17 de Septiembre de 2015
Septiembre
es tiempo de afinar estrategias y agendas diplomáticas. La Asamblea anual de
las Naciones Unidas propicia encuentros públicos sonados y publicitados, pero
sobre todo contactos discretos y puestas al día de negociaciones en marcha.
Este
año, superado el escollo iraní, atascados otros procesos, como el afgano o el iraquí,
y bloqueado por elecciones (EEUU) el sempiterno conflicto israelo-palestino,
todo indica que la portada se la llevará Siria. El protagonismo, en todo caso, será
ruso y norteamericano, en sus dos papeles estelares. Putin llega a Nueva York
como objeto de todas las miradas. Señalan algunos analistas que los asesores de
la Casa Blanca dudan sobre la conveniencia de que Obama acceda a celebrar una entrevista con
su colega ruso, que éste parece desear.
DESCODIFICANDO
EL MOVIMIENTO DE PUTIN
Rusia se encuentra en una posición de
debilidad económica causada por el desplome de los precios de sus productos
energéticos y, menos, por el efecto de las sanciones económicas impuestas tras
su intervención en Ucrania. El castigo está haciendo daño a los ciudadanos rusos,
aunque, de momento, no se perciba un cambio de conducta del Kremlin: es una
creencia acendrada en Rusia que la debilidad corroe más que el autoritarismo.
Putin,
no obstante, se sentiría más a gusto aliviando presión. Y, en cambio, su último
movimiento de ficha en Siria parece orientado justo a lo contrario. Rusia está
reforzando sus bases e instalaciones militares en Siria desde hace semanas.
Los analistas
plantean diferentes interpretaciones de este movimiento de piezas rusas sobre
el tablero sirio. Algunos se inclinan por pensar que, lejos de ser una
provocación hacia Estados Unidos, es una forma de dinamizar y elevar el proceso de negociación, que
parecía haberse encarrilado durante el verano en Ginebra, hasta que la crisis
de los refugiados impusiera una congelación. El reforzamiento militar estaría
destinado a potenciar la posición diplomática de Rusia en las negociaciones
diplomáticas. Y, al cabo, un acuerdo sobre Siria podría alentar una dinámica de
deshielo (como se decía durante la
guerra fría) y reconducir la crisis de Ucrania antes del invierno.
Naturalmente,
ésta es la interpretación de los ‘palomas’, los que estiman que siempre es más
útil dialogar que golpear, o dialogar antes que golpear. Por el contrario, los ‘halcones’
creen que Moscú ha reforzado estruendosamente sus capacidades militares en
Siria para rescatar al régimen de Assad, intentar revertir sus derrotas y
compensar las limitaciones de las ayudas de Irán y sus acólitos regionales. En
consecuencia, estos ‘duros’ deslizan las habituales recriminaciones a la Casa
Blanca por su indecisión, coherencia y debilidad. Que en Siria consideran
especialmente calamitosa.
¿HACIA
UN RESULTADO DE TABLAS?
Las
intenciones rusas son interpretables, porque, por lo que sabe del despliegue ruso
captado por los satélites (1), tanto puede estar orientado a propiciar un balón
de oxígeno y un refuerzo para el régimen, como a asegurar un bastión alauí en
la región oriental, a lo largo de la costa mediterránea. Assad sólo controla
esta parte del país y la capital, Damasco; en total, una sexta parte de la
superficie del país, pero se trata del terreno más poblado y más rico.
Lo
que Moscú parece haber descartado ya es sacrificar a Assad en otra partida más
amplia, la que se juega en el tablero regional de Oriente Medio. Rusia necesita
asegurar que, pase lo que pase, pueda seguir contando con su principal base de
actuación y proyección de influencia en la zona. Ninguno otro actor se lo
garantiza, sino todo lo contrario. A su vez, el presidente sirio sabe que Moscú
es su mejor baza, tanto o más que Irán, y la juega a fondo. En una entrevista
con televisiones rusas (2), Assad descarta su salida del país y reitera que está dispuesto
a negociar con la “oposición sana”. Por tal cosa quiere decir los que no son
terroristas, hábil indicación de que su régimen pretende lo mismo que
Occidente: derrotar al terrorismo que representan el Daesh o sus rivales ‘ablandadas’ o ‘debilitadas’ (Al Nusra).
Si el
propósito del gambito ruso es fortalecer el bastión alauí del clan Assad y no
preparar la reconquista, Moscú estaría creando las condiciones para poder
ofrecer tablas como resultado de la partida bélica. Eso implicaría, se le llame
como se le llame, la partición del país, al menos de forma interina, mientras
se negocia un acuerdo de paz a largo plazo.
Esta opción ha
sido debatida en varias ocasiones a lo largo de la guerra y ahora parece ser la
favorita de algunos analistas occidentales, que evocan las soluciones
alcanzadas en Bosnia, Kosovo o Etiopía-Eritrea
(3). Denominada impropiamente confederal
por algunos, esta solución despierta
numerosas dudas. Precisaría en primer lugar de un reforzamiento efectivo y
mucho más contundente de las opciones rebeldes ‘moderadas’, que hasta ahora han fracasado o no se han planificado
adecuadamente. Tampoco está clara la distinción entre radicales y moderados en
muchas zonas del destruido país. Que el Daesh
quedara fuera de este reparto exigiría un compromiso militar mayor del que se quiere admitir.
OBAMA COMBINA OPCIONES
En
reciprocidad a esta falta de definición sobre las intenciones rusas, la
administración norteamericana también interpreta su particular juego del ‘caliente
y el frío’. Ha filtrado o ha permitido que llegue a conocimiento de algunos
medios especializados la nueva estrategia de apoyo a los rebeldes sirios, que
supone una versión rebajada de otras anteriores, más realista o menos
ambiciosa, consistente en entrenar unidades seleccionadas para insertarlos en
zonas de combate con la misión de señalar y precisar los objetivos a los
aviones norteamericanos (4).
El
replanteamiento de la limitada intervención en Siria se basa en la doctrina
Obama de priorizar la destrucción del Daesh,
antes que cualquier objetivo deseable, en particular la derrota de Assad. Estos
comandos de apoyo en tierra deberán, de momento, olvidarse de los soldados
gubernamentales y concentrarse en las milicias yihadistas. Lo que resulta de dudosa eficacia, para algunos, y de
palmario error, para otros. No es fácil que muchos sirios dispuestos a combatir
acepten obviar a los militares sirios o a sus aliados externos, por mucho que les
repugne la tiranía impuesta por los extremistas islámicos. En medio, se
encuentran otros grupos armados opuestos al régimen, pero islamistas radicales,
en la línea de Al Qaeda (el Frente Al-Nusra) ante los que se tiene una actitud
ambigua y dictada por necesidades inmediatas y circunstancias concretas.
En
definitiva, se entrevisten o no, después de años sin photo opportunity, Obama y Putin aprovecharán el septiembre
neoyorquino para que sus respecticos asesores estudien y contrasten con más
detenimiento el tablero sirio, mientras en Europa los millones de ciudadanos de
aquel país esperan que Europa agote trampas propagandísticas, supere divisiones
y resuelva contradicciones.
(1) FOREIGN
POLICY ha ofrecido en exclusiva esta semana (14 de septiembre) imágenes del
satélite que muestra el reforzamiento militar ruso en Siria, con centro
neurálgico en Latakía, donde se construiría una base de despliegue aéreo, próximo
a la actual base naval de Tartus.
(2) BBC,
16 de Septiembre.
(3) Uno
de los defensores de esta opción, MICHAEL O’HANLON, investigador en la Brookings Institution, resumió el debate
teórico sobre las posibles salidas de la guerra en Siria en un artículo publicado
por el THE WASHINGTON POST, el 3 de
septiembre.
(4) THE NEW YORK TIMES informó el 11 de
septiembre sobre el contenido del renovado programa de apoyo militar
norteamericano a los rebeldes sirios, pero una información más precisa sobre el
supuesto cambio de estrategia lo ofreció en exclusiva DAN DE LUCE para FOREIGN POLICY, el 15 de septiembre.
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