SIRIA: TIEMPO MUERTO PARA EVITAR UNA DOBLE DERROTA

12 de Septiembre de 2013

Los relojes de la operación militar norteamericana contra Siria se han detenido. La propuesta rusa de suspender los planes de ataque y acordar la entrega del arsenal químico sirio a la ONU para su destrucción ha sido aceptada como hipótesis de trabajo por Washington.

Aún sigue sin estar claro si se ha tratado de una argucia rusa o si quien realmente ha forzado la pausa ha sido la Casa Blanca. Como se sabe, la propuesta de Moscú surgió de un comentario previo, se supone que no intencionado, del Secretario de Estado Kerry, valorando positivamente una iniciativa que aún nadie había formulado.

Tanto Assad como Obama se enfrentaban a sendas derrotas. El primero corría el riesgo de encajar un severo castigo que, por “limitado y medido” que fuera, debilitaría seriamente su capacidad militar frente al bando rebelde. El segundo afrontaba un más que probable voto negativo  en el Congreso. No sólo en la Cámara de Representantes, sino también últimamente en el Senado, los partidarios de rechazar la intervención militar reunían una sólida mayoría, debido a la postura crítica de algunos demócratas. Obama se habría visto obligado a actuar en solitario. Ambas partes tenían motivos, por tanto, para parar el reloj.

Rusia, por interés propio, no ha sido un actor secundario. Si el ataque acarreaba el debilitamiento fatal de Assad, la pérdida geoestratégica para Moscú sería dolorosa. Lo último que quiere Moscú es un fortalecimiento sunní, por los efectos que pudiera tener en su patio trasero (Cáucaso), como dice en LE MONDE Arnaud Dubien, director del Observatorio franco-ruso. En orden menor, la humillación del régimen sirio pondría de nuevo en evidencia la inferioridad abrumadora de su material militar frente al estadounidense.

Para los reticentes aliados de Estados Unidos, esta “oportunidad diplomática” arrancó suspiros de alivio, porque permite albergar esperanzas de evitar otro sobresalto bélico que añadiría más tensiones al mercado petrolero y, por tanto, nuevos obstáculos en el tortuoso camino de la recuperación económica.

De momento, los más disgustados por la pausa en la cuenta atrás son los rebeldes sirios, que ya contaban con ganar posiciones, e incluso soñaban con el “comienzo del fin”, la batalla final contra el clan Assad. Ahora tendrán que esperar. Como ha esperado hasta la desesperación, durante días, el líder militar de la coalición opositora siria, General Salim Idriss, una llamada de la Casa Blanca para desplazarse a Washington D.C. y participar en las sesiones de concienciación de los congresistas a favor del ataque militar.

OBAMA COGE AIRE

En el rincón del ring político que para él se ha convertido el Capitolio, Obama ha hecho virtud de la necesidad. Pero como la propuesta rusa es escurridiza como el aceite –como luego veremos- se ve obligado a cuestionarla al tiempo que la acepta. O dicho de otro modo, a exigir que se concrete de manera fiable. La oferta del ministro Lavrov, se apresuró a decir el locuaz Kerry, debe ser “rápida, real y verificable, no una táctica dilatoria”. Y, paradójicamente, eso último es precisamente lo que ahora le conviene a su jefe, el Presidente.

Quizás para contrapesar esta impresión de que, con esta pausa diplomática, unos salvan el pellejo y otros la cara, Obama insistió en las condiciones para aceptar la propuesta rusa, durante su mensaje de cuarto de hora a la nación y al mundo. Pero, sobre todo, cargó las tintas emocionales, con referencias dramáticas al sufrimiento terminal de las víctimas. Se trató también de un esfuerzo por no añadir farsa a la tragedia: la suspensión temporal del ataque no podía acarrear la sensación de que faltaban razones para realizarlo.

¿UNA PROPUESTA INVEROSÍMIL?         

En estos últimos días, los medios especializados han consultado a expertos en armamento químico para explorar si la propuesta rusa es puro truco o tiene visos de ser aplicada. Los escépticos dominan por goleada.

La detección, localización, recogida, traslado y destrucción del arsenal químico es una de las operaciones de desarme más complejas que existen.

El arsenal químico sirio es uno de los mayores del mundo (se habla de no menos de cuarenta instalaciones), tras años de paciente acumulación, ante cierta pasividad internacional y el aprovechamiento sin escrúpulos de no pocas empresas occidentales que han vendido productos perfectamente conscientes del doble uso (civil y militar) al que podían estar destinados, como documentaba en su edición del pasado domingo THE NEW YORK TIMES, con datos proporcionados en su día por Wikileaks.

Que las operaciones de desarme tengan que hacerse en un escenario de guerra, con dos adversarios poco inclinados a colaborar, en particular los rebeldes, incrementa las dificultades exponencialmente. Hasta el punto de que algunos técnicos como Cheryl Rofer, colaboradora en su día del laboratorio de Los Álamos, en California, citada en FOREIGN POLICY, considera imprescindible un alto el fuego previo. Algo altamente improbable, por no decir imposible a corto plazo.

Por otra parte, parece acreditado que los militares sirios han movido algunos de sus arsenales recientemente; por tanto, es probable que no sea conocido el lugar actual de algunos de ellos, por no hablar de aquellos que han permanecido siempre fuera del alcance de los servicios occidentales de inteligencia.

De la envergadura de la operación da cuenta el personal que, según una estimación del Pentágono, pudiera necesitarse: decenas de miles de soldados e inspectores, sometidos a un riesgo permanente. Dicho de otra forma: “boots on the ground”; es decir, “botas en tierra” o personal militar sobre el terreno. Justo una de las cosas que Obama ha querido siempre evitar.

La operación de desarme, en todo caso, será necesariamente prolongada : dos décadas llevan en Irak los encargados de destruir el viejo arsenal de Sadam Hussein y aún no han concluido.

Y, para añadir un toque irónico, no ha faltado quien ha recordado que Estados Unidos, pese a firmar, contrariamente a Siria, la Convención de Prohibición de armas químicas (1993), aún dispone, veinte años después, de parte de ese arsenal.


En definitiva, que todo invita a pensar, efectivamente, que la propuesta rusa es una elegante estratagema para salvar la cara. Después de los primeros tanteos –fallidos- en el Consejo de Seguridad, los jefes diplomáticos de los dos grandes afinan la vía diplomática. A la hora de cerrar este comentario, Kerry y Lavrov cruzan argumentos y ofertas en Ginebra. Pronto sabremos si la oportunidad diplomática es sólo una pausa o la anulación ‘in extremis’ de un ataque anunciado.

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