8 de julio de 2020
El
primer ministro israelí desoja la margarita de la anexión de la ribera
occidental del Jordán, una de las decisiones más arriesgadas de su dilatada carrera
política. Desde primeros de mes se espera esta medida, que podría encender de
nuevo los territorios palestinos, provocar una discordia diplomática y alterar
en cierto modo los acuerdos regionales vigentes.
Netanyahu
sólo necesita la luz verde de la administración norteamericana, cómplice más
que nunca de las ambiciones territoriales de la derecha israelí. Con el Plan
Kushner, la administración Trump dejó por escrito y en detalle su
alineamiento completo con las tesis de los sectores más radicales del sionismo
conservador. El proyecto del yernísimo avala la apropiación de parte los
territorios conquistados en 1967 y respalda la conculcación de la legalidad
internacional. El valle occidental del Jordán constituye un 30% de Cisjordania
(West Bank, en el lenguaje internacional) y su franja más fértil y útil.
En esta porción de tierra están enclavadas 130 colonias judías, ilegales
por encontrarse en territorio ocupado.
La
anexión figura en el acuerdo de gobierno suscrito por el Likud, el
partido que lídera Netanyahu, y la coalición Kajol Lavan, pilotada por exgenerales,
que pretendía ser una alternativa centrista. Después de tres elecciones sin que
ambas formaciones consiguieran mayoría para gobernar, las dos fuerzas se vieron
abocadas a una gran coalición. El acuerdo recuperó una fórmula clásica de la política
israelí: la alternancia del puesto de primer ministro entre los líderes de ambos
bloques. Netanyahu, líder del partido con más escaños, dirigirá el gobierno dos
años y luego le sucederá Benny Gantz. Este exgeneral, de ideología indefinida,
más pragmático que militante, no es un fanático de la anexión, pero tampoco se
opone. Le preocupa, como a muchos conciudadanos, las consecuencias de todo tipo
que ese paso pueda representar para Israel, naturalmente. Los derechos o la
suerte de los palestinos le traen sin cuidado. O no más que a Netanyahu.
IRRITACIÓN
JORDANA, RECHAZO EUROPEO
La anexión
está cargada de riesgos. Jordania ha lanzado veladas advertencias en las ultimas
semanas (y meses), sin descartar la ruptura de los acuerdos de paz con Israel,
suscritos en 1994, cuando reinaba Hussein, padre del monarca actual. El rey
Abdallah ha manifestado claramente su preocupación. En Washington se atiende siempre
al soberano hachemí, uno de los aliados árabes más apreciados. Incluso la
actual administración, irrespetuosa con las alianzas tradicionales de Estados
Unidos, valora especialmente la amistad jordana, que se considera clave para
canalizar o al menos embridar el creciente descontento palestino.
Las
petromonarquías, que han abonado la vanidad de Trump para asegurarse la
política de “máxima presión” contra Irán, recelan. El propio Netanyahu ha cultivado
una diplomacia discreta con las familias reales del Golfo, esgrimiendo la
hostilidad compartida hacia el régimen de los ayatollahs. La anexión del
valle del Jordán condenaría una auténtica solución de paz, pondría el último clavo
en el ataúd donde se pudren los acuerdos de Oslo y haría imposible un estado
palestino viable. No es que los saudíes y sus pares del Golfo tengan
especial aprecio por los palestinos, pero su imagen entre las masas árabes se resentiría
más.
La
Unión Europea se ha sumado al rechazo e incluso ha dejado entender que podría
considerar sanciones contra Israel. Pero en Bruselas y en las capitales
europeas se trata este asunto como suma cautela. No se puede avalar la anexión,
pero habría problemas para una posición común. Israel suele atizar la mala
conciencia europea por el Holocausto y trabaja con empeño para diluir la
presión diplomática y económica europea. Con el envenenamiento de las relaciones
trasatlánticas, lo tiene más fácil que nunca.
Los
analistas y componentes del entramado diplomático, académico y mediático de los
Estados Unidos alineados con más de medio siglo de política norteamericana en
la región, tanto con administraciones republicanas como demócratas, se muestran
claramente en contra de la anexión, también en este caso no por simpatía con
los derechos palestinos, sino por el riesgo que supone para la seguridad de Israel
y para la estabilidad de un sistema regional de alianzas ya sometido a fuerte
tensión por las guerras locales que siguieron a la primavera árabe. Una
figura tan poco sospechosa como Robert Satloff, director del Instituto para el
Cercano y Medio Oriente, radicado en Washington, decía recientemente que un
sionista convencido como él ni compartía ni entendía la anexión (1).
UNA
MEDIDA “INNECESARIA”
Veteranos negociadores
del conflicto israelo-palestino abundan en esta opinión y recomiendan que la
administración Trump se desmarque de un proyecto que sólo defiende con pasión
el sector más radical de la derecha israelí. Dennis Ross, distinguido diplomático
y servidor en los mandatos de Clinton y Obama considera que el astuto primer
ministro no está sopesando bien ventajas e inconvenientes, entre ellos lo que
haría un presidente americano distinto (2), aunque es más que probable que Biden
aceptara el hecho consumado.
David Makovsky
ha analizado las distintas opciones que el gobierno israelí puede barajar para hacer
efectiva la anexión y en todas ellas descubre inconvenientes e incógnitas de
importancia que desaconsejan la medida (3).Aaron David Miller, otro sherpa
ilustre de viejas batallas, cree que para Netanyahu la anexión no es una opción
estratégica, sino una baza política oportunista que le permite mantener la fidelidad
de un electorado radicalizado (4); de ahí que seguramente dilate primero y
diluya después la entrada en vigor del plan.
En
realidad, y para decirlo crudamente, Israel no necesita la anexión. Ni
por seguridad ni por razones económicas. El valle del Jordán se corresponde con
la zona C de los acuerdos de Oslo, que se encuentra ya bajo el control de las
fuerzas de seguridad israelí. Las colonias que se extienden por la ribera están
fuertemente protegidas. De facto, Israel ejerce su soberanía práctica
sobre ese territorio. La anexión tiene una carga ideológica o sentimental o
incluso simbólica: significaría la integración jurídica de Judea y Samaria (denominación
bíblica de parte de estos territorios) en el estado sionista.
Trump,
atrapado en el coronavirus y en unas elecciones que se le complican a ojos
vistas, ha dejado en manos de su yerno la gestión de este espinoso asunto, con
la ayuda del Secretario de Estado, Mike Pompeo, muy cercano a los sectores
evangelistas, que son fervientes partidarios de la anexión y de las políticas
israelíes más radicales.
Los
palestinos, desmovilizados, con un gobierno en crisis y un liderazgo envejecido
y dividido tratan de sacar pecho. Fatah y Hamas escenifican ahora una nueva
promesa de unidad y reconciliación de dudosa credibilidad, a tenor de las frustrantes
experiencias del pasado (5). La población contempla la anexión con escepticismo,
ya que muchos creen que su vida no cambiará demasiado, aunque no deja de
asustarles el futuro (6). Sin embargo, la ONG Breaking the silence
(Romper el silencio) y otros grupos de izquierda alertan sobre la inevitable instauración
de un régimen de apartheid, al estilo de la vieja Suráfrica: los casi tres millones de palestinos no gozarán de los
mismos derechos de ciudadanía que los israelíes (7). Una tendencia que conecta
con los proyectos de convertir Israel en un estado judío.
NOTAS
(1) “I’m an ardent Zionist. But Israel’s
annexation makes no sense”. ROBERT SATLOFF. THE WASHINGTON POST, 25 de junio.
(2) “Netanyahu sees a historic moment
in annexation. But he might not seeing the risks”. DAVID ROSS. THE WASHINGTON
POST, 5 de junio.
3) “Mapping West Bank annexation:
territorial and political uncertainties”. DAVID MAKOVSKY. THE WASHINGTON
INSTITUTE, 15 de junio; Annexing West Bank territories was once a taboo for
Israel. No longer. DAVID MAKOVSKY. THE WASHINGTON POST, 8 de junio.
(4) “To annex or not to annex:
What will Israeli prime minister Benjamin Netanyahu do next?”. AARON DAVID
MILLER. BROOKINGS INSTITUTION, 5 de mayo.
(5) “Les projects israéliens d’annexion
en Cisjordanie rapprochent le Hamas y le Fatah”. LE MONDE, 5 de julio.
(6) “How palestinians are
preparing for annexation”. BEN WHITE. AL JAZEERA, 25 de junio.
(7) “Ce qui signifierait l’annexion
par Israël d’une partie de la Cisjordanie”. STEPHANIE KHOURI. L’ORIENT-LE
JOUR, 30 de junio.
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