3 de enero de 2024
El año que recién comienza viene cargado de urnas. Más de la mitad de la población mundial está llamada a expresar su voluntad política en los próximos doce meses. Pero en algunos casos, puede decirse que esas urnas están ya llenas. En algunos casos, de bombas; en otros, menos extremos, pero igualmente corrosivos, de trampas, de engaños.
DECLIVE
DEMOCRÁTICO
La
democracia, el sistema liberal de participación ciudadana, está en declive. O
eso dicen quienes lo estudian concienzudamente, aunque naturalmente desde una perspectiva
de identificación política o ideológica. La institución Freedom House,
una especie de biblia intelectual del funcionamiento sistémico,
considera que 2023
ha sido el decimoséptimo año consecutivo en que la “Libertad Global” ha retrocedido
en el mundo. Cita los deterioros más notables (Brasil -luego corregido
positivamente-, Perú, Túnez, Burkina Fasso) y otros menos visibles (Turquía,
Myanmar, Tailandia). Con todo, estima FH, se produjeron progresos en 34 países,
uno menos que en aquellos donde hubo retrocesos. No deberíamos tomarnos estos
datos a pies juntillas: si entramos en el análisis pormenorizado, surgirían
dudas sobre los criterios empleados en la clasificación.
En
todo caso, después de 50 años de elaborar este trabajo, hay tendencias a tener
en cuenta en materia de libertades desde el punto de vista del orden liberal:
en 1973, 44 de los 148 países entonces existentes fueron catalogados como “libres”,
en tanto que en 2023, esa cifra se eleva a 84, aunque los países del mundo son
ya 195, debido a las sucesivas desagregaciones nacionales y otros factores
políticos. En términos comparativos, la “libertad” alcanzada a algo menos del
30% de países hace 50 años, mientras hoy en día se extiende al 43%. En
definitiva, si aplicamos una perspectiva de largo recorrido, el balance sería
positivo. Pero esa tendencia parece estar estropeándose desde el comienzo del
presente siglo.
Este
diagnóstico negativo lo refrenda otra organización, la
sueca International IDEA, que tiene por misión declarada el “apoyo a la
democracia en todo el mundo”. La conclusión de su último estudio establece
que “en cada una de las regiones del mundo, la democracia ha seguido contrayéndose,
con declives en al menos uno de los indicadores del comportamiento democrático
en la mitad de los países estudiados en el Informe”.
EL
TENSIONADO MODELO OCCIDENTAL
Las
elecciones, a las que antes nos referíamos, son sólo un criterio en la
catalogación de la salud de las libertades, como es lógico. Pero las distintas
condiciones en que se celebran no les confiere un carácter referencial muy
fiable. Como se decía al principio, este año viene repleto de convocatorias, y
en países de gran peso mundial (Estados
Unidos, Rusia, UE y más de 30 estados o regiones europeos, India, Suráfrica). La
lista podría engrosarse cuantitativa y cualitativamente, si finalmente se adelantan
las elecciones en Gran Bretaña.
En
la Unión Europea las urnas tienen la apariencia más transparente. Sin
embargo, no puede afirmarse que reflejen un sistema del todo justo, debido a la
persistencia de factores que distorsionan históricamente la representatividad de
las poblaciones. Pero lo que preocupa a los dirigentes y a sus intérpretes mediáticos
es el nuevo impulso de las fuerzas populistas o nacionalistas identitarias de
extrema derecha, tras el triunfo electoral en Holanda y el avance de sus
postulados, sobre todo en materia migratoria, en las grandes potencias como Francia,
Alemania, Italia, Gran Bretaña, con el remate en el ámbito compartido de la
propia UE.
En
Estados Unidos, la perversión habitual del sistema electoral (dominado
por el peso del dinero, la conformación de unos distritos artificiales y alterados
de forma permanente en función de los intereses de las minorías, o la estructural
privación del voto sin justificación decente alguna) se ve agravada por un
ambiente político venenoso, con un candidato favorito (Donald Trump), sobre el
que pesan más que convincentes indicios de delincuencia económica y política. A
sólo unos días de que comience el circo de las primarias, las
escaramuzas políticas se libran tanto en los gabinetes de las campañas como en
las salas judiciales. Pese a este panorama sonrojante, las élites gobernantes
se empeñan en ofrecer como modelo al mundo un sistema que hace aguas en su
propio país.
DEMOCRACIAS
PÁLIDAS O FALSAS EN EL MUNDO EMERGENTE
En
Rusia, las elecciones serán un teatro sin paliativos, sin el aditamento
picante de las norteamericanas. Putin seguirá siendo el candidato independiente
del partido-Estado de esta época (Rusia Unida). Este es el ejemplo
más evidente del binomio votos/balas antes apuntado. Un país autoritario
que toma prestada la democracia como engañoso factor legitimador (urnas cargadas
de trampas), en un contexto de guerra que asfixia cualquier expresión de libertad
(1).
Por
cierto, que no es descartable que en el otro lado de la trinchera, en Ucrania,
pudiera cederse a la tentación electoral. El estancamiento militar actual y la
fatiga occidental es un peligro mortal para Ucrania y pasar los votos por las
urnas podría ser un recurso desesperado para favorecer el relato del necesario
apoyo de las democracias occidentales, en armas y en dinero, en beneficio de la
causa de la libertad (2).
En
las potencias medias emergentes como India y Suráfrica, las elecciones también
vienen trucadas por los reflejos autoritarios y las corrupciones inherentes a
sus respectivos sistemas políticos y socio-económicos. Son casos distintos
entre sí, por supuesto, pero comparten elementos de distorsión de la voluntad
popular.
En
India, la mayor democracia del mundo, como gustan de decir sus exégetas,
el nacionalismo identitario que lidera el populista Narendra Modi está en
condiciones de consolidar una deriva autoritaria con perfiles aparentemente
neoliberales en materia socio-económica y enterrar el modelo del nacionalismo
tercermundista del Partido del Congreso (3).
En
Suráfrica, la decadencia del Congreso Nacional Africano se prolonga
durante décadas. El proyecto social y político post-apartheid ha
fracasado, debido a la corrupción, la criminalidad y la burocratización de las
élites. Tres de cada cuatro ciudadanos dicen que sacrificarían la democracia si
surgiera un liderazgo fuerte capaz de crear empleo y frenar la delincuencia.
Este mismo humor político es compartido por toda África, como se ha podido
comprobar en la actitud apática cuando no abiertamente favorable a los golpes
militares que han vuelto a proliferar en el continente, tras el fracaso de los
modelos controlados por las antiguas potencias coloniales (ahora neocoloniales)
(4).
Otro
país emergente de dominante atención internacional que pasará por las urnas en
2024 será Taiwan (este mismo mes de enero). Los medios y gabinetes de
orientación ideológica en Occidente sitúan esta cita electoral entre las más
determinantes del año, por las consecuencias que los resultados pudieran tener
en el comportamiento de China.
El
partido gobernante (DPP), en principio el más independentista, estará liderado por
un exrepresentante del país en Estados Unidos (en la práctica un embajador). Se
teme por ello que, en caso de repetir
victoria, se pueda precipitar una crisis y acercar el riesgo de guerra.
Las
otras opciones son más templadas, en relación con Pekín: los nacionalistas conservadores
del Kuomintang (otrora enemigos del comunismo continental y hoy partidarios de
la convivencia condicionada) y un nuevo Partido del Pueblo, con ribetes
populistas. En realidad, ninguno de los tres parece dispuesto a que los votos
se conviertan en balas (5).
NOTAS
(1) “Putin’s War Party”. ANDREI KOLESNIKOV.
FOREIGN AFFAIRS, 1 de diciembre.
(2) “En Ukraine, le politique fait discrètement son
retour”. COURRIER INTERNATIONAL, 31 de octubre.
(3) “BJP win in India’s 2024 election ‘almost an
inevitability’”. HANNA ELLIS-PETERSEN (Corresponsal en Delhi). THE GUARDIAN,
31 de diciembre
(4) “Deaths, debts and democratic doubts in Africa” THE
ECONOMIST, 28 de diciembre.
(5) “Taiwan prepares to pick new President amid growing
threat from China”. HELEN DAVIDSON (Corresponsal en Taipei). THE GUARDIAN, 30
de diciembre.
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