LA FARSA DE GAZA

15 de octubre de 2025

Se ha consumado la farsa de Gaza. El punto final (por ahora) de la masacre de la población palestina es, sin duda, un alivio. Pero difícilmente puede hablarse de “paz”, como hace la gran mayoría de los medios en sus titulares. Con casi setenta mil muertos, la gran mayoría civiles, y núcleos de población arrasados, lo que espera a los que han sobrevivido y/o regresado es una vida mucho más miserable aún que la que soportaban antes del 7 de octubre. Lamentablemente, la propaganda se impone al rigor en la consideración mediática.

LA CONFUSIÓN MEDIÁTICA

¿Por qué este tratamiento tan candoroso de lo “conseguido” en Gaza? Sin duda, hay un confuso reflejo de esperanza ante un aparente final de la narrativa del horror. A lo que se añade lo que algunos profesionales de elevada conciencia definieron en los años noventa como la “fatiga de la compasión”. Las guerras generan una gran atención entre el público general, pero sólo durante un tiempo; luego, “cansan”. La compasión se transforma en fatiga y, al cabo, en desinterés, antesala del olvido.

Hay otra consideración que invalida el término “paz” para referirse a la actual situación en Gaza. La paz es algo que llega después de la guerra. Pero en Gaza no ha habido una guerra. Lo que ha acontecido durante los últimos dos años ha sido una operación de exterminio. De genocidio, según no pocos expertos y juristas internacionales que llevan décadas estudiante estos fenómenos de la aniquilación física y moral.

Convendría que los medios fueran menos seguidistas de los grandes poderes políticos y económicos al etiquetar y valorar los conflictos mundiales y sus consecuencias. Pero la experiencia profesional no aconseja ser demasiado optimista al respecto.

Al margen de estas dolencias informativas, en absoluto inocentes, el análisis geopolítico no puede ser muy venturoso. Es curioso cómo, junto a esos titulares “esperanzadores” de la mayoría de los medios liberales, se pueden leer análisis de especialistas que ponen muy en duda la solidez y alcance del Plan Trump (otro embuste: ni es de Trump, ni es un Plan). Menos impresionados por las imágenes del júbilo comprensible de parte de la población palestina y de los familiares y allegados de los rehenes, los analistas avizoran los enormes obstáculos de las siguientes fases de lo que algunos han llamado, también equívocamente, “hoja de ruta norteamericana”.

Más allá de la visión estricta de este último apaño estadounidense para Oriente Medio, todos ellos fracasados total o parcialmente, quizás lo más conveniente ahora sería una visión de conjunto de lo que han sido décadas de “errores”, o más bien de enfoques fallidos, de visiones sesgadas, de propósitos poco consistentes con un proyecto verídico de paz justa, comprensiva y duradera, concepto éste que se repite invariablemente en la tenazmente incumplidas resoluciones de las Naciones Unidas y de los sucesivos “planes de paz” acumulados desde 1947.

“MAÑANA ES AYER”

Es altamente recomendable, para quienes aspiren a comprender por qué la paz es una quimera en Oriente Medio, y en particular entre Israel y los palestinos, el libro recientemente publicado por Robert Malley y Hussein Agha, titulado “Mañana es ayer”. El primero es un politólogo judío norteamericano , veterano miembro de los equipos negociadores y jefe de la misión que logró el acuerdo de control nuclear con Irán en 2015. El segundo es palestino y ha sido asesor de las delegaciones palestinas en las tratativas diplomáticas durante las últimas décadas. Los avatares profesionales y académicos los han llevado a forjar una amistad sólida y una visión compartida de los llamados procesos de paz.

Ya demostraron una meridiana clarividencia cuando anticiparon el destino de los acuerdos de Oslo: el inevitable fracaso del proceso debido a sus fallos estructurales y de raíz. Por la elegancia con la que resumen la desventura de la que la mayoría de analistas presentamos en su día como la gran oportunidad de la reconciliación histórica entre israelíes y palestinos, entresacamos este párrafo de su libro, no publicado aún en su versión traducida al castellano:

“La violencia inherente en las relaciones israelo-palestinas, manifiesta en muy dispares maneras -desde la continua opresión israelí, la captura de tierras, las demoliciones de hogares y el trato deshumanizado de los palestinos y su recurso periódico a la violencia- no va a desaparecer en virtud de un texto negociado. Que Oslo finalmente fracasara a nadie debía haber sorprendido, teniendo en cuenta el engaño sobre el que fue construido. Algunos compromisos pueden ser escritos sobre un papel, pero no sobrevivir en el mundo real”.

Esta sentencia puede ser perfectamente aplicable a ese farragoso, incompleto, sesgado y tramposo “Plan Trump”. Peor aún: esta última manifestación del proyecto de pax americana en Oriente Medio es quizás la pieza menos prometedora de todas las que se amontonan en los cajones de las cancillerías. Dicen Malley y Agha de esta última pirueta trumpiana en un artículo para THE GUARDIAN:

“Israel ha demostrado su intención de acabar con la voluntad de los palestinos, de aplastar su resistencia. Pero en lugar de eso, más allá de las memorias sobre atrocidades, crímenes masivos y destrucción generalizada, pueden brotar elementos más radicales que busquen venganza y recurran a actos desesperados. Las imágenes de 1948 ayudaron a impulsar a la Organización para la Liberación de Palestinas; lo ocurrido en estos dos últimos años puede dar lugar a actuaciones más letales. Quizás lleve algún tiempo, pero si escuchamos a los palestinos en general y a los gazatíes en particular, sentiremos una ominosa inevitabilidad: que la historia se está preparando para la venganza. Mañana, en efecto, podría ser ayer”.

 

DIPLOMACIA O INTIMIDACIÓN

A lo que hemos asistido en las últimas semanas ha sido a un ejercicio de la “diplomacia de la intimidación”, un oxímoron divisa de la actuación de Trump en la escena internacional. Su pretensión de ser un “pacificador” que consigue, sólo con su genio, resolver los conflictos en los que otros invariablemente han fracasado, se basa en una narrativa falaz e hiperbólica de unos acuerdos apresurados que las partes implicadas suscriben para no ser blanco del instinto vengativo del Presidente norteamericano.

Esta misma reacción defensiva ha operado en el acuerdo sobre Gaza, que no es otra cosa que una imposición a Hamas, endulzada con la liberación de buena parte de sus milicianos presos en las cárceles israelíes. El movimiento islámico palestino ha sacrificado decenas de miles de muertos para conseguir tan solo rescatar a una parte de su base social y militar, en una inútil ensoñación de reconstruir su aparato de poder y presión sobre la población palestina. Pero todo el mundo sabe que el desarme al que será obligado, por las buenas o por las malas, convierte este intento propagandístico en una artimaña de pura supervivencia.

Netanyahu, por su parte, ha llegado hasta donde ha podido. Su gran error fue atacar a Hamas sobre suelo de Qatar, un emirato fielmente aliado de Estados Unidos y, últimamente, terreno propicio para los negocios de la familia Trump. La ira del Presidente norteamericano obligó al primer ministro israelí a llamar públicamente al emir Al Thani para disculparse por la operación militar, en uno de esos actos de humillación y vasallaje que tanto gustan al actual ocupante de la Casa Blanca.

Ahora la gran preocupación de Netanyahu será seguir eludiendo la acción de la justicia por su trayectoria de corrupción y abuso de poder. Para ello, alentará ese clima de guerra en la que se mueve con tanta destreza. Y no tendrá freno de Washington, siempre que no traspase determinadas líneas rojas.

Lo más significativo de este mal llamado “Plan Trump” es su inaplicabilidad (quizás deliberada. Esta primera fase, lejos de ser un logro, ha sido una consecuencia del puro agotamiento de las opciones militares. Los festejos y fastos de estos días se diluirán pronto en el olvido, en el mejor de los casos. La violencia, como indicaron Malley y Agha en su análisis de Oslo, no tardará en reaparecer.

La presencia de una veintena de dirigentes árabes y occidentales en el resort turístico egipcio de Sharm-el Seij, junto al Mar Rojo, ha sido una mezcla de relaciones públicas y mera pleitesía a este emperador que hace gala de su “liderazgo a través de la fuerza”.

El papel que ese texto -destinado a ser un papel mojado más- reserva a países como Egipto, Jordania y algunas petromonarquías del Golfo no es muy distinto de los asignados en inviables ejercicios de paz anteriores. Con el resultado conocido.

Pero, como ya se ha apuntado, Gaza deja un rastro mucho más destructivo para la parte invariablemente perdedora, que es la palestina. Si Oslo dibujaba una visión poco realista de las aspiraciones palestinas, Gaza reduce éstas a unas referencias vagas, condicionadas y contradictorias. El acta de rendición palestina se consuma.

El mantra de los “dos Estados” que intenta rescatar el plan alternativo diseñado por Francia y Arabia Saudí, bajo el amparo inane de las Naciones Unidas, no augura algo más prometedor. Después de su cruel y vengativa campaña en Gaza, Israel ha dejado claro que no aceptará nunca esa solución, a la que agarra, como  un sediento a un espejismo, la diplomacia europea.

Sin duda, en Oriente Medio, el “mañana es el ayer”.

 

NOTAS

(1) “Tomorrow is yesterday. Life, death and the pursuit of Peace in Israel/Palestina”. HUSSEIN AGHA & ROBERT MALLEY. FARRAR, STRAUS AND GIROUX, septiembre 2025.

(2) “Life in Gaza may go from utter hell to mere nightmare”. HUSSEIN AGHA & ROBERT MALLEY. THE GUARDIAN

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