13 de diciembre de 2019
Boris
Johnson ha ganado probablemente la batalla política de su vida. Ha persuadido a
un número suficiente de británicos para imponer su estrategia y su designio. El
tiempo dirá si el rumbo que ha fijado este nuevo timonel conduce al país al
desastre, como sostienen muchos analistas, o si, por el contrario, se abrirá paso
un futuro prometedor.
El
triunfo de este elitista con fachada de contestatario y maneras de clown
político confirma la revuelta contra el estilo convencional de gobierno que ha
marcado la historia de Europa en los últimos 75 años: un consenso centrista
basado en la alternancia entre el liberalismo conservador y la socialdemocracia
reformista y una previsibilidad política garante de la estabilidad
institucional. El virus Trump, con las mutaciones correspondientes, arraiga en
este lado del Atlántico y en otras zonas del mundo con culturas políticas muy
diferentes.
INCÓGNITAS
POR RESOLVER
El
mensaje victorioso ha sido Get the Brexit done (completar el Brexit). O,
dicho de otra forma: acabar con un culebrón extenuante y poner en manos del su propagandista
más exitoso la gestión del objetivo. Según los resultados provisionales, los
tories tendrán 66 diputados más (hasta 363) y una mayoría de casi noventa, que conjura
cualquier problema de recorrido.
Y,
sin embargo, como ya han anticipado no pocos analistas durante la campaña
electoral, no está tan claro que ni siquiera un resultado contundente como el
de este 12 de diciembre asegure que el 31 de enero del año entrante el Reino
Unido deje de ser parte de la Unión Europea. Aunque los tories, en un
ejercicio de rendición al modelo carismático, sigan como un solo hombre a su
refrendado líder y la mayoría del Parlamento respalde el pacto alcanzado con
Bruselas, persisten ciertos obstáculos que proyectan dudas considerables.
Tan
importante para la aplicación efectiva del Brexit son las condiciones de salida
ya acordadas como la relación futura entre el Reino Unido y la UE, en particular
en el dominio comercial. Es más que probable que las condiciones que los socios
europeos pongan sobre la mesa resulten difícilmente digeribles para los británicos.
Johnson y sus exégetas han vendido tratados de libre comercio con Europa,
Estados Unidos y otras potencias económicas que, de momento, sólo existen en su
imaginación.
LA
DECEPCIÓN LABORISTA
Las
elecciones han dejado tocado al Partido Laborista, que encadena la cuarta
derrota consecutiva. Pierde más de cuarenta diputados y pasa a duras penas de
los 200. Una bomba que ha destruido a Jeremy
Corbyn, el líder más izquierdista del partido en décadas. Ya ha anunciado la
noche pasada que no aspirará a disputar otras elecciones. Los resultados indican
que ese norte rojo que voto leave en 2016 ha preferido asegurar
el abandono de Europa, aunque para ello se haya entregado a los tories y
vuelto la espalda a la formación que tradicionalmente les ha representado.
Corbyn
ha pagado cara su ambigüedad sobre el Brexit, el equilibrio entre sus instintos
políticos particulares (contrarios a una Europa que considera neoliberal y en
mucho aspectos antisocial) y la adhesión de la mayoría de sus parlamentarios a una
permanencia revisada. No ha funcionado
su digno empeño por hacer de las necesidades sociales el factor fundamental de esta
batalla, y no un Brexit plagado de trampas e incertidumbres. Corbyn basó su
ascenso en el apoyo de la juventud, pero tenía el enemigo en casa: los sectores
más moderados del partido y los medios de comunicación afines que lo han hostigado
sin descanso.
FRACASO
LIBERAL E IMPULSO ESCOCÉS
Los
liberal-demócratas vuelven a padecer el calvario del distorsionador e injusto
sistema electoral mayoritario. A pesar de subir un 4,3% en votos, pierden 10 escaños y se quedan en 11. La líder del
partido, Joe Swinson pierde su asiento parlamentario. Los liberales eran los
defensores más claros e inequívocos de la permanencia en la UE mediante la
convocatoria de un nuevo referéndum, para revertir lo ocurrido en 2016.
Por
el contrario, con su refuerzo electoral (trece diputados más, para llegar casi
al medio centenar), los nacionalistas escoceses pueden haber conseguido su
aspiración más deseada: volver a plantear un referéndum de independencia, ahora
con el argumento de que las fuerzas dominadoras del Reino Unido “expulsan” a Escocia
de Europa. La líder nacionalista escocesa, Nicola Sturgeon, anticipó que un
resultado como el que se ha producido no dejaría otra opción que el divorcio de
los británicos.
En
definitiva, Johnson se convierte en el hombre del Brexit, unifica bajo su exuberante
liderazgo a las familias euroescépticas y eurofóbicas de todo el espectro
político y deja mal heridos a sus dos rivales tradicionales: liberales y
laboristas. Pero, al mismo tiempo, ha lanzado un boomerang político: la retirada
británica de Europa puede facilitar la separación escocesa del Reino Unidos, el
Scotxit.
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