REINO UNIDO: FIN A TRES LUSTROS MISERABLES

 5 de julio de 2024

Los laboristas gobernarán el Reino Unido de Gran Bretaña los próximos años. Se pone fin a tres lustros de gobiernos inestables (cinco primeros ministros en catorce años), populistas, demagogos, irresponsables, ineficaces y profundamente dañinos para los menos favorecidos.

UN BLAIRISMO SIN BRILLO

El Partido Laborista consigue unos 411 escaños (resultados aún provisionales), la cifra más elevada desde el triunfo de Tony Blair en 2001. El Labour recupera la integridad del ‘muro rojo’ (el centro y norte industrial en torno a las aglomeraciones urbanas), que los tories le habían arrebatado en diciembre de 2019. Por el contrario, el Partido Conservador, con 129 diputados, ha sido severamente castigado, como cualquier perdedor en el Reino Unido. Ha cedido 19 puntos. Los liberales apenas han subido medio punto, pero se han visto premiado en asientos parlamentarios.

Gráfico 1: Evolución del voto a los tres principales partidos en porcentaje

Gráfico 2: Evolución de los escaños de los tres grandes partidos


Sin embargo, el sistema electoral británico (uninominal y mayoritario) distorsiona mucho la traducción de votos en representación parlamentaria. Como se aprecia en los gráfico 2 y 3, el Partido Laborista, aunque sólo haya subido 2 puntos porcentuales con respecto a 2019, ha ganado más de 200 escaños, el doble de los que obtuvo ese año. Los tories, en cambio, pagan su retroceso de casi 20 puntos con la pérdida de 244 escaños, las dos terceras partes de los que obtuvo en 2019, cuando dirigía el Partido el bombástico Boris Johnson.

Gráfico 3: Evolución del porcentaje de votos a cada partido (columna de la izquierda)
y del porcentaje de los escaños obtenidos (columnas de la derecha)


UN LABORISMO TIBIO

Tras la sustitución del izquierdista Jeremy Corbin y de sus colaboradores más próximos, la dirección del partido se ha ido desplazando al centro. El líder victorioso, Keir Starmer, es un hombre poco brillante. Fue fiscal general y luego portavoz de su partido para la política europea. No era un brexiter, pero tampoco un entusiasta europeísta. En lo que único en que ha mostrado pasión ha sido en purgar al Partido de sus dirigentes más a la izquierda. 

El programa laborista es “prudente”, es decir, no plantea transformaciones de peso. Se conforma con restablecer la eficacia de los servicios públicos, pone énfasis en la recuperación del maltratado sistema sanitario y otros servicios públicos. No plantea una presión fiscal mucho más severa a las rentas de capital. Por supuesto, no contempla revertir el Brexit, aunque promete una relación más constructiva con la UE. 

Starmer se ha mostrado especialmente combativo contra el antisemitismo y muy reticente a criticar a Israel por su horrorosa campaña militar en Gaza. Esta complacencia ha provocado una cierta fractura interna. Tampoco se aparta la nueva dirección de la corriente atlantista en lo que respecta a la guerra de Ucrania. Se trata, por tanto de un laborismo centrista (o conservador, según su ala izquierda). Un blairismo sin brillo, como se ha dicho con acierto.

LA CALAMIDAD TORY

Este periodo conservador ha sido nefasto, pero la fase peor empezó con Boris Jonson: caos político y administrativo, escándalos continuos, insensibilidad social (agravada por el crítico contexto social y sanitario) y tensión permanente con sus aliados europeos por la errática aplicación del Brexit, etc. Las “fiestas” en Downing Street mientras la población sufría el látigo de la enfermedad y la presión del confinamiento, junto a otras chapuzas e irregularidades, terminó por costarle el liderazgo de Partido y de la Nación a Johnson.

Lo que vino fue peor o, al menos, más extravagante. El ala derechista tory propulsó a la jefatura del Gobierno a una ministra fanática de un neoliberalismo ya fracasado y caduco, sin el menor asomo de prudencia. Lizz Trust quiso emular y superar a la histórica Margaret Thatcher y terminó convertida en su caricatura patética y amarga. En sólo mes y medio de gobierno provocó el desfondamiento de la libra y a punto estuvo de crear un daño irreparable en la economía. El entonces Canciller del Exchequer (Hacienda) era Rishi Sunak, que hizo como si el desastre no fuera con él y se postuló como nuevo líder y, a la sazón, como primer ministro. Unos diputados desconcertados y sin rumbo depositaron su confianza en él. El Covid ya era historia y el rumbo se corrigió parcialmente. 

Con Sunak, los experimentos neoliberales se aparcaron, pero el daño social era ya irreversible. Los escándalos continuaron, como la deportación sin garantías de los solicitantes de asilo a Ruanda y, ya en plena campaña, las apuestas de altos cargos tories contra los posibles resultados de su propio Partido.

UNA INTERMINABLE LISTA DE DAÑOS

La lista de agravios de los conservadores en estos tres lustros es muy larga. Los trabajadores han sido los grandes perdedores de estos tres lustros devastadores. Han perdido, por término medio, 14.000 libras, es decir, 1.000 libras por año. El empobrecimiento de las capas populares ha sido creciente a lo largo de estos años, con especial incidencia en la población infantil. Los Trade Unions (sindicatos) han denunciado que los gobiernos tories han arrojado a la pobreza a 900.000 niños desde 2010. El uso de los bancos de alimentos en este periodo se ha incrementado en un 5.000%. Muy pocas personas eran atendidas en 2010 y en la actualidad son más de tres millones. El número de personas sin hogar se ha duplicado con creces: de menos de 2.000 a 4.000.

Los servicios públicos han empeorado severamente. El sistema de salud ha sido el que más se ha resentido. Siete millones y medios de personas se encuentran ya en las listas de espera de atención hospitalaria, un 210% más que al comienzo del periodo tory. En las enfermedades más graves, como los enfermos de cáncer, el porcentaje de pacientes que esperaban menos de dos meses para recibir tratamiento ha pasado del 80% a menos del 60%.

La deuda estudiantil, otro factor de nivelación social, se ha triplicado en estos tres lustros y el número de alumnos que esperan para ingresar en la Universidad ha aumentado un 20%.

La eficacia económica, presunción que los tories han atribuido durante décadas, es un mito que se ha hecho definitivamente añicos. En estos tres lustros ha bajado un 60% la productividad. La disminución de la presión fiscal, otra bandera tradicional conservadora, no se ha producido: los impuestos han subido un 12%: cuatro puntos más medios en porcentaje del PIB. Pero no este incremento no ha aectado de forma equitativa a todas la capas sociales. 

Ciertamente, el desempleo ha bajado en un 44%, debido a los fondos empleados para contrarrestar el efecto del Covid, como ha ocurrido en el resto de Europa.

El Pº Conservador, en su estrategia populista de consolidación en el poder, basado en el abandono de la UE (Brexit) para recuperar el control de determinadas políticas, prometió, entre otras cosas, reducir el nivel de inmigración en el país. Ha ocurrido todo lo contrario: en este periodo se incrementó en un 170%. En 2010, la inmigración neta estaba un poco por debajo de 300.000 personas. El año pasado había superado la cifra de 760.000, es decir casi se han multiplicado por tres. Las solicitudes de asilo se han multiplicado por 17. Llegaron a su pico el año pasado (por encima de 120.000) y en los últimos meses han ido descendiendo. Iniciativas que los tories han presentado como imaginativas, como el desvío de inmigrantes o demandantes de asilo a Ruanda han atravesado un agitado proceso judicial y concitado un gran rechazo entre las organizaciones humanitarias.

El otro pilar del reclamo electoralista era el de la seguridad ciudadana. Este es el único aspecto en el que las cifras son favorables a los tories. La criminalidad se ha reducido en un 54%. Los efectivos policiales se han mantenido por encima de los 170.000. Si bien fueron disminuyendo hasta 2019, en el último lustro se volvieron a incrementar hasta recuperar el nivel de 2010 (1).

EL SUEÑO ESCOCÉS, ROTO

El otro gran perdedor de las elecciones ha sido el Partido Nacionalista Escocés, que ha perdido 39 de los 48 diputados que tenía. La dimisión de Nicola Sturgeon por un confuso caso relacionado con su marido abrió un proceso de debilitamiento del Partido, que quemó al sucesor y, a la vista del resultado, puede hacerlo también con el actual líder.  La independencia dejó de ser avistable ya en el mandato de Sturgeon, debido al caos propiciado por la Covid y al reforzamiento del nacionalismo inglés. Los independentistas escoceses han vuelto al punto en el que estaban en 2010, con un porcentaje de votos similar y sólo 3 diputados más, pero con una sensación de derrota acumulada a sus espaldas.

Gráfico 4: Evolución de votos y escaños del Partido Nacionalista escocés (2010-2024)


En definitiva, se abre un nuevo tiempo para el Reino Unido. Habrá que ver en qué se traduce el cambio y la capacidad de los laboristas para restañas las profundas heridas sociales provocados por tres lustros miserables protagonizados por el Partido Conservador más errático y agresivo desde el final de la Segunda Guerra mundial.



(1) Datos extraídos de la Oficina nacional de estadísticas , de la Oficina de Responsabilidad presupuestaria, de la Secretaría de Salud y de los Archivos del Parlamento


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