31 de mayo de 2013
Resulta
más fácil comenzar una guerra que terminarla, dice el clásico. Porque, lo
cierto es que, a lo largo de la historia, en muchas ocasiones se ha necesitado
tanto coraje para abatir las armas como para levantarlas. Ése podría ser el
caso de la proclamada como 'guerra global contra el terrorismo' que Georges W.
Bush lanzó en 2001, tras los ataques de Al Qaeda contra Estados Unidos.
El
Presidente Obama, que se opuso como senador a algunas de las provisiones legales
de esa guerra, terminó reforzándola en ciertos momentos delicados. Ahora, en
uno de esos discursos que sientan doctrina en el bagaje presidencial
norteamericano, ha dicho que ha llegado la hora de ponerla fin. 'Enough
is enough'.
Se cuidó mucho Obama de hablar en tono
triunfalista. Más bien al contrario, satisfizo cierta sensibilidad progresista
al recoger muchas de las críticas que se han hecho en esta década larga a los
abusos, opacidades, desviaciones e ilegalidades cometidos en 'combate'.
Obama
cierra el ciclo de Bush y los neocon no porque "haya llegado el
momento"; es decir, porque se haya agotado el sentido que impulsó esa
guerra contra un enemigo diferente, esquivo, a veces invisible, móvil,
insidioso, cambiante. La amenaza terrorista, tal y como la establece y define
el establishment norteamericano -y, en gran medida, el occidental- no ha
sido derrotada. Eso le reprochan los conservadores, cuando le dicen que se ha
precipitado. Por eso, intentarán mantener activa la burocracia militarista para
impedir el final de la guerra.
UNA
GUERRA QUE FABRICA ENEMIGOS
Pero
hay algo que avala el 'timing' presidencial. Es hora de poner fin a una
doctrina que no derrota terroristas, sino que los fabrica. El núcleo central de
esta 'doctrina Obama' tiene relación con la legitimidad de los modos en que el
Comandante en Jefe puede asumir su responsabilidad para introducir, conducir,
mantener y sacar al país de una guerra. Es un elemento que conecta
completamente con la formación del presidente, como experto en derecho
constitucional. La 'extensión de poderes' que implica la 'guerra global contra
el terrorismo' repelía al profesor que es y seguirá siendo, antes que al
Presidente, que dejará 'pronto' de serlo. Recuperar la diplomacia, arrinconada en los
años de Bush, es otro de los objetivos declarados en su discurso por el primer
líder mundial. Ardua tarea se antoja.
Uno
de los aspectos más criticados de estos últimos años ha sido la fijación de 'objetivos'
y los procedimientos para eliminarlos. Ha habido a lo largo de este periodo una
progresiva perversión en la persecución de los enemigos. Liquidados los
principales responsables de las redes 'terroristas', Bush, primero, y Obama,
después, se dejaron arrastrar por la tentación de apretar el gatillo cuando le
ponían delante de los ojos la diana sobre supuestos enemigos del país,
estuvieran donde estuvieran. La tiranía de la tecnología militar ha colocado a
los líderes civiles ante difíciles dilemas. ¿Podían dejar escapar a alguien que
al día siguiente estuviera en condiciones de matar norteamericanos, militares o
civiles?
Por
extensión, esta 'facilidad' para llegar a los enemigos y eliminarlos incluía a
ciudadanos norteamericanos que se habían pasado al 'lado oscuro'; es decir,
islamistas con pasaporte estadounidense reclutados por las redes 'binladistas'
o 'asimilados', como el clérigo norteamericano de origen yemení, Al Awliki.
Que un Presidente pudiera eliminar -matar- a un norteamericano con esa
facilidad, sin control, sin garantías, se convirtió en la línea roja, a partir
de la cual la 'guerra global' antiterrorista provocó un oleaje imparable en la
sociedad civil. Obama, después de un mandato moviéndose en la ambigüedad,
aunque sin dejar de apretar el gatillo, ha decidido que esa práctica -y su
correspondiente justificación- deben cesar.
DRONES:
NUEVAS REGLAS, MISMO MÚSCULO
Otro
elemento de consideración ha sido el tratamiento de los 'drones', el
instrumento que ha hecho posible la continuidad de la guerra sin arriesgar
demasiadas vidas de los nuevos 'guerreros' norteamericanos. Estos sofisticados
aviones, joya de los arsenales modernos, pieza codiciada de los ejércitos de
todo el mundo, han sido objeto de numerosas polémicas, que definen bandos muy
enfrentados. Obama se ha decidido por fin a controlar o encuadrar su uso, fijar
normas "más estrictas" frente a la 'barra libre' de los
últimos años. El Presidente, con el apoyo de muchos expertos, sostiene que
estos aviones sin piloto 'in situ' son más precisos que cualquier otro
sistema de eliminación de enemigos, aunque admite lamentables errores que hay
que corregir. Otros estudios solventes indican que la supuesta efectividad,
limpieza y precisión de los 'drones' es pura propaganda.
En
todo caso, los 'drones' seguirán siendo la estrella del reparto. Pero
serán los militares quienes lo utilicen de forma masiva. La CIA vuelve a sus
cuarteles clásicos, tras más de diez años de militarización de los servicios de
inteligencia. Ya se aventura un cierto 'remake' de 'guerra fría', con la Rusin de Putin y una China en expansión
como enemigos señalados.
LA
HERIDA DE GUANTÁNAMO
También
se permite el Presidente una rectificación, casi obligada, en el asunto de
Guantánamo. Estamos aquí ante una de las promesas incumplidas más clamorosas de
su primer mandato. Más escandalosa por
la vehemencia con la que el entonces candidato, en 2008, anunció su
desaparición si llegaba a la Casa Blanca. Ahora, Obama se enfrenta a una huelga
de hambre masiva en esa cárcel ilegal e ignominiosa. Aunque a la mayoría del
electorado esta espina les escueza poco, lo cierto es que la conciencia
liberal, y legal, del presidente quedó seriamente comprometida. Los asesores
del Presidente han venido diciendo que las torturas y otras prácticas ilegales
de la administración Bush hacían pesar serios riesgos sobre el procesamiento
judicial ordinario de muchos de los sospechosos internados en Guantánamo, con
la indeseable consecuencia de una eventual libertad por anulación de
cargos. Los que defienden a Obama
tienden a responsabilizar al Congreso dominado por los republicanos del bloqueo
de la situación. Ahora, el Presidente parece dispuesto a dar un paso adelante y
cerrar también este capítulo negro de la 'guerra contra el terrorismo'
En todo caso, como era de esperar, Obama ha cosechado poco respaldo a derecha e izquierda del espectro político. Lo que es excesivo para unos se convierte en escaso para otros. El Presidente puede afianzarse en ese gravitante e impreciso centro que supone oscilar entre unas demandas sin otras, sin comprometerse a fondo con un desplazamiento excesivo que le cierre los caminos de vuelta. Lo ha hecho con la economía y ahora parece dispuesto a hacerlo con el recurrente binomio seguridad/libertad. De nuevo, por mucho que lo criticara en su momento, Barak Obama se parece cada vez más a Bill Clinton. más a Bill Clinton.
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