10 de diciembre de 2017
Alberto
Fernández ya es el nuevo presidente de Argentina. En octubre se impuso a Mauricio
Macri por siete puntos de diferencia. El entonces jefe de Estado había elegido
como compañero de fórmula a Miguel Ángel Pichetto, peronista moderado (y renegado).
Fernández formó dúo con otra Fernández, Cristina, expresidenta, viuda de
Kirchner y, ante todo, la figura política más destacada de la política argentina
actual, sea cual sea la valoración que merezca.
CON
LA VISTA EN CRISTINA
La
gran incógnita es que peronismo veremos, si es que puede seguirse hablando, en
puridad, de peronismo. Los Fernández pertenecen a sensibilidades diferentes del
movimiento, que se presentaron divididas en 2015, facilitando el triunfo de
Macri. Dicen algunos analistas que Alberto y Cristina jugarán roles distintos:
el diálogo con el mundo financiero, industrial, agrario e internacional, el
futuro presidente; los movimientos sociales, sindicales y suburbiales serán los
interlocutores permanentes de la viuda (1).
El
primer gobierno de los Fernández es una síntesis de estas dos voluntades, con peso
señalado de los albertistas en el sector económico. Sergio Massa, cabeza
de fila del sector disidente del kirchnerismo en 2015, será el presidente de la
Cámara de Diputados. Otro signo del esfuerzo integrador para reparar el
desastroso efecto de la división en 2015.
El
asunto sobre el que gira la mayoría de las especulaciones es si Cristina será
la jefa verdadera en la sombra (2). A punto de entrar en la setentena, sus
energías se concentrarán en protegerse de los encausamientos judiciales que
pesan contra ella por diversos casos de corrupción. El inicio de la vista oral,
la pasada semana, confirmó su actitud combativa, desafiante (3).
En
su entorno aseguran que la señora ya no aspira a nada para sí. Su lucha es ahora
por las opciones futuras de su primogénito. Tras una juventud complicada,
Máximo Kirchner ya es diputado y aspira a ser el continuador de la dinastía. De
momento, está al frente de la bancada parlamentaria, donde ejercerá una fuerte
influencia sobre el gobierno.
El
experimento liberal del empresario Mauricio Macri ha quedado zanjado, pero no
se descarta que se mantengan algunas de sus políticas -las que menos aversión
han producido en la población-, de igual manera que él tampoco rompió completamente
con la herencia kirchnerista en 2015 al dejar en pie, en los primeros dos años,
algunas medidas sociales, aunque muy recortadas. Con todo, nunca contó con la
confianza de los sectores que respaldaban al peronismo.
Macri
empezó con algunos éxitos macroeconómicos y un evidente apoyo exterior, que le
valió la reválida en las legislativas de 2017. El presidente empresario tuvo cierta
mala fortuna, como la sequía espantosa que arruinó la cosecha de soja, pero
también mostró lentitud y algo de torpeza ante la evolución desfavorable de la
coyuntura internacional.
La
inversión extranjera fue un fiasco, Argentina se descapitalizó y acudió de
nueva a la trampa mortal y autodestructiva del endeudamiento. La pobreza alcanzó
niveles máximos en este periodo al alcanzar a más de la tercera parte de la
población (4). El liberalismo firmó un nuevo fracaso y abrió la puerta a la
quinta oportunidad histórica del peronismo, con el triunfo en las elecciones de
octubre de este año (5).
UN
ENTORNO REGIONAL ADVERSO
Alberto
Fernández deja algunos indicios de moderación y otros de fidelidad a lo que
espera la corriente más izquierdista. Su primer viaje al exterior no será Brasil,
como él habitual en los presidentes argentinos, sino a México. Las relaciones
del peronismo con Bolsonaro se resumen en un intercambio de insultos y
descalificaciones en los últimos meses. No cabe esperar una conciliación en
breve plazo.
El
principal interlocutor regional de la nueva Argentina será el gigante del norte,
cuyo presidente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) comparte sensibilidades
ideológicas con los nuevos inquilinos de la Casa Rosada. De hecho, Argentina se
ha integrado en el Grupo de Puebla, que busca una solución pacífica y pactada a
la crisis venezolana.
Sin
embargo, el nuevo ministro de exteriores, Felipe Solá, veterano caudillo
peronista de la provincia de Buenos Aires, ha asegurado que Argentina
permanecerá en el otro bloque latinoamericano, el Grupo de Lima, beligerante
con Maduro y claro defensor de la legitimidad del presidente encargado, Juan Guaidó.
Está
por ver cómo se concilia en Buenos Aires esta aparente contradicción y si se
formará una especie de eje México DF-Buenos Aires, en un entorno regional adverso,
con gobiernos derechistas en Brasil, Colombia y Chile, la deriva extremista
conservadora en Bolivia, (pendiente de unas elecciones sobre las que pesan
todos los temores) y Uruguay, donde el reciente triunfo del liberal-conservador
Lacalle ha acabado con un largo periodo progresista del Frente Amplio.
También
hay gran interés por comprobar cuál será el tono del diálogo con Washington.
Alberto Fernández dice haber obtenido la comprensión de Trump para renegociar
con el FMI las condiciones de un préstamo de 57 mil millones de dólares con las
que afrontar esa pesadilla recurrente de la Argentina que es la deuda exterior,
de nuevo desbocada en los dos últimos y calamitosos años de Macri. Pero, de
momento, lo que se escucha son amenazas de elevación de tarifas comerciales al
acero argentino, poco importante en el balance comercial del país austral, pero
significativo del ambiente complicado que puede instalarse en las relaciones
bilaterales (6).
UNA
CONTINUA REINVENCIÓN
En
fin, el peronismo regresa al poder, aunque muchos en Argentina piensan que
nunca lo pierden del todo cuando resulta desalojado de él, por las urnas o por
la fuerza. Este conglomerado político, social y sentimental lleva dominando la
vida colectiva de los argentinos, como palanca de poder o como resistencia
frente a él, durante los últimos 75 años. Tres generaciones: toda una vida.
El
peronismo ha perdurado por su insólita capacidad para reinventarse, por su
habilidad camaleónica, su conexión práctica con las necesidades de una mayoría
de la población y el uso y abuso de los mecanismos de ejercicio del poder.
Algunos estudiosos del fenómeno, más atrevidos, incluso se atreven a afirmar
que el peronismo es el movimiento político que mejor representa la voluntad
política dominante en la Argentina.
NOTAS
(1) “En Argentina ‘le peronisme continuera
à occuper le devant de la scène pendant au moins les dix années à venir’”. Entrevista
con el analista Rosendo Fraga. LE MONDE, 26 de octubre.
(2) “Cristina’s comeback: Fernández de Kirchner
sets for dramatic return as Argentina’s nº 2”. UKI GOÑI. THE
GUARDIAN, 24 de octubre.
(3) “’La condena ya está escrita’,
afirma Kirchner en su juicio por corrupción”. ROBERT MUR. LA VANGUARDIA, 3
de diciembre.
(4) “La pobreza llega al 35,4% en
el primer semestre del año: el índice más alto de toda la era Macri”. CLARÍN,
30 de septiembre.
(5) “The resurrección of Cristina
Fernández de Kirchner. How Argentina’s
economic crisis powered a populist revival”. RICHARD KIRCHBAUM. FOREIGN AFFAIRS,
22 de octubre; “Argentina gives the Peronists another chance”. THE
ECONOMIST, 28 de octubre.
(6) “U.S.—Argentina relations can survive Trump’s
tariff threat”. BENJAMIN N. GEDAN. FOREIGN POLICY, 7 de diciembre.
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