4 de Abril de 2015
El
acuerdo sobre el desarrollo y control del programa nuclear iraní entre la
República Islámica y las grandes potencias mundiales se asemeja a un prisma.
Como tal, se distinguen caras visibles (los términos escritos) y ocultas (los
compromisos diplomáticos que han forjado el consenso), vértices (los elementos
claves que articulan en plan pactado) y aristas (las distintas interpretaciones
que apuntan elementos futuros de fricción). Según el ángulo de visión desde el que se
contemple y los argumentos que se proyecten sobre él, de este prisma
pueden obtenerse reflejos (resultados) diferentes. Veamos sumariamente estas
visiones.
DESDE
ESTADOS UNIDOS Y LA UNIÓN EUROPEA
-el acuerdo (si se respeta) restringe el programa nuclear iraní al ámbito civil
y hace imposible su deriva militar (la fabricación de la temida bomba) durante
al menos quince años.
-las instalaciones nucleares iraníes se someten a un estricto programa de
desarrollo; a saber: reducción de las centrifugadores, limitación drástica del
enriquecimiento de uranio en niveles inhábiles para producir la 'bomba'), congelación
de la renovación tecnológica de las instalaciones y prevención de la producción
de plutonio.
-
la combinación de todo lo anterior hace que, si Irán vulnerara el acuerdo,
necesitaría más de un año para estar en condiciones de fabricar la bomba (el
denominado 'breakout').
-se
instaura el sistema de inspección y verificación "más intrusivo de la
historia", en palabras (certeras, según los técnicos) del Presidente Obama.
-las
sanciones no empezarán a levantarse hasta que se confirme el cumplimiento
iraní.
-se
consigue el 'engagement' del régimen iraní; es decir, la aceptación de compromisos
propios de un sistema internacional, que ha venido rechazando durante más de
tres décadas.
-indirectamente,
el acuerdo puede contribuir (aunque esta aspiración no esté ni mucho menos
garantizada) a que, según la visión occidental, la República Islámica pase de
ser un factor desestabilizador en Oriente Medio a convertirse en un agente de
estabilidad.
DESDE
LA REPÚBLICA ISLÁMICA DE IRÁN
-el acuerdo no desmantela por completo su programa nuclear, le reconoce su
derecho a enriquecer uranio y, por tanto, a dotarse de un recurso energético para
su desarrollo, lo cual avala la narrativa del régimen, que siempre ha sostenido
que no tenía intenciones militares.
-hace mucho más improbable la destrucción militar de sus instalaciones, al
convertir el altamente improbable la hipótesis de una acción unilateral
israelí.
-propicia el levantamiento de las sanciones derivadas de su programa nuclear,
aunque se mantengan las impuestas por las violaciones de derechos humanos y al
apoyo a partidos y organizaciones regionales consideradas como 'terroristas'
por los gobiernos occidentales.
-salva y consolida el régimen de los ayatollahs al librarlo de las presiones
económicas y reivindicarlo como potencia internacional de consideración.
DESDE
LOS ENEMIGOS (DIVERSOS Y NO SIEMPRE COINCIDENTES) DEL ACUERDO
-En Israel se advierte división de opiniones y sensibilidades. El gobierno de la
derecha nacionalista y ultranacionalista mantiene su rechazo y será difícil que
la 'pedagogía' adicional de Obama cambie esta percepción. La reclamación última
del electoralmente reforzado primer ministro Netanyahu de que Irán
"reconozca el derecho de Israel a existir" es extemporánea y ajena al
asunto en cuestión. La izquierda, por el contrario, contempla el acuerdo con
alivio, considera que el programa nuclear iraní ha quedado encuadrado, aunque
no se ha disipado la aprensión sobre lo que pueda ocurrir tras esos quince años
de control.
-En Arabia Saudí, la reacción ha sido cauta. Es significativo que la primera
llamada de Obama para comunicar y explicar el sentido del acuerdo fuera al Rey
Salman. El presidente norteamericano ha establecido una política calculada de
cortejo. No es descabellado pensar que el apoyo logístico y de inteligencia
prestado a Riad en la operación militar saudí en Yemen se haya hecho con el ojo
puesto en Lausana. Se trataría de demostrar a los jeques del Golfo que la
actual administración no pretende alterar sustancialmente el actual sistema de
alianzas en la región. El acercamiento con Irán no se hará a costa de las
monarquías petroleras.
-En el Congreso de Estados Unidos, dominado por los republicanos, el acuerdo
será escudriñado al detalle. Se mantendrá una retórica crítica, escéptica, pero
no está asegurado que los demócratas pro-israelíes apoyaran a los republicanos
si éstos quisieran mantener las sanciones que legislativo impuso en su día a
Irán. El cálculo es puramente político. Es decir, tendrá más que ver con las
perspectivas electorales del año próximo en Estados Unidos que con las
aprensiones de seguridad de Israel o de los aliados conservadores de Oriente
Medio.
DESDE
UN ENFOQUE NEUTRAL
-el
acuerdo supone un triunfo para Obama cuando más lo necesitaba, tras dos años de
dudas, críticas acervas e incertidumbres sobre la solvencia de su estrategia en
Oriente Medio; el éxito negociador de Kerry supone un refuerzo adicional del
Presidente, ya que el Secretario de Estado es contemplado como el hombre de
mayor confianza de Obama.
-un horizonte de supervivencia para la República Islámica de Irán, ya que el
acuerdo no sólo ampara un pilar de su desarrollo futuro (el energético), sino
que, indirectamente, revalida la actual expansión de su condición de potencia
regional de primer orden.
-el acuerdo consagra el actual equilibrio entre las distintas sensibilidades del
régimen: Jamenei y los ayatollahs conservadores han avalado el resultado de la
negociación y, por tanto, de forma indirecta, han respaldado la estrategia reformista
del Presidente Rohani y de su ministro de exteriores, Zarif, auténtico artífice
del acuerdo nuclear.
-el
aislamiento momentáneo de la derecha nacionalista israelí, lo que no puede ser
necesariamente positivo, porque puede precipitar un deriva provocadora
peligrosa, en función del respaldo que obtenga de una hipotética administración
republicana a partir de 2017.
-un
replanteamiento del tablero geoestratégico en Oriente Medio, sin sobresaltos,
que nadie quiere (eso es también una ventaja del 'engagement' iraní), pero
sometido a los riesgos de la acumulación, encadenamiento y complicación de los
conflictos en marcha.
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