5 de Septiembre de 2014
La guerra de Ucrania se ha convertido en un pulso táctico, en el que la OTAN
y Rusia se encuentran incómodos, pero se ven obligados a mantenerlo en defensa
de sus intereses estratégicos y por una cuestión de credibilidad y prestigio.
Aparentemente, el proyecto de implementar
una fuerza aliada de despliegue rápido (vieja idea de los ochenta), compuesta por 4.000
cuatro mil hombres, adoptada en la cumbre aliada de Gales, supone, a primera
vista, un endurecimiento occidental ante la proclamada contumacia rusa en
determinar el destino de Ucrania acorde a sus intereses. El Secretario
Rasmussen presentó la iniciativa con eficacia mediática: "desplazarse
rápido y golpear duro".
LEYENDO A PUTIN
La respuesta occidental parte
del pretendido convencimiento de que el Kremlin quiere tragarse el este de
Ucrania, como hizo con Crimea, para consolidar su proyecto de 'Novorossiya'
('Nueva Rusia'). Obama ha hablado de agresión y Merkel de "modificación
unilateral de fronteras". Son valoraciones discutibles pero aceptadas en
el debate político. De ahí que se haya aireado, sin duda intencionadamente, la
famosa advertencia de Putin a Durao Barroso: "si quisiera, podría tomar
Kiev en dos semanas".
Tal aseveración no es una
bravata, reconocen los expertos militares. Cabe preguntarse entonces por qué Putin
no lo ha hecho ya. No tanto porque el presidente ruso tema una respuesta
militar occidental, harto dudosa, dado el peligro que ello entrañaría y las
devastadoras consecuencias económicas en estos momentos de recesión pertinaz.
Algunos analistas occidentales
se hacen eco de comentaristas rusos independientes como Vladimir Lukin o Fyodor
Lukianov (1) para aceptar que las
motivaciones de Moscú serían más tácticas que estratégicas. Putin no pretendería
la anexión directa o indirecta del Donbass (la cuenca del Don, escenario de los
combates), y mucho menos una ocupación o conquista de Ucrania entera, que sería
incapaz de digerir. De lo contrario, podría haberlo hecho en primavera tras
completar la campaña de Crimea, cuando reinaba el desconcierto absoluto en
Kiev. Y, segunda razón, si quisiera incorporar esas regiones orientales de
Ucrania a la madre patria rusa, Putin no hubiera permitido la enorme destrucción
causada en los últimos meses.
El propósito de Putin, mucho más
modesto que una "aspiración imperial", sería demostrar a los actuales
líderes ucranianos que no pueden actuar sin su consentimiento; es decir, que
tiene derecho de veto sobre el futuro político de Ucrania, a través de sus
'protegidos' pro-rusos del este del país . Un modelo de tipo federal como el
que persigue el Kremlin haría casi imposible el férreo anclaje occidental de Ucrania
y, en particular, la incorporación a la OTAN.
De eso se trata, por tanto: de
reafirmar que Rusia es un agente poderoso en la escena internacional y, desde
luego, en su área de influencia. Que Occidente no puede seguir ninguneando a
Moscú, como ha venido haciendo desde comienzos de los noventa, tras la
desaparición de la URSS. Que la expansión de la OTAN tiene un límite nítido y
claro, y ese límite está en Ucrania.
MÁS RUIDO QUE NUECES
Esta interpretación es tan
plausible que encaja perfectamente con la respuesta 'militar' de la OTAN. La fuerza
de despliegue rápido no esta diseñada para confrontar a los rusos en Ucrania.
Para entenderlo mejor, basta con recordar algunas cifras.
La presencia militar
norteamericana, elemento definitorio del poderio aliado en Europa, es un 85%
inferior al existente en 1989, al término de la 'guerra fría'. El despliegue
aéreo y naval se ha reducido a una quinta y una sexta parte, respectivamente.
LA OTAN no está en condiciones de dar una respuesta militar inmediata suficiente
a un desafío ruso, como asevera Anthony Cordesman, del Centro de Estudios Estratégicos.
Una hipotética operación militar
en Ucrania sería más que complicada. Al no tener otra vía de acceso naval que el
estrecho del Bósforo, en Turquia, hasta el Mar Negro, los barcos occidentales
que ahora se han puesto en disposición tendrían muy limitada su capacidad
actuación, según expertos militares. Estados Unidos debería utilizar sus
aviones 'furtivos' B-2 (inmunes a los radares) para tratar de destruir
las defensas antiaéreas rusas. La OTAN se vería obligada a una "escalada
militar de enorme intensidad" (2)
Es por eso que la OTAN ha
renunciado, de momento, a un pulso en Ucrania, para concentrarse, supuestamente,
en prevenir otras tentaciones expansionistas rusas (por ejemplo, en el Báltico
o en Polonia), algo que se antoja, en todo caso, muy improbable. ¿Para qué entonces esta exhibición de músculo
militar? Simplemente, como mensaje
político. Una cuestión de 'credibilidad', como ha señalado el director de la
Chatham House, Richard Nibblet.
No obstante, los aliados
advierten a Moscú que no tiene barra libre en Ucrania, que debe avenirse a una
solución que preserve la soberanía nacional. Para obligarle a ello no se le
opondrán armas sino sanciones adicionales
endurecidas, más daño económico, una erosión más profunda de sus
herramientas de gran potencia.
PUTIN ENTIENDE EL MENSAJE...Y LO
DEVUELVE
Putin entendió perfectamente el
mensaje, antes de incluso de que se oficializara. Por eso quisó 'participar' en
la cumbre aliada, al proponer un 'plan de paz' que, en primera instancia, se
centra en un alto el fuego y medidas humanitarias, dejando los aspectos
políticos para más adelante. Las negociaciones han comenzado este viernes en
Minsk, la capital bielorrusa, muy leal al Kremlin. El presidente ucraniano, Petro
Poroshenko, perfectamente consciente de que sin la involucración militar occidental
no le podrá ganar la guerra a los separatistas 'pro-rusos', se ha
avenido a participar, sin airear demasiadas ilusiones.
El claro propósito del
presidente ruso es abonar el malestar y las dudas europeas, pero también la
repugnancia de Obama en involucrarse en estas aventuras propias de una mentalidad
de "guerra fría". Putin sabe que la población ucraniana está harta de
guerra, tanto en el este como en el Oeste. Los entusiasmos de Maidán son ya
puras cenizas, después de dos mil seiscientos muertos, la prolongación de las
privaciones y la extendida sensación de ser teatro de intereses y ambiciones
sin arraigo en las necesidades populares.
Es más rentable para el Kremlin
que la devastada región del Donbass permanezca bajo responsabilidad de Kiev, que
tendrá que pagar, con el crédito occidental, su restauración. Pero una
arquitectura política que reconozca a estas provincias surorientales un efectivo
derecho de veto sobre las opciones exteriores del país es suficiente premio
para Rusia.
(1) La
referencia a Lukin está contenida en el último artículo de Alexander Motyl para
FOREIGN AFFAIRS, "Putin's trap. Why Ukraine should withdraw from
Russian-Held Donbass", publicado el 1 de Septiembre. En cuanto a Fyodor,
se le cita en un artículo del corresponsal en Moscú de THE NEW YORK TIMES, el 3
de septiembre.
(2) Opinión esta de Loren B. Thompson, del Instituto
Lexington; ésta, como las estimaciones anteriores, están recogidas en el
artículo del NEW YORK TIMES "Military cuts render NATO less formidable as
deterrent to Russia", del 26 de marzo pasado.
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