19 de abril de 2023
Resonaban todavía las
declaraciones de Macron a favor de la autonomía estratégica de Europa y las
necesidad de no verse atrapados en conflictos no elegidos, cuando la onda de
choque sobre la cohesión del mundo occidental se replicaba desde otras latitudes
y ubicaciones geoestratégicas. La pretensión norteamericana de alinear al
discutiblemente llamado “mundo libre” bajo su liderazgo, frente a la “amenaza”
rusa y al “desafío” chino parece hoy una quimera.
El presidente de Brasil acudió a
la Casa Blanca para agradecer el apoyo de Biden en la crisis inaugural de su
tercer mandato (revuelta desordenada de seguidores de Bolsonaro frente al
complejo institucional de Brasilia el 8 de enero) y suscribir una declaración
de compromiso con el “fortalecimiento de las instituciones democráticas”. Pero
luego viajó a China para respaldar un plan de paz para Ucrania, que Pekín
codifica en una docena de puntos ambiguos e interpretables. Días después, Lula recibió
al jefe de la diplomacia rusa, para dejar claro que, como su colega francés, el
líder del país más grande del patio trasero norteamericano tampoco quiere dejarse
en peleas que no elige o en las que percibe que sólo puede perder (1).
De manera simultánea a estos
acontecimientos, se desataba el penúltimo (habrá pronto otro, sin duda)
caso de filtraciones que desvelan inconsistencias y contradicciones entre lo
que se dice y lo que se hace, lo que se piensa y lo que se proclama en política
internacional. En realidad, sorpresas conceptuales, ninguna. Solo los adeptos o
los ingenuos pueden sorprenderse o escandalizarse.
Tampoco es una novedad que las
alianzas internacionales son menos sólidas de lo que sus dirigentes pretenden
hacernos creer y las lealtades mucho más difusas y dependientes de la geometría
variable de intereses cruzados, interdependencias inevitables y desconfianzas
tan viejas como la convivencia/hostilidad entre naciones, clases y religiones.
EL MODELO DE LOS BRICS
Macron y Lula no pueden ser más
distintos y, sin embargo, están más de acuerdo de lo que quizás ellos mismos
están dispuestos a admitir. Representan a dos mundos diferentes, con dos
trayectorias históricas incluso opuestas (colonial, el primero; colonizado, el
segundo). Ambos dependen de Estados Unidos, aunque en medidas asimétricas, para
garantizar íntegramente su seguridad. Pero los dos aspiran a ejercer su parcela
de liderazgo regional sin apenas cortapisas.
Las palabras pronunciadas por
Lula en la toma de posesión de Dilma Rousseff como nueva Presidenta del Nuevo
Banco de Desarrollo son elocuentes: “Cada noche me preguntó por qué todos
los países del mundo tienen que realizar sus transacciones comerciales en
dólares. ¿Por qué no podemos emplear nuestra propia moneda? ¿Por qué no
innovar? ¿Quién ha decidido que la moneda sería el dólar, después de
desaparecer el patrón oro?” (2).
El Nuevo Banco de Desarrollo es
la institución financiera creada por los BRICS para asentar su coordinación
ante los retos de la economía internacional. Las estimaciones de algunos de sus
principales economistas indican que este grupo de países emergentes reunirán
más del 50% del PIB mundial al final de esta década. Eso quiere decir que
Brasil (B), Rusia (R), India (I), China (C) y Suráfrica (S) son ya un actor
indesplazable en la escena internacional. Son cinco todavía pero ya se perfilan
nuevos socios, a los que sólo falta formalizar su solicitud de adhesión y que
se definan sus condiciones de ingreso.
Los BRICS no aceptan ser
considerados como un bloque. No comparten los mismos sistemas políticos, ni la
misma cultura. Discrepan en muchas cosas, e incluso, como en el caso de India y
China, tienen disputas bilaterales no menores que han provocado choques militares.
Pero la dinámica internacional de confrontación los acerca, aunque no de manera
uniforme o simétrica. La “amistad sin límites” declarada por rusos y chinos no
esconde diferencias incluso territoriales a lo largo de sus 4.000 kilómetros de
frontera, por no hablar de una desconfianza recíproca desde los años sesenta,
al menos.
Lo que une a estos países es la
voluntad de no dejarse condicionar por un orden internacional basado en
supuestos valores universales. La desaparición de la URSS proyectó una nueva visión
del “mundo feliz” (el final de la Historia, dijeron otros) bajo tutela
norteamericana, con la ayuda sustancial de sus socios principales en Europa,
Asia y Oceanía. El sistema liberal democrático es la coartada que transforma en
valores universales los instrumentos de preservación del equilibrio actual,
tanto económicos como militares.
En los BRICS de ahora, o en la
composición resultante de futuras incorporaciones, sobresale, naturalmente,
China. Su dimensión es superior, según algunas magnitudes, a la del resto de
socios conjuntamente. Y si miramos a ese Sur Global, como se dice ahora,
no puede pasar desapercibido que Pekín es el acreedor de una deuda de casi 1
billón de dólares. Es decir, estaríamos ante el espejo inverso del Orden
liberal. Con la diferencia de que
los BRICS no mantienen una alianza militar formal ni un sistema de valores
políticos condicionantes. Nada de obligación contractual de apoyo mutuo que
caracteriza a la OTAN, en Europa, y la que aún está por dibujar en AUKUS, en el
Pacífico. Los emergentes, en cambio, se adaptan a una geometría estratégica
flexible y variable, cuya única norma es el respeto a las realidades políticas
de cada cual. Sin interferencias, al menos expresas (3).
ESCALENO, NO EQUILÁTERO
La flexibilidad que caracteriza a
los BRICS+X permite acuerdos de distinta dimensión e intensidad con Occidente y
con países terceros que se mueven en un terreno menos definido de la escena Ello da lugar a un mundo triangular, que
presenta formas distintas según el caso y el momento. No se trata de un
triángulo equilátero, sino escaleno, con lados desiguales y movibles.
India es un buen ejemplo de esta
abstracción geométrica que define su comportamiento internacional. Es capaz de
acordar estrategias con tres potencias del bloque occidental como Estados
Unidos, Japón y Australia en el marco del esquema QUAD, que vigila el desafío
chino en la zona Indo-Pacífico, y al mismo tiempo mantiene el diálogo bilateral
con Pekín para controlar el diferendo en el Himalaya y el mercado militar con
Rusia, sin renunciar a la cooperación nuclear embrionaria con Estados Unidos.
El ministro indio de exteriores ha sido muy agudo al replicar a las críticas
por la “neutralidad” de su país en la guerra Ucrania: “Los europeos creen
que los problemas de Europa son los problemas del mundo, pero los problemas del
mundo no son los problemas de Europa” (4).
Otros aspirantes se apuntan de
buen grado a esta diplomacia triangular de India. Es el caso de Arabia Saudí y
de Egipto, hasta hace poco socios imprescindibles de EE.UU en Oriente Medio y
seducidos hoy por la triangulación de maniobras a intereses. La petromonarquía
ha aceptado de mil amores la mediación china para empezar a poner fin a la
sangría de Yemen y encuadrar de forma razonable su enemistad con Irán (5). Y
ello sin renunciar al establecimiento de relaciones con Israel, en el marco de
los acuerdos Abraham, inspirados por Washington. Si las cosas se torcieran, el
reino saudí cree poder contar aún con el paraguas de seguridad norteamericano,
sin que ello signifique abandonar proyectos de cooperación económica con China
y el precioso instrumento de concertación con Rusia para definir el mercado
petrolero mundial (6).
En el caso de Egipto, la
debilidad de su estructura económica y la explosividad de su realidad social
obligan a sus patrones militares a no hacer ascos a las inversiones chinas, el
mercado de armas ruso y la protección norteamericana frente a la sedicente
amenaza islamista (7). Que ese triángulo es a veces esquivo o díscolo lo
demuestra uno de los episodios de la última filtración aludida. Al Sisi y sus
colegas uniformados se creían liberados de seguir a rajatabla la pauta
americana en Ucrania. Negociaron el suministro de armas de oportunidad a Moscú
y cuando Washington se percató les hizo “comprender” las ventajas de cambiar de
cliente y fabricar munición para Ucrania (8). El Cairo ha compartido con Rusia
estrategias de actuación en Libia, a favor de “soluciones” autocráticas
dispuestas a borrar de un plumazo las alternativas islamistas apoyadas por
Turquía, otro país que practica con fruición las dinámicas triangulares con
Washington y Moscú, con Israel y Palestina, con Arabia o Irán, o en el Cáucaso.
Ante esta realidad creciente, la
estrategia norteamericana de dibujar dos mundos en conflicto, el democrático
liberal y el autocrático liberticida, se antoja poco operativo. Si bien es
verdad que también Washington, cuando la necesidad y la oportunidad lo
demandan, se evade de ese paradigma para practicar su particular versión de la
diplomacia triangular. Sin ir más lejos con China, con la que no ha perdido el
objetivo de alcanzar grandes compromisos en desafíos globales (emergencia
climática, terrorismo, migración...). Y bilaterales: el año pasado, a pesar de
las sanciones comerciales de Trump, que Biden ha mantenido, el volumen de las
transacciones ha alcanzado un nuevo récord, próximo a los 700 mil millones de
dólares.
NOTAS
(1) “Brazil’s Lula reaches out to China and Russia, stoking U.S. unease”.
ISHAAN THAROOR. THE WASHINGTON POST, 19 de abril; “Brazil’s Lula meets
Xi in China as they seek path to peace in Ukraine”. KEITH BRADSHER. THE NEW
YORK TIMES, 14 de abril.
(2) “Le visite du président brésilen Lula en Chine illustre les
ambitions et les limites des BRICS”. LE MONDE, 15 de abril;
(3) “The Nonaligned World” (Dossier de
artículos y análisis de varios autores). FOREIGN AFFAIRS, mayo-junio 2023.
(4) “How the Ukraine war has divided the
world”. GIDEON RACHMAN. FINANCIAL TIMES, 17 de abril.
(5) En Arabie Saoudite, la nouvelle diplomatie opportuniste de Mohammed
Ben Salman. BENJAMIN BARTHE. LE MONDE, 21 de marzo.
(6) ”A new order in the Middle East? Iran and Saudi Arabia’s
rapprochement could transform the Region”. MARIA FANTAPPIE Y VALI NASR. FOREIGN
AFFAIRS, 22 de marzo;
(7) “Beijing reaffirms ties with Cairo” NOSMOT GBADAMOSI. FOREIGN
POLICY, 17 de enero.
(8) “Egypt nearly supplied rockets to Russia,
agreed to arm Ukraine instead, leak show”. THE WASHINGTON POST, 17 de abril.
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