17 de abril de 2017
El
presidente Erdogan ha conseguido el triunfo en el referéndum constitucional que
consagra la conversión del sistema político en una República presidencialista,
con poderes ejecutivos reforzados para el jefe del Estado, menos competencias
para el Parlamento y disminución de la autonomía judicial.
El
SI se ha impuesto por un 51,37% de los votos. La oposición ha pedido un
recuento ante la sospecha de manipulación de papeletas. En las tres grandes
ciudades del país ha ganado el NO, incluida Estambul, la cuna política de
Erdogan. De cumplirse el calendario previsto, Erdogan podría continuar en la
cúspide del poder hasta 2029. Éstas son las principales claves del referéndum.
1)
A Erdogan le vale el estrecho margen del
3%. Será inútil especular con la debilidad del régimen turco, sólo porque el
resultado no sea “plebiscitario”. Los estrategas de Erdogan se habían fijado el
objeto de un 60% de votos afirmativos. Pero eso fue hace semanas. Durante la
campaña (técnicamente hablando: la real empezó en julio, si no antes), las
expectativas se fueron corrigiendo. A la baja. En los días previos a la
consulta, ya se manejaba este resultado: tres puntos. Por tanto, misión
cumplida.
2)
No habrá transición ni demora. Ya lo dijo el primer
ministro adjunto, Numar Kulturmus, hace un par de semanas: “las resistencias al
proyecto presidencialista se agotarán con el triunfo del sí”. No pocos
observadores creen que el pacto con el MHP, el partido de los
ultranacionalistas conservadores, para observar una transición no se cumplirá.
El círculo de colaboradores más próximo a Erdogan considera el sistema político
actual como un fardo del que es preciso librarse cuanto antes (1).
3)
La oposición, neutralizada. El
referéndum acrecienta la impotencia de la oposición. El profesor turco afincado
en Estados Unidos, Soner Cagaptay, lo expresa con precisión: “la brecha entre
los bloques de la oposición es, a veces, mucho más amplia que la brecha entre
estos bloques y el AKP [el partido gubernamental]” (2). Las sospechas de fraude
pueden alentar cierta convergencia, pero seguramente sólo temporal.
4)
La purga puede detenerse. Es una hipótesis
que no debe relacionarse con un reflejo de “generosidad” del régimen o como una
prueba de fortaleza. Simplemente, el Estado turco puede estar rozando el límite
de las depuraciones. La eliminación de miles de puestos en la administración,
en las instituciones, en todos los ámbitos de la vida civil, social y cultural
es tan amplia que ya no hay fieles reputados para cubrir los puestos vacantes. (3)
No se trata de una una suerte de amnistía. A los purgados les espere un periodo
largo de amargura. Pero quizás haya llegado la hora de parar. Salvo que salten
las alarmas, por ahora difícil de anticipar.
5)
El Ejército, a la espera. A muchos
sorprende que las Fuerzas Armadas no hayan bloqueado a Erdogan, como hicieron
con otros dirigentes civiles mucho antes de que se hicieran tan poderosos. La
respuesta parece clara: el Presidente ha aprovechado la “limpieza” para
destruir la penetración de los partidarios de Gulen en los cuarteles. Los
militares no constituyen un bloque monolítico. Erdogan se ha aprovechado de las
divisiones internas para afianzar su poder sin atentar en absoluto con el poder
militar. De momento, el pacto funciona.
6)
Los interrogantes de la nueva
construcción institucional. El cambio constitucional aprobado este 16 de
abril obligará a una revisión de las reglas de juego de casi todos los aparatos
del Estado, como explican los profesores Ekim y Kirisci (4). La Justicia es uno
de los más importantes. Hay una resistencia relativamente activa, a pesar de
las purgas. Pero los nuevos mecanismos de selección, elección, revisión y
sanción de los funcionarios judiciales, de arriba abajo, obligarán a una
recomposición, política y funcional. Será una lucha sorda, con poca repercusión
en los medios. Pero muy dura, sin duda.
7)
El discreto y condicionado apoyo de las
fuerzas religiosas. Erdogan se ha mostrado muy hábil en su empeño por
socavar las raíces secularistas del Estado kemalista. Ha sabido evitar los
errores de partidos islamistas predecesores del AKP, e incluso los suyos
propios que estuvieron a punto de echarlo de la política para siempre. Las
fuerzas religiosas están tan divididas como la oposición. Como dice el
orientalista Zarcone, las cofradías respaldan al presidente, pero no todas
comulgan con su ambición de poder, o no todas con el mismo convencimiento (5). La
división que se observa en ellos se traslada a su propio partido, el AKP.
Aunque nadie se atreve a cuestionar al gran líder, muchos de sus principales
dirigentes no se privan de decir, con discreción, que no entienden esta reforma
constitucional.
8)
La guerra de Siria, prueba de fuego.
Erdogan tendrá que encajar el “nuevo Estado”, o el nuevo ordenamiento del
Estado, al tiempo que gestiona un panorama exterior complejo, con repercusiones
directas en el orden interno. La guerra de Siria seguirá condicionando el
tratamiento del problema kurdo. Cualquier solución que implique una partición
del país o un incierto periodo de transición alimentará las pretensiones de un
semi-estado kurdo entre Turquía y Siria. Si Estados Unidos sigue confiando en
las milicias kurdas para terminar de derrotar el Daesh en Siria, Ankara acrecentará su nerviosismo. O si Trump se
decide a acabar con el régimen de Assad, resuelto el desafío yihadista, y eso
supone prolongar la alianza con los kurdos, Erdogan se verá obligado a
plantarse y tratará de reforzar su utilitaria colaboración con Moscú.
9)
¿Adiós a Europa? La deriva
autoritaria aleja a Turquía de Europa. Parece una obviedad, a tenor del
discurso hostil y casi desafiante de Erdogan en las últimas semanas, con
provocaciones directas dirigidas hacia Alemania u Holanda. Se teme en Europa
que, si las cosas en el Kurdistán se deterioran, el mega-presidente fuerce la restauración de la pena de muerte. En ese
caso, ha advertido Juncker, se acabaron las negociaciones. Es una declaración
retórica. En la práctica, no hay negociación que valga desde hace tanto tiempo.
“Erdogan necesita más enemigos que amigos”, sostiene Cagaptay. Y Europa cumple
los requisitos apetecidos por el Erdogan más que cualquier otro agente externo.
10)
Los límites del venenoso culto a la
personalidad. Erdogan sigue siendo popular, pese a todo lo ocurrido antes y
después del 15 de julio. Las clases populares, medias y bajas, lo siguen viendo
como un defensor de sus intereses, en proporción mayoritaria. Eso casi nadie lo
discute, incluidos sus críticos o sus enemigos (no tiene rivales). Pero su
éxito ha estado ligado a una coyuntura económica favorable, que se deteriora a
ojos vista, y eso explica también que se haya debilitado su apoyo popular. Si refuerza la presión autoritaria para atajar
estas vías de agua, se eleva el riesgo de alejarse de las masas. Todavía más
peligroso es que opte por un discurso providencialista, del que ya hay no pocas
señales. En la campaña se permitió compararse con el Profeta, al manifestar,
antes unos estudiantes rendidos a sus encantos, que igual que Mahoma eludió a
sus perseguidores en la hégira (la
huida de La Meca a Medina), él se libró de los militares que quisieron
detenerlo o matarlo la noche del golpe, sin duda gracias a la inspiración
divina.
NOTAS
(1) “Référendum à quitte ou doublé para le président
Erdogan. MARIE JEGO. LE MONDE, 13 de
abril
(2) Entrevista en THE
CIPHER BRIEF, 3 de abril.
(3) “Inside
Turkey´s Purgue”. SUZY HANSEN. THE NEW
YORK TIMES, 13 de abril.
(4) “The
turkish constitutional referéndum, explained”. SINAL EKIM y KEMAL
KIRISCI. BROOKING INSTITUTION, 13 de
abril.
(5) Entrevista en LE
MONDE, 14 de abril.
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