14 de Noviembre de 2013
Un
desacuerdo dado a conocer a última hora por Francia aplazó la conclusión
positiva de la primera fase de las negociaciones de Ginebra sobre el proyecto
nuclear de Irán. La posición de Francia ha sido considerada como un "veto",
primero a regañadientes y finalmente admitida implícitamente por los
participantes.
EL
'VETO' FRANCÉS
Estados
Unidos había obtenido una congelación del programa iraní, a cambio de una
aligeramiento provisional de los sanciones, mientras se negociaba un acuerdo
definitivo. Pero a los franceses no les sentó nada bien conocer que Washington
ya había cocinado con Teherán el borrador de preacuerdo, sin atender al resto
de negociadores, y especialmente a ellos.
Francia
ha mantenido una línea llamémosle dura, o firme, con respecto a la
nuclearización de Irán. Los franceses disponen de una larga experiencia en este
conflicto, quizás el más delicado de la escena internacional en estos momentos.
Según
el ex-vicedirector de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, Olli
Heinonen (1), la inteligencia gala acumula información muy valiosa gracias, en
parte, a la comunidad de exiliados iraníes en Francia, entre los cuales se
encuentra Akbar Etemad, el 'padre' del programa nuclear iraní.
El
veto francés llega en un momento complicado de las relaciones con Washington. Es
innegable el malestar de Hollande con Obama por la deriva de la crisis siria.
Cuando el Eliseo ya había ofrecido un apoyo decidido a la iniciativa norteamericana
de destruir el arsenal químico de los Assad, la Casa Blanca se avino al atajo
diplomático propuesto por Moscú. Luego se destapó el escándalo de las escuchas,
más ficticio que real, pero dañino al fin y al cabo.
Las
razones de fondo de la discrepancia francesa han sido glosadas, y respaldadas, por
Jean-Sylvestre Mongrenier (2). Los
19.000 centrifugadores iraníes habrían conseguido producir ya 186 kilos de
uranio enriquecido al 20 % (aparte de otros seis mil al 3,5%), lo que le permitiría
dotarse del arma nuclear en cuestión de meses. De ahí que Francia exigiera la
paralización del enriquecimiento. Estados Unidos intentó forzar una declaración
de los negociadores iraníes en este sentido, pero resultó imposible, porque se
trata de una línea roja para el régimen. Irán insistió -basándose en la lectura
estricta del Tratado de No Proliferación- en que tiene derecho a enriquecer
uranio. Al forzar este enfrentamiento, los franceses consiguieron que los
norteamericanos endurecieran el borrador y provocaron la negativa iraní. La
prensa francesa ha sido muy explícita sobre la irritación del entorno de Kerry,
pese a los diplomáticos disimulos del Secretario de Estado.
Los franceses
mostraron especial preocupación por inminente conclusión de la central de Arak,
tras nueve años de trabajos supervisados por la AEIA. El reactor de esa
central, de 40 megavatios, está destinado, según Teherán, a la producción de
isótopos para tratamientos médicos. Pero los israelíes y expertos de otros
países insisten en que el régimen iraní pretende reutilizar el agua pesada que
allí se genere para extraer plutonio. Con sólo ocho kilos de este material podría
fabricarse una bomba acoplada a un misil, en sólo tres años.
Ahora bien, para la
obtención de plutonio, Irán precisaría de una fábrica específica de la que no
dispone en la actualidad, lo que relativiza de forma sustancial el peligro
aireado por sus enemigos. La Central de Arak puede ser destruida mediante un
ataque aéreo (no como la planta de enriquecimiento de uranio en Fordo, que está
soterrada). Pero esa eventual intervención militar debe realizarse antes de que
se introduzca en la central el material fisible, si no se quieren provocar
daños humanos y ecológicos inaceptables.
Por tanto, la
"amenaza de Arak" es especulativa o a futuro. De ahí que se considere
excesivo el celo francés. París sostiene
que incluir Arak en las discusiones reduce el riesgo de que Israel actúe por su
cuenta e intente destruir la central. Washington no observa tantos recelos y,
en todo caso, estima que se podía dejar para una fase posterior de las
negociaciones. No sería descartable, si
el proceso diplomática avanzara, que los iraníes transformaran la central en un
reactor de agua ligera, o bien
renunciaran fehacientemente a construir una planta para la extracción del
plutonio. Esta discrepancia sobre la dimensión del riesgo de Arak fue una de
las más importantes en Ginebra.
Bien
es cierto que estos argumentos pueden ser contestados desde una posición más
pegada a la legalidad vigente, si eliminamos las percepciones o los juicios de
intenciones, como señala el general francés Étienne Copel, un veterano del
armamento nuclear (3). Señala este especialista militar que Irán cumple con la
mayoría de las estipulaciones del Tratado de No Proliferación y, por tanto,
tiene derecho a desarrollar este tipo de energía, más allá de la desconfianza
internacional.
En una línea bien
distinta, Mongrenier considera que París se ha limitado en Ginebra a recordar lo
que las potencias occidentales venían exigiendo a Irán: la congelación del
proceso de enriquecimiento de uranio, la transferencia fuera del país del
material ya almacenado y la apertura de todas las instalaciones a las
inspecciones de la AEIA.
¿ARABIA SAUDÍ CON
ARMAS NUCLEARES?
Irán puede considerarse
prácticamente ya, en la jerga atómica, un "Estado umbral". Es decir,
un país que dispone de las capacidades requeridas para franquear la etapa
decisiva hacia la consecución de armamento atómico, tan sólo dependiente de la
decisión política. Aceptar este hecho, "podría amplificar la turbulencia
de los contrarios", sostiene Mongrenier. Israel figura en cabeza en esa
lista de "contrarios". Es el más sonoro y activo en sus esfuerzos por
hacer fracasar Ginebra mediante la consecución de unas exigencias inaceptables
para Teherán. Pero no es el único. Hay otro enemigo hostil, conocido pero mucho
más silencioso y, desde luego, más inquietante para Estados Unidos. Se trata de
Arabia Saudí.
La monarquía wahabí no
está dispuesta a aceptar que la gran potencia chíi del mundo islámico pueda
decidir, a conveniencia, convertirse en un estado con armas nucleares. La
actitud favorable a la negociación demostrada por el Presidente Obama ha sido
una razón más -quizás la más decisiva- en el deterioro de las relaciones entre
Riad y Washington (4). ¿Qué puede hacer la Casa Saud para evitarlo? Presionar
política y diplomáticamente, como está haciendo. Sin la discreción habitual.
Pero además, y eso es lo que preocupa en Estados Unidos, responder a Irán con
la misma moneda; es decir, dotarse también de armamento nuclear. Para ello cree
contar con un cooperador necesario: Pakistán.
Hace tiempo que se
baraja esta hipótesis, pero hace unos días el programa televisivo Newsnight (BBC)
aseguró, citando fuentes de inteligencia y de la OTAN, que Pakistán estaría
dispuesto a entregar armas nucleares a los saudíes. Hace casi tres años, el periódico
londinense THE TIMES acreditaba de fuente autorizada saudí el propósito real de
dotarse de arsenal atómico para contrarrestar la supuesta amenaza iraní en el
mismo campo. El propio Rey Abdullah le habría confesado al negociador
norteamericano Denis Ross, en 2009, que si Irán se dotaba de armas nucleares,
su reino haría lo propio.
Que
Pakistán es el socio señalado para esta inquietante empresa saudí no debería
ser una sorpresa para los más avisados. El experto en Arabia Saudí Simon
Henderson nos lo recordaba estos días (5). Cuando Alí Bhutto inició el programa
nuclear de Pakistán en los setenta, Arabia destacó como el principal
financiador potencial. Posteriormente, el 'padre científico' del arsenal
nuclear pakistaní, A.Q. Khan, fue un asiduo visitante del reino, hasta llegar a
ofrecérsele la ciudadanía saudí, en recompensa por la valiosa información que
proporcionó a sus príncipes, que incluyó la visita, en 1999, del entonces
ministro de Defensa a unas principales instalaciones del dispositivo nuclear pakistaní.
Ese mismo año, el actual primer ministro pakistaní, Nawaz Sharif, fue derrocado
por el general Musharraf y fijó su exilio en Arabia. Más inquietante aún para
Washington, el reino saudí lleva adquiriendo en China misiles capaces de
soportar carga nuclear.
Esta
alianza entre dos colosos sunníes frente al desafío chií que lidera Irán en el
mundo islámico presenta numerosas ventajas mutuas. Sólo con plantearse, ese
entendimiento despierta una viva preocupación en Washington (y aún más en
Israel), porque se trata de dos de sus principales aliados en el convulso mundo
islámico. Pakistán depende enormemente de Washington, pero vive con la paranoia
de que los estrategas norteamericanos manejan desde hace años las ventajas de
que India tenga un peso mayor en el futuro de Afganistán. Lo que resultaría
intolerable para los omnipotentes militares pakistaníes.
Sin
embargo, ese eje sunní tiene sus limitaciones, porque Pakistán e Irán, aunque
en bandos diferentes del Islam, mantienen una colaboración interesada en
controlar la evolución de Afganistán y minimizar otras interferencias
extranjeras. Al igual que le ocurre a Pakistán con la mayoritaria población
pastún, Irán desea proteger a la minoría hazara, de creencia chíi.
En
todo caso, si Pakistán tuviera que elegir entre la amistad de Arabia Saudí y la
'convivencia pacífica' con Irán, es de suponer que elegiría lo primero. Sólo
una intervención contundente de Washington podría frenar ese designio, si los
saudíes caen en la tentación de emprenderlo. La carrera nuclear entre los dos
máximos exponente de los polos islámicos es el peor escenario para Washington e
Israel. Pero, lejos de disuadir a Obama de las negociaciones, esta amenaza es
un estimulo y no un obstáculo para insistir en un resultado positivo con Irán.
(1) Citado por Yochi
Dreazen, en How France Scuttled the Deal at the Last Minute. FOREIGN POLICY. 10
de Noviembre de 2013.
(2) L'injustifiable haro sur la
diplomatie française.LE MONDE, 12 de noviembre.
(3) Iran a le droit d’exploiter
l’uranium dans ses centrales.LE MONDE, 12 de noviembre.
(4) Ver artículo
anterior. http://fundacionsistema.com/Info/Item/Details/4948
(5) The Nuclear
Handshake. FOREIGN POLICY. 8 de Noviembre de 2013.
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