2 de diciembre de 2020
El asesinato del físico nuclear más relevante de Irán y el encuentro entre el primer ministro israelí y el príncipe heredero saudí son dos hechos de diferente impacto, pero de análoga significación, similar alcance y coincidentes consecuencias.
Moshen Fakhrizadeh fue acribillado en una autopista en las afueras de Teherán, con una ametralladora manejada a distancia. Una operación propia de un video juego. Una ejecución de alta precisión y profesionalidad. Marca Mossad. Ruido escénico (1).
La
entrevista Netanyahu-Bin Salman, negada por los saudíes (de libro) y ni confirmada ni desmentida por
los israelíes (ídem) confirma la alteración de equilibrios
y alianzas en la región desde el viaje de Sadat a Jerusalén en 1977. Discreción
cercana al silencio.
Irán, en ambos hechos, es el objetivo, el enemigo, la causa.
UNA LARGA LISTA
No
es el primer científico iraní supuestamente relacionado con el programa
nuclear, que Israel habría matado. Hubo dos casos en 2010 y uno anterior, en 2007. Los supuestos ataques israelíes no se
dirigen a personas; también, a instalaciones e infraestructuras: en aquel 2010
infectó el software de las centrifugadoras (2). En esta incesante guerra
cibernética ha contado con complicidad de la CIA. Cuando Obama decidió que lo mejor
era negociar con los ayatollahs, Israel se sintió incomprendido, abandonado
o traicionado, según las sensibilidades. En 2018, el Mossad robó documentos
secretos sobre el proyecto y este mismo año destruyó un centro de investigación
y desarrollo nuclear. Nadie en Israel cuestiona estas audacias (3). El país
está pendiente de otro asunto más inmediato: una nueva moción de censura contra
un gobierno de coalición que se tambalea.
Trump
se salió del acuerdo nuclear y en enero de este año ordenó la muerte del
militar más influyente de Irán, el general Suleimani, jefe de las unidades de élite
de los Guardianes de la Revolución, la guardia pretoriana del régimen. Entonces,
como ahora, se esperaba una represalia iraní, que debía estar a la altura del
agravio. Pero la República Islámica se limitó a atacar una base norteamericana
en Irak, que no causó muertos.
Ahora,
se sospecha que el presidente saliente pueda despedirse a lo grande, con
una exhibición militar, tanto para dejar huella como para incomodarle la
inauguración a su rival electoral, al que todavía no ha concedido la victoria. Por
eso, lo más probable es que Irán aguante (4), espere a que Biden se siente en
la Casa Blanca y compruebe si el reloj del despacho oval marca de nuevo la hora
de Obama o se sitúa en un tiempo distinto.
CAMBIO
DE PARADIGMA
Israel
no se hace ilusiones con la nueva administración norteamericana y juega sus
cartas: la bélica y la diplomática. Esta última puede ser tan efectiva o más
que la primera. Después de sacudir el tablero geopolítico al establecer
relaciones con dos de las monarquías del Golfo (Emiratos y Bahréin), aborda ahora
la pieza mayor: Arabia Saudí.
El
primer ministro Netanyahu, un político que hace del pragmatismo su primera y única
regla moral, ha aprovechado la oportunidad para inclinar el terreno de juego a
su favor antes del cambio de árbitro. La sintonía entre ambos enemigos jurados
de Irán era un secreto a voces desde hace tiempo. Sólo la impostura de la
hostilidad árabe hacia Israel impedía el reconocimiento público.
La
clave no está en el hecho en sí (entrevista o no) sino el momento. ¿Por qué
ahora? La respuesta es sencilla. La pareja geopolítica del momento le ha dejado
una tarjeta de bienvenida al presidente electo con un mensaje corto y claro: concesiones
cero a Irán (5).
Biden ha dicho que está dispuesto a regresar al JCPOA (siglas del acuerdo nuclear), si Irán vuelve a los límites establecidos y destruye el uranio suplementario que enriqueció tras la renuncia de Trump. Pero los acontecimientos pueden hacer obsoleto ese propósito
Un veterano especialista en Oriente Medio, Thomas Friedman (judío norteamericano), se ha permitido darle un “consejo”, en un tono coloquial y cariñoso, al presidente electo: “Querido Joe, ya no se trata del nuclear iraní” (6). En sustancia, Friedman, sin quitarle importancia al temor atómico, asegura que, al cabo, esa ambición, si se convirtiera en amenaza inmediata, podría conducir al final de la República Islámica, porque generaría una respuesta de sus enemigos, incluso EE. UU.
Lo que inquieta de manera más presente a israelíes y saudíes son los misiles iraníes de última generación que, con infalible precisión, destruyeron en abril de 2019 la principal refinería petrolera del Reino sin que sus defensas ni los radares israelíes y norteamericanos los detectaran. Dicho de otra manera, si los misiles no aparecen en el menú del reencuentro entre iraníes y norteamericanos, saudíes e israelíes podrían tirar del mantel y arruinar la velada.
Por
instinto y trayectoria, Biden calibrará cuidadosamente los riesgos (7). En el
pasado reciente no ha sido muy amable con Riad, debido a su empecinada guerra
en Yemen (mayor catástrofe humanitaria del momento) y al macabro asesinato del
periodista Jamal Khashoggi, entre otras conductas reprobables. Pero, de nuevo,
por debajo del ruido de las palabras, se impone el silencio de las cifras: en
los últimos cinco años, la venta de armas norteamericanas a los saudíes se ha incrementado
en un 220% (8). Los beneficiados por el negocio no van a dejar que se les escape
el botín.
Con
Israel, Biden se ha mostrado más comedido, aunque fue objeto de desaires por
parte de los radicales aliados de Netanyahu, cuando era vicepresidente. Pero son
otros tiempos. En su equipo prima la diplomacia y las maneras suaves. Además, los
republicanos lo escrutarán con lupa y no debe esperar de ellos más facilidades de
las que le negaron a Obama.
Europa
ha brindado su apoyo caluroso a Biden. La diplomacia europea ha elaborado una
lista con los temas pendientes de reparación tras el desaguisado de
Trump. El JCPOA está en lo alto de la agenda, sin obviar los misiles. Macron intentó
en el G-7 del año pasado en Biarritz que Trump rectificara y le planteó hacer
una oferta amplia a Teherán que incluía esas armas. Pero no parece que los
europeos lo planteen como condición previa, por pragmatismo.
IRÁN
AGUARDA
Entre
funerales solemnes y protestas de venganza, los clérigos miden bien sus
fuerzas. Son persas, no árabes: saben controlar sus pasiones. No desperdiciarán
la mano tendida de Biden, pero tampoco aceptarán humillantes condiciones. Los
moderados, liderados por el presidente Rohani y el ministro Zarif, artífices
del acuerdo nuclear, desean recuperarlo para liberarse de las sanciones y el país
pueda respirar. Dos revueltas sociales en tres años han disparado las alarmas.
Pero saben que no pueden hacerlo a toda costa. El Guía Supremo Jamenei les ha
dejado hacer, pero ha marcado los límites (9). Hace unos días dejó claro, una
vez más, que la resistencia económica del país depende de su capacidad para
afrontar las dificultades y no del levantamiento de las sanciones. Occidente,
proclamó, no es de fiar.
NOTAS
(1) “Ce qui l’on sait du physicien
nucleaire iranien assasiné à Tehéran. LE MONDE, 30 de noviembre.
(2) “Who killed Moshen Fakhrizadeh, Iran’s
nuclear chief? Israel is the likely suspect. SIMON HENDERSON. THE HILL, 27
de noviembre.
(3) “Moshen Fakhrizadeh: l’assassinat de trop”.
HA’ARETZ, 29 de noviembre.
(4) “How will Iran react to another
high-profile assassination? ARIANE TABATABAI. FOREIGN POLICY, 30 de noviembre.
(5) “Saudi-israeli relations: the curious case
of a NEOM meeting denied”. TAMARA COFMAN WITTES y NATHAN SACHS. BROOKINGS
INSTITUTION, 25 de noviembre.
(6) “Dear Joe, It’s not about Iran’s nukes
anymore”. THOMAS FRIEDMAN. THE NEW YORK TIMES, 1 de diciembre.
(7) “Assassination in Iran could limit Biden’s
options. Was that the goal? DAVID SANGER. THE NEW YORK TIMES, 28 de
noviembre.
(8) “To save the Iran nuclear deal, think
bigger. TRITA PARSI. FOREIGN AFFAIRS, 10 de noviembre.
(9) “Khamenei speech set the boundaries of engagement
with the West”. OMER CARMI. THE WASHINGTON INSTITUTE ON NEAR AND MIDDLE
EAST, 30 de noviembre.
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