10 de enero de 2024
La
denominada “segunda fase” de la guerra de exterminio de Israel en Gaza (de
Hamas, según el relato oficial; en verdad, del pueblo palestino que allí
malvive o muere) y la crisis política en Francia se disputan el interés
internacional de este turbulento inicio de año. Por diferentes que sean ambos
asuntos -en alcance, en propósitos, en protagonistas- reflejan contradicciones y tensiones que auguran una difícil salida.
ORIENTE
MEDIO, EN COMBUSTIÓN CONTROLADA
El
Secretario de Estado norteamericano ha alertado del peligro de una
“metastización” de la guerra, en referencia implícita a una escalada que
convierta las escaramuzas en la frontera líbano-israelí en una conflagración
abierta, a la que se añadiría la intensificación de las actuaciones de los proxies
de Irán en Yemen, Siria, Irak, Mar Rojo, Cisjordania, etc. (1). Se trata de
un mensaje clásico de la diplomacia americana, aunque haya dudas del control
real que ejerce Irán sobre esas fuerzas (2). Por no hablar de una falta de predisposición
de los ayatollahs a dejar que la crisis desemboque en una conflagración
generalizada (3).
Con
sus idas y venidas a la región desde octubre, Blinken está emulando la
diplomacia viajera de Kissinger hace cincuenta años, luego replicada por mucho
de sus sucesores en el cargo. En cierto modo, Estados Unidos hace de pirómano y
de bombero en Oriente Medio. De pirómano, al respaldar a Israel en sus
políticas de “tierra quemada” para garantizarse una seguridad imposible; y de
bombero, al afirmar su condición de único poder capaz de establecer las reglas
de la guerra (de las guerras), sus ritmos, sus pausas, sus condiciones, su
relato y, como escribe Stephen Walt, sus soluciones casi imposibles (4).
Tras
tres meses de castigo brutal y criminal en Gaza, Israel dice ahora que es
tiempo de pasar a otro tipo de operaciones más selectivas. Justo lo que
Washington le pedía desde hace al menos dos meses. Por supuesto, el mando
militar y político en Israel no admite que actúa por indicación de su protector
norteamericano, pero tampoco replica estas convenientes interpretaciones en los
medios afines.
Israel
dice haber acabado casi completamente con Hamas en el norte de la franja y
destruido prácticamente su infraestructura de túneles y redes de mando, salvo
bolsas de resistencia que no durarán mucho (5). El Ejército ha reducido a la mitad su fuerza
expedicionaria en Gaza (de 360.000 a 170.000 hombres, más o menos), por motivos
no sólo militares, también económicos. La economía israelí se empieza a
resistir de un drenaje tan enorme de reservistas (6).
De
eso que en otras guerras se llamaba cínicamente “daños colaterales” (los
civiles, o sea la mayoría de las víctimas) poco o nada dice. Eso se lo deja a
EE.UU, para que contrarreste una opinión mundial escandalizada pero impotente
ante la tragedia. El Sur global y buena parte de la izquierda occidental no
aceptan el relato indulgente de Washington. Suráfrica lidera una iniciativa
para llevar a Israel ante el Tribunal de Ginebra por presunto delito de genocidio.
Es muy significativo que un de los países que se haya adherido sea el Reino de
Jordania, aliado histórico de Estados Unidos en la región y con un Tratado de
paz con Israel desde hace treinta años.
En
estas circunstancias, el “giro” en la guerra apunta al recurso preferente del “brazo
largo”; es decir, las actuaciones selectivas y “audaces” contra eso que en
Israel llaman la “cabeza de la serpiente”: los líderes “terroristas” más
buscados. Ya ha “cazado” a uno de los líderes políticos de Hamas, Saleh Al
Aruri, en un barrio de Beirut, y a tres comandantes de Hezbollah, incluido
el veterano Wissam Tawil, todos ellos en el sur de Líbano. “Piezas mayores” que
se unen a los 8.000 milicianos de Hamas que las IDF (Fuerzas de Defensa) dicen
haber matado en Gaza desde primeros de octubre. Washington se siente cómodo con
estas operaciones, que considera “proporcionadas”. Pero, claro, en el
endiablado entramado civil y militar de Gaza, esas tácticas de “guerra
quirúrgica” son casi imposibles. Así que, en el sur de la franja, seguirá la
masacre, aunque la atención se comparta con esas otras acciones
individualizadas que provocan menos rechazo internacional. Al cabo, siempre es
menos dramático contar los muertos por unidades que por decenas cada día, hasta
superar los 23.000, a la hora de escribir estas líneas. La devastación humana y
social no encuentra comparación, según muchas fuentes independientes,
incluyendo a un creciente número de norteamericanos como Peter Beinart, que no
compran el discurso oficial (7).
En
las sutilezas diplomáticas que sofocan la tragedia de Gaza juegan un papel
incómodo los aliados árabes de Washington. A ninguno de ellos le viene mal que ese
mantra de la aniquilación de Hamas, pero el precio que se ha puesto a la
carnicería resulta muy caro y nada tragable para sus poblaciones, que mantienen
una actitud de simpatía telúrica hacia la causa palestina. Estados Unidos corteja
a estos estados cómplices para embalsamar el cadáver de los derechos palestinos
tras la guerra. En otras palabras, que paguen el gasto de la reconstrucción y
de una administración de circunstancias en la franja del futuro,
conformada por “tecnócratas”, se dice. En claro: palestinos formados en
universidades norteamericanas o europeas que mantengan currículums impecables
de respeto (¿servilismo?) hacia Israel y los intereses occidentales.
Pero
ni siquiera este escenario de una domesticada administración palestina es aceptado
por un sector del actual gobierno de unidad nacional en Israel, que es,
en realidad, una coalición de todas las derechas. Netanyahu utiliza el rechazo
visceral de los ultras religiosos a cualquier amago de cooperación con una
Autoridad Palestina, a la que ve como un lobo con piel de cordero, por muy
desacreditada que esté entre su propia población (8). Los moderados, a
quienes la prensa occidental tilda muy generosamente de “centro-derecha”, se
aferran al impostado discurso americano de
“los dos Estados”, sabedores de que ya esto es ya una ficción completa. Es
sabido que la izquierda se diluyó en la marginalidad política hace ya años. Un
sector se ha refugiado en testimoniales aunque muy activas organizaciones
cívicas.
FRANCIA:
A MACRON SE LE ACABA EL TIEMPO
En
Francia, la “masacre” política del nuevo año lleva nombre de mujer (Elisabeth
Borne), pero sobre todo título propicio, el de Jefe/a de Gobierno. El fusible
político de la V República ha vuelto a saltar para salvar del incendio al
Eliseo. Es una constante desde 1958.
En
esta ocasión, la crisis se ha salido un poco del guion versallesca en que suele
presentarse al público. Borne ha hecho oídos sordos a los elogios de despedida
de su Jefe y ha hecho inútil la hipocresía de presentar como dimisión lo que
todo el mundo sabe que ha sido un cese. En efecto, utilizó el término il
faut que, traducible por “es preciso que” o “me veo obligada a” presentar
mi dimisión. Fórmula polite que recuerda mucho a la empleada por Rocard,
al dejar Matignon en 1991, forzado entonces por Mitterrand. Poco o nada ha
importado que Borne proviniera de la facción tecnocrática no militante del Partido Socialista (como su Jefe, mutatis
mutandis).Un consejero del Eliseo citado
por LE MONDE comentaba que Borne empezó su mandato como Jospin (en la
izquierda) y lo ha terminado como Rocard, entonces cabeza visible de una
izquierda reformista (9).
Borne
ha hecho el gasto a conciencia. No tuvo más remedio que quemarse en los debates
políticos, parlamentarios, sociales y callejeros de la reforma de pensiones.
Más tarde, vendió su alma en la batallas siguiente sobre la reforma migratoria.
Tuvo que lidiar ambos asuntos desde la minoría parlamentaria y la gresca interna
en un gobierno que coordinaba pero no presidía, plagado por la lucha de
facciones y las peleas particulares de los gallos sucesorios. En menos de dos
años en Matignon ha tenido que recurrir en más de una veintena de ocasiones al
artículo 49.3 de la Constitución (decreto-ley) para salvar los proyectos
gubernamentales. Con el desgaste que eso le ha acarreado.
Macron
ya se había decidido hace tiempo por un giro a la derecha en la práctica, sin
renunciar a su dialéctica reformista de centro. No le queda otra para culminar
su quinquenato final. Como primera medida, se dispone a un nuevo rendez-vous
con los franceses, una fórmula
retórica muy francesa que encanta a este Presidente, maestro en el arte de
situarse au dessous de la melé. Por encima de los partidos, de la política
minúscula. Casi nadie se lo cree ya: su popularidad está en el 27%, sólo unos
puntos más que Borne antes de la ceremonia sacrificial.
Así las cosas, el Macron recurre al regate
en corto (el cambio de gobierno) para activar el largo brazo del Eliseo
en una conducción más personal de la política con mayúsculas. Ese será el
relato. Pero pronto tendrá que afrontar otro regate mucho más complicado,
porque sus oponentes se han dispuesto en la férrea defensa de la contestación
electoral. Los comicios europeos de junio pueden consagrar de nuevo a Marine Le
Pen como presidenciable, por mucho que todo el mundo sepa que se trata de dos ambiciones
muy distintas.
En 2027, Macron ya no podrá ser candidato. Tiene
sentido que haya escogido a Gabriel Attal. A sus 34 años, es el primer ministro
más joven de la V República. Un alarde de esa audace (audacia)
que tanto pregona como inspiración de sus actuaciones el líder francés. Attal
se configura como un alter ego del Presidente, su potencial sucesor, según los
cabalistas políticos en París (10). En la V República, sólo dos primeros
ministros llegaron con el tiempo a ser Presidentes: Georges Pompidou y Jacques
Chirac, ambos gaullistas de pura cepa. Pero, atención, ninguno de ellos saltó
directamente de Matignon al Eliseo. El salto a la gloria es proceloso.
Attal se sitúa a la izquierda del entramado macronista. Lo que
resulta muy apropiado para compensar una política cada vez más derechista. En
el centro estará siempre Macron como guía y faro de las reformas. La maniobra
suena a brazo largo, pero tanto y tan prematuro que corre el riesgo de diluirse
en la bruma de los próximos meses. No en vano, a Matignon se le conoce como el “infierno”
en los cenáculos políticos galos.
NOTAS
(1) “From Lebanon to Read Sea, a broader conflict with
Iran looms”. DAVID SANGER y STEVEN ERLANGER. THE NEW YORK TIMES, 7 de enero.
(2) “As Middle East crisis grows, does Iran have
control of its proxy forces?”. PATRICK WINCOUR. THE GUARDIAN, 6 de enero.
(3) “L’ Iran ne veut pas d’ un embasement général du
conflit, mais devra pourtant riposter”. AMÉLIE ZACCOUR. L’ORIENT LE JOUR, 5
de enero.
(4) “5 reasons the Israel-Palestine conflict won’t end
any time soon”. STEPHEN M. WALT. FOREIGN POLICY, 8 de enero.K
(5) “L’ armée israelienne afirme avoir démantelé la
structure militaire du Hamas dans le nord de la bande de Gaza”. LE MONDE, 6
de enero.
(6) “Not day after, day during:
Blinken visits Israel”. DAVID MAKOVSKY. THE WASHINGTON INSTITUTE, 8 de
enero.
(7) “What will happen to Gaza’s
People”. PETER BEINART. THE NEW YORK TIMES, 7 de enero.
(8) “Can the Palestinian Authority govern Gaza?”. DANIEL BYMAN (Centro de Estudios estratégicos
de Georgetown). FOREIGN AFFAIRS, 4 de enero.
(9) “Emmanuel Macron congédie Elisabeth Borne pour
relancer son second quinquennat”. CLAIRE GATINOIS. LE MONDE, 9 de enero.
(10) “Gabriel
Attal en Matignon: les coulisses d’une nomination disputée”. CLAIRE GATINOIS.
LE MONDE, 10 de 2024.
No hay comentarios:
Publicar un comentario