1 de diciembre de 2021
Alemania
tendrá nuevo gobierno la semana que viene, tras el acuerdo tripartito sobre un
programa de 177 páginas alcanzado recientemente por socialdemócratas, verdes y
liberales. Comienza una nueva etapa política, pero habrá continuidad en los
asuntos fundamentales. No en vano, el canciller in pectore, Olaf Scholz,
se presenta como un fiel heredero de la era Merkel.
Se
trata de una paradoja aparente: la política alemana (como la europea, salvo en
sus márgenes periféricos) está dominado por el llamado consenso centrista,
que ha resistido el empuje del nacional-populismo, aunque haya asumido algunos
de sus presupuestos. Pero en Alemania este principio rector de la política aparece
reforzado por su condición de motor de la Unión, de líder de facto. Y
por una tradición que procede del milagro de la recuperación económica
de posguerra, basado, según creencia ampliamente compartida, en la capacidad de
acordar en vez de discrepar.
La
fórmula tricolor o semáforo (por el color de los tres partidos de la nueva
coalición de gobierno) es inédita, y eso es quizás el único elemento realmente
novedoso de la nueva etapa. Nunca ha habido un gobierno compuesto por tres fuerzas
políticas en la República federal. El sistema electoral y la ciudadanía
favorecían la conformación de mayorías estables.
Pero
las crisis europeas de la última década (financiera, migratoria y sanitaria) han
erosionado el predominio de los partidos centrales (CDU-CSU y SPD) y otorgado
un plus de influencia a los menores (Verdes, FPD) y, con desigual fuerza, a los
extremos (AfD y Die Linke). En otro país, esta coalición tripartita
emergente sería Frankenstein político. No en Alemania. Aunque liberales
y verdes se presentaron con programas muy discordantes en el ámbito económico y
ecológico, el SPD ha oficiado como fiel de la balanza en las negociaciones del
gobierno y, previsiblemente, lo seguirá haciendo en el ejercicio del poder. La
pregunta es si será capaz de mantener
unida la coalición.
Estas
semanas, los medios alemanes han ido ofreciendo pistas del tira y afloja. Las
negociaciones eran secretas y los participantes han respetado, con el rigor que
les caracteriza, ese compromiso. Pero siempre hay filtraciones. En un detallado
artículo, el semanario DER SPIEGEL (centroizquierda) ha ofrecido un relato jugoso
de lo ocurrido estos últimos dos meses. La idea principal es que ya han
empezado a surgir las primeras fracturas en la coalición (1).
SENSACIÓN
AGRIDULCE EN LOS VERDES
Los
Verdes, pese a su entusiasmo aparente, no están satisfechos por el resultado de
las negociaciones. El principio cero carbón se adelanta a 2030, pero
como objetivo “ideal” no como mandato efectivo. En cambio, consiguen que el 80%
de la electricidad sea suministrada por energía renovables frente al 65% actual
(2).
Como
segundo partido en votos, los Verdes intentaron hacerse con el ministerio de Transportes,
para dinamizar los cambios en un sector de gran impacto medio ambiental. Los
liberales abortaron la maniobra reclamando la cartera de Medio ambiente, que
los Verdes no podían perder. Al final, el colíder ecologista, Robert Habeck, ha
obtenido La Vicecancillería y una supercartera de Economía, Ecología y Energía,
desde la que intentará consolidar un diseño transformador de la estructura
productiva. La otra palanca de cambio verde será Agricultura. Pero el líder
liberal, Christian Lindner es el que tendrá las llaves de la caja fuerte federal.
El pulso será intenso... y ruidoso. De momento, una de las propuestas verdes, la
reducción de la velocidad máxima de los vehículos en las autopistas a 120 km/h
(simbólica pero muy mediática) ha quedado descartada, por la oposición decidida
de los liberales. En la base ecologista hay frustración, sobre todo en su
corriente antes denominada fundi (por fundamentalistas); es decir, los más idealistas o puros, que temen
una disolución de los principios en la espiral de la gestión cotidiana y los
equilibrios políticos (3).
UNA
POLÍTICA EXTERIOR CONTINUISTA
Los
Verdes han conseguido Exteriores, pero es tradición en los gobiernos de coalición
alemanes que el segundo partido se quede con esa cartera. La ministra será la candidata
derrotada a la Cancillería, Annalena Baerbock, la otra componente del liderazgo
bicéfalo del partido, que satisface así una ambición personal demasiado transparente.
Pero, como también es de rigor, la política exterior, en los asuntos estratégicos,
se conduce desde la Cancillería. Baerbock tratará de defender sus
prerrogativas, pero Scholz conoce muy bien este axioma de la gobernación
alemana. Aquí también se prevén conflictos internos. La futura ministra tiene
posiciones más duras frente a China o Rusia y más ambiciosas en los asuntos de
integración europea (especialmente en los económicos).
Scholz
es más circunspecto. Con Moscú, no querrá arriesgar un entendimiento del que
depende el suministro gasístico y la estabilidad del orden de posguerra fría. Los
Verdes son más críticos con la OTAN, en particular con los asuntos nucleares
(al cabo, de esa polémica nacieron, en los ochenta), mientras los socialdemócratas,
desde Brandt, son partidarios de que el entendimiento con el Kremlin no se haga
en perjuicio de la solidaridad atlantista. El SPD se asegura el Ministerio de
Defensa, como se esperaba. Con Pekín, Scholz se cuidará de poner en peligro los
intereses de la industria exportadora alemana. O sea, línea Merkel.
La
primera prueba de la cohesión podría ser Ucrania. Las especulaciones sobre una inminente
operación militar de Rusia, abonada por filtraciones de los servicios de inteligencia
acerca de una concentración de tropas rusas en la frontera, han puesto en
alerta a los principales responsables políticos y militares occidentales. No es
la primera vez que surgen estos rumores, con motivo de maniobras o ejercicios
rutinarios. Pero que el propio presidente ucraniano haya llamado al lobo ha
disparado la atención mediática.
EL
GASTO PÚBLICO, PRUEBA CLAVE DE LA COHESIÓN
Pero
donde la estabilidad del próximo gobierno puede estar sometida a más presión es
en la política económica. Los liberales han conseguido que se mantenga el
llamado “freno de la deuda”, para disgusto verde, que quieren financiar
generosamente el cambio ecológico. Habrá más flexibilidad que en el pasado,
como ha ocurrido recientemente debido a los programas de activación contra los
efectos depresores de la pandemia. Pero se mantiene el compromiso de
reequilibrar las cuentas públicas en 2023, cuando se supone superada la crisis
COVID (4).
En
la extinguida Gross Koalition, Scholz defendió una política un poco diferente
a la de los puristas de la austeridad de la CDU-CSU. Merkel dejó hacer,
convencida de que la situación excepcional lo exigía. El entonces vicecanciller se rodeó de un
equipo alejado del rigorismo que han ejercido los ministros de Hacienda alemanes
(5). Pero si los brotes inflacionarios que ahora apuntan se confirmaran, los partidarios
de la ortodoxia presionarían. Y los liberales serán sus máximos exponentes en
el nuevo gobierno.
En
el artículo de DER SPIEGEL mencionado más arriba, se indica que los Verdes no
cuentan con el apoyo garantizado del SPD en un eventual choque con los
liberales, y se basan en detalles de la negociación: por ejemplo, el
alineamiento FPD-SPD a favor de la ratificación del tratado comercial con Canadá
(CETA). Pero también en percepciones de química o de entendimiento personal.
Scholz y Lindner han desarrollado desde hace tiempo una cálida relación
personal, más allá de sus divergencias políticas. Paradójicamente, en asuntos socio-culturales
(aborto, matrimonio, drogas, etc), los verdes están más cerca de los liberales
que de los socialdemócratas. La base tradicional socialista/sindical es más
tradicional.
LA HORA
DE SCHOLZ
La
capacidad de Scholz para conducir este proyecto a término dirá mucho sobre su valor
como líder. El radicalismo de la primera hora como militante socialista quedó
hace mucho tiempo en el olvido (6). Su pragmatismo avala el estilo negociador,
conciliador, pactista que defendió como heraldo de su candidatura. Un merkelismo
sin Merkel, con un acento social más retórico que sustancial. El SPD ha conseguido
que los liberales acepten el salario mínimo a 12 euros la hora, a cambio de no
avalar genéricamente las “alegrías presupuestarias” de los Verdes. La base
socialista parece de momento satisfecha, porque ni el mejor de los sueños podían
imaginar hace apenas seis meses que uno de los suyos volviera a ocupar la
Cancillería, a la postre el puesto más decisorio, con coalición o sin ella. La
fracción izquierdista del SPD no agitará el barco, salvo que las concesiones a
los liberales sean demasiado evidentes. En todo caso, pronto puede surgir la
impresión de que tres son multitud para conducir el destino próximo del país
más rico y poderoso de Europa.
NOTAS
(1) “How stable is Germany’s new coalition? The
first fractures become apparent in Berlin”. DER SPIEGEL, 27 de
noviembre (versión en lengua inglesa).
(2) “Green shift. Germany’s new government
holds great promise. It will need luck, too”. THE ECONOMIST, 24 de noviembre.
(3) “En Allemagne, Scholz présente un Accord de
coalition placé sous le signe du ‘progress’”. THOMAS WIEDER
(corresponsal). LE MONDE, 25 de noviembre.
(4) “Are Germany’s capitalists cool now?”.
PETER KURAS. FOREIGN POLICY, 24 de noviembre.
(5) “Olaf Scholz’s quiet revolution in Germany
economics”. CAROLINE DE GRUYTER. FOREIGN POLICY, 8 de octubre.
(6) “He convinced voters he would be like
Merkel. But who is Olaf Scholz? KATRINN BENNHOLD. THE NEW YORK TIMES, 24 de
noviembre de 2021.
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