4 de Diciembre de 2014
La
absolución del ex-dictador egipcio, Hosni Mubarak, por los acontecimientos
represivos que siguieron a la revolución de enero de 2011, en los que murieron
más de 800 personas, cierra de forma simbólica el proceso de cambio conocido
como la 'primavera árabe'. El jefe de seguridad y otros altos mandos policiales
de entonces también han sido exonerados.
Mubarak
fue condenado en mayo de este mismo año a tres años de prisión en otro proceso
que se seguía contra él y otros gerifaltes del régimen por corrupción, pero
como se encontraba detenido desde mayo 2011 por el asunto mayor de la
represión, la justicia egipcia establece que en estos años en que se encontraba
a la espera de juicio ya ha purgado la pena por el otro caso. Se trata de una
provisión procesal que, en este caso, ha beneficiado al reo.
Lo
chocante de este proceso no es el resultado, sino la propia concepción del
mismo. En realidad, como explica uno de los principales activistas de derechos
humanos de Egipto, Hossan Baghat, Mubarak nunca estuvo procesado. Una serie de
errores de inicio y una compleja red de mecanismos procesales ha permitido a
los jueces absolver al ex-dictador (1).
En
todo caso, más allá de estos tecnicismos, lo cierto es que la absolución de
Mubarak no ha sorprendido a casi nadie, aunque haya encolerizado,
comprensiblemente, a parientes y amigos de las víctimas y haya indignado a
quienes vienen denunciado desde hace año y medio la impostura de las
autoridades egipcias.
LOS
VIEJOS APARATOS DEL ESTADO, AL RESCATE
Los
generales egipcios robaron la revolución en julio de 2013. Y lo hicieron a
punta de pistola, para decirlo gráficamente. Pretendieron presentar su golpe de
estado puro y duro como una intervención liberadora de una dictadura islamista
en ciernes. Lo peor es que las élites políticas y económicas y la mayoría de
los medios y analistas occidentales compraron esa patraña, tan sólo porque el
principal país árabe parecía haber quedado fuera de una larga sombra
fundamentalista.
La
contrarrevolución se ha consumado. Asistimos a una sustitución generacional, en
el caso de los militares, y escasos cambios, por no decir nulos, en el resto de
las instituciones que han servido de soporte al régimen: la judicatura, las
fuerzas de seguridad y un complejo político-empresarial corrupto y entregado al
auto-enriquecimiento. La cleptocracia, el autoritarismo, la violación
sistemática de los derechos humanos y la degradación de la calidad de vida de
las mayorías siguen siendo norma en Egipto. Las lamentaciones occidentales por
la evolución de los acontecimientos en Egipto se asemejan a lágrimas de
cocodrilo.
EL
CICLO INEVITABLE DE LA VIOLENCIA
El
presidente constitucional, Mohammed Morsi, continúa recluido a la espera de
juicio, bajo la amenaza de pena capital
en base a unas inconsistentes acusaciones de traición. Los errores de su
gestión, e incluso los aspectos más repudiables de su orientación política, no
justifican la represión de la que han sido víctimas miembros, partidarios y
simpatizantes de los Hermanos Musulmanes. Esta semana se han dictado nuevas
sentencias de muerte contra decenas de militantes de la cofradía.
Pero
la represión no se limita a los sectores islamistas, moderados o radicales.
Alcanza también a quienes, desde posiciones abierta y decididamente laicas y
progresistas, se han atrevido a denunciar la verdadera naturaleza del régimen.
Desde el golpe de estado, han sido detenidas unas 50.000 personas, según
organizaciones de derechos humanos. La convocatoria de elecciones legislativas
sigue pendiente. La actividad política en los campus universitarios ha sido
prohibida. La libertad de expresión ha sido cercenada. Una docena de
periodistas permanecen encarcelados. Se anuncia una nueva ley de asociaciones
que, se teme, restrinja aún más el
trabajo de las ong's. Esta degradación se observa en todo el mundo árabe
(2).
Esta
persecución de toda forma de contestación ha alimentado en los últimos meses a
los sectores extremistas, que siempre reprocharon a la cofradía su inútil
empeño de aceptar la democracia como sistema de gobierno.
El
terrorismo islamista en Egipto fue casi erradicado a mediados de los noventa,
tras una combinación de represión, penetración en los subsuelos de las
organizaciones y agotamiento de las propuestas radicales. Pero el golpe
militar, como era de esperar, ha reavivado los rescoldos de la frustración y
suministró combustible ideológico y propagandístico a los sectores más radicales
del islamismo.
El
grupo Ansar Beit El Maqdis ("Los seguidores de Jerusalén") ha
protagonizado varios atentados en El Cairo contra prominentes figuras del
régimen, pero sobre todo en el Sinaí, donde parece gozar de una organización
fuerte y una capacidad de actuación mortífera. Recientemente, este grupo ha
proclamado su adhesión al Estado Islámico, lo que confirme su decisión de
alinearse con los sectores más extremistas del irredentismo islamista.
Esta
deriva radical favorece el discurso del régimen militar egipcio porque le
permite justificar una política represiva dura y persistente. El
general-presidente Abdel Fatah Al-Sisi ha destruido todos los puentes que
tendió con los sectores laicos y progresistas en las semanas anteriores al
golpe contra Morsi y se ha comportado como lo que es: el representante de turno
de un régimen autoritario y feroz.
ENTIERRO
DE LA 'PRIMAVERA ÁRABE'
La
absolución de Mubarak deja en mal lugar a quienes, en Washington, criticaron en
su día a Obama por respaldar ("prematuramente", dijeron) al
movimiento revolucionario, con el hipócrita argumento de que Estados Unidos
necesitaba un aliado fiable en Egipto para proteger los intereses occidentales
y de Israel. Tras el golpe militar, las vacilaciones de la Casa Blanca a la
hora de imponer y mantener sanciones creíbles y efectivas ha sido aprovechado
por el nuevo 'hombre fuerte" de El Cairo para reafirmarse en el poder, neutralizar
a los sectores contestatarios y crear un clima social en el que el
blanqueamiento del ex-dictador sólo provoque protestas de muy fácil manejo.
Al
sangriento caos de Siria, el 'pandemonium' de Libia, el aborto de las
aspiraciones de cambio en el Golfo, Jordania, Marruecos o Argelia, se une ahora
la culminación de esta revolución robada en Egipto. Sólo Túnez parece, con
todas las limitaciones y cautelas, haber sobrevivido a la decepción. La
'primavera árabe' es ya un cruel espejismo.
(1) El análisis de Bahgat puede leerse en la publicación en
línea llamada Madar Mser: http://www.madamasr.com/opinion/politics/qa-mubarak-trial-verdict-%E2%80%93-what-just-happened.
(2) La investigadora del Carnegie Endowment for Peace,
Michele Dunne, señala que todas las organizaciones árabes de derechos humanos
temen por su futuro, debido a la involución que se está registrando en sus
respectivos países como consecuencia del fracaso de la 'primavera árabe'. Su comentario puede leerse en: http://carnegieendowment.org/syriaincrisis/?fa=57349&reloadFlag=1.
Con respecto a los medios, esta misma línea de reversión de las libertades se
trata en el artículo de SLATEAFRIQUE titulado "Il faut sauver les webmédias
du monde arabe" (http://www.slateafrique.com/525875/internet-avenir-medias-numeriques-monde-arabe)
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