5 de mayo de 2021
India vive una tragedia nacional debido al COVID-19. O más bien a la incompetente respuesta del gobierno ante la segunda ola de la pandemia, no por anunciada y previsible mejor afrontada. Una nueva variante del virus (B.1617), a pesar de ser pronto identificada, ha provocado una inflexión inusitadamente acelerada de infecciones, que alcanzaron una media de 400.000 casos diarios en los primeros días de mayo. Aunque la curva remita un poco, habrá más de un millón de muertos antes del verano. Una cifra pavorosa, incluso para un país con 1.400 millones de habitantes.
IMPREVISIÓN Y TRIUNFALISMO
La imprevisión en la gestión de los recursos, sobre todo de oxígeno y de vacunas, y una desorganización masiva se ha impuesto sobre una retórica arrogante y hueca de las autoridades, que hasta finales de abril presumían de tener bajo control la enfermedad y de disponer de un plan para suministrar vacunas a decenas de países en desarrollo.
Lo
más irritante del drama humano es, por tanto, que, si no evitado, podía haberse
minimizado. Eso es lo que se les reprocha a los máximos dirigentes desde los partidos
de oposición, organizaciones de derechos humanos, escasos medios e
intelectuales críticos (1).
El
caos indio era, desgraciadamente, un escenario más que probable. El
nacionalismo identitario que gobierna la mayor “democracia” del mundo lleva desde
2014 pervirtiendo las normas básicas y
practicando una propaganda absurda y retrógrada, bajo un triunfalismo sin fundamento
y un programa de intolerancia, exclusión y racismo. Para hacerlo todo esto más tragable
a una población con bajísimos niveles de educación, se viene prometiendo un
crecimiento económico y un desarrollo social espectaculares. Después de siete
años, todo se ha quedado en un espejismo empañado por miles y miles de piras funerarias donde arden los
restos de ciudadanos desamparados y abandonados por sus iluminados dirigentes.
La
primera sanción política del gobierno Modi se ha producido en las elecciones regionales
celebradas en cuatro estados el pasado fin de semana. Las más significativas
han sido las de Bengala Occidental, por su población y peso económico. El Bharatiya
Janata, el partido nacionalista del primer ministro Modi, aspiraba a
derrotar a los populistas del Trinamool Congress, que detentaban el
gobierno regional. El resultado ha sido demoledor. La primera ministra bengalí,
Mamata Banerjee, ha reforzado su mayoría en el parlamento regional hasta
disponer de más del 70% de los escaños, mientras el BJP tan sólo contará con
77... de los 200 que el ministro de Interior presumió que obtendrían los suyos
(2).
La
ciega ambición por apuntarse un triunfo con el que reforzar su dominio del
país, llevó a los dirigentes nacional-identitarios, con el propio Modi a la cabeza,
a participar en mítines multitudinarios sin las debidas precauciones
sanitarias. Para entonces, finales de abril, el azote de la nueva variante del
virus empezaba a apuntarse como demoledor, según advertían desesperadamente
científicos y facultativos, que hablaron de “tsunami” vírico.
UN
SISTEMA SANITARIO QUEBRADO
Esas voces de alarma debían haber provocado al menos un esfuerzo similar al realizado en septiembre del año pasado, cuando se pudo a duras penas sofocar la primera oleada, lo que el gobierno aprovechó para engrasar su máquina propagandística y proclamar que India iba a ser decisiva en la lucha mundial contra el virus.
La crisis ha puesto en evidencia un sistema sanitario quebrado. En comparación con otros países parejos (los llamados BRICS, o potencias económicas medias en auge), India es el que menos porcentaje de su PIB dedica a sanidad: un 3,6% en los seis años de Modi (frente al 5% de Rusia o China, el 8% de Suráfrica o el 9% de Brasil). A esta carestía de medios, se une una falta asombrosa de previsión y un fallo masivo de logística. No es que no se tuviera oxígeno, es que no se habían preparado adecuadamente su transporte y distribución.
Hace
sólo unas semanas, el gobierno anunció que 300 millones de ciudadanos (casi una
cuarta parte de la población) estarían vacunados en julio, pero, como denuncian
médicos y observadores de la situación, no se han dispuesto los medios para
cumplir este objetivo. Hasta la fecha, solo se ha vacunado por completo a 26
millones de personas y el número de las que han recibido una sola dosis no
llega a 125 millones. Naturalmente, se han suspendido las entregas a otros países y el nacionalismo sanitario indio al rescate ha quedado en
ridículo (3).
Catástrofe
humanitaria y revés político anuncian años duros para este segundo mandato de Modi.
Ya antes de la pandemia, el país había vivido una movilización de protesta campesina
sin precedentes, por un plan gubernamental de liberalización del sector
agrario. Aunque algunos analistas indios y occidentales consideraban necesaria las
medidas, desde una perspectiva liberal, el gobierno actuó a su manera: autoritaria,
precipitada y sin miramientos (4).
Las
maneras fuertes del primer ministro indio son difícilmente una sorpresa.
Durante su etapa de gobierno estatal en Gujarat hizo la vista gorda ante una de
las matanzas más horribles de musulmanes en la historia reciente de la India.
Algunos investigadores le imputan incluso complicidad y no solo pasividad.
AUTORITARISMO
Y PASIVIDAD
En
sus años al frente de la nación, las libertades se han restringido, la independencia
de las instituciones se ha debilitado y el programa intolerante y racista de
los inspiradores del nacionalismo hindú ha ido ganando espacio en la sociedad y
en los aparatos del Estado. Uno de los principales intelectuales indios en el
extranjero, Milan Vishnav, asegura que India no puede considerarse ya como
integrante del club “de los países libres” (5).
Para
ser francos, Modi ha encontrado poca resistencia crítica en el interior del
país. La oposición es muy débil. El histórico Partido del Congreso, liderado
sempiternamente por la familia Gandhi, agoniza entre la impotencia y la
melancolía. Caciques locales y nacionalistas rivales han construido pequeños
diques regionales que apenas minimizan el dominio del BJP.
En
el exterior, se ha sido complaciente con Modi, por ser moderado. La rivalidad
de India con China, plasmada el año pasado en un nuevo foco de tensión en el Himalaya,
ha hecho que las potencias occidentales, en especial Estados Unidos, haya valorado
al alza su cooperación activa y reforzada. India es uno de los cuatro miembros
del Quadrilátero (Quad), el nuevo mecanismo de seguridad diseñado para el
Indo-Pacífico, que integran también Australia y Japón.
Trump
y Modi hablaban el mismo lenguaje nacionalista y demagógico, pero la nueva
administración norteamericana no puede ni quiere prescindir de un gigante asiático
que puede complicar las cosas a China en Asia. O al menos en eso se confía en
la nueva Casa Blanca, aunque no guste su estilo. Si no hay una rectificación
pronta y no se endereza el proceso de vacunación, el proyecto del Bharatiya Janata
puede disolverse en la violencia y el caos (6). Las enormes piras de
cadáveres ardiendo en crematorios improvisados pueden convertirse en el
anticipo de la combustión acelerada del proyecto de Modi y del nacionalismo
identitario indio.
NOTAS
(1) “How India descended to Covid-19 chaos”.
BBC, 5 de mayo; “India’s COVID crisis has spiralled out of control”. THE
ECONOMIST, 3 de mayo.
(2) “Battered by COVID-19, Narendra Modi is
humiliated by Indian voters”. THE ECONOMIST, 2 de mayo.
(3) “Complacence and government failures fueled
India’s COVID disaster”. LAURA HÖFLINGER y ADNAN BHAT. DER SPIEGEL, 30 de
abril; “Moddi fiddles while India burns”. KAPIL KOMIREDDI (Autor de
Malevolent Republic: a short history of the new India”. FOREIGN POLICY, 30 de
abril; “A country gasping for air. Indians pay the price for Government
inaction as COVID-19 surges”. MANDAKINI GAHLOT. FOREIGN AFFAIRS, 28 de
abril.
(4) “India’s farmers Will Benefit from reforms”. SURUA GUPTA y
SUMIT GANGULY. FOREIGN AFFAIRS, 3 de marzo; “La révolte des paysans indiennes”.
SOPHIE LANDRIN. LE MONDE, 9 de diciembre.
(5) “The Decay of Indian Democracy. Why India
no longer ranks among the lands of the free”. MILAN VAISHNAV (Director
del Programa de Asia en la CARNEGIE FOUNDATION). FOREIGN AFFAIRS, 18 de marzo; “Narendra Modi threatens to turn
India into a one-party state”. THE ECONOMIST, 28 de noviembre.
(6) “The End of the Modi’s global dreams”. SUSHANT
SINGH (Investigador en el Center for Policy Research, en Nueva Delhi). FOREIGN
POLICY, 3 de mayo; “India’s path to the big leagues”. ASHLEY J.
TELLIS. CARNEGIE, septiembre de 2020; “Modi’s Coronavirus test”. ANUBHAY
GUPTA y PUNET TALWAT. FOREIGN AFFAIRS, 4 de mayo de 2020.
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