rebelión. El Ministro israelí de Defensa, el laborista Ehud
Barak, aseguró que, ante la inminencia de cualquiera de los dos casos, contemplarían
una operación militar para impedirlo. En LE MONDE, Gilles Paris, especialista
en Oriente Medio, ponía en boca de un “alto responsable diplomático francés”
que esa “sería una razón suficiente para provocar una intervención americana o
israelí”.
Los israelíes
se han desmarcado de simpatía occidental hacia los rebeldes, como han hecho en
el resto de las revueltas árabes. En Jerusalén prefieren el status quo, porque
temen que el descontrol de la situación permita derivas alarmantes. Si bien es
verdad que la derrota del clan Assad y el final de la hegemonía alauí en Siria
tendría el efecto de privar a Irán de su principal aliado en la zona y
debilitaría tremendamente a los chiíes de Hezbollah en Líbano, la mencionada
emergencia de Al Qaeda cuestionaría esas ganancias. Israel había iniciado hace
años unos contactos discretos con Siria, bajo mediación turca, que ciertamente
no condujeron a nada. Pero, de alguna forma, los manejos de Damasco habían
dejado de constituir una preocupación mayor para Israel, salvo en su capacidad
para ejercer un papel desestabilizador en Líbano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario