3 de Diciembre de 2015
Las
potencias occidentales parecen decididas
a iniciar una escalada militar contra el
terrorismo yihadista. La represalia francesa tras el atentado múltiple de París ha
precipitado otras decisiones: el inicio de los bombardeos británicos de
posiciones del Daesh en Siria minutos después del voto favorable del
Parlamento, el compromiso alemán de respaldar materialmente el esfuerzo militar
galo y el anuncio del envío a Irak de una reducida fuerza norteamericana de
élite con la intención de apoyar a las fuerzas opuestas al yihadismo.
Esta
intensificación militar no se corresponde, curiosamente, con una amenaza
terrorista creciente. Al contrario, el Daesh está en su momento más
débil en quince meses. Algunas informaciones indican que sus repliegues
territoriales lo han aislado en sus
feudos y mermado su capacidad táctica y logística. Es muy probable que la
organización extremista haya anticipado esta ofensiva occidental y esté
preparando una reubicación de fuerzas, e incluso un replanteamiento
estratégico. Libia podría ser un centro alternativo de gravedad (1).
A
medida que se van conociendo detalles de la preparación y ejecución del
múltiple atentado de París, bastante chapuceros, se pone en evidencia la debilidad
de la organización terrorista. Por supuesto, el Daesh puede replicar con
otras acciones terroristas. Pero no lo impedirán los bombardeos, sino una
mejora de la coordinación policial y de inteligencia.
¿Cómo
puede explicarse entonces este afán belicista?
Todo indica que se quiere acelerar el declive operativo del Daesh
para abordar de una vez el problema sirio. Esta misma semana el número dos del
Departamento de Estado, Tony Blinken, ha afirmado que "nunca se ha estado
tan cerca de la solución", en gran parte debido a la intervención rusa
(2). Pero los riesgos de la escalada militar son notables, como hemos
comprobado en los últimos días.
EL
ESFUERZO INCIERTO DE HOLLANDE
El
presidente Hollande se embarcó en una maratón diplomática con objetivo confuso.
Se habló inicialmente de "forjar una coalición internacional" para intensificar
la "guerra contra el terrorismo yihadista"; luego se matizó el
propósito, a la vista de su improbable consecución, y se sustituyó
"coalición" por "coordinación". No resultó convincente. El
protagonismo de un Jefe de Estado o de gobierno encaja con el empeño de la
coalición. La coordinación debería ser
un trabajo de instancias políticas de inferior rango, incluso técnicas,
propias de militares.
Hollande
cerró su ronda diplomática con un discreto balance de resultados (3), que
adicionales ceremonias de homenaje y condolencias apartaron, oportunamente, del
foco central de atención. Obama trató de
enfriar sus aspiraciones, aunque con cálidas compensaciones de comprensión y
solidaridad. El presidente norteamericano lleva años resistiendo el belicismo
insensato de republicanos, algunos militares descontentos, académicos y
expertos automartirizados con el supuesto declive del poderío estadounidense
bajo su mandato. Por impresionado que estuviera Obama por la dimensión trágica
del atentado de París, su carácter analítico y templado y sus fuertes
convicciones sobre la inconveniencia de una escalada bélica neutralizaron el
discurso emocional de Hollande. No menos importante, en la Casa Blanca temían
que las urgencias francesas acercaran las agendas del Eliseo y el Kremlin y se
debilitara la frágil estrategia aliada en Siria, frente al empuje ruso.
Putin,
más interesadamente, aceptó de su colega francés lo que encajaba en sus
intereses y capacidades, pero no dejó de recordar a Hollande que estaba
solicitando ahora lo que él había propuesto solemnemente en la cumbre de la ONU
en septiembre: aparcar el futuro del régimen sirio para concentrarse primero en
derrotar al terrorismo yihadista. Hollande se cuidó de no parecer
demasiado atento a la posición rusa y rubricó el encuentro con un modesto
compromiso de no interferirse en sus operaciones de bombardeo.
Sólo
los aliados europeos de primer rango (británicos y alemanes) se han sentido concernidos
por la reclamación francesa de unidad. Se trata de una combinación de
solidaridad y de prestigio. La moción del parlamento británico excluye
expresamente la intervención de fuerzas de tierra y la división laborista es
síntoma de las reticencias sociales. El apoyo alemán será militarmente más
discreto (aviones de vigilancia y fuerza de refresco en Mali, seguramente). En
su línea habitual, Rajoy se quitó de en medio con un discurso confuso y
claramente electoralista. De esta forma, la "coalición" que Hollande intentó
se ha reducido a una modesta
escenificación de unidad europea.
En
cuanto al anuncio del próximo envío de fuerzas de élite norteamericanas a la
zona, hay que esperar a conocer objetivos y misiones concretos. Parece que
tendrán base en Irak, aunque la intención es que respalden a los peshmergas
kurdos que combaten al Daesh en el norte de Siria. La medida parece
contradecir la reiterada repugnancia de Obama a colocar "botas sobre el
terreno" y podría interpretarse precipitadamente como un cambio, si no de
estrategia, al menos de tono. No es halagüeño que el primer ministro iraquí, a
quién se tiene por dócil amigo, haya manifestado "que no son necesarias
más tropas extranjeras".
EL
SOBRESALTO RUSO-TURCO
Pero
lo más inquietante de los últimos días ha sido la escalada de tensión entre
Rusia y Turquía. El derribo del caza bombardero Su-24 ruso por la fuerza
anti-aérea turca ha ocasionado una crisis de envergadura, que costará encauzar,
no digamos ya cerrar.
Turquía,
aliado esencial de la OTAN, país frontera en la guerra fría y casi de
"trinchera" ahora, en esta nueva "guerra" contra el enemigo
yihadista, ha sido un continuo quebradero de cabeza para Washington y Bruselas.
Costó mucho que Ankara colaborara en el despliegue militar limitado de Estados
Unidos y han sido necesarios muchos meses de paciencia y poderosos estímulos
para que los turcos se comprometan a controlar su porosa frontera y evitar el
trasiego de yihadistas europeos y occidentales hacia y desde Siria
y a gestionar el flujo de refugiados. Este desafío cruzado con Rusia añade un
nuevo elemento de perturbación.
Circulan
todo tipo de versiones sobre el incidente del avión ruso. Washington, como
mandan los cánones, se ha puesto públicamente del lado de Turquía y ha avalado
la versión de la violación rusa del espacio aéreo turco. Pero al recomendar
contención a ambas partes, siendo una de ellas un aliado de primera clase, la
diplomacia norteamericana envía una señal de indisposición frente al riesgo de
conflicto mayor. Otros analistas más desconfiados creen que los norteamericanos
pueden haber consentido el derribo del avión para crearle problemas a Moscú,
pero sobre todo para obstaculizar los planes de cooperación económica entre
Rusia y Turquía (en especial el proyecto de gasoducto alternativo al actual que
garantiza el suministro a Europa a través de la conflictiva Ucrania).
En
los últimos días, la tensión ruso-turca no deja de aumentar, con petición
recíproca de disculpas, desplantes (negativa de Putin a reunirse con Erdogan
durante la cumbre del Clima en París) e imputaciones graves (acusación rusa de
que el hijo del Presidente turco es el responsable del suministro fraudulento
de petróleo por parte del Daesh a Turquía). A pesar de la desavenencia radical
sobre el presente y futuro de Siria, la importancia de la cooperación
ruso-turca debería ser mucho más poderosa que el enfrentamiento de las últimas
dos semanas. Pero la tensión del momento, las calenturientas referencias
historicistas a una rivalidad tradicional interesadamente manipulada (3) y la
personalidad mercurial de los dos líderes (motejados como zar y sultán)
pueden complicar la gestión de la crisis.
(1) "ISIS's grip on a libyan
city gives it a fallback option". NEW YORK TIMES, 29 Noviembre.
(2) "Top U.S.diplomat: political
solution to Syria civil war now in sight", FOREIGN POLICY, 2 de
Diciembre.
(3) LE MONDE, 26 de Noviembre.
(4) "Clash of
Empires.Why Russia and Turkey fight". AKIN UNVER. FOREIGN AFFAIRS, 29
de Noviembre.
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