18 de junio de 2012
Los
griegos han preferido lo malo conocido antes que una imprecisa resistencia a
las imposiciones de Bruselas. Esa es una de las interpretaciones de las
elecciones legislativas del domingo. Caben otras, por supuesto. Por ejemplo,
las que apuntan a un impulso de ‘sensatez’ y compromiso con las reglas del
juego europeo, por dolorosas e insoportables que resulten, con la esperanza de
que terminen dando resultado.
Por
miedo o sensatez, cabe hablar de continuidad, aunque con matices. Si se
confirma la coalición de los conservadores de Nueva Democracia con los
socialistas del PASOK (con algún otro socio, para que salgan las cuentas: más
de 175 diputados), ‘los de siempre’, es decir, los que han provocado esta
situación abismal del país, seguirán teniendo, presumiblemente, la
responsabilidad de continuar al frente. No será una tarea fácil, por tres
razones:
Primera,
porque casi la mitad del país ha rechazado tajantemente la austeridad. La
mayoría de Nueva Democracia es un poco ficticia. En realidad, el partido de Antonis Samaras sólo
ha aventajado en cuatro puntos a la coalición izquierdista SYRIZA, que ha
ganado diez puntos y veinte diputados. Los 129 diputados obtenidos ayer por ND no
reflejan su fuerza real. Como se sabe, el sistema electoral griego concede una
‘propina’ de 50 escaños al partido que obtiene el primer puesto, para corregir
la proporcionalidad y favorecer la `gobernabilidad’. Los socialistas confirman
su hundimiento y prácticamente repiten los resultados de hace unas semanas.
Apenas aportarán 33 escaños.
Segunda,
porque la ‘troika’ no pondrá fácil una renegociación del ‘rescate’. En Bruselas
–pero sobre todo en Berlín- apretarán las tuercas a Samaras, ahora que se ha
espantado la amenaza de una ‘rebelión griega’. El líder conservador puede ser
víctima de su propia retórica populista y ambigua, porque tendrá que enseñar
sus cartas. Como ha ocurrido en España,
en el gobierno la derecha no podrá seguir jugando al gato y al ratón.
Tercera,
porque, con o sin revisión de los acuerdos, las condiciones de vida de los
griegos seguirán deteriorándose y el crédito acordado en las elecciones de ayer
puede esfumarse rápidamente. Una buena parte de las clases medias ha decidido
jugar por lo más seguro, con la esperanza de que encontrarán cierta comprensión
europea. Si ésta no se materializa visiblemente, no es descartable un violento
deterioro del clima social. Este
escenario es más que posible, después de cinco años de recesión, con un 22% de
desempleo oficial (que sube al 30% en la población más dinámica, entre los 25 y
los 35 años), una reducción real de los salarios superior al 20% en el sector
privado y aún más pronunciado en el público, una eliminación drástica de
servicios y, en general, un empobrecimiento brutal de los sectores más
vulnerables. Como es obvio, sólo unas elecciones -y menos éstas, bajo estas
circunstancias- no arreglan nada.
Una
consideración adicional. El voto a los neonazis se mantiene en los mismos
niveles (7%), aunque pierdan tres diputados. Lo que indica que el malestar, la
tendencia a la persecución del chivo expiatorio (inmigrantes) y el discurso
encanallado de la seguridad siguen vivo. Y crecerán, si ese deterioro social se
profundiza, como parece desgraciadamente inevitable, en caso de que la deseada
renegociación de las condiciones de la ‘ayuda’ se frustre o no se lleve a cabo
con sensibilidad e inteligencia.
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