31 de octubre de 2012
La
campaña electoral norteamericana va a acabar en tiempo 'molto brioso'. No por
la agresividad de los candidatos o la aparición de una 'sorpresa' de última
hora, ni siquiera por el aderezo que ponen las maquinarias mediáticas. La naturaleza
ha sido la protagonista inesperada y, por lo que estamos viendo, poderosa. El
impacto es devastador en la coste este (el Atlántico medio, como dicen allá).
Pero sus efectos políticos se sentirán tal vez en todo el país.
La
primera alteración provocada por 'Sandy' ha sido la suspensión momentánea de la
campaña y el condicionamiento más o menos intenso de los días que quedan hasta
el 'election day'. Al ritmo que trabajaban las dos maquinarias electorales en
busca del voto indeciso, del voto independiente y del voto renuente, los días
perdidos ya no podrán ser recuperados.
La
segunda consecuencia importante, y directa, es la posible merma del voto por
correo, o el voto anticipado ('early vote') en algunos estados del este y, de
continuar los estragos de 'Sandy' hacia el interior, también en Pensylvania u
Ohio. Y éste último será, nadie lo pone en duda, el gran 'decider' de las
elecciones (una vez más).
La
pregunta obvia es: ¿a quién ha perjudicado más 'Sandy'? Y,
reverso de la moneda, ¿a quién beneficiado? Las dos consecuencias mencionadas
no son autónomas: están conectadas. Los
días finales se consideran estratégicos en la reducción de la abstención, una
amenaza en general mayor para el campo de Obama.
A
priori, pues, los demócratas son los más damnificados, porque esperaban
beneficiarse más (históricamente así es, desde hace muchas convocatorias) del voto
por correo o del voto anticipado, ya que muchos de sus votantes pertenecen a
las clases populares a las que no siempre les resulta fácil (o conveniente)
ausentarse de sus empleos para depositar su voto. En algunos estados (y
precisamente Ohio ha sido un lamentable ejemplo), las colas en los colegios
electores son interminables, no sólo por mala organización, sino por
deliberadas políticas obstruccionistas del voto, (deficiente distribución de
los electores, máquinas insuficientes en colegios con tradicional mayoría
demócrata y otras) promovidas la mayoría por administraciones republicanas. La
tormenta puede haber hecho más difícil aún votar.
DOS
ACTITUDES, DOS VISIONES
El
presidente Obama ha reaccionado con inteligencia frente al desastre. Pese a que
el 'parón político' perjudicaba aparentemente sus aspiraciones, ha conseguido
transmitir la impresión de que ha aparcado su condición de candidato y se ha
embutido en el vestuario de 'presidente en acción'. Alguien puede decir que se
trata de un guiño populista (se hubiera dicho, desde luego, si lo hubiera hecho
un presidente latinoamericano en campaña). Pero ha moderado bien el discurso y
ha evitado apariciones aparatosas. "No me preocupa en estos momentos el
impacto que esto tenga sobre las elecciones, sino el impacto que tenga en las familias",
dijo el Presidente sólo unas horas antes de que 'Sandy' destruyera buena parte
de las infraestructuras de Nueva York y Nueva Jersey. Es muy probable que las palabras de Obama no
sean rigurosamente ciertas, pero sonaron
como si lo fueran.
Pero
hay otro elemento de análisis derivado del desastre: el contraste entre los
episodios del 'Sandy' de Obama y el 'Katrina' de
Bush será inevitable. Lo ocurrido vuelve a demostrar que el Estado es
fundamental: lejos de ser un problema o causa de muchos males es un factor de
corrección de lo que sale mal y de amortiguación de las penurias.
Esta
no será, desde luego la conclusión de Romney, quien en repetidas ocasiones ha
defendido la reducción de fondos de la Agencia Federal de Gestión de
Emergencias y su descentralización absoluta, incluso la privatización, para
reducir costes, "porque no nos podemos permitir estas cosas". Su
respuesta ha sido, entre otras cosas, en recolectar fondos. Una forma de
caridad, un enfoque bien distinto.
En
vísperas de la llegada de 'Sandy', Romney se encontraba pisando a fondo el
acelerador en Ohio para alejarse de las políticas públicas. Y la metáfora aquí
es más que un puro recurso lingüístico, porque estaba tratando de desacreditar
el programa de salvación del automóvil promovido por Obama hace unos años. Ese
estado clave entre los claves para decidir el resultado final de las elecciones
vive en gran medida de la salud del sector automotriz.
CÁLCULOS
Y PRONUNCIAMIENTOS
El
candidato republicano mantiene favorables expectativas en el voto nacional (se
utiliza este término para determina el sufragio universal global en todo el
país), pero no consigue reducir la desventaja en algunos estados indecisos ('swinging
states'), sin los cuales no obtendrá los 270 votos electorales que necesita
para ser proclamado Presidente.
El
fin de semana, el NEW YORK TIMES publicaba un estudio muy pormenorizado de las
distintas combinaciones que darían la victoria a uno u otro candidato. Como
estamos hablando de siete a nueve estados, con diferente número de electores
cada uno, y las diferencias en la expectativa de voto a uno y otro también son
distintas, las sumas posibles son muy variadas.
Aunque
puede haber sorpresa, la práctica totalidad de encuestas y 'pollsters' (los expertos que siguen al minuto y en cada
circunscripción la evolución del ánimo electoral) indican que a una semana del
primer martes después del primer lunes de noviembre, Obama tenía asegurados
prácticamente 185 votos electorales y Romney cinco menos, 180. Pero el
Presidente mantiene una diferencia que podría ser suficiente en otros estados
que sumarían 58 votos más, hasta completar 243. El republicano, por el
contrario, solo puede contar con añadir 26 más a los sólidos seguros, con lo
que sólo sumaría 206 muy probables. A Obama le faltarían 27 votos y a Romney
64.
No
hay espacio aquí para desgranar las posibles combinaciones, pero es obvio que
el actual Presidente lo tiene más fácil, desde este tipo de cálculos. Lo que no
parece descabellado es que obtenga un segundo mandato sin contar con la mayoría
de los sufragios totales. Ya le ocurrió a Bush en 2000 (ni siquiera entonces, a
estas alturas, se puede decir que ganó en el conteo que decide el
vencedor). Para Obama no sería bueno,
porque afrontaría la culminación de su proyecto con un lastre político
indudable, incluso aunque los demócratas recuperaran terreno en la Cámara de
Representantes, que se renueva por completo.
Los
medios independientes (izquierda) intentan que la gran tormenta no emborrone
demasiado lo que está en juego en estas elecciones. Incluso los 'liberales', es
decir moderados o centristas, como THE NEW YORK TIMES, han hecho una apuesta
inequívoca por Obama. En su editorial del fin de semana, el diario más
influyente de Estados Unidos en el mundo (más que en casa, por cierto), se
pronuncia sin ambages por el candidato demócrata. No fue una sorpresa, claro,
pero los términos en que se pronunció fueron muy contundentes. Los errores que
en otros momentos ha señalado en la gestión de la administración estos cuatro
años apenas fueron mencionados o recordados, se ninguneaban las propuestas
electorales de Romney y concluía haciendo una invocación "entusiasta"
a la reelección de Barack Obama
'Sandy'
se ha llevado por delante torres de electricidad, ha derribado muros de edificios
y levantado carreteras. ¿Puede alterar también el rumbo del final del proceso
electoral? ¿Puede constituirse en la 'segunda sorpresa de octubre', asumiendo
que la primera fue el penoso primer debate de Obama? Veremos.
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