17 de enero de 2013
El presidente francés, François
Hollande, agobiado por la falta de resultados en su política contra la crisis
económica y social, y privado del apoyo de que disfrutó durante sus primeros
meses de gestión, ha decidido asumir la responsabilidad de una intervención
militar casi solitaria en África. Esta decisión le ha proporcionado una imagen
de fortaleza, de firmeza, que conjura la impresión de debilidad, indecisión y
flojera que parecía haberse instalado en la percepción pública de su liderazgo.
Como cualquier inquilino del
Eliseo que se precie, Hollande ya ha estrenado dossier africano. En otros
tiempos, se trataba de "proteger los intereses nacionales" en el
continente negro. Ahora, el 'mot de ordre' es "la lucha contra el
terrorismo".
Ciertamente, las fuerzas más
activas de Ansar Dine (Defensores del Islam), la rama local de Al Qaeda del
Magreb Islámico, había lanzado una ofensiva sobre el sur de Malí, a partir de
sus consolidadas posiciones en todo el norte del país, y amenazaban con
conquistar Bamako, la capital, y extender la sumisión de toda la población al
estricto código de la ley islámica, tal y como habría ocurrido en las zonas ya
conquistadas. El dominio total de los islamistas en Mali se presenta como
intolerable por gobernantes y analistas occidentales y representaría el primer
éxito serio de estas fuerzas tras el aparente
debilitamiento de las redes ''yihadistas'' en los últimos años.
UN APOYO CONSIDERABLE
Conocedores externos del dossier
maliano apoyan la intervención. Es el caso de Gregoy Mann, profesor de África
en la Universidad de Columbia, quien
asegura que "el avance de las fuerzas 'yihadistas' sobre Bamako
hubiera sido un desastre. En el blog Africa is a Country, Mann se hace eco
de las impresiones obtenidas por los propios soldados franceses sobre el
terreno acerca de la solvencia, fortaleza y poder de fuego de los combatientes
islámicos.
Mann,
como otros observadores de la intervención, estima que no puede catalogarse
esta operación como una acción colonial o neocolonial, porque ha sido el
gobierno de Mali el promotor de la misma. Pero, además, se asegura con
insistencia que son los propios habitantes de Bamako los que están demandando
la ayuda francesa, a la vista del peligro inminente de control total del país
por parte de los insurgentes.
El
Gobierno francés también ha recibido el apoyo de los tuaregs organizados en el
Movimiento Nacional de Liberación Azawad (MNLA), que había mantenido a
comienzos del año pasado una suerte de alianza de conveniencia con los 'yihadistas',
para arrancar del Gobierno central ciertas reivindicaciones autonomistas. Al
final, los islámicos no demostraron demasiadas contemplaciones con sus aliados
y los tuaregs cambiaron de bando, ya en el preludio de la intervención
internacional, cuando en la ONU se había decidido la formación de una fuerza
africana (resolución 2085 del Consejo de Seguridad, de 20 de diciembre).
La
administración norteamericana, aunque ha decidido mantenerse en un segundo
plano, respalda también a Hollande, y de
hecho le estaría dando apoyo de inteligencia. En parte, esto se explica por
fidelidad tradicional al código de respeto por la viejas pero aún operativas
"áreas de influencia". Pero, sobre todo, por la convergencia
estratégica de combate contra las "distintas cabezas de la hidra
terrorista". El NEW
YORK TIMES apunta otra razón: Washington respaldaría a París también porque
la estrategia norteamericana de contención del 'yijadismo' en el Sahel
ha fracasado. «En
los últimos cuatro años, los Estados Unidos habrían gastado entre 520 y 600
millones de dólares en lucha contra la militancia islamista en la región. El
programa se extendía de Marruecos a Nigeria, y las autoridades americanas
considerarían entonces al ejército maliano como un socio ejemplar".
No fué eso lo que pasó. Todo lo
contrario. El golpe militar de marzo de 2012 no sólo no frenó la penetración
islamista en Mali y su proyección sobre todo el Sahel, sino que contribuyó a
reforzar su avance y consolidación en el norte del país. "Estados Unidos
escogió mal" dice el NYT, y "la ayuda se malgastó".
LOS RIESGOS DE LA INTERVENCION
Otros análisis, en cambio, no
resultan tan optimistas respecto a la intervención militar francesa. Pierre
Cherruaux, en SLATE AFRIQUE califica de "ambigua" la operación y
señala los siguientes peligros:
-
Los islamistas se han confundido con la población para hacer más arriesgados
los bombardeos aéreos franceses. Incluso han establecido alianzas familiares
con destacados notables del norte del país. La intervención militar,
predominantemente aérea, no parece
diseñada, hasta ahora, para afrontar una respuesta de lucha de guerrilla de los
islamistas.De momento, los islamistas han preferido replegarse en el norte y
sorprender en el Oeste, ganando tanto territorio o más del que habían perdido).
-
Las represalias contra ciudadanos, cooperantes e intereses franceses en toda la
zona, debido a los activos tentáculos que el grupo paraguas de los insurgentes,
Al Qaeda del Magreb Islámico, dispone en varios países de la región. Por no hablar de los rehenes ya existentes, la
mayor preocupación del Gobierno en este momento.
-
La gestión, siempre difícil, de la oleada previsible de refugiados y
desplazados (que ya se acerca al medio millón), pero aún más en un territorio
carente de infraestructuras y con recursos muy limitados.
-
La discutida legitimidad del gobierno local que ha demandado la intervención,
puesto que fue instalado por los militares golpistas.
-
La actitud ambigua o tornadiza de algunos países africanos, puesto que, si bien
algunos de ellos participan del criterio de frenar a los islamistas en Mali,
las intervenciones externas al continente (y en particular las francesas)
siguen produciendo evaluaciones contradictorias (recuérdese el último ejemplo:
apoyo a Uattara en Costa de Marfil). Argelia -sostiene LE MONDE- pone buena
cara, pero confiaba en que París agotara la vía diplomática
-
Las dudas sobre el relevo eficiente que puedan asumir en su momento las tropas
africanas, sobre todo si se confirma el liderazgo militar de Nigeria, cuyos
militares tienen una malísima reputación por su comportamiento brutal y
represor, y más desde que han tenido que hacer frente al desafío de la
organización islamista de Boko Haram.
En fin, pese al respaldo de la
mayoría de las fuerzas políticas y de la opinión pública, Hollande asume
riesgos no desdeñables, en un momento muy delicado. Su gestión se pone en
entredicho, al menos por un sector importante de los formadores de opinión, su
posición política no está consolidada y un fracaso en Mali -o un resultado
controvertido- podría provocar un desgaste suplementario de su autoridad.
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