31 de enero de 2013
La inmigración se ha
convertido en el asunto estrella del arranque del segundo periodo presidencial
de Obama. Resulta esperanzador para las causas progresistas en América. Naturalmente, no será coser y cantar, los
riesgos son elevados y no está del todo garantizado que se consiga una
respuesta justa y eficaz a las aspiraciones de once millones de personas. Pero
hay elementos positivos.
OBAMA
CONFIRMA SU INICIATIVA
La
reforma migratoria se presenta como una iniciativa bipartidaria del
legislativo, ciertamente. Pero los principios contenidos en el memorándum de
los ocho senadores promotores responden en lo fundamental al programa avanzado
por Obama en mayo del pasado año. El Presidente prometió que, en caso de
victoria electoral, enmendaría su promesa incumplida durante sus primeros
cuatro años y resolvería los aspectos más importantes del dossier migratorio,
con un objetivo final preciso: dotar de ciudadanía a los once millones de
'ilegales' que viven, trabajan y, por tanto, contribuyen a la prosperidad de
Estados Unidos.
Algunos
temieron que se tratara de una argucia electoralista para recuperar la
confianza de la población latina, que le había apoyado masivamente en su
aplastante triunfo de 2008. Sea como fuere, dio resultado y Obama obtuvo en
noviembre el 71% del sufragio latino. Hubiera
sido imperdonable otra dilación. En plena sintonía con las bases y la mayoría
del liderazgo de su partido, Obama ha animado la iniciativa legislativa, pero
con el añadido de añadir su prerrogativa ejecutiva si el resultado del pacto
político resultara alicorto. Como había hecho días atrás con el control del uso
privado de las armas de fuego.
La clave del
pacto está en la atención a las preocupaciones republicanas para reforzar el
control de las fronteras y frenar el tráfico ilegal de personas. Los demócratas
no han tenido problemas para admitir esa exigencia republicana: en gran medida,
la comparten. En todo caso, se trata de una realidad superada. El control ya se
ha venido ejerciendo, y con alto grado de eficacia. Pero lo más importante es
que ese flujo de personas en busca de una vida mejor ha caído en picado en los
últimos: en parte, por el incremento de la vigilancia, pero sobre todo porque
las expectativas de trabajo y prosperidad en el gigante del norte han
disminuido con la recesión.
"LOS
DEMOCRATAS QUIEREN, LOS REPUBLICANOS LO NECESITAN"
Con
esta frase resumió Bob Menéndez, senador demócrata por New Jersey, la ecuación
política que puede desatascar el conflicto migratorio. Efectivamente, los
latinos se han convertido en una base de enorme arraigo y vitalidad en las
filas demócratas. Sólo un sector de esta comunidad hispano-parlante, por lo
general el más próspero, se alinea con las posiciones republicanas. Aparte del reducto
anticastrista de Florida y otras 'bolsas' reducidas de población, los latinos
votan demócrata. La perspectiva de un hispano en la Casa Blanca no es sólo un
guiño de ficción televisiva.
Pero,
paradójicamente, ¿podría ser un latino republicano el próximo - Presidente de
los Estados Unidos, o el siguiente al próximo? No es descartable. De hecho, uno de los
impulsores de la reforma migratoria, aunque con supuestos más restrictivos, es
el senador por Florida y estrella ascendente del partido, Marcos Rubio. Se da
por seguro que competirá en las próximas primarias. Quizás su candidatura sea
prematura. Pero podría resultar una escaramuza útil para disputar a los
demócratas su hegemonía en ese caladero de votantes.
Y es que más allá del debate sobre la extensión y amplitud de los derechos de los
inmigrantes, de la naturaleza de la reforma y de la tensión entre los derechos
sociales de las personas y de las empresas (muy importante este último punto),
lo que subyace aquí es la batalla por conquistar un electorado cada vez más
influyente.
¿VIRAJE
MODERADO DEL GOP?
Los
moderados del GOP ('Great Old Party') ven en el dossier migratorio una
oportunidad útil para reconducir la estrategia general y recuperar una senda
más centrista. Ha sido especialmente significativo en este sentido el tono
dominante en el cónclave de invierno del Partido. Las críticas al Tea Party y a
la deriva extremista han sido muy explícitas y severas. Lo que coincide con
encuestas recientes, que reflejan una desafección creciente de las bases
republicanas hacia las posiciones fundamentalistas de ese plataforma que
consiguió secuestrar el mensaje del partido hace casi cuatro años.
Hay
otras novedades que permiten avistar un cambio de ánimo en el liderazgo
republicano. Después del acuerdo sobre el abismo fiscal, no completamente
exitoso para Obama, pero mucho menos para la oposición conservadora, los
dirigentes legislativos del Partido Republicano se abstuvieron de plantear el
desafío del techo de deuda, a sabiendas de que no obtendría el respaldo de la
opinión pública. De forma discreta, optaron por aplazar el debate, una forma
suave de retirada.
El
apoyo a una solución del asunto migratorio que incluya lo fundamental de las
aspiraciones progresistas podría ser, por tanto, un síntoma más de ese viraje al centro de las
posiciones republicanas, aunque los sectores más conservadores darán la
batalla, como advierte Ángela Davis, la experta en inmigración del 'think
tank' Centro para el Progreso Americano, en el NYT. De hecho, otra
iniciativa legislativa paralela que contempla sólo la apertura de visados para
captar talento y cerebro puede dificultar o provocar confusión en el
debate. Pero, a la larga, es importante insistir, no es sólo la
inmigración lo que está en juego, sino la reacomodación a largo plazo de las
bases políticas de apoyo.
UN
PERFIL CAMBIANTE
En
la primera década de siglo, el porcentaje de la población latina ha aumentado
casi cuatro puntos, hasta llegar al 16,3%. Aunque los tres estados tradicionales
(California, Texas y Florida) albergan a la mitad de la población hispana, esta
minoría ha aumentado significativamente en la última generación en otros
estados de la Costa Este y el Medio Oeste (13% y 7% del total, respectivamente)
e incluso los Grandes Lagos (con Illinois a la cabeza).
Los
republicanos son conscientes de que su mensaje no encaja con el perfil
socio-económico dominante en el electorado latino, pese a la emergencia de una
clase media hispan. Por ello, hasta ahora han basado su estrategia de captación
en dos factores: la creciente influencia de las confesiones evangelistas en ese
sector de la población y su presunto 'conservadurismo' en materia de valores
sociales, culturales, familiares o religiosos.
Sin
embargo, también en esos aspectos, los latinos están evolucionando como lo
acredita Gary Segura, de la Universidad de Stanford. Este profesor de Ciencia Política
maneja diversas encuestas y consultas para asegurar que una mayoría de latinos
acepta ya con fluidez el aborto, la libertad de elección sexual, el matrimonio
homosexual y otras realidades sociales.
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