19 de abril de 2017
En
seis meses, cuatro elecciones de gran trascendencia en Europa. Hasta hoy, tres
ya programadas: Holanda, Francia y Alemania. Desde hoy, una convocatoria
adelantada y hasta cierto punto sorpresiva: Gran Bretaña. Como es legalmente
preceptivo, el Parlamento le ha autorizado este miércoles para adelantar, en
tres años, las elecciones, a celebrar el 8 de junio.
El
significado de esta última cita electoral puede resumirse así:
1.-
Sorpresa sólo a medias. Ciertamente,
la premier May había dicho públicamente en varias ocasiones que no pretendía
adelantar elecciones. Pero casi nadie terminaba de creerlo. Las elecciones
anticipadas eran muy apetecibles para ella. En medios políticos se trabajaba
con esa hipótesis. Hoy es una realidad.
2.-
El manejo del calendario. May dice
que las negociaciones con Europa exigirán un mandato político renovado y
fuerte. La distracción que supone cualquier elección parecería un inconveniente
o una contradicción, pero la primera ministra ha leído bien el calendario. Al
cabo, hasta después de las elecciones alemanas de septiembre no se empezará en
serio a negociar. Mejor aprovechar este tiempo neutralizado para hacer caja
electoral y mejorar la actual mayoría parlamentaria (sólo 17 diputados).
3-
Una personalidad cambiante. Este
cambio de discurso no es una novedad en la trayectoria de May. La segunda
primera ministra en la historia británica ha demostrado que es muy flexible con
sus principios. Defendió la permanencia en Europa, pero se apuntó enseguida a
la salida, codificado en su lema: Brexit
means Brexit. Nada de revisiones, adaptaciones o medias tintas.
4.-
Plus de legitimidad. La decisión de
Theresa May tiene dos caras. La cara pública, la que ella ha presentado a la
opinión pública parece sólida. La jefa del gobierno no ha sido elegida en las
urnas. Tras la dimisión de su antecesor, David Cameron, correspondía al grupo
parlamentario mayoritario elegir al candidato para encabezar el nuevo gobierno.
May obtuvo un respaldo muy sólido de los tories.
Pero a cualquier primer ministro británico le termina incomodando que le
recuerden que no ha ganado unas elecciones. Le pasó a Major cuando relevó a
Thatcher o a Gordon cuando reemplazó a Blair.
5.-
Cálculo político. La otra cara, la
cara oculta, o la que May nunca admitirá en público, tiene que ver con las
razonables previsiones de ajuste del mapa político. Todos los sondeos anticipan
una victoria aplastante de los conservadores, casi más por debilidad de los
oponentes que por fortaleza propia. Veinte puntos de ventaja en la mayoría de
las encuestas constituyen una tentación demasiado grande para ignorarla. May
quiere ir a por todas.
6.-
Un frente interno fiable. O eso
parece. Pero en política lo imprevisible siempre está al acecho. May cuanta con
la confianza de la mayoría de su partido, pero los brexiteers duros le exigirán compromisos firmes, claros y
contundentes antes de otorgarle su apoyo; los disgustados o abatidos por la
retirada de Europa han dejado de creer en ella, son jarrones chinos y tienen
poco predicamento.
7.-
Debilidad extrema de los laboristas.
Nada indica que el otro gran partido del país, el Labour, se encuentre en disposición de presentar batalla al plan de
‘landslide victory’ (“barrida”)
acariciado por May. Los laboristas viven en estado de desunión profunda y sobre
todo ruidosa. Los moderados no han aceptado nunca el liderazgo de Corbyn y
pueden ver en estas elecciones una oportunidad estupenda para acabar con él,
presumiendo su estrepitoso fracaso. Si los laboristas obtienen los peores
resultados desde 1918, como pronostican algunos sondeos, a Corbyn le será
imposible mantenerse al frente del Partido. Curiosamente, Corbyn se manifestaba
ayer favorable al adelantamiento electoral. No parece elegante suponer que, en
el fondo, está deseando liberarse de su responsabilidad. Es un hombre de
principios claros y firmes, con independencia de que sean acertados o no.
Siempre ha dicho, y ayer lo repitió, que Gran Bretaña necesita más justicia
social, y eso pasa por un cambio de gobierno.
8.-
El pálido recuerdo del europeísmo.
Tampoco los liberal-demócratas presentan unas credenciales más saludables.
Fueron los únicos que de forma casi unánime defendieron la permanencia en la
UE, con ajustes más o menos formales. El viento sopla muy en su contra y no han
terminado de purgar su corresponsabilidad en el gobierno de Cameron. Es difícil
que el electorado más moderado del laborismo les escoja como alternativa. Y
aunque así sea, necesitarían un vaciado del apoyo laborista en su favor, porque
la ley electoral les penaliza de manera escandalosa.
9.-
Neutralización de los eurófobos.
Tampoco parece que May tenga mucho que temer electoralmente del UKIP. La
escisión ultraeurófoba de los tories se erigió en promotora del Brexit, pero parece estar agonizando de
éxito. Los conservadores les han vencido en la rentabilización de la iniciativa
anti-europea y la pesada mochila del sistema electoral les penalizará muy
severamente.
10.-
El riesgo nacionalista. Éste es el
principal desvelo de May. Que los nacionalistas escoceses refuercen o
simplemente mantengan su presencia en Westminster. La jefa del gobierno
autónomo escocés ya le ha reprochado a May su posición cambiante y ha
vaticinado que su decisión constituye un grave error de cálculo. Quizás no lo
piense, pero es un arma política eficaz. Con el adelantamiento electoral,
Sturgeon elimina las escasas resistencias interna a un nuevo referéndum de
independencia (indyref-2).
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