Alaska
es un lugar frío. Un escenario que ni pintado para escenificar el clima actual
de las relaciones chino-norteamericanas. La reunión de altos cargos
diplomáticos/estratégicos entre ambos países en Anchorage rebasó con creces el
guion anunciado: tensión y sustanciales desacuerdos. Eso de cara a las cámaras,
a las respectivas audiencias, enrocadas ambas en una desconfianza mutua. De
puertas adentro, en cambio, el tono fue distinto.
Por
parte de Estados Unidos, manejaron el encuentro el Secretario de Estado,
Anthony Blinken, y el Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan. La
delegación china estaba encabezada por el responsable de asuntos exteriores del
PCCH, Yang Jiechi, y por el ministro de exteriores, Wang Yi. Dualidad Partido-Estado,
más burocrática que real. Pero útil a efectos de propaganda y postureo.
Blinken
resaltó en su intervención introductoria de anfitrión las críticas a Pekín por las
violaciones de derechos humanos en Xinjiang, la restricción de libertades en Hong-Kong
y la hostilidad creciente hacia Taiwan y otros vecinos de China.
En
su turno inicial de palabra, los chinos se repartieron estudiadamente los papeles.
Yang asumió el rol de poli malo, de portavoz de las maneras fuertes para
afirmar la férrea voluntad china de afirmar su hegemonía mundial. Aparentemente irritado por el zarandeo, el político
Yang contragolpeó a tambor batiente durante 16 minutos (ocho veces más de lo
estipulado). Reprochó a Estados Unidos su imperialismo, su cinismo en el
discurso humanitario y su arrogancia por tratar de imponer su discurso
moralista mientras cierra los ojos antes los abusos contra los afroamericanos y
otras minorías norteamericanas.
Con
el ambiente sobrecargado, el diplomático Wang puso el énfasis en las áreas
de cooperación entre las dos grandes potencias mundiales, sin dejar de reclamar
a Washington una actitud más constructiva. En su rol de poli bueno, encarnó la
otra cara del poderío chino: su compromiso con el bienestar mundial.
Molesto
por el tono de Yang, Blinken pidió a los periodistas presentes que no se marcharan
para que pudieran escuchar su réplica contundente. Le recordó lo que Biden dijo
a Xi Jinping en su primera conversación como presidente: el discurso chino
sobre el declive de EE.UU. es un gran error de cálculo. Y añadió un consejo que
el en su día vicepresidente le ofreció al líder chino hace unos años: apostar
contra Estados Unidos es una mala apuesta.
En
esta pelea de gallos, el jerarca comunista chino quiso tener la última palabra
y abundó en las reprimendas. Después de compartir públicamente estos entremeses
fríos, ambas partes pasaron a los platos templados de la negociación y el
compromiso, según cuentas varias fuentes que pudieron conocer el posterior
desarrollo de la reunión (1).
UNA
ESTRATEGIA PENDIENTE
Yang
y Wang son las caras, abierta y oculta, del diálogo/confrontación con Pekín.
Hay que acostumbrarse a ello, tanto para relativizar las disputas, como para
templar los logros... cuando se produzcan. A pesar del relativo ruido mediático
por el alboroto de Anchorage, la reunión respondió a lo esperado. Después de
todo, Blinken había dicho días antes en Tokio (2) que en las relaciones con
China hay áreas de confrontación, de competencia y de cooperación. La estrategia
anclada en esa tríada conceptual llevará tiempo, semanas o quizás meses, según Kurt
Campbell, el principal encargado de esta tarea en el CSN (3); mientras tanto, primarán
las medidas más sonoras, de las que Alaska es reflejo ampliado y distorsionado.
Después
de Anchorage, Estados Unidos anunció sanciones contra responsables chinos vinculados
con la represión de los uigures (comunidad musulmana de Xinjiang). La UE hizo
lo propio, menos de cien días después de cerrar un polémico acuerdo de
inversiones con Pekín. Otro manifestación del caliente y el frío. (Entre
paréntesis: con Rusia, Europa sigue la misma ruta de confrontación, pero sin un
aparente carril lento para la cooperación, aunque Alemania libera el arcén para
que transite el gas del Nord Stream-2. Intereses obligan).
China
será el gran asunto de la era Biden, y de las venideras. Estrategas, políticos,
diplomáticos, militares y académicos no paran de producir diagnósticos, análisis,
dictámenes, pronósticos y recomendaciones, menos neutrales de lo que sus
autores pretenden.
Desde el campo liberal se recomienda firmeza en los principios e inteligencia en la gestión. No debe valer todo para prevenir que las sanciones se conviertan en boomerangs contra los intereses propios. Hay cierto voluntarismo en esta posición: colaborar en lo que interesa y apretar en lo inaceptable.El principal punto de esa agenda de cooperación es el cambio climático, aprovechando la buena disposición que Pekín está manifestando en los últimos tiempos (4). Otro área de prioridad es la tecnológica, donde el desafío chino en el 5G alarma sobremanera (5). Pero se olvida a veces que el contrario también juega, y tiene muchas cartas. No será fácil convencer a los chinos sobre una hoja de ruta para salvar el planeta, si se insiste en llamarles la atención sobre asuntos en los que, Yang dixit, Pekín no tolera lecciones (6).
Desde
latitudes conservadoras sopla el mismo viento gélido que en Alaska: una visión
de confrontación a cara de perro, bajo la óptica reaganiana de negociar
sólo para favorecer la capitulación del adversario. Dos autores del muy derechista
Instituto de la Empresa Americana lo han codificado con la fórmula trumpiana
de suma cero (7).
Esta
perspectiva de guerra fría se basa en las debilidades del adversario. A pesar
de su poderío, China es un gigante con los pies más frágiles de lo que parece. El
crecimiento económico se ha reducido a la mitad en la última década larga y la
productividad ha descendido un 10%. La deuda, por el contrario, ha aumentado hasta
alcanzar el 335% del PIB en 2020. Su gente envejece, en parte debido a sus política
antinatalista de una generación atrás, y se predice que un tercio de la población
que celebrará el centenario de la China comunista en 2049 serán pensionistas.
La sed de poder de China llevará a sus vecinos a protegerse más y mejor, con la
ayuda de Washington, claro
Esta
debilidad subyacente, empero, no hace a China menos peligrosa, sino mucho más,
argumentan estos autores, e invocan el ejemplo de la Alemania de 1914. Para
afrontar esta paradoja, se propone no intentar modificar el comportamiento de
China sino degradar su poderío, limitando su capacidad tecnológica y
protegiendo y reforzando a sus adversarios regionales (8). Una lógica de guerra
fría, que elude un dato significativo: el presupuesto militar chino es cuatro
veces inferior al del Pentágono.
En
la Casa Blanca de 2021 prima la lógica cooperadora con límites bien definidos.
Pero frente a la lógica dual de Yang y Wang, no está garantizada una estrategia
eficaz. China es hoy un buen negocio para muchos aliados, una oportunidad tentadora
en un ambiente incierto. Para armonizar perspectivas y políticas, Blinken se ha
detenido en Bruselas para hablar con Borrell con vistas a reavivar el Foro
chino, la esfera de cooperación aliada, como días antes había hecho con sus
socios asiáticos, Japón y Corea.
NOTAS
(1) “The US and China get finally real with each
other”. THOMAS WRIGHT. BROOKINGS, 22 de marzo.
(2) https://www.state.gov/secretary-antony-j-blinken-with-izumi-oguri-of-nippon-tv/
(3) “That was fast: Blowups with China and
Russia in Biden’s first 60 days”. DAVID SANGER. THE NEW YORK TIMES, 20 de marzo.
(4) “Avoiding the climate canard in the US-China
relations”. RYAN HASS. BROOKINGS, 4 de enero.
(5) “What the Cold War can teach Washington
about China tech tensions”. BRENDAN THOMAS-NOONE. CENTER FOR STRATEGIC
INTERNATIONAL STUDIES (CSIS), 12 de enero.
(6) “Chine assume des ‘grandes divergences’
avec les Etats-Unis. FRÉDÉRICK LEMAÎTRE (Pekin correspondant). LE
MONDE, 12 de marzo.
(7) Dos artículos recientes de ZACK
COOPER y HAL BRANDS en FOREIGN AFFAIRS resumen este punto de vista: “America
only win when China’s regimen fails”(11 de marzo) y “U.S.-China rivalry
is a battle over values” (16 de marzo).
(8) “Competition with china could be short and sharp”. MICHAEL BECKLEY y HAL BRANDS. FOREIGN AFFAIRS, 17 de diciembre.
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