UNA TEMPORADA ELECTORAL CLAVE PARA EUROPA

 15 de septiembre de 2021

La temporada política europea comienza con las elecciones generales en Alemania (26 del presente mes) y concluye con las presidenciales (mayo) y legislativas (junio) en Francia. El resultado es incierto en todas ellas. Sólo algo está claro: Merkel, que no es candidata, no seguirá siendo la canciller federal, después de quince años. En Francia, Macron no tiene ni mucho menos asegurada la reelección, aunque conserve cierta posición de ventaja, desafiado desde la derecha más que desde la izquierda.

ALEMANIA: ¿CAMBIO DE GUARDIA?

Merkel se despide jaleada por un coro mediático e internacional (con escasas críticas), pese a ciertas inconsistencias políticas, un legado de rigidez económica en Europa y el fracaso en la selección de los sucesores potenciales en su partido.  

A diez días de las elecciones, las encuestas predicen un triunfo insuficiente del SPD (Partido Socialdemócrata), socio menor de la actual gross koalition comandada por la CDU (Unión Cristiano Demócrata). El candidato socialdemócrata, Olaf Scholz, no ha tenido que demostrar grandes cualidades para superar al democristiano Armin Laschet en la preferencia popular y mediática. Ambos tienen experiencia de gobierno (Scholz, como jefe de gobierno en Hamburgo; Laschet, en el mismo puesto pero en Renania-Westfalia, el länder más poblado del país).  Pero el hombre del SPD, actual vicecanciller y ministro de Finanzas, presenta un hoja de servicios impecable para el alemán medio, mientras que el renano es un gris gestor que actuó de manera incompetente en las lluvias torrenciales de este verano. Hasta entonces cubierto bajo la protección de Merkel, Laschet quedó expuesto como un político de segunda.

Merkel ya había fracasado anteriormente en esta tarea con la exjefa del gobierno en el Sarre, Anette Kramp-Karrenbauer (AKK), elegida jefa del partido y aspirante a la cancillería. El pacto con los  nacionalistas xenófobos de la AfD para echar los izquierdistas del gobierno de Turingia arruinó su futuro político, aunque Merkel la mantuvo en la cartera de Defensa, que ocupaba desde la salida de Ursula Von der Leyen para presidir la Comisión Europea.

Al comienzo de la campaña, Merkel jugó un papel discreto. Pero el pobre desempeño de Laschet le ha obligado a comprometerse más activamente y, contrariamente a sus instintos, a criticar ciertos pronunciamientos del candidato socialdemócrata. Scholz había dicho que el gobierno y millones de ciudadanos habían actuado como “cobayas” para animar a toda la población a vacunarse. Merkel replicó en un reciente debate en el Bundestag que nadie merecía ser denominado con ese término.

Por lo demás, las relaciones entre la actual canciller y el jefe de filas de sus socios de gobierno ha sido más bien plácida. De hecho, Scholz se presenta, sin recato, como “el mejor sucesor” de Merkel, sin que nadie en el SPD se remueva en su asiento. Para un partido que ha acumulado sucesivos fracasos electorales y una alarmante pérdida de identidad ideológica, un posible triunfo, siquiera relativo, el día 26 habría sido una quimera hace sólo unos meses.

Otra cosa será formar gobierno, si se confirman las encuestas. Las distintas opciones reciben nombres marcados por la composición de los colores de marca de cada partido. Así, la opción más barajada es la “semáforo” (rojo del SPD, verde de los ecologistas y ámbar de los liberales). La combinación izquierdista (SPD-Verdes-Die Linke o excomunistas) está casi descartada, aunque dieran los números, que es dudoso, por la desconfianza de ecologistas y socialdemócratas hacia los izquierdistas, en particular los del antiguo Este.

Aunque la CDU recuperase parte de su desencantado electorado, no parece que le pueda bastar un arreglo con los ecologistas. Con los socialdemócratas quizás tampoco, aparte de que la gross koalition parece definitivamente agotada. Si los verdes se sumaran a los dos grandes (opción “Kenia”) se garantizaría la sacrosanta estabilidad. La solución “Jamaica” (negro de la CDU, verdes de los ecologistas y amarillo de los liberales) parece la preferida de los de Merkel, pero no cuajó en 2017. La esperada apretura de los resultados anuncian largas y duras negociaciones de coalición. Merkel podría ser todavía canciller en Navidad.

FRANCIA: LAS SALVAS INICIALES

En Francia, se sigue con enorme atención las elecciones alemanas, con más razón que nunca. Ya sin Merkel, el peso del Eliseo en Europa puede y debe crecer. Macron hará valorar esto en su campaña, a pesar de que sus “visiones europeístas” han sido acogidas con más frialdad de la que él esperaba y/o deseaba. Ya no está Trump en la Casa Blanca. Biden no es un “enemigo”, pero tampoco parece proclive a gestos exagerados de entusiasmo.

El actual presidente sabe que no puede dar por seguro un segundo quinquenato, pero piensa que lo disputará ventajosamente en segunda vuelta. Sus rivales están aún por decidir. La nacionalista populista Marine Le Pen sigue siendo la favorita. Se repetiría, en ese caso, el duelo de 2017. Quizás sea lo que el propio Macron desea para volver a invocar la unidad republicana frente a la amenaza de la extrema derecha.

Macron teme más a una figura conservadora de prestigio. De los que ya se han postulado destacan tres: Xavier Bertrand, exjefe de Hauts-de-France; Valerie Précresse, presidenta de Ile-de-France; y Michel Barnier, el hombre Brexit de la CE. Barnier es el que tiene mejor cartel exterior. Pero ha sorprendido su mensaje nacionalista (más bien gaullista) en el lanzamiento de su campaña. No parece coherente con el europeísmo que le tocó jugar en las negociaciones sobre el divorcio británico. Bertrand y Pécresse también tienen pedigree en la derecha  liberal-conservadora francesa pero no es fácil que el electorado progresista les prefiera a Macron en una hipotética segunda vuelta.

En la izquierda, sigue reinando la confusión y la división. Los desmayados intentos de negociar un pacto de unidad para recuperar la dignidad han sido fallidos, hasta la fecha. Entre los socialistas, dos integrantes del gobierno Hollande han avanzado sus candidaturas: Le Foll (exportavoz del ejecutivo) y Montebourg (exministro y conspicuo crítico de la deriva liberal).

La última en declararse es la que tiene el perfil más relevante: la actual alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Esta hija de humildes inmigrantes españoles eligió unos astilleros en Ruan para hacer oficial su candidatura. Gesto simbólico: su padre trabajó en los talleres navales de San Fernando antes de emigrar. Gesto social: Hidalgo quiere recuperar al electorado trabajador que ha huido del PSF. Y gesto político: los macronistas creen que ella carece de apoyos fuera de París y, por tanto, no debería ser rival en el Hexágono.

En los ecologistas europeístas, aliados habituales de los socialistas, se han promovido, hasta la fecha, tres candidatos, y otros dos de grupos verdes menores. La criba se hará este mismo mes. En la izquierda radical repetirá el insumiso Melenchon y el líder comunista Roussel.

Finalmente, Marine Le Pen también tendrá competidores en la extrema derecha, algunos antiguos compañeros de partido. Pero la figura emergente es Eric Zemmour, un periodista polemista, xenófobo y mago de las ondas, a imagen y semejanza de los tribunos demagogos de la Fox norteamericana. Aún no es candidato, pero se le trata como tal.

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