27 de agosto de 2025
Cada
matanza indiscriminada en Gaza sólo es tapada por la siguiente. Cada crimen se
ahoga en el que le sucede. La impunidad galopa sin freno. Conviene no prestar
demasiada atención a las protestas, petición de responsabilidades, críticas e
incluso airadas muestras de indignación de las últimas semanas. No cambiarán el
curso de las cosas. No modificarán el libreto del gobierno y del Estado de
Israel. Ni alterarán el comportamiento de Occidente. Las líneas rojas del
escarnio de Gaza y del proyecto de aniquilación de los derechos palestinos no
está determinado por el hipócrita humanismo de los dirigentes de esta
parte del mundo. Serán los intereses económicos y geopolíticos los que marcarán
un límite al designio del estado genocida.
No
obstante, los medios liberales conceden notable cobertura a cualquier tímida
manifestación de incomodidad de los dirigentes europeos ante el criminal
comportamiento de Israel. La bronca entre Netanyahu y Macron se lleva la palma.
El primer ministro israelí, crecido por lo fácil que les está resultando su
campaña de exterminio, se permitió calificar de “antisemitismo”, al Presidente
francés por anunciar que, en septiembre, reconocerá de facto al Estado
palestino.
Lo
crucial de la polémica no es su falsedad, sino su inanidad. Es manifiestamente
falso el “antisemitismo” de Macron, naturalmente. Pero lo decisivo es la
irrelevancia de la polémica. Como lo es el gesto del Presidente francés,
replicado días después por el Primer ministro británico, aunque en este caso
condicionado a la falta de avances en las negociaciones de paz (?). La
contestación de Macron responde al guion de las escaladas verbales: el jefe del
Estado galo señala con el dedo al líder israelí y lo acusa de utilizar al
antisemitismo para tapar su responsabilidad en la guerra “asesina e ilegal en
Gaza” (1). Llegados a este punto, habrá más dinamita retórica, pero poca
sustancia.
¿RECONOCER
QUÉ?
¿A
qué estado se refiere Macron? ¿A una cáscara vacía similar al actual autogobierno,
que tiene unas competencias inferiores a las de cualquier departamento francés,
y sobre todo menos sólidas? ¿Sobre qué territorio, ahora que los últimos planes
colonizaciones hacen ya del todo imposible la continuidad geográfica ? ¿Con qué
consecuencias reales? ¿Qué obligaciones asumirán Francia y los otros estados?
¿Se comprometerán a ofrecer garantías de seguridad a ese fantasmal estado
palestino, en la línea de lo que se le promete, confusamente, a Ucrania? ¿Hasta
dónde estará dispuesto a llegar Macron (y sus pares occidentales) en su
compromiso diplomático?
La
iniciativa de Macron es poco más que un gesto. Algunos diplomáticos y/o
veteranos negociadores en Oriente Medio incluso se han atrevido a decir que tal
decisión puede complicar más las cosas en lugar de ayudar. El incansable Denis
Ross, activo muñidor de acuerdos inútiles con administraciones demócratas y
republicanas, todos ellos sesgados a favor de Israel, tardó poco en salir a la
palestra para desautorizar la decisión de Macron, con argumentos alambicados,
en los que se desplaza la responsabilidad de la situación actual a la
influencia de los sectores extremistas del gobierno israelí. Ross sigue
creyendo en el crédito del primer ministro israelí, al que aún considera capaz
de forjar la paz en la región (2).
Más
templado, otros expertos como Steven Cook o David Aaron Miller, de clara
orientación demócrata, no se oponen por principio al reconocimiento del Estado
palestino, pero creen que se trata de algo puramente teatral, y además
inoportuno. Cook argumenta que, en estos momentos, tal iniciativa sólo
proporcionará munición a los israelíes partidarios de la anexión y provocará
frustración en los palestinos, a medida que comprueben que tal empeño les
reportará escasos beneficios. Por no hablar de Estados Unidos, donde los
republicanos, con Trump a la cabeza, emprenderán un combate en contra (3). Este
enfoque, si lo limpiamos de las inevitables justificaciones de la conducta
israelí, responde más a lo previsible.
UNA
COMPLICIDAD POR OMISIÓN Y ACCIÓN
Es
tal la barbaridad que está ocurriendo en Gaza y en Cisjordania que los gestos
diplomáticos resultan inútiles. Europa, corroída por sus responsabilidades
históricas y determinada por sus intereses económicos y geopolíticos, hace
tiempo que definió su papel en el conflicto cardinal de Oriente Medio: pagar y
hablar. Los intereses bilaterales con Israel a duras penas se han compensado
con la financiación de una administración palestina por lo general incompetente
y corrupta. Ese es el equilibrio o la ponderación que los sucesivos dirigentes
europeos han venido defendiendo durante décadas. Europa ha estado ausente -o, a
lo sumo en el asiento trasero- de las negociaciones de paz (más bien de gestión
del conflicto o de humanización de la guerra).
En
los picos de crisis, Europa desaparece, se esconde, se automargina, se atasca
en disputas internas. Sólo para los ingenuos, resulta alarmante la impotencia
demostrada por Europa en la carnicería de Gaza. No es exagerado calificar de
complicidad el comportamiento de la UE. Por omisión, dicen los críticos más
suaves. En realidad, ha habido algo más, si tenemos en cuenta que la mayoría de
los países europeos no han suspendido de forma efectiva el suministro de armas
al estado genocida. La institución común europea ha sido incapaz de aplicar sus
propias normas y suspender el acuerdo preferencial con Israel, para bochorno de
algunos de sus servidores más notables, como el excomisario Borrell.
Los
alemanes se presentan como el baluarte más sólido de esta política europea. La
acumulación de crímenes en Gaza ha creado incomodidad en Berlín. Se han hecho
algunos gestos de protesta, como la restricción de la venta de material
militar, pero nada que dificulte en modo alguno la campaña de devastación. El
canciller Merz, un ultraconservador, pero sobre todo un político con historial
profesional dedicado al capitalismo transnacional, sabe muy bien que con las
cosas del dinero no se juega. Y cualquier forma de sanción a Israel supondría
una apuesta arriesgada.
La
sombra del Holocausto empaña el discurso político y social sobre Israel en
Alemania. La tan manoseada “mala conciencia” por el exterminio de seis millones
de judíos durante el régimen del III Reich es una suerte de “segunda piel” del
Estado alemán y de la mayoría de sus ciudadanos. La excanciller Merkel codificó
la posición germana durante su viaje a Israel al proclamar solemnemente ante la
Knesset que para Alemania la defensa de Israel era una “cuestión de estado”. O
lo que viene a ser lo mismo: indiscutible, inalterable, incondicional.
Los
socialdemócratas no se separan apenas de ese discurso de la derecha alemana,
pese a que muchos de sus militantes históricos sufrieron una suerte similar a
la de los judíos en los años de Hitler. No olvidan Munich’72, que se vivió como
un fracaso del nuevo estado democrático alemán en su trayectoria de reparación
del genocidio nazi. Aunque Alemania no se ha opuesto a la política europea de
favorecer una administración palestina moderada y controlada, el espectro del
trauma olímpico sigue pesando en las conciencias.
Ahora
que los bombardeos israelíes en Gaza han dejado muertos entre colegas
periodistas, las sincopadas protestas europeas se han activado un poco más. La
campaña contra el hambre inducida por Israel la han protagonizado la ONU y,
sobre todo, las organizaciones no gubernamentales que a duras penas pueden
cumplir con su labor en el martirizado territorio. Pero los medios tienen patente
especial. Los dirigentes saben que no pueden eludir cierta elevación del tono
de voz ante una persecución tan escandalosamente deliberada.
No
obstante, nada de esto perdurará más allá de unos días. Israel va a continuar
con su política de aniquilación y expansión
-corregida constantemente, en función del humor reinante en la Casa
Blanca. Tampoco parece que las protestas internas vayan a conseguir nada serio.
Los medios israelíes ignoran o refutan la hambruna (5). La preocupación de la
ciudadanía se limita a la suerte de los rehenes restantes; quienes sienten
cierta compasión por los civiles palestinos son exigua minoría: la inmensa
mayoría cree que no hay inocentes en Gaza.
NOTAS
(1) “La riposte en trois
temps de Macron contre les accusations de Nétanyahou sur la reconnaissance de
l’Etat de Palestine et le ‘feu antisémite’”. PHILIPPE RICARD. LE MONDE, 27
de agosto.
(2) “Netanyahu’s legacy won’t be made on the
battlefield alone”. DENNIS ROSS. THE WASHINGTON POST, 6 de julio.
(3) “Why Recognizing Palestine Is Meaningless or Even
Harmful.”. STEVEN A. COOK. FOREIGN POLICY, 6 de agosto
(4) “Germany’s Merz faces conservative revolt over Israel arms suspension”. THE WASHINGTON POST, 13 de agosto.
(5) “Israeli media
‘completely ignored’ Gaza starvation – is that finally changing?”. LORENZO
TONDO. THE GUARDIAN , 17 de agosto.
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