LA RESPONSABILIDAD EUROPEA EN CRISIS MIGRATORIA BIELORRUSA

 17 de noviembre de 2021

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Layen, ha dicho que la crisis migratoria en la frontera polaca-bielorrusa es un “ataque híbrido” del régimen del autócrata Lukashenko contra la Unión Europea. Los principales líderes de la Unión se ha expresado en parecidos términos (1). Al señalar al régimen de Minsk como único villano del drama que están soportando miles de personas en condiciones que se agravarán cada día, los líderes europeos se eximen a sí mismos de responsabilidad. Que Lukashenko es un político indeseable está fuera de discusión (2). Pero a juicio de algunos observadores en la materia, la UE, por acción o por omisión, lleva años propiciando crisis potenciales con su fallida política migratoria.

1) La actuación de los 27 no es un ejemplo humanitario, precisamente. Desde 2015 hasta la fecha, por ceñirnos solamente al periodo más reciente, Europa ha priorizado las actuaciones restrictivas y las medidas militares y/o de fuerza y se ha olvidado de los principios que proclama. Pese a las convenciones en vigor, a las que dicen adherirse, los líderes europeos se han afanado en hacer más difícil el acceso y la posibilidad de ejercer el derecho universal al refugio. Se hace casi imposible la llegada a sus playas o el acercamiento a sus fronteras. Los mares se militarizan y se descuida o endurece el trato a los que, pese a todo, consiguen pasar.

2) En este empeño por alejar a los desesperados que tratan de alcanzar tierra europea, la UE no ha vacilado en subcontratar parapetos a cualquier precio, sin reparar en credenciales democráticas y, en particular, en su cualidades como receptores de personas en estado de necesidad. Como dice Max Fisher, un incisivo periodista norteamericano que analiza los temas de actualidad en una sección del NEW YORK TIMES llamada THE INTERPRETER, la UE “no sólo ha tolerado y animado” la instrumentalización de los migrantes desesperados, sino que “ha otorgado amplias concesiones” a países como Libia, Sudan o Turquía, poco o nada respetuosos con los derechos humanos, para que mantengan a los demandantes de asilo o cobijo lejos de las fronteras comunitarias (3). Para ser más claro, la UE ha externalizado el patrullaje disuasor, a sabiendas de que la suerte de los desventurados sólo podía ser miserable. Los libios, por ejemplo, han recibido formación y financiación europea para mantener a raya a los que vienen de las zonas arruinadas o atormentadas de África con el propósito desesperado de atravesar el Mediterráneo. Turquía fue cortejada por Europa después de la crisis de 2015, para consolidar una alternativa a la ruta migratoria de los Balcanes. Entonces fue la canciller Merkel la oficiante decisiva para obtener la cooperación de Erdogan. La imagen de dirigente compasiva que los medios liberales se empeñaron en forjar quedó seriamente en entredicho. Nunca se ha insistido suficiente en que la “humanidad” de Merkel se basaba en la necesidad de mano de mediana cualificación y salarios baratos, que había reclamado la patronal alemana.

3) Lukashenko no ha esperado a ser un agente subcontratado y ha decidido actuar por su cuenta en este trasiego de personas. Y ha ido más allá, desde luego, al ofertar visados y promover viajes de miles de personas dispuestas a gastarse sus ahorros, o enajenar sus propiedades, para abandonar sus lugares de nacimiento y residencia actuales. Todo ello con la promesa de favorecer de posicionarlos en las fronteras de Polonia, Letonia y Lituania (4). Y, sin embargo, como recuerda Andrew Connelly, otro periodista especializado en migraciones migratorios, algunos países comunitarios, como la propia Polonia, Lituania, Grecia o Croacia han exhibido en su trato con los aspirantes a asilo modos y maneras incompatibles con la retórica humanista de Bruselas y de la mayoría de las capitales europeas. Para Collins, la crisis actual es “resultado de una política migratoria incoherente e inhumana que propicia su 

4) Europa tiene a un potencial practicante de esta forma “ataque híbrido” dentro de sus filas. El primer ministro húngaro, Víktor Orban, ha amenazado con abrir un corredor para canalizar migrantes en dirección a Austria, Alemania y Suiza, si la UE no le desembolsa los miles de millones gastados en el vallado y la protección de sus fronteras.

5) La provocación de otra alerta migratoria no debe verse sólo como una represalia de Lukashenko por las sanciones europeas que siguieron a su amaño de las elecciones y  la sañuda persecución de sus oponentes políticos (hasta llegar a detener un avión en pleno vuelo para detener a un bloguero díscolo). Según el adagio de que una crisis puede ser también una oportunidad, el autócrata bielorruso podría haber querido forzar una situación límite, con el  propósito de generar otra dinámica. Apuesta arriesgada, o desesperada, pero la única que cabe en su mentalidad ante el pudrimiento de la situación. La manipulación de los miedos europeos ante la inmigración podía neutralizar el discurso de los principios.

6) Al cabo, eso es lo que parece haber ocurrido. Tras una primera reacción adversa europea, con el incremento de las sanciones a dirigentes y cooperantes en la fabricación de este turismo infame, Lukashenko ha conseguido entablar un diálogo entre su gobierno y los líderes de la UE. Él mismo ha hablado brevemente con Merkel. El responsable de la política exterior común, el español Josep Borrell, ha mantenido una conversación con el ministro de exteriores bielorruso. Y Macron ha charlado con Putin. El resultado ha sido el esperado: Minsk se ha comprometido a desactivar el infernal puente aéreo de migrantes. Pero no se sabe bien qué pasará con las 15.000 personas que se encuentran atascadas en la frontera polaca.

7) Polonia, el país europeo directamente agredido por el “arma híbrida” bielorrusa no es precisamente tampoco un ejemplo de comportamiento. Lo primero que hizo el gobierno de Varsovia fue decretar un “apagón informativo” en la zona fronteriza. El diario liberal opositor GAZETA WYBORCZA aseguraba estos días que “es más fácil para la BCC o la CNN trabajar en un país donde los periodistas independientes son severamente reprimidos que en un estado miembro de la UE o de la OTAN” (6). En la noche del martes, la policía polaca ha utilizado  cañones de agua y gases lacrimógenos contra los inmigrantes en el puesto fronterizo de Bruzgi-Kuznica (7). Una respuesta que habrá agradado a Lukashenko. El actual gobierno ultraconservador nacionalista polaco vulnera de forma sistemática normas y procedimientos europeos. Paradójicamente, los polacos pidieron contundencia a sus socios europeos, para salir del embrollo migratorio bielorruso. Como era de esperar, Bruselas hizo gala de solidaridad europea. Ma non troppo: Varsovia interpreta este diálogo, por circunstancial que haya sido, como una “concesión” a Lukashenko (8). Todo indica que las relaciones entre Varsovia y Bruselas se agriarán aún más.

8) Tras este desafío calculado de Bielorrusia algunos sospechan que se esconde, cómo no, la mano del Kremlin. Quienes sostienen esta teoría arguyen que el autócrata bielorruso no se hubiera atrevido a hacer lo que ha hecho sin el respaldo, expreso o tácito de Putin. Puede que sí, pero hay motivos también para pensar que Rusia no gana mucho con esto, salvo ver a los europeos pasar un mal trago. Por otro lado, el presidente ruso es consciente de que Lukashenko no es muy de fiar. Hace unos años marcó distancias con Moscú y se acercó a Europa con engañosas profesiones de fe democrática. Y Europa se dejó querer, hasta el punto de aceptar que Minsk  fuera la sede de las negociaciones sobre Ucrania, medio fallidas. Luego Lukashenko se reconcilió con Putin y decidió jugarse el todo o nada en su estrategia represiva.  

En fin, la política europea de criar cuervos para espantar inmigrantes a toda costa e impedir un repunte del populismo xenófobo le ha facilitado esta deriva de difícil solución.


NOTAS

(1) “Les Européens s’alarment de la crisis migratoire organisé par la Biélorrusie”. LE MONDE, 12 de noviembre.

(2) “What is happening in the Poland-Belarus border? Belarus’s thuggis president is importing would-be migrants to divide the EU”, THE ECONOMIST, 9 de noviembre.

(3) “There is a bigger story behind the Belarus border crisis. THE INTERPRETER. THE NEW YORK TIMES, 12 de noviembre.

(4) “Comment la Biélorussie organise les voyages des migrants depuis l’Irak”. MACIEJ CZARNIECKI. GAZETTA WYBORCZA, 20 de octubre.

(5) “Don’t blame Belarus. Blame Brussels. ANDREW CONNELLY. FOREIGN POLICY, 11 de noviembre.

(6) Comentario reproducido en el artículo “L’absurde blak-out médiatique décidé par la Pologne à la frontière biélorrusse”. COURRIER INTERNATIONAL, 15 de noviembre.

(7) WARSAW BUSINESS JOURNAL, 16 de noviembre.

(8) “L’UE se résout à prendre contact avec Loukachenko”. COURRIER INTERNATIONAL (resumen de opiniones de las prensas polaca y rusa), 16 de noviembre.

No hay comentarios: