22 de Octubre de 2015
La
guerra de Yemen ha provocado más de cinco mil muertos, decenas de miles de heridos y
mutilados y un número aún superior de desplazados. Un 80% de la población está privada
de acceso a recursos básicos. Se trata de una vergüenza internacional que ha
merecido una atención muy escasa en proporción a los daños ocasionados y a la
infamia que la sostiene.
Arabia
Saudí y sus vecinos lanzaron una operación de castigo que creyeron iba a ser
corta y exitosa. Pretendía reponer en su puesto al derrocado Presidente Hadi,
sunní, que había sido expulsado del poder por una forzada coalición compuesta
por milicianos de la minoría houthi, de confesión shií, apoyados por Irán, y tropas
leales al anterior Presidente, el ex-dictador Alí Saleh, en su día aliado de
Washington en la lucha contra Al Qaeda, y luego caído en desgracia tras el
movimiento de contestación de la 'primavera árabe' (1).
Los
dos bandos son responsables de crímenes y abusos injustificados. Pero son 'nuestros'
aliados saudíes los que han cometido las peores atrocidades, porque tienen
medios materiales y capacidad militar para hacerlo. Para mayor escarnio, en su
propósito, la familia real saudí ha acudido a aliados locales que dice tener
por enemigos, grupos vinculados a Al Qaeda o a otros núcleos islamistas
radicales, como ha denunciado el Wilson Center (2).
Los
informes y denuncias de la ONU y de las organizaciones humanitarias presentes
en Yemen son contundentes. La aviación
de los saudíes y aliados, con el invaluable suministro norteamericano de datos
de inteligencia, ha machacado de forma indiscriminada núcleos de población
civil; se ha impedido a las organizaciones humanitarias, el acceso y reparto de
ayuda en zonas de gran necesidad; se ha bloqueado el suministro adicional y
vital de ayuda humanitaria (alimentos, medicinas, combustible y otro material
de ayuda) mediante el bloqueo naval de los puertos de Aden y Al Hudaydah; se ha
permitido, cuando no alentado, (por ambos bandos) el reclutamiento de niños
para reforzar las milicias. En definitiva, un sufrimiento humano, que, en
palabras del Coordinador de Ayuda Humanitaria de la ONU, Stephen O'Brien,
resulta "casi incomprensible"
(3).
Otro
aspecto desgarrador es el daño al patrimonio histórico-artístico. El mundo
conoce la infame destrucción que el Daesh ha protagonizado en Palmira,
pero se habla mucho menos de los destrozos provocados en Yemen, en su mayor
parte por los bombardeos de la coalición saudí. Una treintena de edificios
históricos y lugares de gran valor arqueológico han sido destruidos (4).
PERSPECTIVAS
DE NEGOCIACIÓN
Hasta
hace pocos días, el exiliado Presidente Hadi se había resistido a participar en
las negociaciones de paz auspiciadas por las Naciones Unidas. Es muy posible
que las presiones diplomáticas hayan doblegado la resistencia de los saudíes y
su protegido se haya tenido que avenir al diálogo, de buena o mala gana.
En
todo caso, el éxito de las negociaciones diplomáticas está lejos de estar
garantizado. Es muy probable que la coalición regional encabezada por Riad
pretenda imponer condiciones duras, tras el relativo éxito de sus operaciones
militares el pasado verano tras la captura de Aden. Uno de los obstáculos más
importantes puede residir en la depuración de responsabilidades por la campaña
militar. Si las potencias exigen que se lleve a cabo una investigación
independiente y seria, es probable que los saudíes se levanten de la mesa.
Y,
sin embargo, sería un bochorno que, pretextando el éxito de las gestiones
diplomáticas, se haga tabla rasa de lo sucedido. De momento, los saudíes han
desplegado una intensa actividad diplomática, en Nueva York y en Ginebra, para
sacudirse las críticas y denuncias por su comportamiento. Anunciaron al final
del verano que financiarían el coste de la operación humanitaria diseñada por
la ONU, pero han ido dilatando la entrega del dinero, después de que se les
recordara que resulta contrario a las normas internacionales que uno de los
bandos en disputa pretenda controlar el proceso de ayuda a las poblaciones
afectadas.
LA
RESPONSABILIDAD DE ESTADOS UNIDOS
La
implicación de los norteamericanos es incómoda. Se han visto obligados a
respaldar a los saudíes, aunque no pocos representantes de la administración
admiten en privado su repugnancia por una operación militar que la ONU
considera merecedora de una investigación por posible actuación criminal.
La
administración Obama no ha creído conveniente desairar a los saudíes en Yemen,
donde ellos creen estar combatiendo por la supremacía regional frente al
desafío iraní, después de la fractura ocasionada por el acuerdo nuclear con el
régimen de los ayatollahs, que nunca gustó a las conservadoras monarquía
petroleras.
Este
juego de compensaciones para mantener el equilibrio estratégico en Oriente
Medio puede gravar penosamente uno de los principales logros de Obama en la
escena internacional. Pronto lo veremos en el caso de Israel. En este caso, el
deterioro de unas relaciones consideradas "indestructibles" ha
ofrecido un flanco político débil al presidente, que sus adversarios han
explotado con un cinismo descarado. Ahora, cerrado el acuerdo con Irán, es
inminente la confirmación de un inmenso paquete de cooperación militar entre
Estados Unidos e Israel, que puede anunciarse durante la próxima visita de
Netanyahu a Washington.
Esta
dinámica de responsabilidades y obligaciones norteamericanas condiciona
pesadamente la resolución de la guerra de Yemen. Es cierto que Washington ha
expresado su preocupación a Riad por el desarrollo de la operación bélica y ha
instado a que se entablen negociaciones con los 'rebeldes houthi' y su aliado
Saleh. Pero la presión ha sido suave y discreta para no ahondar más la herida.
Una
vez más, el doble rasero para medir la conducta de los Estados desvela la
hipocresía de los aparatos de Estado internacionales, que secundan buena parte
de los medios. Mientras se vitupera a Rusia por su apoyo al régimen sirio y se
denuncia con profusión la crueldad con la que éste actúa contra su propia
población, se mantiene una tolerancia escandalosa hacia las monarquías
petroleras del Golfo, principales responsables de la carnicería en Yemen.
Este
comportamiento dúplice para enjuiciar conductas y adoptar las medidas oportunas
es tan antiguo como la propia existencia de los Estados, pero se exhibe con
vigor renovado cada vez que resulta necesario para blindar intereses supuestamente
comunes.
(1) Para una documentaciónbien apoyada con gráficos y referencias históricas, resulta
muy útil el trabajo "Maps the Yemen Conflict", en la página web del
EUROPEAN COUNCIL OF FOREIGN RELATIONS (http://www.ecfr.eu/)
(2) "Saudi Arabia 'Terrorists Allies' in Yemen".
DAVID B. OTTAWAY. WOODROW WILSON CENTER. MIDDLE EAST PROGRAM. Agosto 2015.
(3) Dos esclarecedores artículos
sobre la responsabilidad saudí en FOREIGN POLICY: "As Air War Intensifies,
Saudi Arabia Launches Charm Offensive Before U.N. Summit" (23 de septiembre)
y "The Human Carnage of Saudi Arabia'War" (26 de agosto).
(4) LE MONDE, 23 de agosto.
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