1 de julio de 2020
Las
elecciones municipales francesas han debilitado al presidente francés más de lo
esperado o precisamente lo esperado por los más pesimistas de su entorno. Pero
sobre todo ha demolido a mucho de sus hombres y mujeres de confianza o de
relativa confianza, los segundones de su proyecto político y de sus
ambiciones de continuidad al frente de la República.
Los comicios locales suelen venir cargados
de peligros y rara vez consolidan a líderes. Los éxitos son capitalizados por
los candidatos triunfantes, muchas veces no alineados con el jefe máximo. Pero
las derrotas salpican a los números uno con virulencia.
Como
el macronismo es un designio personalista y políticamente ambiguo (ya se
sabe: “ni de derecha, ni de izquierda”), el pivote sobre el que gira la cintura
política del aparato gobernante es la inspiración del líder supremo. Y Macron
es de esos dirigentes al que le gusta sentirse inspirado… y propagarlo. Las
elecciones han laminado a los peones de su partido colocados en las
candidaturas de las principales ciudades. Ni un solo triunfo en ciudades de más
de 100.000 habitantes (1).
Es muy significativo que la
candidata de Macron en París, Agnès Buzyn, hasta ahora ministra de Sanidad, no
sólo haya quedado la tercera (menos del 15%), sino que ni siquiera haya
obtenido el acta de concejal capitalina. Un desastre claro.
Otro
perdedor sonoro ha sido Georges Colomb, exministro del Interior, que llevaba
veinticinco años como alcalde de Lyon y fue batido en toda regla por el
candidato ecologista, Grégory Doucet. Ni siquiera pudo triunfar en su distrito,
el noveno, donde fue humillado por su rival verde. La alianza con la
derecha, ultimo truco para conservar el feudo, resultó un fiasco.
El
único éxito de los colaboradores próximos al Presidente ha sido el del primer ministro.
Edouard Philippe recupera la alcaldía atlántica de Le Havre, que dejó en
recaudo para ocupar el sillón de Matignon. Con un resultado cercano al 60%,
Philippe se siente revigorizado. Este político terso, procedente del gaullismo moderado,
no ha mezclado del todo bien con Macron. De hecho, antes de los comicios, en
círculos políticos y mediáticos parisinos se daba por hecho su reemplazo. La
jefatura del gobierno en la V República es una especie de fusible que protege
al Eliseo. De esta forma, no gana Macron, sino un macronista crecientemente
renuente, otro de los “quemados” por el estilo presidencial. Philippe, poco
entusiasta con el ecologismo de postal de su jefe actual, puede estar haciendo
las maletas con destino a Le Havre.
Tras todos estos reveses, Macron ha
hecho virtud de la necesidad y, anticipando un mal resultado, había agendado la
reactivación de su proyecto ecológico justo al día siguiente de los comicios.
La Convención ciudadana sobre el Clima, una fórmula que encanta al
presidente para demostrar su creencia en las fórmulas de democracia
participativa y superadoras del aparataje político tradicional, ha dejado 150
medidas para acelerar la transición ecológica. El presidente dice asumirlas y
anuncia medidas presupuestarias y políticas para facilitar su aplicación.
VERDES:
PRESENTE Y FUTURO
La hora ha sido de los ecologistas
(EELV: Europe Ecologie Les Verts), quienes, tras un esperanzador
resultado en las últimas elecciones al Parlamento europeo, se han consagrado
como partido que cuenta, superando esa condición de complemento del ya
desvaído bloque de izquierdas. El sistema electoral francés de dos vueltas y ballotage
corrige la distribución proporcional inicial con un arreglo de proximidad ideológica
-o de pura conveniencia- que hasta ahora los había mantenido al margen de la
primera fila.
Los ecolos se han beneficiado de la
crisis de partidos en Francia, como lo hizo Macron hace tres años con su
experimento híbrido. Ahora dispondrán de las alcaldías de Lyon, Marsella,
Estrasburgo, Burdeos, Poitiers, Tours y Besançon, entre otras.
Los Verdes deberán definir su
proyecto político más allá de su prioritaria agenda de transición ecológica.
Como en Alemania o en otros países del centro y norte de Europa, el ecologismo
no es una fuerza política homogénea y en la política de alianza es donde más se
evidencian sus contradicciones y su dispersión ideológica.
De momento, los ecologistas sacan
pecho y tratan de frenar la dimensión propagandística del empeño neoverde
macronista: ni el dinero prometido es nada del otro jueves, ni la
credibilidad verde del inquilino del Eliseo invita a la confianza. Los verdes
que estuvieron al lado de Macron hasta hace poco (la gente de Nicholas Hulot) también
son críticos, tal vez los que más, porque han sido quienes cosecharon la mayor
amargura por la falta de consistencia ecológica del Presidente.
Por otro lado, el empeño de
preservación de la naturaleza, de protección del medio ambiente y de cambio en
profundidad del modelo productivo ha sido asumido por muchas fuerzas políticas
tradicionales o de extracción tradicional. No hay una exclusividad ecológica de
los verdes, aunque ellos mantengan esa divisa como referente de identidad. Eso
giro verde es lo que explica, en gran parte, la brillante reelección de Anne Hidalgo
como alcaldesa de París
HIDALGO, REINA ROJIVERDE
La primera alcaldesa de Francia, nacida
en España e hija de exiliados humildes afincados en Lyon, es la figura de moda
en el socialismo francés, pero eso no quiere decir que sea una líder en
potencia de su partido en 2022. La perpetua lucha fratricida no permite
despejar el panorama. Anne Hidalgo ha triunfado con un programa ecologista y claramente
escorado a la izquierda, frente a un aparato frio (por no decir hostil). Era
indiscutible como candidata y nadie osaba discutírselo. La “reina Anna”, como
se le conoce en el pantano político por la intransigencia de sus posiciones y
modales, ha resistido todas las crisis del PSF y se ha labrado un feudo sólido
(3). Le ha beneficiado la falta de entendimiento entre las candidatas
macronista (Agnés Buzyn) y sarkozista (Rachida
Dati). El primer candidato de Macron para “destronar” a la “reina Ana” tuvo que
abandonar por un escándalo sexual. La segunda opción resultó teñida por el
maleficio del coronavirus.
TRIPLE CRISIS
La derecha exgaullista de Los
Republicanos sigue en cuarentena y los socialistas levantan ligeramente la cabeza,
pero sin aparecer, ni de lejos, como alternativa de gobierno, con repuntes
personales más que partidistas. La extrema derecha se contenta con Perpiñán,
considerada como la capital de la Cataluña francesa. La mezcla de populismos
nacionalistas a ambos lados de la frontera puede ser curiosa.
Con todo, este verano verde viene muy
arrastrado por la crisis sanitaria y es pronto para saber si los ecologistas
franceses serán fuerza política de primera división en 2022. Todo va a depender
de cómo evolucione la crisis socioeconómica derivada del parón de la pandemia y
de la capacidad de reciclaje del discurso presidencial.
En realidad, las grandes
ciudades de Francia no se levantaron entusiastamente verdes el 29 de
junio. Una abstención del 60%, la más alta desde 1958, dejó un regusto muy
agrio de desafección, propio de estos tiempos de virus patogénicos y políticos.
La pandemia obligó a aplazar la segunda vuelta y el momento en que se recuperó
el proceso electoral no podía ser más poco propicio para la mayoría
presidencial. Como dice la analista Solenn de Royer, las municipales dejan en
evidencia un triple crisis política: partidista, democrática y macronista (4).
NOTAS
(1) “On the horn of two dilemas. Emmanuel
Macron’s party performs dismally in local elections”. THE ECONOMIST, 29 de
junio.
(2) “Municipales 2020: avec EELV une
vague verte déferle sur les grandes villes françaises”. ABEL MESTRE. LE
MONDE, 29 de junio.
(3) “’Queen Anne’ of Paris not ready
to give up her throne”. ELISA BRAUN. POLITICO, 27 de junio.
(4) “Après les élections
municipales, Emmanuel Macron fase à una crisis démocratique”. SOLENN DE ROYER. LE
MONDE, 29 de junio.
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