3 de mayo de 2017
Así
puede resumirse el inicio del mandato más estrafalario en la historia de los
Estados Unidos. Trump no pasa el corte, para utilizar la
terminología de la actividad a la que parece dedicarse si no con más energía,
desde luego con más gusto.
Estos
días, medios, think-tank, analistas e
institutos de opinión se han dedicado a escrutar resultados, sustancia y
estilo, logros y fallos. Y, lo que resulta más revelador, a comprobar la enorme
brecha que existe entre lo que el Presidente dice y lo que hace, entre la
imagen que proyecta del país o de sus rivales y la real. El resumen de este esfuerzo
es sencillo: ruido y nada (1).
Trump
ha hecho mucho ruido. Mucho tuit. Mucha declaración grandilocuente. Mucha
afirmación gruesa. Verdades nulas o dudosas. THE WASHINGTON POST ha detectado
casi 500 falsedades del Presidente en este periodo inaugural: cinco por día (2).
Resultados,
pocos, y ninguno de importancia, siquiera media o baja. Los fracasos han sido
tan estrepitosos como la exageración del éxito con que se anticiparon: las
ilegales y calenturientas medidas para limitar la inmigración, el rechazo de la
reforma sanitaria de Obama, la obtención de financiación inicial para levantar
un muro en la frontera con México, el arranque del programa de reconstrucción
de infraestructuras.
Otras
iniciativas se han anunciado a bombo y platillo, pero cunden los pronósticos
que le auguran recorrido corto: por ejemplo, la reforma fiscal, injusta y
tramposa, con la que Trump satisface a los más ricos y se autoregala un respiro
para las empresas de su clan.
En
política internacional, más ruido, es decir, más bombas. Algunas decisiones
adoptadas mientas contempla la televisión a altas horas de la noche o en el
intervalo de entrevistas con dirigentes mundiales, poco preparadas, por cierto.
¿Y qué
decir de su equipo de gobierno? Absoluto descontrol. Una transición caótica. Dimisiones
o ceses con bochorno incorporado, como el de Flynn; oscurecimientos inexplicados
(véase Bannon, en rol de “príncipe de las tinieblas”); promociones nepóticas
del clan familiar; nombramiento de los puestos medios clave (más de quinientos),
en suspenso.
Trump
es un completo fraude. Eso ya lo sabíamos antes de empezar. Pero el arranque no
ha podido ser más calamitoso. Ni siquiera es cierta su proclamada fidelidad a
los votantes, a esa América profunda, poco informada, dominada por los
prejuicios (cuando no por el odio), resentida y desarticulada. Las
contradicciones o imposturas con palmarias. A saber:
-Trump
asumió un discurso atronadoramente populista y un discurso engañosamente nacionalista
para ganar, pero no sabe, ni puede, ni seguramente quiere ponerlo en práctica.
En sólo tres meses se ha puesto en evidencia la falacia completa de su
estrategia.
-Trump
quería cambiar la política exterior y lo que está ocurriendo es que la
corriente profunda de la política exterior lo está superando (3). Los
colaboradores corrigen sus gafes e interpretan sus incoherentes postulados. O
simplemente lo ignoran sin decirlo. Con resignada y paciente dedicación. La
rectificación, propia o de su entorno, ha sido permanente. Nada de nueva
política hacia Rusia, corrección de su visión sobre la utilidad de la OTAN,
marcha atrás en la consideración de China y, en general, una confusión
irritante en el manejo del dossier asiático, “el mayor error de estos cien días
de política exterior”, según Stephen Walt ( ).
.
-Trump
se declaró campeón de la seguridad nacional, pletórico de “ideas” y fuerte de
maneras. Pero, en sólo unas semanas ha declinado su responsabilidad en un
sanedrín de militares (McMaster, Mattis, Kelly, Pompeo) que le reescriben
continuamente el guion. Eso sí, parece que fue suya la decisión de bombardear
un aeropuerto sirio en castigar por el uso de armas químicas, por parte del
régimen de Damasco. Un ataque de humanidad, en un individuo que dedica
sus mejores elogios y recibe con la mejor de sus sonrisas en el despacho oval a los dirigentes más autoritarios
del planeta.
-Trump
prometió devolver los frutos de la economía a esos millones de trabajadores
(blancos) que se sienten estafados por los años de la alegría financiera, y lo
que ha hecho en realidad ha sido entregarle las llaves de la máquina reparadora
a exponentes destacados de Wall Street, como Mnuchin (secretario del Tesoro) o
Cohn (jefe de los asesores económicos). Él se reserva las fotos con los mineros
de Pennsylvania o los tuits promisorios. A la postre, Trump sirve y servirá a
los más ricos y poderosos, como deja entrever su apresurado borrador de reforma
fiscal. Y suma y sigue.
Lo más
inquietante de estos primeros cien días es que, como decía con ácida lucidez un
articulista, “lo otrora impensable ya ha dejado de ser destacable”, porque “América
se está acostumbrando a la locura de Trump” (5).
Una vez
más, es necesario recordar la responsabilidad mediática. Los medios han
contribuido muy notablemente a poner a Trump donde está: los fanáticos, con su
entusiasmo; los amarillos, con su oportunismo; los serios u honestos, con su
empeño por amplificar sus absurdas propuestas o sus insultos. Se corre el
riesgo de repetir el error ahora que ocupa la Casa Blanca: trivializando sus
barbaridades o exagerando el riesgo de su mandato.
No es
aventurado decir que Trump no gobierna. Hizo un amago de gobernar durante dos
semanas. Creó una crisis institucional con la chapuza fascistoide de la prohibición de entrada en el país a ciudadanos de
siete países árabes. Luego fracasó en su enfermizo intento de acabar por la vía
rápida con el legado de Obama. Y luego vió la oportunidad de apretar el
gatillo, sin riesgo ni propósito.
Más
allá de eso, cuando se ha tenido que remangar para liderar y gobernar, ha
descubierto “lo duro que es este trabajo” (sic). Y ha perdido interés. A Trump
ni le gusta ni tiene estómago para esa parte aburrida y sistemática de la
política. Por eso, habría decidido delegar el trabajo. Puede decirse que Trump
ha puesto en leasing el gobierno de
América. Esa es la única buena noticia (relativa, muy relativa, a tenor de los
que controlan ahora el negocio) de estos cien días.
NOTAS:
(1) “The making of a legacy:
first steps in the Trump era”. NEW YORK
TIMES, 28 de abril; “One hundred days of disquietud”. VARIOS AUTORES. PROJECT SYNDICATE, 28 de abril.
(2) “100 days of Trump claims.
Fact cheker”. THE WASHINGTON POST, 29 de
abril.
(3) “An assessment of the
Trump’s first 100 days of foreign policy”. VARIOS AUTORES. BROOKINGS INSTITUTION, 28 de abril.
(4) “The worst mistake of the
Trump’s first 100 days”. STEPHEN WALT. FOREIGN
POLICY, 26 de abril.
(5) “America is getting used
to Trump’s insanity”. MAX BOOT. FOREIGN
POLICY, 25 de abril.
No hay comentarios:
Publicar un comentario